La oración desesperada (y apasionada)

Jonás  •  Sermon  •  Submitted
0 ratings
· 11 views

Necesitamos recuperar la intensidad y la pasión en nuestra vida de oración

Notes
Transcript

¿Qué haces cuando eres alcanzado por los problemas?
Te desesperas.
Lloras
Buscas soluciones
Te enojas
Oras…
Sí, oras.
Esto sucede con la mayoría de las personas, incluso aquellos que no se congregan en una iglesia o profesan una fe. Todos tenemos este clamor a flor de labios: “¡Ay, Dios mío!”. Todos sabemos que hay situaciones, obstáculos y diricultades que superan nuestra capacidad. Tenemos limitaciones, y muchas veces las soluciones están más allá de nosotros.
Sea lo que sea que te llevó a la situación, en el momento de la angustia clamas a Dios.
Seguramente recuerdes algún momento en que no sabías qué hacer y clamaste a Dios. Ese clamor se diferencia claramente de tu oración para dar gracias por los alimentos o la oración habitual en la iglesia.

I. Orando desde la angustia (y desde el lugar menos pensado)

Jonás 2:1–2 RVR60
1 Entonces oró Jonás a Jehová su Dios desde el vientre del pez, 2 y dijo: Invoqué en mi angustia a Jehová, y él me oyó; Desde el seno del Seol clamé, Y mi voz oíste.
Jonás 2:1–2 NVI
1 Entonces Jonás oró al Señor su Dios desde el vientre del pez. 2 Dijo: «En mi angustia clamé al Señor, y él me respondió. Desde las entrañas del sepulcro pedí auxilio, y tú escuchaste mi clamor.
Jonás 2:1–2 NTV
1 Entonces Jonás oró al Señor su Dios desde el interior del pez 2 y dijo: «En mi gran aflicción clamé al Señor y él me respondió. Desde la tierra de los muertos te llamé, ¡y tú, Señor, me escuchaste!
Jonás 2:1–2 NBLA
1 Entonces Jonás oró al Señor su Dios desde el vientre del pez, 2 y dijo: «En mi angustia clamé al Señor, Y Él me respondió. Desde el seno del Seol pedí auxilio, Y Tú escuchaste mi voz.
Jonás se las había buscado. Había recibido de Dios una orden directa, una orientación conforme a su voluntad, había dicho “¡No!”, y se había dispuesto a actuar en contra de los propósitos de Dios. Sabía que aquello no era un juego,
El primer capítulo nos presentó la situación, el llamado de Dios, la negativa y la huída de Jonás, el riesgo de muerte que enfrentaron él y la tripulación del barco en el que viajaba, y el desenlace, cuando luego de orar a Dios lo echaron definitivamente al mar y este se aquietó.
No, aquello no era un juego. Para los marineros la historia de Jonás terminó allí. Se había sumergido en medio de un mar enbravecido. Había muerto. Dios había hecho como Él había querido.
Pero los caminos de Dios son diferentes a los caminos humanos. Lo que los seres humanos podríamos considerar el fin, la derrota definitiva, el fracaso total, Dios lo puede transformar en un testimonio de su amor, poder y gracia, algo que podría llegar a afectar positivamente no solamente la vida de uno sino de millones. Tal es el caso de la experiencia de Jonás. La historia no terminó allí, como hubiera sido lógico que sucediera.
Cuando debió haber muerto en aquel lugar, oró a Dios.
El relato es muy enfático.
El capítulo anterior termina con el segundo “Pero Jehová”: “Pero Jehová tenía preparado un gran pez que tragase a Jonás; y estuvo Jonás en el vientre del pez tres días y tres noches”.
El enfasis se pone de manifiesto por el hecho de que en estos dos primeros versículos se nos anuncia dos veces que Jonás oró, una vez en tercera persona, como el relato de alguien más, y luego en boca del propio Jonás dando testimonio de lo que pasó en forma de oración.
Entonces oró Jonás...
Ocurrió lo inesperado. La historia continuó. Tal vez esta pueda ser tu historia. Podías haber muerto hace algún tiempo, y aquí estás. Cuando todo estuvo mal, oraste.
Jonás le dirigió la palabra al Dios del que había estado huyendo, del que habría pretendido esconderse.
...a Jehová su Dios...
Jehová nunca dejó de ser el Dios de Jonás. Y fue mutuo: Dios no lo abandonó luego de su desobediencia y él siempre declaró seguir temiendo a Jehová, el Creador del cielo y la tierra (Jonás 1:9). Resulta, sin embargo, impactante que aquí se exprese de esta manera. Sí, Jonás huía; sí, había hecho las cosas mal; sí había desobedecido. Pero oró a Jehová su Dios. ¿Puedes decir que Jehová es también tú Dios sin temor a equivocarte? ¿Podrías afirmar, aún en los momentos de tu rebeldía y de tus errores, que Él es tu Dios?
Jehová es el Dios de quienes le han encontrado en Cristo Jesús. Es el Dios de quienes han entendido que no hay valor en esta vida que sea mayor que Él, su justicia y la relación con Él, ¡que para eso fuimos creados! Es el Dios de los humildes, de los que reconocen sus errores, de los que se vuelven a Él arrepentidos y le buscan de todo corazón.
¿Es también tu Dios?
...desde el vientre del pez...
Al leer esto me he preguntado desde qué lugares profundos y escondidos se habrá orado a Dios. Elías oró a Dios desde una cueva, una hendidura en la peña en la montaña. Daniel debe haber orado a Dios mientras caía al foso de los leones donde se encontró con Jesús. La gente ha orado a Dios en el campo y en la ciudad, en la más intensa soledad y rodeados de una multitud.
Y también desde el vientre de un pez.
No importa dónde te lleven tus decisiones, tus aciertos o tus errores, puedes estar seguro de que dondequiera que vayas a parar puedes elevar tu voz y tu corazón a Dios, que te escuchará.
Una vez más:
Salmo 139:7–12 RVR60
7 ¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? 8 Si subiere a los cielos, allí estás tú; Y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. 9 Si tomare las alas del alba Y habitare en el extremo del mar, 10 Aun allí me guiará tu mano, Y me asirá tu diestra. 11 Si dijere: Ciertamente las tinieblas me encubrirán; Aun la noche resplandecerá alrededor de mí. 12 Aun las tinieblas no encubren de ti, Y la noche resplandece como el día; Lo mismo te son las tinieblas que la luz.
Salmo 139:7–12 NVI
7 ¿A dónde podría alejarme de tu Espíritu? ¿A dónde podría huir de tu presencia? 8 Si subiera al cielo, allí estás tú; si tendiera mi lecho en el fondo del abismo, también estás allí. 9 Si me elevara sobre las alas del alba, o me estableciera en los extremos del mar, 10 aun allí tu mano me guiaría, ¡me sostendría tu mano derecha! 11 Y si dijera: «Que me oculten las tinieblas; que la luz se haga noche en torno mío», 12 ni las tinieblas serían oscuras para ti, y aun la noche sería clara como el día. ¡Lo mismo son para ti las tinieblas que la luz!
Salmo 139:7–12 NTV
7 ¡Jamás podría escaparme de tu Espíritu! ¡Jamás podría huir de tu presencia! 8 Si subo al cielo, allí estás tú; si desciendo a la tumba, allí estás tú. 9 Si cabalgo sobre las alas de la mañana, si habito junto a los océanos más lejanos, 10 aun allí me guiará tu mano y me sostendrá tu fuerza. 11 Podría pedirle a la oscuridad que me ocultara, y a la luz que me rodea, que se convierta en noche; 12 pero ni siquiera en la oscuridad puedo esconderme de ti. Para ti, la noche es tan brillante como el día. La oscuridad y la luz son lo mismo para ti.
Salmo 139:7–12 NBLA
7 ¿Adónde me iré de Tu Espíritu, O adónde huiré de Tu presencia? 8 Si subo a los cielos, allí estás Tú; Si en el Seol preparo mi lecho, allí Tú estás. 9 Si tomo las alas del alba, Y si habito en lo más remoto del mar, 10 Aun allí me guiará Tu mano, Y me tomará Tu diestra. 11 Si digo: «Ciertamente las tinieblas me envolverán, Y la luz a mi alrededor será noche»; 12 Ni aun las tinieblas son oscuras para Ti, Y la noche brilla como el día. Las tinieblas y la luz son iguales para Ti.
Entonces, el relato nos presenta la oración de Jonás, que dice primero que nada que oró:
Invoqué a Jehová en mi angustia...
Nos está diciendo lo mismo que el versículo anterior, que oró Jonás a Jehová su Dios, pero lo dice en primera persona, en forma de oración y testimonio a la misma vez. Y nos dice cuál era su sentir. Jonás oró angustiado.
Hasta aquí, el relato nos podría dar la impresión de que a Jonás no le importaba nada, que se había endurecido contra Dios y se alejaba de Él sin sentir nada, pero no era así. Aquí vemos cuál era su sentir. Su sueño en la bodega del barco no era el resultado de la insensibilidad o la indiferencia, sino de la angustia.
La angustia es una forma de agonía emocional. Cuando una persona está triste, muy triste, siente como que se muere por dentro, sufre, se duele. La angustia a veces es expresada con lágrimas, y a veces no, solo se lleva por dentro.
¿Has estado angustiado? ¿En qué momentos o bajo qué circunstancias te alcanzó la angustia? Créeme que Dios ha conocido tu angustia, y ha estado allí para sostenerte en medio de la dificultad. La esperanza viva que nos transmite la Palabra nos asegura que va a llegar un momento en que Dios enjugará todas nuestras lágrimas (Isaías 25:8; Apocalipsis 7:17; Apocalipsis 21:4).
...y Él me oyó...
Ahí lo tienes, el testimonio del mismo Jonás. La maravilla de nuestra relación con Dios consiste en que no solamente le hablamos, lo cual es tremendamente consolador, sino que también nos escucha, y tenemos testimonio de eso en los resultados y respuestas que vemos en nuestras vidas.
Jonás pudo decir con toda propiedad que Dios escuchó su oración.
¿Lo puedes decir tú? ¿Puedes afirmar sin temor a equivocarte que Dios escuchó tu oración? ¿Qué le dijiste? ¿Qué fue lo que escuchó de ti? Dios a veces te traerá a su presencia para recordarte que escuchó tu oración.
¿Quieres saber de un consuelo eficaz contra la angustia? ¡Dios escucha la oración! Cuando la seguridad del oído atento de Dios llena nuestros corazones, la angustia es transformada por paz y seguridad.
Desde el seno del Seol...
El testimonio de Jonás es poderoso en cuanto a su sentir, evidenciando la dura prueba que le tocó enfrentar por amor a nosotros que somos bendecidos al contemplar su historia. Antes se nos ha dicho que Jonás oró desde el vientre del pez y en mi angustia. Pero ahora la descripción es más gráfica.
El seno del Seol es el lugar de los muertos, aún más allá de la tumba. Jonás sintió que se dirigía a Dios más allá de esta vida, desde la quietud y el silencio de aquel lugar al que van los muertos. Cuando fue absorbido por el pez, seguramente no entendió lo que le estaba sucediendo. Así fue el testimonio del buzo entrevistado por CNN en 2021: no entendía lo que le sucedía. Solamente había oscuridad, y una experiencia diferente a todo lo conocido. Le llevó tiempo entender donde estaba, y lo mismo le debe haber sucedido a Jonás. Mientras caía al mar, Jonás, que no contaba con ningún equipo de supervivencia bajo el agua, sabía que aquella era su sentencia de muerte, que ya no había esperanza, que allí había terminado todo. Por eso debe haber sentido literalmente que cuando se volvió a dirigir a Dios lo hizo desde el lugar de los muertos. Esta descripción es impresionante.
Me imagino a personas afectadas por un accidente, o los que se han sabido alcanzados por un exceso, una sobredosis de drogas o algo semejante. Hay quienes han visto la muerte muy de cerca y quienes literalmente han querido morir al considerar sus situaciones.
¿Te has sentido así? ¿En qué situaciones emocionales Dios escuchó tu oración?
...clamé.
Jonás no se limitó a orar a Dios. Las descripciones anteriores nos dicen que oró (que se dirigió a Dios, que se comunicó con Él) y que le invocó (que lo llamó por su Nombre). Aquí nos habla de clamor.
El clamor es una forma de oración especial, en la forma de un grito desesperado.
Jonás le gritó a Dios. ¿Lo has hecho tú?
Dios ha prometido responder al clamor de los que le buscan:
Jeremías 33:1–3 RVR60
1 Vino palabra de Jehová a Jeremías la segunda vez, estando él aún preso en el patio de la cárcel, diciendo: 2 Así ha dicho Jehová, que hizo la tierra, Jehová que la formó para afirmarla; Jehová es su nombre: 3 Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.
Jeremías 33:1–3 NVI
1 La palabra del Señor vino a Jeremías por segunda vez, cuando éste aún se hallaba preso en el patio de la guardia: 2 «Así dice aquel cuyo nombre es el Señor, el que hizo la tierra, y la formó y la estableció con firmeza: 3 “Clama a mí y te responderé, y te daré a conocer cosas grandes y ocultas que tú no sabes.”
Jeremías 33:1–3 NTV
1 Mientras Jeremías aún estaba detenido en el patio de la guardia, el Señor le dio un segundo mensaje: 2 «Esto dice el Señor, el Señor que hizo la tierra, que la formó y la estableció, cuyo nombre es el Señor: 3 pídeme y te daré a conocer secretos sorprendentes que no conoces acerca de lo que está por venir.
Jeremías 33:1–3 NBLA
1 Entonces vino la palabra del Señor a Jeremías por segunda vez, mientras él estaba aún detenido en el patio de la guardia: 2 «Así dice el Señor que hizo la tierra, el Señor que la formó para establecerla; el Señor es Su nombre: 3 “Clama a Mí, y Yo te responderé y te revelaré cosas grandes e inaccesibles, que tú no conoces”
Dios le mostró a Jonás cosas grandes y ocultas que él no conocía. Preparó un pez para que lo tragara con tal de salvarle la vida. Sí, la disciplina de Dios le salvó la vida. ¿Crees que no va a tener algo preparado para ti también? ¡Sí que lo tiene!
Escucha el testimonio de Jonás que dice:
Y mi voz oíste.
¿Puedes decir lo mismo?
Dios lo ha hecho antes y lo volverá a hacer.
¡Dios responde la oración!

II. Orando desde la desesperación (¡y un grito de victoria!)

Jonás 2:3–6 RVR60
3 Me echaste a lo profundo, en medio de los mares, Y me rodeó la corriente; Todas tus ondas y tus olas pasaron sobre mí. 4 Entonces dije: Desechado soy de delante de tus ojos; Mas aún veré tu santo templo. 5 Las aguas me rodearon hasta el alma, Rodeóme el abismo; El alga se enredó a mi cabeza. 6 Descendí a los cimientos de los montes; La tierra echó sus cerrojos sobre mí para siempre; Mas tú sacaste mi vida de la sepultura, oh Jehová Dios mío.
Jonás 2:3–6 NVI
3 A lo profundo me arrojaste, al corazón mismo de los mares; las corrientes me envolvían, todas tus ondas y tus olas pasaban sobre mí. 4 Y pensé: “He sido expulsado de tu presencia. ¿Cómo volveré a contemplar tu santo templo?” 5 Las aguas me llegaban hasta el cuello, lo profundo del océano me envolvía; las algas se me enredaban en la cabeza, 6 arrastrándome a los cimientos de las montañas. Me tragó la tierra, y para siempre sus cerrojos se cerraron tras de mí. Pero tú, Señor, Dios mío, me rescataste de la fosa.
Jonás 2:3–6 NTV
3 Me arrojaste a las profundidades del mar y me hundí en el corazón del océano. Las poderosas aguas me envolvieron; tus salvajes y tempestuosas olas me cubrieron. 4 Entonces dije: “Oh Señor, me has expulsado de tu presencia; aun así volveré a mirar hacia tu santo templo”. 5 »Me hundí bajo las olas y las aguas se cerraron sobre mí; las algas se enredaban en mi cabeza. 6 Me hundí hasta las raíces de las montañas. Me quedé preso en la tierra, cuyas puertas se cierran para siempre. Pero tú, oh Señor mi Dios, ¡me arrebataste de las garras de la muerte!
Jonás 2:3–6 NBLA
3 »Pues me habías echado a lo profundo, En el corazón de los mares, Y la corriente me envolvió; Todas tus encrespadas olas y tus ondas pasaron sobre mí. 4 »Entonces dije: “He sido expulsado de delante de Tus ojos; Sin embargo, volveré a mirar hacia Tu santo templo”. 5 »Me rodearon las aguas hasta el alma, El gran abismo me envolvió, Las algas se enredaron en mi cabeza. 6 »Descendí hasta las raíces de los montes, La tierra con sus cerrojos me ponía cerco para siempre; Pero Tú sacaste de la fosa mi vida, oh Señor, Dios mío.
¿Cómo se siente la desolación espiritual? ¿Cómo se siente el temor de Dios? Vuelve a leer las palabras de Jonás y contarás con una buena representación.
Presta atención a cada una de estas frases, cada una de las palabras que hablan del desastre, la derrota, el fracaso, la pérdida de una vida. Jonás sintió el mar embrabecido rodeándolo, envolviéndolo para ya no devolverlo nunca más. Pensó que allí se terminaba todo, literalmente. Primero el mar que lo envuelve y luego la oscuridad. Las olas pasaron por encima de él. Entonces le alcanzó el sentir de la más profunda desesperación:
Entonces dije: Desechado soy delante de tus ojos...
Sí, es la frase de la desesperación. Jonás sintió que ya Dios lo había hecho a un lado como resultado de su rebeldía. En aquel momento no pensó en familiares ni amigos, sino solamente en Dios, a quién le pertenecía. Sintió que le correspondía el rechazo, el desprecio, porque se lo había ganado.
Sin embargo, por un milagro de Dios hubo una luz de esperanza que brilló en su interior:
Mas aún veré tu santo templo.
¿Cómo? Suena inmensamente contradictorio. ¿Cómo que volverá a ver el templo de Dios si todo se ha terminado? No tiene explicación. No tiene lógica. Solo Dios puede hacerlo.
Lo maravilloso de este testimonio es el poderosísimo milagro que Dios hace:
Mas tú sacaste mi vida de la sepultura, oh Jehová Dios mío.
No puedo imaginarme esta frase de otra manera que un poderoso grito de victoria.
Los aficionados al fútbol a veces podemos gritar, y nuestras esposas lo saben. Las proezas inesperadas hacen saltar nuestros corazones con alegría. Si podemos gritar así por una pelota que se estrella contra una red, ¿cómo no gritar si Dios nos levanta de entre los muertos?
No puedo dejar de pensar en Lázaro. Sean cuáles fueren las razones y circunstancias que lo llevaron a la muerte, la Palabra nos revela que tres días después de su muerte su cuerpo en descomposicion y su alma escucharon la voz de Jesús diciendo ¡Lázaro, ven fuera!” (Juan 11:43). ¡Qué impresonante debe haber sido volver a ver la luz, los rostros de familiares y amigos corriendo a abrazarle, la bocanada de aire, el sabor del agua!
Dios levanta a sus hijos que se vuelven a Él de entre los muertos. Dios lo vuelve a hacer, y lo quiere hacer contigo.
¿Has enfrentado o estás enfrentado la lucha y la derrota? Dios tiene buenas noticias, esperanza y victoria para ti.

III. La oración con el último aliento (y la respuesta sorprendente de Dios)

Jonás 2:7–9 RVR60
7 Cuando mi alma desfallecía en mí, me acordé de Jehová, Y mi oración llegó hasta ti en tu santo templo. 8 Los que siguen vanidades ilusorias, Su misericordia abandonan. 9 Mas yo con voz de alabanza te ofreceré sacrificios; Pagaré lo que prometí. La salvación es de Jehová.
Jonás 2:7–9 NVI
7 »Al sentir que se me iba la vida, me acordé del Señor, y mi oración llegó hasta ti, hasta tu santo templo. 8 »Los que siguen a ídolos vanos abandonan el amor de Dios. 9 Yo, en cambio, te ofreceré sacrificios y cánticos de gratitud. Cumpliré las promesas que te hice. ¡La salvación viene del Señor
Jonás 2:7–9 NTV
7 Cuando la vida se me escapaba, recordé al Señor. Elevé mi oración sincera hacia ti en tu santo templo. 8 Los que rinden culto a dioses falsos le dan la espalda a todas las misericordias de Dios. 9 Pero yo te ofreceré sacrificios con cantos de alabanza, y cumpliré todas mis promesas. Pues mi salvación viene sólo del Señor».
Jonás 2:7–9 NBLA
7 »Cuando en mí desfallecía mi alma, Del Señor me acordé; Y mi oración llegó hasta Ti, Hasta Tu santo templo. 8 »Los que confían en ídolos vanos Su propia misericordia abandonan. 9 »Pero yo con voz de acción de gracias Te ofreceré sacrificios. Lo que prometí, pagaré. La salvación es del Señor».
Aquí no tenemos el contenido completo de la oración de Jonás. Claro que le dijo a Dios más cosas, utilizó otras palabras.
Lo que tenemos aquí es su testimonio irrevocable de que clamó a Dios en su desespración y Él le respondió, amorosa y poderosamente.
No existe experiencia humana más poderosa que la de poder hacerle llegar a Dios nuestra voz, de ser escuchados por el Todopoderoso.
Jonás pudo decir: “Mi oración llegó”. ¿Puedes tú decir lo mismo?
¿Oras a Dios o te pierdes la oportunidad de hacerlo? Porque
Los que siguen vanidades ilusorias, su misericordia abandonan.
Se refería específicamente a quienes elegían otros dioses o ídolos fríos y muertos en lugar de Dios. Pero debemos tener cuidado. Nosotros tenemos acceso en Cristo Jesús a la propia presencia de Dios. No abandonemos su misericordia siendo negligentes con nuestra vida de oración. ¡Volvamos a orar! ¡Volvamos a buscar a Dios!
No buscamos a Dios para que las cosas sean hechas a nuestra manera sino para honrarlo, pero no dejemos de clamar a Él.
En el vientre del pez Jonás supo que volvería a adorar a Dios en vida, que le volvería a obedecer conforme a su compromiso con Él.
Los hijos de Dios se caracterizan por su compromiso con Él en Jesús.
Porque la salvación no depende de nuestras fuerzas, nuestras ideas o nuestros recursos, sino que es de Jehová.
No hay salvación fuera de Él.

Conclusión:

Jonás 2:10 RVR60
10 Y mandó Jehová al pez, y vomitó a Jonás en tierra.
Jonás 2:10 NVI
10 Entonces el Señor dio una orden y el pez vomitó a Jonás en tierra firme.
Jonás 2:10 NTV
10 Entonces el Señor ordenó al pez escupir a Jonás sobre la playa.
Jonás 2:10 NBLA
10 Entonces el Señor dio orden al pez, y este vomitó a Jonás en tierra firme.
Dios te conoce a la perfección y sabe exactamente lo que necesitas.
También conoce tus pruebas y luchas, y sabe terminarlas a tiempo.
Dios tiene una salida para tu dificultad, un recurso para tu pobreza, y poder de sobra para tu debilidad.
En el momento de Dios, no antes ni después, tal vez sin que Jonás entendiera cómo sucedió, se encontró en tierra. El pez lo había vomitado. Podría haberlo hecho en el medio del mar, pero no, lo hizo en la costa.
Dios tiene planes, recursos, proyectos de los que te quiere hacer parte. Si todavía estamos vivos es porque Dios quiere usarnos para su honra y gloria, porque todavía tiene un poderoso plan para nosotros.
¿Estás en la oscuridad, en la ignorancia? ¿No entiendes lo que pasa o por qué?
Dios te va a sacar a la luz y te va a dirigir conforme a sus propósitos.
Pero ora.
La clave está en la oración, en el clamor, en la búsqueda intensa y apasionada de su presencia, su gracia y su misericordia.
No busques otro recurso, otra experiencia ni otra fuente de salvación.
Busca a Dios en Cristo Jesús, y Él te va a llevar a seguridad y bendición.
Related Media
See more
Related Sermons
See more