Nuestro Glorioso Cristo

1 Juan  •  Sermon  •  Submitted
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Introducción

Muchos están acostumbrados a observar el famosísimo programa caso cerrado, donde en cada programa se ejecuta un juicio habiendo 4 elementos. 1) El demandado, 2) El demandante, 3) El juez y 4) La causa. Observamos aquí una simulación dramatizada de lo que son los casos, pero no son nada más que un show. Lo cierto es que dentro del plan divino está que el hombre muera una sola vez y después de esto venga el juicio (Heb 9:27).
Cita Bíblica: 1 Juan 2:1-2 “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.”

I. El divino abogado defensor

“y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. ”
Al Juan haberles expresado todo su deseo de que su escrito tenía la intensión de que ya no pequen, ahora pasa a mencionar que si pasara que pequen, una seguridad y realidad era presente.
La posibilidad real de pecar
Si bien Juan insistió en que no pequemos, también es consciente de que la posibilidad de pecar es real. Es cierto que aún sabiendo que no debemos pecar, vamos a pecar. “Se refiere en este caso al cristiano vencido por el pecado, más bien que al pecador voluntario habitual (Harvey J. Blaney S)”.
Hermanos, no estamos diciendo que como cristianos nunca debemos pecar, sino que como cristianos debemos reconocer que pecaremos, pero también que somos débiles y necesitamos del Señor. Pablo afirma muy claramente que aún el pecado mora en nosotros, Romanos 7 evidencia tal asunto, pero nunca nos debemos olvidar que Romanos 6:1-2 nos exhortan a que debemos abandonar el pecado.
“No somos pecadores porque pecamos, pecamos porque somos pecadores” En ese sentido, vamos a pecar mientras estemos en la carne.
La realidad de ser absueltos
Gloria a Dios porque no nos quedamos en esa condición, sino que al saber que pecamos y que lo haremos en muchas ocasiones, tenemos a alguien que es nuestro abogado frente al padre, siendo este abogado JUSTO.
Pecaste, reconociste tu debilidad, reconociste tu necesidad de Cristo, es ahí que Cristo se presenta delante del padre tomando su propia justicia para presentarla al Padre como justicia tuya y así tú ser justificado y él tomado como injusto (2 Co. 5:21).
La imagen es la siguiente, tenemos a Dios como Juez, al diablo como acusador y a Cristo como nuestro abogado. Cristo es el que nos acompaña en este juicio.
Cristo tiene como clientes sólo a aquellos que confiesan su culpa y su desesperada necesidad de recibirlo como Salvador y Señor (Mt. 7:21-23; Jn. 6:37; 10:14-15) en el lenguaje del Antiguo Testamento, Cristo es el gran Sumo Sacerdote (Heb. 7:25-28) Es por esto mismo que podemos decir como Pablo en Romanos 8:33-34 “¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.”

II. La perfecta propiciación

“Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.”
Cristo no podría ser el abogado defensor pleno del ser humano si no fuera él también el Propiciador que lleva sobre sí la ira de Dios para con los pecadores (Ro. 3:25; 5:1, 10-11; 2 Co 5:18-19).
Propiciación” significa pacificación o santificación. En la Septuaginta es el mismo término para “propiciatorio” (Ex 25:10-22). El propiciatorio era la tapa o cubierta del arca, situado entre la nube divina de la gloria Shekinah por encima del arca y las tablas de la ley dentro del arca. Debido a que los sacerdotes rociaban el propiciatorio con sangre de los sacrificios, este era el lugar en el cual ocurría la expiación por el pecado. Por tanto, la sangre rociada quedaba entre Dios (La Shekinah) y su ley quebrantada (las tablas).
Todo esto significa que la ira cayó sobre Cristo, la sangre fue derramada, sufrió nuestra muerte para darnos vida. Él es nuestro propiciatorio perfecto debido a que la justicia de Dios debía ser satisfecha.

Conclusión

Cada pecado cometido por toda persona que ha vivido será castigado en una de dos maneras. O la ira de Dios será satisfecha cuando los pecadores no arrepentidos e incrédulos sufran eternamente en el infierno (Mt. 13:42) o es satisfecha por el castigo de Cristo en la Cruz (Jn. 3:14-18). O sufres tu castigo o dejas que Cristo se haga cargo de tu castigo y vas en humildad a él por el favor y gracia dada a ti.
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