El desgaste del pastor

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El ministerio pastoral conlleva implícito un desgaste físico y emocional que es necesario aprender a manejar para no ser presa de la derrota.

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El desgaste del pastor

2 Corintios 11:23–29 (RVR60)
23¿Son ministros de Cristo? (Como si estuviera loco hablo.) Yo más; en trabajos más abundante; en azotes sin número; en cárceles más; en peligros de muerte muchas veces. 24 De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno. 25 Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar; 26 en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; 27 en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez; 28 y además de otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias. 29¿Quién enferma, y yo no enfermo? ¿A quién se le hace tropezar, y yo no me indigno?

Introducción

Al leer de las tribulaciones que sufrió el apóstol Pablo, y las comparamos con las nuestras, encontraremos que somos privilegiados, sin embargo, aunque no llegamos a los limites de sufrimientos del apóstol, si encontramos aflicciones que desgastan nuestro ser , y que es necesario saber manejar para no ser desanimados y derrotados.
Un célebre predicador llamado Samuel Beecher describió el ministerio pastoral de esta manera: “El ministerio de la Palabra de Dios no posee un sofá para huesos perezosos y mentes flojas; más bien ofrece espinas, un yugo y una cruz.”
El ministerio pastoral es demandante, consume energía y produce agotamiento.
Quien aspira a ser líder debe estar dispuesto a pagar un alto precio el privilegio de servir al Señor y a la iglesia.
Queda claro que el ministerio produce desgaste, pero también es cierto que es posible la renovación de las fuerzas para el cumplimiento de la tarea.

Razones para el desgaste (Causas)

El servicio desgasta porque la necesidad es absorbente. Las necesidades de las personas se multiplican, es como si hoy alimentamos a cinco mil personas y mañana debemos hacer lo mismo.
Desgasta porque la necesidad es grande pero los recursos limitados. Esta limitación no solo se refiere a recursos materiales, sino que también en ocasiones a nuestra capacidad física o intelectual.
Desgasta porque el esfuerzo no es reconocido. Muchas veces nuestro trabajo no lo ven, no lo comprenden o no lo alientan.
No siempre alcanza los resultados esperados. Después de haber invertido todo lo que tenía para dar y de haber sembrado la última semilla, la cosecha no rinde como se esperaba.
La necesidad altera y produce fricciones entre nosotros. Cuando la demanda es grande y los recursos son pocos todo el mundo se pone nervioso. Cuanto mayor sea nuestro sentido de responsabilidad, mayor será la angustia, canalizándose en actitudes hostiles.
Desgasta porque muchos de las situaciones a resolver son desagradables. Tratar con el pecado y la miseria produce rechazo e incomodidad, esto no es placentero ni agradable.
La demanda de atender necesidades hace que otros olviden que el pastor también es un ser humano con necesidades. Cuando el pastor ha ayudado a muchos, no hay nadie que le ayude a resolver sus problemas.
Desgasta porque la necesidad que confrontamos descubre el estado de injusticia que prevalece. Cuando la injusticia prevalece de manera descarada, ofende e irrita.
Desgasta porque la necesidad revela la decadencia del ser humano alejado de Dios. La actitud de pasividad espiritual de las personas abre puertas al enemigo para que se enfríe su vida espiritual, a pesar de que siempre se les predica.
Desgasta porque al estar sumamente ocupados olvidamos la comunión con la fuente de podre y autoridad.

Resultados del desgaste (Resultados)

El desgaste produce en el pastor algunos efectos que debemos evitar.
Responsabilizar a otros de los problemas. Tratamos de lavarnos las manos culpando a otros de la situación.
La negación. Tratar de ignorar que hay problemas o necesidades que atender. como Pedro que no quería aceptar de que Jesús sería crucificado. Marcos 8:31-33Y comenzó a enseñarles que le era necesario al Hijo del Hombre padecer mucho, y ser desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días. Esto les decía claramente. Entonces Pedro le tomó aparte y comenzó a reconvenirle. Pero él, volviéndose y mirando a los discípulos, reprendió a Pedro, diciendo: ¡Quítate de delante de mí, Satanás! porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.”
Búsqueda desesperada de reconocimiento. Esto es peligroso porque buscamos la gloria y el reconocimiento que le pertenece a Dios.
Produce celo, envidia y competencia. Al ver otros ministerio, comparamos el nuestro y comenzamos a celar y envidiar, provocando así un espíritu de competencia ministerial.
Distanciamiento. El desgaste produce en el pastor el querer apartarse e ignorar sus responsabilidades, alejándose del contacto con el pueblo, al que se supone que está sirviendo en el nombre del Señor.
La autoconmiseración. Tenerse lástima a sí mismo, distorsionando el mensaje que predica, ya que pasa a ser la persona de mayor necesidad y en consecuencia no puede ayudar a nadie.
Desubicación. El pastor se mentaliza a un a realidad ficticia, tratando de convencerse de que todo esta bien cuando hay necesidades que atender.
La angustia. Un sentimiento de desesperación al verse limitado a suplir las necesidades. Esto produce enfermedad.
El perfeccionismo. No admite sus limitaciones y quiere obsesivamente ser un super líder que soluciona todo.
Enfriamiento espiritual. Estar centrado en los problemas, en si mismo y en sus necesidades que no tiene tiempo para la comunión con el Señor.
Esto trae fricción con Dios, con los hermanos, con las personas en general y con el ministerio.

La renovación

La solución al conflicto entre el trabajo y el descanso del pastor se encuentra en la Biblia.
Colosenses 3:23-24Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres;sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís.
El servicio de la palabra y de la obra está bajo el señorío de Cristo. Lo que predicamos debemos hacerlo de tal manera que lo predicamos es lo que Cristo predica a través de nosotros.
Reconociendo que somos llamados a servir a Cristo, cuando eramos inmerecedores de tal privilegio, entonces serviremos con gratitud y no con queja.
Lucas 17:10Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos.
Poniendo en perspectiva, de que lo que nosotros hacemos por el Señor, por mucho que parezca, no se compara con lo que Él hizo por nosotros.
Como Pedro y Juan ante el concilio: Hechos 5:40-41Y convinieron con él; y llamando a los apóstoles, después de azotarlos, les intimaron que no hablasen en el nombre de Jesús, y los pusieron en libertad. Y ellos salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre.
El mayor porcentaje de nuestro desánimo es debido a que no tenemos la perspectiva correcta respecto a nuestra posición como siervos de Dios.

La promesa del descanso

Es importante recordar que podemos acudir a Cristo y botar a sus pies nuestra carga.
Mateo 11:28Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.

La esperanza

Cuando nos sintamos desanimados por el poco resultado del trabajo, recordemos que todo trabajo en la obra del Señor no es en vano.
1 Corintios 15:58Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano.
La Palabra nunca regresará vacía: Isaías 55:11así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié.
Los padecimientos que ahora sufrimos, no se compara con la gloria que disfrutaremos. Romanos 8:18Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.
1 Tesalonicenses 4:18Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.
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