Fe contra Obras

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La Fe sin Obras es Muerta

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Quiero platicarles que cuando vivimos en Monterrey, llegamos a un fraccionamiento que era nuevo en ese entonces. Era una cerrada de unas 50 casas y nosotros fuimos la 2ª o tercera familia en llegar. Un día se cambiaron unos nuevos vecinos y tenían un niño de la edad de Héctor mi hijo. Más o menos, en ese entonces, de unos 5 o 6 años.
A mi me gusta platicar con las personas y cuando llegó Héctor con su nuevo amiguito, le quise hacer plática. Así que, se imaginan que le puedes preguntar a un niño de 5 o 6 años, y que se me hizo más fácil fue preguntarle: que cómo se portaba… le pregunté: Patrick ¿tú te portas bien? Y el chavillo… el huerco como dicen en Monterrey, me contestó: si…. Si me porto bien… aunque antes no me portaba bien… me empecé a portar bien cuando conocí a Jesús.
Trasfondo pentecostal. Levantar las manos. Gritar, ¡Amén!, ¡Gloria a Dios!, ¡Gracias Señor Jesús! La lágrima en el ojo de la emoción…Yo hasta le echaba ojos a Marina (mi esposa) como diciendo vamos a llevarlo a la iglesia el domingo y lo ponemos al frente y que cuente su testimonio… estábamos felices con el huerco… en eso seguimos platicando más y entendimos que el Jesús al cual el amiguito se refería no era al Señor Jesús, al Hijo Unigénito de Dios, a nuestro Señor y Salvador, sino a su padrastro… como que al parecer el cuando vivía con su mamá no se portaba tan bien, sino que hasta que la mamá se casó con este Jesús fue que el niño comenzó a portarse mejor.
¿Por qué les cuento todo esto? Bueno porque hoy vamos a hablar del poder transformador de Jesús, y no me estoy refiriendo a mi vecino, sino a Jesús, nuestro Señor, el Rey de Reyes, que es el único que puede transformar vidas.
Hoy vamos a continuar con nuestro estudio de la epístola de Santiago. Pero antes de leer la porción sobre la cual vamos a meditar el día de hoy, quiero comentarles que:
Vivimos en un mundo donde todo debe ser ganado. Nadie le regala nada a nadie.
¿No les ha pasado que reciben un correo electrónico de parte de la Srita Janice Randolph quien acaba de enviudar por allá por Costa de Marfil y heredó 10 millones de dólares pero no puede sacarlos de su país y desea que la apoyes para sacar el dinero y te regala un millón de dólares?
O que te llaman de un hotel, de un resort para anunciarte que te acabas de ganar cuatro días y tres noches de hospedaje y que solo debes de ir a escuchar una plática a un desayuno… y yo siempre les digo, si ni compré boleto para la rifa ¿cómo fue que me lo saqué?
Les decía que vivimos en un mundo donde todo debe ser ganado. Nadie le regala nada a nadie.
Debemos estudiar para obtener un título universitario, debemos trabajar y esforzarnos para obtener una promoción, debemos dedicar tiempo y esfuerzo para tener una vida saludable.
Esto esta bien. No digo que no trabajemos por superarnos. De ninguna manera. El problema es que toda esta cultura basada en ganarnos las cosas a veces permea hasta el aspecto espiritual, si me permiten decirlo así, permea hasta los aspectos religiosos.
Muchos de nosotros crecimos con la idea de que debes hacer cosas buenas para ganarte el amor de Dios, y mientras más cosas buenas hagas, más te amará Dios. Tal vez muchos de los que hoy me están viendo han aprendido que “si te portas bien, te irás al cielo”.
Bueno, si tu crees esto, déjame te digo que te tengo dos noticias: una buena y una mala.
Primero te voy a decir la mala. La mala es que aunque trates de portarte bien, y te esfuerces por hacer muchas cosas buenas: nunca serás lo suficientemente bueno para ganarte el cielo.
Dice la Biblia, Pablo le escribe a los romanos: 23 Pues todos hemos pecado; nadie puede alcanzar la meta gloriosa establecida por Dios. 23pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios (Romanos 3:23).
Tal vez me dirás:
Oye, pero yo me esfuerzo en hacer cosas buenas… Isaías en la Biblia dice: 6Todos somos como gente impura; todos nuestros actos de justicia son como trapos de inmundicia. 6 Estamos todos infectados por el pecado y somos impuros. Cuando mostramos nuestros actos de justicia, no son más que trapos sucios. (Isaías 64:6ª). Entonces aunque queramos ganarnos el cielo, aunque nos esforcemos no podremos.
Pero la buena noticia es que no tenemos que hacerlo. ¿Por qué? Porque el cielo, la vida eterna con Dios, es un regalo que El nos ofrece por Su gracia. Dice la Biblia: 8 Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios. 8 Dios los salvó por su gracia cuando creyeron. Ustedes no tienen ningún mérito en eso; es un regalo de Dios. Efesios 2:8. Y continúa diciendo: 9 La salvación, el cielo, no es un premio por las cosas buenas que hayamos hecho, así que ninguno de nosotros puede jactarse de ser salvo. Efesios 2:9
Pablo escribe también: 23 Pues la paga que deja el pecado es la muerte, pero el regalo que Dios da es la vida eterna por medio de Cristo Jesús nuestro Señor. Romanos 6:23.
Dios muestra su amor para con nosotros en que siendo aun pecadores Cristo murió por nosotros. Así que no tenemos que ganarnos el amor de Dios. Dios nos ha amado con un amor eterno. Desde antes de la fundación del mundo ya Dios nos amaba, y fue tal su amor por nosotros que envió a Su Hijo Unigénito para que El pagara el precio de nuestra salvación, de nuestra redención al morir en la cruz del Calvario.
¿Qué es lo que debemos de hacer para tener ese regalo de la vida eterna? ¿Qué debemos hacer para recibir ese regalo del cielo? Reconocer que somos pecadores y recibir a Jesús como nuestro Salvador. Pedirle que venga a morar a nuestra vida para que sea el centro de la misma.
Ahora quiero que leamos Santiago 2:14-26.
14Hermanos míos, ¿de qué le sirve a uno alegar que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarlo esa fe? 15 Supongamos que un hermano o una hermana no tienen con qué vestirse y carecen del alimento diario, 16y uno de ustedes les dice: «Que les vaya bien; abríguense y coman hasta saciarse», pero no les da lo necesario para el cuerpo. ¿De qué servirá eso?17 Así también la fe por sí sola, si no tiene obras, está muerta.
18 Sin embargo, alguien dirá: «Tú tienes fe, y yo tengo obras.» Pues bien, muéstrame tu fe sin las obras, y yo te mostraré la fe por mis obras.19 ¿Tú crees que hay un solo Dios? ¡Magnífico! También los demonios lo creen, y tiemblan. 20 ¡Qué tonto eres! ¿Quieres convencerte de que la fe sin obras es estéril? 21 ¿No fue declarado justo nuestro padre Abraham por lo que hizo cuando ofreció sobre el altar a su hijo Isaac? 22 Ya lo ves: Su fe y sus obras actuaban conjuntamente, y su fe llegó a la perfección por las obras que hizo. 23 Así se cumplió la Escritura que dice: «Le creyó Abraham a Dios, y esto se le tomó en cuenta como justicia», y fue llamado amigo de Dios. 24 Como pueden ver, a una persona se le declara justa por las obras, y no sólo por la fe.
25 De igual manera, ¿no fue declarada justa por las obras aun la prostituta Rajab, cuando hospedó a los espías y les ayudó a huir por otro camino? 26 Pues como el cuerpo sin el espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.
Wow! ¿A ver que pasó? Me van a decir: Héctor, ponte de acuerdo. Primero dices que aunque hagamos cosas buenas no serán suficientes para ganarnos el cielo, y después nos lees que las obras las obras si juegan un papel importante en la justificación en la salvación. Me van a decir: ¡ponte de acuerdo!
Y yo les diría a mi ni me digan. Díganle a Pablo y a Santiago que se pongan de acuerdo. Yo solo les estoy leyendo lo que dice la Biblia.
Ya en serio. Tal vez para algunos podría ser confuso lo que dice Santiago acerca de la importancia de las acciones, pero quiero que lo veamos desde esta perspectiva:
Una fe verdadera debe resultar en acción (v.14). Si creemos en Dios, si decimos que lo amamos, obedeceremos sus mandamientos:
15 »Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos Juan 14:15
23 Le contestó Jesús: -El que me ama, obedecerá mi palabra, y mi Padre lo amará, y haremos nuestra vivienda en él. 24 El que no me ama, no obedece mis palabras. Juan 14:23-24
Alguien que ama a Dios, vive de acuerdo con la Escritura, de acuerdo con la Palabra de Dios.
Las obras no nos salvan, pero constituyen una manifestación bastante segura de que somos salvos.
En el pasaje que leímos, en los vv. 15-17, vemos que nuestro amor a Dios se manifiesta por nuestro amor al prójimo especialmente por los necesitados (v. 15-17).
Dado que la fe se muestra por obras, más que una actitud de religiosidad, Dios espera solidaridad con los más necesitados, más que palabras religiosas, Dios espera acciones de amor para nuestros prójimos.
En Mateo 25 Jesús habla del juicio en el que todos algún día nos presentaremos ante Dios:
31»Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, con todos sus ángeles, se sentará en su trono glorioso. 32 Todas las naciones se reunirán delante de él, y él separará a unos de otros, como separa el pastor las ovejas de las cabras. 33 Pondrá las ovejas a su derecha, y las cabras a su izquierda. 34 »Entonces dirá el Rey a los que estén a su derecha: "Vengan ustedes, a quienes mi Padre ha bendecido; reciban su herencia, el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. 35 Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero, y me dieron alojamiento; 36 necesité ropa, y me vistieron; estuve enfermo, y me atendieron; estuve en la cárcel, y me visitaron." 37 Y le contestarán los justos: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, o sediento y te dimos de beber?38 ¿Cuándo te vimos como forastero y te dimos alojamiento, o necesitado de ropa y te vestimos? 39 ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y te visitamos?" Mateo 25:31-39
'El Rey les responderá: “Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí”. '
Mateo 25:40 NVI
Cuando Jesús habla del cuidado que se tuvo hacia los hambrientos, sedientos, forasteros, necesitados, enfermos o presos, no está hablando de como ganar la salvación, sino de como demostrar que uno es hijo de Dios.
Dios tuvo misericordia nuestra y envió a su Hijo a morir en la cruz del calvario por cada uno de nosotros, ¿cómo pues, nosotros no habremos de mostrar misericordia con otras personas?
Lo que Cristo hizo en la cruz del calvario fue darnos la salvación, lo que nosotros hacemos en nuestra vida cotidiana lo demuestra.
En días anteriores hemos visto como la religión pura y sin mancha consiste en cuidar de las viudas y los huérfanos (1:27); el cristianismo consiste en no hacer acepción de personas (2:1-4). Y hoy vemos que una fe que no actúa, es una fe muerta (2:17), es una fe falsa… es fakefaith.
Podemos decir tener toda la fe en el mundo, pero si ésta no está acompañada de acción, ¡es inútil y no tiene poder!
¡El cristianismo se basa en lo hecho por nuestro Señor Jesucristo! Lo que hizo en la cruz, y en el hecho de que resucitó. Jesús no alcanzó nuestra salvación con dichos, oraciones o declaraciones, lo hizo porque fue obediente al Padre (Heb. 5:8). ¡Nuestra salvación se basa en que Jesús actuó!
El Hijo de Dios no se sentó en su poderoso trono sin hacer nada, hubo accióndetrás de la autoridad de todo su ser (Fil. 2:6-8).
De la misma manera, como seguidores de Cristo, ¿podemos sentarnos a simplemente leer la palabra, ir a la iglesia, decir que amamos a Dios, sin acompañarla con acción? ¡De ninguna manera! ¡La afirmación de nuestra fe se muestra a través de nuestras acciones!
El hecho de decir que creemos en Dios no es suficiente (Mat. 7:6,21; Tito 1:6).
V19. Santiago tiene una palabra muy dura al decir que los demonios también creen. Entonces,
¿Qué nos hace diferentes a los demonios?
Las obras, nuestras acciones.
Los demonios no glorifican a Dios.
No tienen amor por Dios ni por sus semejantes.
En el v. 21 Santiago va a hablar acerca de Abraham, el padre de la fe.
Pablo habla también de Abraham en Rom. 4:3
3 Pues ¿qué dice la Escritura? «Le creyó Abraham a Dios, y esto se le tomó en cuenta como justicia.»
Pablo usó el ejemplo de Abraham para mostrar que la justificación es por fe, no por obras (Rom. 4). Pero Santiago dice que el Padre de la Fe fue justificado por las obras (Santiago 2:21). A pesar de la aparente contradicción, Romanos 4 y Santiago 2 son realmente dos caras de la misma moneda. En contexto, Pablo está escribiendo sobre la justificación ante Dios, mientras que Santiago escribe sobre la evidencia de la justificación ante los hombres. Una fe que no produce cambios no es fe salvadora.
¿Cómo eran nuestras acciones antes de conocer a Jesús? ¿Ahora que somos hijos de Dios son diferentes?
¿Nuestro actuar reflejaba a Cristo antes de conocerlo? Seguramente no.
¿Cómo han cambiado nuestras prioridades desde que somos hijos de Dios?
Ejemplo de papá.
Jesús dice así alumbre vuestra luz delante de los hombres…
Cuando Juan El Bautista comenzó a predicar, leemos en Mateo:
'En aquellos días se presentó Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea. Decía: «Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos está cerca». 'Mateo 3:1-2 NVI
Cuando Jesús comenzó a predicar, leemos en Mateo:
'Desde entonces comenzó Jesús a predicar: «Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos está cerca». ' Mateo 4:17 NVI
Cuando Pedro comenzó a predicar, leemos en Hechos:
'Cuando oyeron esto, todos se sintieron profundamente conmovidos y les dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: —Hermanos, ¿qué debemos hacer? — Arrepiéntase y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados —les contestó Pedro—,
y recibirán el don del Espíritu Santo. ' Hechos 2:37-38 NVI
En los inicios de los ministerios de Juan el Bautista, de Jesús y de los apóstoles, la predicación era la misma: ¡Arrepiéntanse!
¿Qué es el arrepentimiento?
Sabemos que somos salvos por la gracia de Dios, y que accedemos a ella a través de la fe (Ef. 2:8); sin embargo, en nuestra salvación, el otro lado de la moneda es el arrepentimiento.
En el Nuevo Testamento la palabra arrepentimiento es, por lo general, la traducción de la palabra metanoia, que significa cambio de actitud, cambio de modo de pensar o de plan de vida.
Como pecadores, el arrepentimiento es el necesario precursor de nuestra experiencia de la gracia de Dios. Se presentan dos motivos para el arrepentimiento:
1. La bondad de Dios que guía al arrepentimiento (Ro. 2:4), y
2. El juicio que se avecina, en razón del cual Dios manda a todos los hombres ahora que se arrepientan (Hch. 17:30, 31); pero es de Su gracia y para Su gloria que se abre esta puerta de retorno a Él (Hch. 11:18).
Una fe verdadera es aquella que lleva de la mano al arrepentimiento, y es por eso aquella que actúa, que obra de acuerdo con la Palabra de Dios.
Dios allega para sí al hombre en Su gracia en base de que Su justicia ha quedado salvaguardada por la muerte de Cristo. De ahí que el testimonio divino es «del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo» (Hch. 20:21).
El arrepentimiento ha sido definido como un cambio de mente hacia Dios que conduce al juicio de uno mismo y de los propios actos (1 R. 8:47; Ez. 14:6; Mt. 3:2; 9:13; Lc. 15:7; Hch. 20:21; 2 Co. 7:9, 10). Esto no sería posible si no fuera por el reconocimiento de que Dios es misericordioso.
Antes de ser hijos de Dios, vivíamos de acuerdo con nuestros propios parámetros y propósitos sin tomar en cuenta a Dios. Es posible que hayamos dicho que creíamos en Jesús, como lo hacíamos de la misma manera en la que creemos en algún héroe o personaje de nuestra historia: sabemos que existió, estamos seguros de lo que hizo, pero ni tenemos una relación con él, y mucho menos su vida gobierna ni tiene un impacto en la nuestra.
Cuando tenemos una fe verdadera, se produce el arrepentimiento, este es ese giro de 180° que nos hace regresar a Dios. A partir de ese momento nuestra vida será transformada. Nuestro caminar ya no será independiente a Jesús sino que ahora todo girará en torno a Él.
Nuestra fe, será ahora viva y nuestras acciones mostrarán nuestra fe. No haremos cosas buenas para ganarnos el favor de Dios, sino que las haremos por amor a Dios y a nuestros semejantes, y además porque el Padre ya las ha preparado de antemano para nosotros (Ef. 2:10). Es como si Dios nos hubiera hecho la agenda de buenas acciones.
Es entonces que la metanoia ocurre, surge como un cambio de actitud, un cambio de modo de pensar o de plan de vida. Somos transformados. Somos hechos nuevas criaturas. Comenzamos un proceso que la Biblia llama de santificación. Tenemos un cambio de mente que gobierna nuestro actuar. Nuestra creencia se vuelve un modo de vida. La fe verdadera se traduce en acción.
No basta con decir que somos cristianos. ¡Tenemos que vivirlo!
'Así que por sus frutos los conocerán. No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino solo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo. ' Mateo 7:20-21 NVI
Juan Calvino dijo que el hombre es salvo solo por fe, pero que la fe que salva, no puede estar sola.
Para Santiago, la fe y las obras deben ir juntas y no se pueden separar. La verdadera fe resulta en obras que demuestran una forma de vida peculiarmente cristiana y prueban que el creyente está en una relación salvadora para con Dios. Una fe carente de obras no es genuina y por lo tanto es completamente diferente de la fe que está comprometida con Cristo.
Santiago dirige su enseñanza en contra de aquellas personas que opinan que solamente la fe importa, y que la fe consiste en realidad en una confesión intelectual (2:19). Esa fe puramente objetiva que se expresa en una declaración confesional, está muerta.
Cuando actuamos de acuerdo con nuestra fe, no solo agradamos a Dios, sino que también El ha prometido bendecirnos:
3 Cumple los mandatos del SEÑOR tu Dios; sigue sus sendas y obedece sus decretos, mandamientos, leyes y preceptos, los cuales están escritos en la ley de Moisés. Así prosperarás en todo lo que hagas y por dondequiera que vayas, 1 Reyes 2:3
8 Recita siempre el libro de la ley y medita en él de día y de noche; cumple con cuidado todo lo que en él está escrito. Así prosperarás y tendrás éxito Josué 1:8
El cristiano pone su fe en Dios porque sabe que Dios recompensa a la persona que diligentemente le busca (Heb. 11:6). Ha aprendido que “todo lo que no viene de la fe es pecado” (Ro. 14:23). Su fe se manifiesta en amor a Dios y al prójimo, de modo tal que en lo objetivo sus obras son un testimonio elocuente de su fe en Dios.
Para Pablo y para Santiago las obras son consecuencia natural de la verdadera fe (Fil. 1:27; 1 Ts. 1:3; Stg. 2:20–24).
Santiago no le está sugiriendo a sus lectores que por medio de sus obras ellos pueden obtener la paz con Dios. Al contrario, él enseña que las obras fluyen de un corazón que está en paz con Dios.
Preguntas de Reflexión
· Si has estado tratando de ganarte el favor, el amor de Dios, ¿estás hoy dispuesto a recibir su regalo de vida eterna?
· Si tu ya lo hiciste ¿Cómo ha cambiado tu vida desde que conociste a Dios?
· ¿Conoces personas que sus acciones muestran el poder transformador de Cristo?
Bendito sea el Dios a quien amamos en nuestra obediencia cotidiana radical.
Pr. Rolando Gutiérrez-Cortés
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