Vendidos al pecado

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Introducción

Pensé que el viejo hombre había muerto en las aguas del bautismo, pero descubrí que el infeliz sabía nadar. Ahora tengo que matarlo todos los días.” Martín Lutero
Cita bíblica: Romanos 7:15-25 “Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago.”

I. Porque hacemos lo que no queremos

Estamos ubicados en un momento en que Palo se confronta a sí mismo y sabe que todo lo que hace contrario a la voluntad de Dios le está causando estragos en la vida. Esto se debe a cuatro factores que podemos notar.
No lo entendemos 15a
Pablo no puede entender esta situación. Él hace lo que no quiere y eso le causa un conflicto interno. Sabiendo que es eso lo que no quiere hacer.
Lo aborrecemos 15b
Todo lo que Pablo hace que es contrario a la voluntad de Dios es aquello que aborrece, es aquello que odia, que desprecia.
Evidenciamos que la ley es buena 16
Lo positivo de ese actuar es que la Palabra de Dios queda en completa evidencia de que perfectamente la ley cumple su propósito como ayo para llevarlo a Pablo a considerar más su vida. La ley es buena para llevar al pecador a su reconocimiento de maldad.
Reconocemos que el pecado predomina 17, 20
Y es así que ocurre con Pablo, sabiendo que él no quiere hacer lo malo se encuentra frente a la gran verdad de que el pecado mora en él. Porque entiende que quien está todavía morando en él es aquel que le lleva a una lucha constante.
Ama lo que la ley demanda, aborrece lo que la ley prohíbe, pero a su deseo se enfrenta una realidad contraria, porque practica aquello que la ley condena, de manera que está actuando contra la misma ley.” Samuel Perez Millos

II. Porque no hacemos lo que queremos

Que difícil es estar frente a la situación de hacer lo que no queremos y no hacer lo que realmente queremos. Hay razones para hacer lo que no queremos como las hay también para no hacer lo que queremos.
En la carne no mora el bien 18a
En el cuerpo no reside el bien, en relación a la Palabra de Dios, respecto a lo que se le manda hacer al creyente. Cada uno es tentado de su propia concupiscencia su propio deseo.
El querer el bien está en mí 18bb-19
El decidir por el bien estaba en Pablo, pues en su mente estaba el deseo de siempre querer agradar al Señor, pero cuando esto debía ser llevado a la práctica es donde se creaba el conflicto. Esto solo es posible cuando el Espíritu mora en el creyente.
El mal está en mí 21
Cuando Pablo tenía la mente repleta de querer hacer el bien se daba cuenta de que evidentemente el pecado tiene su morada en él y esto comienza a explicarlo de la siguiente forma.
Me deleito en la ley de Dios 22
Esto es La palabra de Dios, así como el salmista lo expresa en todo el Salmo 119:103-104. Esto significa tener satisfacción por la ley de Dios y esto lo hace el hombre interior.
Me domina la ley en mis miembros
Pero existe una ley que se revela activamente, es decir constantemente. Y esto está ubicado en los miembros del ser humano, en este caso de Pablo.
Me aleja de la ley de mi mente
Este obrar activo de esa ley hace que la ley de su mente esté frágil y no pueda tener el dominio del cuerpo.
Me lleva cautivo a la ley del pecado
Cuando la ley de la mente es derrocada la ley del pecado se apropia del cuerpo en su totalidad. La ley del pecado a tomado el control.
Debido a esta situación tan deprimente y agobiante es que Pablo sufre y da un grito: ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?

Conclusión

Esa es la condición del Ser humano, vendido al pecado y aún salvado en una lucha constante contra él. Los judíos dicen que en el corazón de cada hombre hay un perro negro y uno blanco. Al que uno alimente más es el que más crecerá. Lo grandioso del Señor llega al leer desde Romanos 8:1-4.
Recomendación: Lo que caracteriza al creyente como salvo es su constante lucha con el pecado, el no dejar dominarse por la ley del pecado, sino esforzarse a que la ley de su mente continúe firme en la ley de Dios para de esa forma vencer a la ley del pecado y salir victorioso.