Buenos y malos ejemplos

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Estemos atentos para no dejarnos llevar por falsas enseñanzas.

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Todos seguimos el ejemplo de otros. Cada uno ha mirado la vida, la enseñanza, el comportamiento de otros, y hemos imitado a otros al decidir como comportarnos y qué decisiones tomar.
Es parte de nuestro desarrollo como personas.
¿Cómo hablan los niños? Como aquellos a quienes escuchan.
Los cristianos, en nuestro desarrollo, también recibimos influencias que nos moldean.
Por eso es muy importante definir cuáles son las influencias que seguiremos.
¡Atención! ¡Cuidado!

I. Los malos ejemplos

Filipenses 3:1 RVR60
1 Por lo demás, hermanos, gozaos en el Señor. A mí no me es molesto el escribiros las mismas cosas, y para vosotros es seguro.
Filipenses 3:1 NVI
1 Por lo demás, hermanos míos, alégrense en el Señor. Para mí no es molestia volver a escribirles lo mismo, y a ustedes les da seguridad.
Filipenses 3:1 NTV
1 Mis amados hermanos, pase lo que pase, alégrense en el Señor. Nunca me canso de decirles estas cosas y lo hago para proteger su fe.
Filipenses 3:1 NBLA
1 Por lo demás, hermanos míos, regocíjense en el Señor. A mí no me es molesto escribirles otra vez lo mismo, y para ustedes es motivo de seguridad.
La alegría, ¿puede ser optativa?
¿Puede una persona proponerse alegrarse a pesar de sus circunstancias?
Por lo general asumimos que nuestras emociones “simplemente se producen” sin una decisión de nuestra parte. Es cierto que son muchas las ocasiones en que son los factores externos, las circunstancias que nos rodean, lo que determina lo que sentimos.
Pero los que están en Cristo cuentan con una alternativa diferente.
Los que creen en Jesús pueden decidir alegrarse en Él aún en medio de las situaciones más difíciles.
Aquí lo tenemos a Pablo, encadenado a un soldado romano, no muy lejos de enfrentar un juicio que podía terminar con su muerte. En medio de esa tensa situación le escribe esta carta a sus amigos y hermanos en Filipos, anunciando una y otra vez que se gozaba, se alegraba, y animándoles a ellos para que hicieran lo mismo.
Pablo podría haber estado simplemente deprimido, llenándose de autocompasión y lamentando su mala fortuna. Pero se goza. Pero anima a los demás cristianos a alegrarse.
¿La clave?
...gozaos en el Señor.
Pablo se alegraba en Jesús, y animaba a los demás a alegrarse también en Cristo.
¿Tú también crees en Jesús y confías en Él? Si es así, no sé qué es lo que estás viviendo en este tiempo, pero sean cuales sean tus circunstancias tú puedes decidir alegrarte en el Señor.
Así que hoy, en el mismo espíritu de lo que Pablo escribió, me propongo y decido alegrarme en el Señor.
Dios es fiel, es digno y poderoso, y todas sus promesas siguen vigentes y cumpliéndose en Cristo Jesús. Su Espíritu habita en todo aquel que ha creído en Jesús y le dedica su confianza, y el fruto del Espíritu es gozo.
Alegrémonos en el Señor.
Pablo insiste en algunas cosas de las que ya había hablado con los filipenses, y lo hace por una cuestión de bienestar, para que a ellos les haga bien. Tal vez si leemos sus palabras podríamos decir “yo ya sabía”, pero igualmente nos hace bien leerlas, considerarlas, meditar en ellas y dejarnos influenciar por la Palabra de Dios.
Filipenses 3:2 RVR60
2 Guardaos de los perros, guardaos de los malos obreros, guardaos de los mutiladores del cuerpo.
Filipenses 3:2 NVI
2 Cuídense de esos perros, cuídense de esos que hacen el mal, cuídense de esos que mutilan el cuerpo.
Filipenses 3:2 NTV
2 Cuídense de esos «perros», de esa gente que hace lo malo, esos mutiladores que les dicen que deben circuncidarse para ser salvos.
Filipenses 3:2 NBLA
2 Cuídense de esos perros, cuídense de los malos obreros, cuídense de la falsa circuncisión.
La última frase, “los mutiladores del cuerpo”, es la que nos enseña con más claridad a quienes se refiere. Eran en este caso los que podrían ser llamados también los “judaizantes”.
Cuando el evangelio empezó a llegar a más vidas y corazones, primero en Jerusalén y Judea y luego en muchos lugares más, surgieron algunos que cuestionaron su enseñanza. Su argumento era que Dios, en quien se proclamaba la salvación, era el mismo que había revelado la Ley y que, por tanto, aquellos que recibían la salvación debían obedecer literalmente los mandamientos de la Ley para estar en una relación de reconciliación con Dios.
Lo que estos maestros no habían logrado entender era que muchas de las cosas contenidas en la Ley y enseñadas en el Antiguo Testamento eran solamente figuras (representaciones, ejemplos) de las realidades espirituales que se producirían en las vidas de quienes creyeran en Jesús.
Aquellos maestros enseñaban que todos los discípulos de Jesús debían cumplir con toda la ley, empezando por la circuncisión. Así que si una persona no había sido circuncidada, entonces tampoco había recibido la salvación. ¿Era cierto aquello? ¡No!
Hoy en día no son tantos los que enseñan la necesidad de la circuncisión para la salvación. Entonces, ¿qué nos enseñaría este versículo a nosotros!
¡Guardaos! Sí, nosotros también necesitamos cuidarnos, estar atentos, porque así como en aquel momento hubieron falsos maestros que difundían una enseñanza equivocada, así también los hay hoy en día.
Sabemos que existen sectas y religiones que enseñan diversos caminos hacia la salvación y una buena relación con Dios, equivocadamente. Debemos evitar esas enseñanzas.
Pero los mas peligrosos entre los falsos maestros son los que más se parecen a los hijos de Dios, los que utilizan la Biblia como base o excusa para lo que enseñan.
¡Cuidado! Hoy en día podemos acceder a miles de predicadores y maestros por medio de los medios de comunicación, y no todos ellos enseñan conforme a la verdad.
¡Guardaos!
Necesitamos aprender a evitar los malos ejemplos y las malas enseñanzas.
Inmediatamente, los hermanos enviaron de noche a Pablo y a Silas hasta Berea. Y ellos, habiendo llegado, entraron en la sinagoga de los judíos. Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así. Así que creyeron muchos de ellos, y mujeres griegas de distinción, y no pocos hombres. (Hch 17:10–12).
Sigamos el ejemplo de los cristianos en Berea. Ellos confrontaron lo que les estaba siendo enseñado con las Escrituras, y confirmaron así que estaban recibiendo el verdadero evangelio.
Cada vez que escuchamos la enseñanza de la Palabra, debemos confirmarla nosotros mismos, analizando lo que de verdad dice la Biblia para confirmar o refutar la enseñanza.
¡Guardaos!
Filipenses 3:18–19 (RVR60)
18 Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo; 19 el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal.
Filipenses 3:18–19 (NVI)
18 Como les he dicho a menudo, y ahora lo repito hasta con lágrimas, muchos se comportan como enemigos de la cruz de Cristo. 19 Su destino es la destrucción, adoran al dios de sus propios deseos y se enorgullecen de lo que es su vergüenza. Sólo piensan en lo terrenal.
Filipenses 3:18–19 (NTV)
18 Pues ya les dije varias veces y ahora se los repito de nuevo con lágrimas en los ojos: hay muchos cuya conducta demuestra que son verdaderos enemigos de la cruz de Cristo. 19 Van camino a la destrucción. Su dios son sus propios apetitos, se jactan de cosas vergonzosas y sólo piensan en esta vida terrenal.
Filipenses 3:18–19 (NBLA)
18 Porque muchos andan como les he dicho muchas veces, y ahora se lo digo aun llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo,
19 cuyo fin es perdición, cuyo dios es su apetito y cuya gloria está en su vergüenza, los cuales piensan solo en las cosas terrenales.
Contrastes. Buenos y malos ejemplos.
Una de las cosas que encuentro más difíciles en la vida es la de ponerme como ejemplo. Me cuesta mucho decir “imítenme”.
Sin embargo, Pablo no dudaba en ofrecerse como ejemplo, aún asegurando que si le imitaban el Dios de paz estaría con ellos (Filipenses 4:9).
La enseñanza no termina con el discurso o el escrito. Uno enseña con la vida, con lo que hace, con la manera en que se desempeña.
En este caso, Pablo se pone a sí mismo y “a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros” como contraste de los malos maestros, los falsos profetas.
Ya en aquel tiempo existían falsas enseñanzas y falsos maestros. ¡Cuántos más hay hoy en día!
Pablo ya había hablado de esto con aquellos discípulos y no se cansaría de repetírselo: debían tener cuidado, ponerse a resguardo de los falsos maestros, los que proponen una salvación basada en algo diferente que no sea Jesús.
...enemigos de la cruz de Cristo...
...el fin de los cuales será perdición...
...cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza...
...que solo piensan en lo terrenal.
¿Hay de esos hoy? Demasiados.
El problema se presenta cuando estos maestros aparecen sosteniendo una Biblia, usándola como excusa para proponer sus enseñanzas o estilo de vida contrarios a la voluntad de Dios.

II. Los buenos ejemplos

Filipenses 3:4–11 RVR60
4 Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: 5 circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; 6 en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible. 7 Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. 8 Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, 9 y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; 10 a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, 11 si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos.
Filipenses 3:4–11 NVI
4 Yo mismo tengo motivos para tal confianza. Si cualquier otro cree tener motivos para confiar en esfuerzos humanos, yo más: 5 circuncidado al octavo día, del pueblo de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de pura cepa; en cuanto a la interpretación de la ley, fariseo; 6 en cuanto al celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que la ley exige, intachable. 7 Sin embargo, todo aquello que para mí era ganancia, ahora lo considero pérdida por causa de Cristo. 8 Es más, todo lo considero pérdida por razón del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo he perdido todo, y lo tengo por estiércol, a fin de ganar a Cristo 9 y encontrarme unido a él. No quiero mi propia justicia que procede de la ley, sino la que se obtiene mediante la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios, basada en la fe. 10 Lo he perdido todo a fin de conocer a Cristo, experimentar el poder que se manifestó en su resurrección, participar en sus sufrimientos y llegar a ser semejante a él en su muerte. 11 Así espero alcanzar la resurrección de entre los muertos.
Filipenses 3:4–11 NTV
4 aunque, si alguien pudiera confiar en sus propios esfuerzos, ése sería yo. De hecho, si otros tienen razones para confiar en sus propios esfuerzos, ¡yo las tengo aún más! 5 Fui circuncidado cuando tenía ocho días de vida. Soy un ciudadano de Israel de pura cepa y miembro de la tribu de Benjamín, ¡un verdadero hebreo como no ha habido otro! Fui miembro de los fariseos, quienes exigen la obediencia más estricta a la ley judía. 6 Era tan fanático que perseguía con crueldad a la iglesia, y en cuanto a la justicia, obedecía la ley al pie de la letra. 7 Antes creía que esas cosas eran valiosas, pero ahora considero que no tienen ningún valor debido a lo que Cristo ha hecho. 8 Así es, todo lo demás no vale nada cuando se le compara con el infinito valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por amor a él, he desechado todo lo demás y lo considero basura a fin de ganar a Cristo 9 y llegar a ser uno con él. Ya no me apoyo en mi propia justicia, por medio de obedecer la ley; más bien, llego a ser justo por medio de la fe en Cristo. Pues la forma en que Dios nos hace justos delante de él se basa en la fe. 10 Quiero conocer a Cristo y experimentar el gran poder que lo levantó de los muertos. ¡Quiero sufrir con él y participar de su muerte, 11 para poder experimentar, de una u otra manera, la resurrección de los muertos!
Filipenses 3:4–11 NBLA
4 aunque yo mismo podría confiar también en la carne. Si algún otro cree tener motivo para confiar en la carne, yo mucho más: 5 circuncidado a los ocho días de nacer, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; 6 en cuanto al celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia de la ley, hallado irreprensible. 7 Pero todo lo que para mí era ganancia, lo he estimado como pérdida por amor de Cristo. 8 Y aún más, yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por Él lo he perdido todo, y lo considero como basura a fin de ganar a Cristo, 9 y ser hallado en Él, no teniendo mi propia justicia derivada de la ley, sino la que es por la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios sobre la base de la fe, 10 y conocerlo a Él, el poder de Su resurrección y la participación en Sus padecimientos, llegando a ser como Él en Su muerte, 11 a fin de llegar a la resurrección de entre los muertos.
Pablo podría tener de que enorgullecerse, y de hecho parte de su vida actuó apoyado en ese orgullo.
Pero observa el énfasis aquí:
Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo.
Aquellas podrían haber sido buenas cosas, pero ahora no representaban tener ningún valor para aquel servidor de Jesús.
¿Por qué?
Pablo había elegido otro valor, uno incomparable, uno que dejaba pequeños todos sus éxitos.
Deja a un lado tus ganancias. Sigue el buen ejemplo del apóstol Pablo.
¿Por qué había cambiado Pablo sus valores?
...por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor...
Todo lo demás valía nada, con tal de conocerlo a Jesús.
¿Recuerdas aquel encuentro que tuvo Pablo con Jesús en el camino a Damasco? Sí, eso lo cambió todo. No solo había estado con Él en aquel momento sino que de allí en adelante caminó con Él y tuvo muchas experiencias con Él. El conocimiento de Cristo Jesús lo había cambiado todo.
Pablo había elegido bien: se había quedado con conocerlo a Jesús, y había dejado a un lado todos sus méritos personales.
¿Y tú?
Aquí tienes el ejemplo a seguir. Pablo quería:
Ganar a Cristo. Pablo no se refiere a que él mismo “se ganara a Jesús” por sus buenas obras. Está colocando el contraste entre lo que había decidido perder y aquello con lo que había decidido quedarse. Se había quedado con Jesús, el tesoro escondido, la perla de gran precio, porque en Él había encontrado el Camino hacia la relación sana con Dios, la puerta estrecha que conduce a la vida. Quédate con Jesús. Lo demás no importa.
Ser hallado en Él. En el Nuevo Testamento, y en es pecial en los escritos de Pablo, encontramos una y otra vez la frase “en Cristo”. Así como Pablo, nosotros tenemos que ser hallados en Él. Tenemos que decidir si estamos en Cristo o sin Él. El que no tiene a Jesús está condenado. Solamente en Él hay salvación y vida eterna.
No tener su propia justicia (por la Ley) sino la que es por la fe de Cristo. Solo los justos acceden a la presencia de Dios y reciben las promesas eternas. Podemos hacer como la mayoría y procurar tener nuestra propia justicia, esa que conseguimos por nuestro esfuerzo para hacer las cosas bien. Y nos sentiremos frustrados, porque justamente muchas veces hacemos las cosas mal. Los que creemos en Jesús recibimos la justicia de Cristo por la fe. Al creer en Jesús, el Padre ahora nos ve a través del cristal de su Hijo, con el que nos identificamos. Él ocupó nuestro lugar en la cruz y recibió el peso de la ira de Dios por los pecados, y nosotros ocupamos su lugar ante Dios, siendo vistos como el hijo amado en quien Dios se complace. No hay justicia en nosotros, pero Jesús nos entregó la suya.
Conocerle. Este es el desafío que Dios nos ha dejado. Él quiere ser conocido por nosotros, y se dió a conocer en Jesús. No existe experiencia más maravillosa que la de conocer personalmente a Dios en Jesús. Le puedes decir: “¡Qué bueno que es conocerte, Señor!”. Él cada día obrará en ti y a tu alrededor para que cada vez le conozcas más y mejor.
Conocer el poder de su resurrección. ¿Te imaginas lo que sucedió aquella mañana de domingo cuando Dios levantó a Jesús de entre los muertos? Hasta un terremoto hubo. ¡Cuánto poder! Ese mismo poder es el que Dios quiere que tú conozcas, que se manifieste en tu vida, que te renueve, por dentro y por fuera. No permitas que nada ni nadie ocupe el lugar que la experiencia con el poder de Dios tiene que ocupar en tu vida.
Conocer la participación de sus padecimientos, aún hasta la muerte. Sí, los hijos de Dios también podemos experimentar la oposición y la dificultad. Sí, podemos identificarnos con Jesús hasta en sus padecimientos. Pablo había recibido azotes, castigos, encarcelamiento e iba a enfrentar la muerte por Jesús y con Jesús. Seremos dichosos si participamos en los padecimientos de Jesús, porque para nosotros, como para Pablo, el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.
¿Vas a seguir el ejemplo del apóstol Pablo?
Ármate de los valores de los hijos de Dios, siguiendo su ejemplo.
Filipenses 3:12–16 RVR60
12 No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. 13 Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, 14 prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. 15 Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios. 16 Pero en aquello a que hemos llegado, sigamos una misma regla, sintamos una misma cosa.
Filipenses 3:12–16 NVI
12 No es que ya lo haya conseguido todo, o que ya sea perfecto. Sin embargo, sigo adelante esperando alcanzar aquello para lo cual Cristo Jesús me alcanzó a mí. 13 Hermanos, no pienso que yo mismo lo haya logrado ya. Más bien, una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, 14 sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús. 15 Así que, ¡escuchen los perfectos! Todos debemos tener este modo de pensar. Y si en algo piensan de forma diferente, Dios les hará ver esto también. 16 En todo caso, vivamos de acuerdo con lo que ya hemos alcanzado.
Filipenses 3:12–16 NTV
12 No quiero decir que ya haya logrado estas cosas ni que ya haya alcanzado la perfección; pero sigo adelante a fin de hacer mía esa perfección para la cual Cristo Jesús primeramente me hizo suyo. 13 No, amados hermanos, no lo he logrado, pero me concentro sólo en esto: olvido el pasado y fijo la mirada en lo que tengo por delante, y así 14 avanzo hasta llegar al final de la carrera para recibir el premio celestial al cual Dios nos llama por medio de Cristo Jesús. 15 Que todos los que son espiritualmente maduros estén de acuerdo en estas cosas. Si ustedes difieren en algún punto, estoy seguro que Dios se lo hará entender; 16 pero debemos aferrarnos al avance que ya hemos logrado.
Filipenses 3:12–16 NBLA
12 No es que ya lo haya alcanzado o que ya haya llegado a ser perfecto, sino que sigo adelante, a fin de poder alcanzar aquello para lo cual también fui alcanzado por Cristo Jesús. 13 Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya alcanzado. Pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, 14 prosigo hacia la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. 15 Así que todos los que somos perfectos, tengamos esta misma actitud; y si en algo tienen una actitud distinta, eso también se lo revelará Dios. 16 Sin embargo, continuemos viviendo según la misma norma que hemos alcanzado.
Algo que siempre debemos evitar es la jactancia espiritual.
Pablo acaba de expresar que se queda con Jesús, a cambio de todo lo demás. Está dispuesto a renunciar a todo, sus títulos, sus logros, sus éxitos, todo lo que lo podría hacer popular o reconocido, todo por tenerlo a Jesús, experimentarlo y crecer en Él.
Inmediatamente siente la necesidad de ponerse al nivel de sus lectores, los demás discípulos de Jesús. Esta es su forma de decir “Señores, no me siento mejor que nadie, y sigo esforzándome por alcanzar la meta”.
Observa estas palabras:
...prosigo...
...olvidando...
...extendiéndome...
...prosigo...
Lo que Pablo está diciendo es que sigue siendo una obra en proceso, que todavía tiene que crecer, servir, esforzarse.
Mientras estamos en la carne, todos los cristianos estamos en proceso y debemos seguir esforzándonos. Sí, podemos ser ejemplo de los otros, pero desde una perspectiva humilde, siendo conscientes de nuestras limitaciones y proyectándonos a lo que está por delante.
Así que apoyémonos unos a otros, sintamos una misma cosa, sigamos una misma regla.
Filipenses 3:17 RVR60
17 Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros.
Filipenses 3:17 NVI
17 Hermanos, sigan todos mi ejemplo, y fíjense en los que se comportan conforme al modelo que les hemos dado.
Filipenses 3:17 NTV
17 Amados hermanos, tomen mi vida como modelo y aprendan de los que siguen nuestro ejemplo.
Filipenses 3:17 NBLA
17 Hermanos, sean imitadores míos, y observen a los que andan según el ejemplo que tienen en nosotros.
Una de las cosas que encuentro más difíciles en la vida es la de ponerme como ejemplo. Me cuesta mucho decir “imítenme”.
Sin embargo, Pablo no dudaba en ofrecerse como ejemplo, aún asegurando que si le imitaban el Dios de paz estaría con ellos (Filipenses 4:9).
La enseñanza no termina con el discurso o el escrito. Uno enseña con la vida, con lo que hace, con la manera en que se desempeña.
En este caso, Pablo se pone a sí mismo y “a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros” como contraste de los malos maestros, los falsos profetas.
Filipenses 3:20–21 RVR60
20 Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; 21 el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.
Filipenses 3:20–21 NVI
20 En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde anhelamos recibir al Salvador, el Señor Jesucristo. 21 Él transformará nuestro cuerpo miserable para que sea como su cuerpo glorioso, mediante el poder con que somete a sí mismo todas las cosas.
Filipenses 3:20–21 NTV
20 En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, donde vive el Señor Jesucristo; y esperamos con mucho anhelo que él regrese como nuestro Salvador. 21 Él tomará nuestro débil cuerpo mortal y lo transformará en un cuerpo glorioso, igual al de él. Lo hará valiéndose del mismo poder con el que pondrá todas las cosas bajo su dominio.
Filipenses 3:20–21 NBLA
20 Porque nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también ansiosamente esperamos a un Salvador, el Señor Jesucristo, 21 el cual transformará el cuerpo de nuestro estado de humillación en conformidad al cuerpo de Su gloria, por el ejercicio del poder que tiene aun para sujetar todas las cosas a Él mismo.
Pablo entonces incluye a los filipenses para señalar que nosotros no somos como ellos.
Nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde esperamos al Señor Jesucristo. Él nos transformará a su imagen con el inmenso poder de Dios.
Nos espera una existencia sin limitaciones, pero no ahora, sino cuando Jesucristo sea manifestado.
¿Eres ciudadano (pertenencia) del cielo? Solamente en Cristo Jesús.