Vidas que brillan

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Jesús es nuestro máximo ejemplo. Imitémosle en nuestras relaciones y nuestro desempeño en la vida.

Notes
Transcript

I. Evitemos la trampa del egoísmo

Filipenses 2:1–4 RVR60
1 Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, 2 completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. 3 Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; 4 no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.
Filipenses 2:1–4 NVI
1 Por tanto, si sienten algún estímulo en su unión con Cristo, algún consuelo en su amor, algún compañerismo en el Espíritu, algún afecto entrañable, 2 llénenme de alegría teniendo un mismo parecer, un mismo amor, unidos en alma y pensamiento. 3 No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos. 4 Cada uno debe velar no sólo por sus propios intereses sino también por los intereses de los demás.
Filipenses 2:1–4 NTV
1 ¿Hay algún estímulo en pertenecer a Cristo? ¿Existe algún consuelo en su amor? ¿Tenemos en conjunto alguna comunión en el Espíritu? ¿Tienen ustedes un corazón tierno y compasivo? 2 Entonces, háganme verdaderamente feliz poniéndose de acuerdo de todo corazón entre ustedes, amándose unos a otros y trabajando juntos con un mismo pensamiento y un mismo propósito. 3 No sean egoístas; no traten de impresionar a nadie. Sean humildes, es decir, considerando a los demás como mejores que ustedes. 4 No se ocupen sólo de sus propios intereses, sino también procuren interesarse en los demás.
Filipenses 2:1–4 NBLA
1 Por tanto, si hay algún estímulo en Cristo, si hay algún consuelo de amor, si hay alguna comunión del Espíritu, si algún afecto y compasión, 2 hagan completo mi gozo, siendo del mismo sentir, conservando el mismo amor, unidos en espíritu, dedicados a un mismo propósito. 3 No hagan nada por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de ustedes considere al otro como más importante que a sí mismo, 4 no buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás.
Filipenses 2:1 RVR60
1 Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia,
Filipenses 2:1 NVI
1 Por tanto, si sienten algún estímulo en su unión con Cristo, algún consuelo en su amor, algún compañerismo en el Espíritu, algún afecto entrañable,
Filipenses 2:1 NTV
1 ¿Hay algún estímulo en pertenecer a Cristo? ¿Existe algún consuelo en su amor? ¿Tenemos en conjunto alguna comunión en el Espíritu? ¿Tienen ustedes un corazón tierno y compasivo?
Filipenses 2:1 NBLA
1 Por tanto, si hay algún estímulo en Cristo, si hay algún consuelo de amor, si hay alguna comunión del Espíritu, si algún afecto y compasión,
¿Qué diferencia hace Jesús en la vida de una persona?
¿Qué cambios experimenta alguien que decide recibir a Jesús como su Salvador y dedicarle su devoción y su vida?
¿Creíste en Jesús? ¿Qué ha cambiado para ti?
Varias personas responderán a estas preguntas diciendo que mucho ha cambiado, muchas cosas.
Te cambia el carácter.
Te cambia la manera de relacionarte con los demás.
Te cambia la manera de tomar decisiones.
Te cambia el comportamiento.
Te cambia la manera de enfrentar las circunstancias adversas.
Y la lista podría continuar.
Pablo, escribiéndole a los filipenses, les menciona algunas de las cosas que habrían cambiado en sus vidas:
...alguna consolación en Cristo...
¿Existe algún consuelo por tener a Cristo Jesús en tu vida? Esta afirmación--en condicional--señala la diferencia que hace tener una relación con Jesús, ser capaces de comunicarnos con Él y experimentar su presencia en nuestras vidas. El término “consolación” tieme la misma raíz que se usa en otros pasajes para referirse al Espíritu Santo como el Consolador (Juan 14:16, παράκλησις). Vivir con Jesús, caminar con Él, invocar su Nombre sabiendo que está con nosotros, hace toda la diferencia en la vida del que cree. No es lo mismo enfrentar la vida con Jesús que sin Él. Hay consolación en Cristo, una fortaleza sobrenatural que adquiere nuestra alma que se relaciona con nuestro Salvador. ¿Hay alguna consolación en Cristo? ¡Por cierto que sí, la hay!
...algún consuelo de amor...
¿Has recibido alguna palabra de aliento motivada por el amor? Todos sabemos el impacto que producen en nosotros esas renovadoras expresiones de ánimo provenientes de personas que sabemos que nos aman. ¿Puedes reconocer quiénes son tus mayores simpatizantes, tus fans más importantes en esta vida? Es como si practicaras un deporte y esas personas estuvieran allí, en las tribunas, gritándote, alentándote, animándote a seguir adelante, celebrando tus aciertos y animándote a levantarte y seguir adelante luego de tus caídas o fracasos. Cuando creemos en Jesús recibimos el mayor aliento de todos, mayor del que cualquier persona en esta vida nos podría aportar. Es el consuelo de su amor. Para los que creen en Jesús, ¿hay consuelo de amor? ¡Vaya si lo hay!
...alguna comunión del Espíritu...
¿Te has sentido alentado alguna vez por la armonía con quienes te apoyaron? Armonía, sí, eso que a veces parece ser tan difícil de conseguir, pero que existe y es fuente de fortaleza. En Cristo Jesús, para los que creemos en Él, hay comunión del Espíritu. El término comunión es κοινωνία, ese que es usado en el Nuevo Testamento para referirse a la relación profunda que se produce entre Dios y sus hijos, y entre los discípulos de Jesús. Para los que creemos en Jesús hay una comunión del Espíritu, un compañerismo renovador con el propio Espíritu de Dios, que nos sostiene, nos renueva, nos fortalece, nos dirige con sabiduría de Dios. ¿Hay comunión del Espíritu para los que creen en Jesús? ¡Por supuesto que la hay!
...algún afecto entrañable...
¿Qué siente la persona que cree en Jesús? ¿Es alcanzada por algún sentimiento que le sacude por dentro, llegando hasta lo más profundo de su ser? ¿Qué te sucede, qué sientes, cuando te relacionas con tu Señor y Salvador, el Todopoderoso? Sí, nuestra relación con Jesús no es solamente una serie de declaraciones intelectuales, una serie de pensamientos. En Jesús nos sentimos amados, fortalecidos, tocados por nuestro Creador y Dueño. Al creer en Jesús y al relacionarnos con Él somos alcanzados por un amor que no hay en este mundo, por un sentimiento que va más allá de lo que ninguna persona, cosa o experiencia en este mundo nos puede otorgar. ¿Hay algún afecto entrañable para los que creen en Jesús? ¡Sin duda que lo hay!
...alguna misericordia...
¿Has recibido alguna vez un buen trato que no merecías? ¿Has sido alcanzado por un privilegio que habías perdido? Entonces, has sido tratado con misericordia. La misericordia es la expresión del amor de Dios que más se expresa en el Antiguo Testamento, y de la que Jesús es la máxima expresión. Ni tú ni yo mereceríamos el cuidado, la provisión o las respuestas de Dios, y sin embargo, por haber creído en Jesús, por haberlo aceptado como nuestro Salvador y Señor, el Padre nos recibe como hijos y nos hace herederos de sus maravillosas promesas. Eso no es justicia. Lo justo hubiera sido nuestra condenación. Sin embargo Dios dejó caer el peso del castigo por el pecado sobre Jesús en la cruz del Calvario y, a los que creímos en Él, nos cubrió con su misericordia. Cada beneficio que recibes de Dios es misericordia. No es lástima, sino misericordia. ¡No menosprecies lo que has recibido y estás recibiendo de parte de Dios. ¿Hemos recibido de Dios alguna misericordia? ¡Por cierto que sí!
Ríndete ante Dios en gratitud ahora mismo. Si has recibido y estás recibiendo lo que Dios te ofrece en Cristo Jesús, tu corazón tiene que saltar de alegría y prorrumpir en un exaltado canto de alabanza a Dios.
¡Gracias, Dios bueno!
Filipenses 2:2 RVR60
2 completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa.
Filipenses 2:2 NVI
2 llénenme de alegría teniendo un mismo parecer, un mismo amor, unidos en alma y pensamiento.
Filipenses 2:2 NTV
2 Entonces, háganme verdaderamente feliz poniéndose de acuerdo de todo corazón entre ustedes, amándose unos a otros y trabajando juntos con un mismo pensamiento y un mismo propósito.
Filipenses 2:2 NBLA
2 hagan completo mi gozo, siendo del mismo sentir, conservando el mismo amor, unidos en espíritu, dedicados a un mismo propósito.
¿Estás recibiendo las bendiciones de Dios? ¿Te encuentras en Cristo, siendo objeto del cumplimiento de las preciosas promesas de Dios?
¡Qué bueno! Esto ya es motivo para celebrar. Le damos gracias a Dios por la consolación en Cristo, el consuelo de amor, la comunión del Espíritu, el afecto entrañable, la misericordia, y todo lo demás que Él nos da.
¿Se puede pedir más?
Pablo ya se sentía dichoso que aquellos que habían escuchado el mensaje del evangelio estuvieran disfrutando de esa manera de la gracia de Dios en sus vidas, y lo celebraba. Pero en esta ocasión tiene que pedirles algo más.
Ya que tienen todo eso, ya que en Jesús han encontrado las interminables riquezas de la gracia de Dios, ...
...completad mi gozo...
Aquí la tienes: una mención más del gozo en la carta a los Filipenses. Pero en este caso, el apóstol les pide a sus lectores un aporte más, una añadidura al gozo que ya le están dando.
Era cierto, Pablo amaba a aquellos cristianos y se deleitaba en el hecho de que habían perseverado y crecían en su relación con Dios, habiendo ya pasado varios años desde que habían escuchado el evangelio. ¡Qué bendición!
Pero tenía que pedirles algo más. Les diría algo así como: “Me daría todavía mucha más alegría si...”.
Y entonces, ¿qué les pide?
Allí lo tienes:
...sintiendo lo mismo...
...teniendo el mismo amor...
...unánimes...
...sintiendo una misma cosa...
¿Te parecen redundantes estas frases? Pues sí, lo son. Representan la expresión de un llamado que Jesús nos dejó e insistió al respecto. Este llamado se encuentra reiterado una y otra vez a lo largo de el Nuevo Testamento.
Somos diferentes. Provenimos de diferentes lugares, hemos recibido diferente educación (de la formal, en centros de enseñanza, y de la que se recibe en el hogar y la comunidad), hemos tenido diferentes experiencias que han moldeado nuestra manera de actuar, expresarnos y relacionarnos. Sin embargo, los que estamos en Cristo somos llamados a una unidad imposible en términos humanos.
¿Qué sucede cuando los cristianos aceptan el reto de experimentar la unidad en Cristo?
Puede ocurrir algo como lo que pasó en aquella ocasión:
Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen. (Hch 2:1–4).
El punto de partida de la obra de Dios en la iglesia (sin la presencia física de Jesús) se produjo cuando ocurrió el milagro de que los discípulos del Maestro estuvieron unánimes.
Cuando los cristianos renunciamos a nuestro egoísmo y nos disponemos a experimentar el milagro de la comunión en Cristo, abrimos la puerta al cumplimiento del plan de Dios en nuestras vidas como comunidad y nos disponemos a que Dios haga lo imposible en nosotros y que la comunidad que nos rodea reciba el poderoso impacto del amor de Dios.
¿Por qué le habla Pablo a los filipenses de esta manera?
Porque tenían problemas en sus relaciones. Pablo había recibido las noticias de ellos, de que estaban experimentando a Dios, que estaban perseverando, que Dios les estaba dando consuelo y misericordia. Pero así como nosotros no estaban unánimes.
¿Qué podía impedir la unanimidad en aquellos cristianos? ¿Qué es lo que la impide hoy en día?
Vivimos en un mundo en que estamos en contínua competencia. Queremos ser mejores que los demás, más lindos, más inteligentes, más fuertes, más… Simplemente más.
Nos comparamos unos con los otros, nos medimos y procuramos salir ganadores en una competencia invisible que nadie anuncia pero que es real.
Esa es, justamente, la estrategia de nuestro enemigo espiritual contra la iglesia. Nada le quita a la iglesia su efectividad como la falta de unidad. Y nada potencia a la iglesia a su máxima expresión como la unanimidad.
¿Recuerdas esto?
Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros. (Jn 13:34–35).
¿Y esto?
Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. (Jn 17:20–21).
Nuestra unidad, nuestra unanimidad, nuestra renuncia a la competencia y el egoísmo, es la clave para el cumplimiento del plan de Dios en nuestras vidas y nuestra iglesia hasta que Cristo regrese.
¿Cómo tiene que manifestarse eso en nuestras relaciones?
Filipenses 2:3–4 RVR60
3 Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; 4 no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.
Filipenses 2:3–4 RVR60
3 Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; 4 no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.
Filipenses 2:3–4 NVI
3 No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos. 4 Cada uno debe velar no sólo por sus propios intereses sino también por los intereses de los demás.
Filipenses 2:3–4 NTV
3 No sean egoístas; no traten de impresionar a nadie. Sean humildes, es decir, considerando a los demás como mejores que ustedes. 4 No se ocupen sólo de sus propios intereses, sino también procuren interesarse en los demás.
Filipenses 2:3–4 NBLA
3 No hagan nada por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de ustedes considere al otro como más importante que a sí mismo, 4 no buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás.
Los cristianos cantamos muchas veces expresándole a Dios nuestra alabanza, reconociéndole en toda su Majestad y dándole gloria y honor.
Pero, ¿podemos hacer algo más que cantar para honrarle?
Sí, claro, lo sabemos: tenemos que andar en obediencia.
Pero vivimos en un ambiente hostil, el ambiente del mundo, en el que todas las relaciones se desarrollan sobre la base del egoísmo y la competencia.
No tiene que ser así en la iglesia de Jesucristo.
Para obedecer a nuestro Señor y dar fruto para Él, tenemos que:
No hacer nada por contienda.
Eso significa renunciar a competir con los demás por ser el mejor. Significa dejar de basarnos en las apariencias (porque todos sabemos lo limitados que somos). El término que aquí se traduce “contienda” es ἐρῑθεία, que significa “trabajar por un salario”. Cuando obramos por contienda lo que estamos haciendo es buscar nuestro propio beneficio por encima de otros. ¡Debemos renunciar a eso! ¿Qué sería lo contrario de “hacer por contienda”? Obrar de buen corazón, sin segundas intenciones, sin procurar demostrar nada, sin competir contra los demás.
No hacer nada por vanagloria.
A veces podríamos argumentar: “Pero yo no hago nada “por vanagloria”, para verme bien”. ¿Será cierto eso? A veces, probablemente sin proponérnoslo, podemos caer en anunciar nuestras buenas obras con la intención de ser reconocidos y recompensados. ¡Cuidado! ¡Esa es, justamente, la trampa del diablo! A veces podemos llegar a “escuchar” casi perceptiblemente esa voz que nos dice: “Oye, tú mereces más reconocimiento; tú estás haciendo más y mejor que … (ponle un nombre) y mereces mayor crédito, más visibilidad”. Si haces algo para recibir los aplausos o los buenos comentarios de los demás “ya recibiste tu recompensa”, y no es mucha. Al revés, “hazte invisible”, haz tu obra sin esperar nada a cambio, y no te alteres si el reconocimiento lo recibe otro. Tú sabes QUIÉN te está viendo por encima de todos los demás, y Él no se olvida ni pasa por alto tu buen servicio. Renuncia a los aplausos, a la vanagloria.
Actuar con humildad.
Aquí es donde Pablo nos muestra el camino correcto. Primero nos dijo lo que teníamos que evitar (contienda y vanagloria) y ahora nos anuncia lo que sí debemos hacer. Somos llamados a ser humildes. En el pasaje que sigue se nos va a proporcionar el mayor ejemplo de humildad de toda la eternidad, y se nos va a llamar a seguir su ejemplo. Aquí se nos coloca a la humildad como antónimo de la contienda y la vanagloria. No te anuncies, no te exaltes, no busques el reconocimiento. Sé humilde.
Obrar estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo.
Tal vez nos resulte un poco difícil asumir o comprender esta enseñanza. ¿Está diciendo aquí la Palabra que los otros son superiores a nosotros? No. Está diciendo que debemos estimarlos, valorarlos, considerarlos en el trato, como si fueran superiores. Los discípulos de Jesús somos llamados a asumir la posición de siervos, en primer lugar a nuestro Señor y Salvador, pero también ante las personas con las que tratamos. Tenemos que seugir el ejemplo de nuestro Salvador.
Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos. (Mt 20:25–28).
Aún entre el grupo de los doce existieron estos roces de competencia. Juan y Jacobo (representados por su madre) querían posiciones de privilegio. Jesús utilizó la ocasión para enseñar este principio tan importante en el funcionamiento del Reino de Dios. Los más importantes no son los que se ven importantes, sino los que sirven. ¿Entiendes que Dios te está llamando a la humildad, a ser la mano invisible que ayuda y bendice sin esperar recompensas ni reconocimientos?
Servir no mirando cada uno por lo suyo propio, sino también por lo de los otros.
Nadie tiene que enseñarnos a procurar nuestro propio bienestar. Aprendemos solos. Buscamos las mejores posiciones, los mayores beneficios, el bienestar personal. Aquí no dice que no te cuides o que no accedas a lo bueno si puedes. Aquí se nos anima a que esa no sea nuestra única motivación. ¿Buscas lo bueno para ti? Bueno, entonces levanta la vista, mira a tu alrededor, considera a los que están cerca, en contacto contigo, y procura obtener lo mejor también para ellos. No seas el centro de tu universo. Hay vida más allá de tu ombligo. Las personas que te rodean tienen necesidades. A veces son necesidades materiales, y justamente Dios ha puesto en nuestra mano los medios para ayudar. Pero también hay ocasiones en las que los otros solamente necesitan una sonrisa, un abrazo, un gesto amable, una palabra de perdón y restauración. Tú mismo has estado en esa situación en otras ocasiones y Dios ha provisto la cobertura que necesitabas, muchas veces utilizando a otras personas para bendecirte y fortalecerte. Así como tú has recibido, extiende la mano para dar. Mira alrededor, a los otros, y sé la mano de ayuda que ellos necesitan.
Ya basta de competencia y egoísmo. Los discípulos de Jesús, que viven en el Reino de Dios, actúan con humildad, consideración y actitud de servicio.

II. Imitemos a nuestro máximo ejemplo

Filipenses 2:5–11 RVR60
5 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, 6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; 8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. 9 Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, 10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; 11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
Filipenses 2:5–11 NVI
5 La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, 6 quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. 7 Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos. 8 Y al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz! 9 Por eso Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, 10 para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra, 11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
Filipenses 2:5–11 NTV
5 Tengan la misma actitud que tuvo Cristo Jesús. 6 Aunque era Dios, no consideró que el ser igual a Dios fuera algo a lo cual aferrarse. 7 En cambio, renunció a sus privilegios divinos; adoptó la humilde posición de un esclavo y nació como un ser humano. Cuando apareció en forma de hombre, 8 se humilló a sí mismo en obediencia a Dios y murió en una cruz como morían los criminales. 9 Por lo tanto, Dios lo elevó al lugar de máximo honor y le dio el nombre que está por encima de todos los demás nombres 10 para que, ante el nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra, 11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor para la gloria de Dios Padre.
Filipenses 2:5–11 NBLA
5 Haya, pues, en ustedes esta actitud que hubo también en Cristo Jesús, 6 el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, 7 sino que se despojó a Sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. 8 Y hallándose en forma de hombre, se humilló Él mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. 9 Por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo sumo, y le confirió el nombre que es sobre todo nombre, 10 para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en el cielo, y en la tierra, y debajo de la tierra, 11 y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
¿Cómo se hace para vivir en humildad en un mundo donde la competencia y el egoísmo son moneda corriente?
Se hace siguiendo el ejemplo de nuestro Salvador y Señor, imitando su actitud y servicio.
Este pasaje es un llamado a tener la actitud que lo motivó a Jesús a encarnarse y entregarse a la muerte por nosotros.
Que esta sea tu oración:
Señor, ayúdame, quiero tener tu actitud de humildad y servicio, quiero imitarte y obrar como tú cuando te despojaste de tu gloria para venir a entregarte hasta la muerte para salvarme.
Sabemos que Jesús es nuestro máximo ejemplo. Sin embargo, muchas veces nos escudamos bajo la excusa de que “nosotros no somos como Jesús”, o que “Jesús actuó así porque es el Hijo de Dios”.
Justamente. Los que creemos en Cristo Jesús somos también hijos de Dios, conforme a la declaración de la Palabra (Juan 1:12).
Así que somos llamados a asumir la misma actitud que tuvo Jesús al venir a salvarnos.
Tienes que parecerte a Jesús, no al mundo.
Tienes que imitar a tu Salvador, no a los que consideres “grandes” o “exitosos” en este mundo.
HUMILLACIÓN
¿Qué tenemos que imitar de Él? Aquí se nos describe lo que hizo:
1. Jesús siempre ocupó el lugar de máximo privilegio y autoridad en el ámbito espiritual.
...siendo en forma de Dios...
¿Observaste cómo lo dice aquí? Dice que la posición de Jesús, desde siempre, fue la de “siendo en forma de Dios”. Esta es una traducción literal de lo que dice el original. Podríamos asegurar que lo que dice este pasaje es simplemente que Jesús es Dios, ni más ni menos. Nuestro Salvador no es una entidad espiritual de segunda clase. El que nos vino a salvar es Dios mismo.
Jesús siempre ocupó ese lugar en el que se hace todo lo que dice, sin cuestionamientos. La posicion de Jesús es la de recibir continuamente toda la adoración. Es Dios.
Jesús “no necesitaba” hacer nada para demostrar que Él es Dios.
Pero, ¿qué hizo, siendo que ostentaba esa posición de tanto privilegio y autoridad?
2. Jesús no se aferró a su posición.
Podría haberse aferrado a su posición, haberse quedado en su trono. Sin embargo no lo hizo.
Muchas de las autoridades humanas en esta tierra se aferran a sus posiciones, y no quieren desprenderse de ellas a ningún precio. ¿Hace falta que mencione algunos presidentes?
Sin embargo el Hijo de Dios no se quedó allá en la gloria, porque nos amó y no se conformó con dejarnos entregados a la consecuencia de nuestros pecados. Se propuso ofrecernos el Camino de salvación, aún si eso requería salirse de su posición.
No se aferró a su distancia de todos los demás, y lo hizo por amor a ti.
3. Jesús se despojó a sí mismo.
Jesús podría haber descendido envuelto en su gloria, su brillo, su resplandor, tal como lo hizo en la cumbre del Monte Horeb cuando le entregó la Ley a Moisés.
Podría haber brillado como en el monte de la transfiguración, donde los discípulos contemplaron su gloria.
Pero no lo hizo.
Se quitó su manto.
Se despojó de su gloriosa apariencia.
Se hizo vulnerable.
Se expuso a ser menospreciado, siendo que merecía toda la gloria, toda la honra y toda la alabanza.
Y lo hizo por ti.
4. Jesús tomó forma de siervo, hecho semejante a los hombres .
Sí, Jesús fue el Undercover Boss de la historia de la humanidad.
El Creador, el Dueño, el Señor, asumió forma humana, y al hacerlo, sin perder su autoridad, se presentó como si fuera uno más, uno de los que tienen que servirle.
Ya hemos mencionado que anunció que no vino para ser servido.
...como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos. (Mt 20:28).
Jesús fue parte de una familia humilde, de trabajadores. No fue enviado como el hijo de ningún rey o autoridad terrenal para llenarse de privilegios.
Tal vez una de las máximas expresiones de su humillación tuvo lugar aquella noche:
...sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba, se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido. (Jn 13:3–5).
¿Necesitabas, mi Señor, hacer aquello? ¡No! ¡Mil veces no! ¡Cómo ibas a inclinarte como esclavo para lavarle los pies a tus frágiles discípulos!
Sin embargo lo hizo.
Se despojó.
Fue siervo, el siervo, el esclavo más esclavo de toda la historia.
¿Era justo? Por supuesto que no.
Pero Jesús lo hizo por amor a mí y a ti.
El Maestro ya estaba descendiendo de posición cuando asumió forma humana, y le sumó su actitud constante de siervo.
¿Te lo imaginas ante el sumo sacerdote y los que se burlaban de él durante su juicio? ¿Consideras su actitud ante Poncio Pilato, que esgrimía una posición de autoridad que decidía entre la vida y la muerte de los demás?
Jesús asumió la posición del siervo. Y lo hizo por amor a ti.
5. Jesús estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
No, no era esa la posición que le correspondía al Maestro. De ninguna manera.
Jesús no solamente se humilló al hacerse hombre. Experimentó nuestra máxima derrota, ante nuestro peor enemigo.
Tu Salvador se identificó tanto contigo, que no solamente experimentó hambre, sed, cansancio, hastío, sino que también fue a la muerte.
Se humilló a sí mismo. Descendió. Se despojó. Se rebajó.
El Señor y Dueño de todo lo que existe se hizo obediente.
Su posición es la de dar órdenes, no la de obedecer. Él dice y se hace, como cuando dijo “Sea la luz” y la luz fue hecha.
Pero por amor a ti y a mí, Jesús se hizo obediente.
¿Cómo de obediente fue el Señor?
Hasta la muerte, y muerte de cruz.
¿Recuerdas aquella oración de Jesús en el huerto?
Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. (Mt 26:39).
Sí, el Amo supremo se hizo obediente, por amor a nosotros. Y lo hizo hasta la muerte, y muerte de cruz.
¿No habría alcanzado alguna otra muerte, menos violenta, menos dolorosa?
Jesús ocupó el lugar de los condenados, de los culpables de los peores delitos, para que no quedara humano que no pudiera refugiarse en Él y recibir su perdón, por oscuros y desagradables que sean sus pecados.
Nadie lo hizo como Él.
Nadie nos amó como Él.
Una canción de adoración brota en mi corazón al considerar seriamente lo que Jesús hizo por nosotros.
EXALTACIÓN
¿Vió Dios lo que hacía su Hijo?
¿Qué hizo ante semejante demostración de obediencia y amor?
¡Lo exaltó!
Las palabras contenidas en este pasaje me llenan de asombro, pensando en especial en la actitud que muchas personas tienen hacia Jesús en este tiempo, a nuestro alrededor.
¡Necesitamos advertirles!
¿Qué hizo Dios?
...le exaltó hasta lo sumo....
Al que se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz, el Padre le exaltó hasta lo sumo. El Padre no exaltó al que se promovió o procuró destacar su posición y autoridad. Puso en el lugar de mayor autoridad al que descendió hasta la situación de mayor vulnerabilidad y humillación. Jesús lo había anunciado al sumo sacerdote durante el juicio injusto al que le sujetaron:
Y levantándose el sumo sacerdote, le dijo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican éstos contra ti? Mas Jesús callaba. Entonces el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios. Jesús le dijo: Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo. (Mt 26:62–64).
Jesús lo sabía. Y lo anunció. Y no le creyeron.
Pablo oraba por los efesios para que Dios les revelara:
...la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo. (Ef 1:19–23).
...le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
Llegará el día en el que todas las personas, los que ahora lo reconocen y reciben y los que no, lo quieran o no, doblarán su rodilla delante del Rey de reyes y Señor de señores, el Señor Jesucristo, el que recibió el Nombre sobre todo nombre.
Los que creemos en Jesús tenemos el privilegio de exaltarlo y anunciarlo ahora, cuando todavía la mayoría no ve su autoridad y poder.
Él se humilló más que nadie en toda la historia y fue exaltado más que nadie en la eternidad.
Lo hizo por amor a nosotros para traernos su salvación.
Y somos llamados a seguir su ejemplo, convirtiéndonos en siervos que se humillan y se despojan. Porque...
Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido. (Lc 14:11).

III. Vivamos al nivel de la salvación que hemos recibido

Filipenses 2:12–13 RVR60
12 Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor,13 porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.
Filipenses 2:12–13 NVI
12 Así que, mis queridos hermanos, como han obedecido siempre—no sólo en mi presencia sino mucho más ahora en mi ausencia—lleven a cabo su salvación con temor y temblor, 13 pues Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad.
Filipenses 2:12–13 NTV
12 Queridos amigos, siempre siguieron mis instrucciones cuando estaba con ustedes; y ahora que estoy lejos, es aún más importante que lo hagan. Esfuércense por demostrar los resultados de su salvación obedeciendo a Dios con profunda reverencia y temor. 13 Pues Dios trabaja en ustedes y les da el deseo y el poder para que hagan lo que a él le agrada.
Filipenses 2:12–13 NBLA
12 Así que, amados míos, tal como siempre han obedecido, no solo en mi presencia, sino ahora mucho más en mi ausencia, ocúpense en su salvación con temor y temblor. 13 Porque Dios es quien obra en ustedes tanto el querer como el hacer, para Su buena intención.
Entonces, ya que Jesús se mostró como nuestro ejemplo, ya que estamos siendo invitados a imitarlo, teniendo la misma actitud que Él, ¿qué tenemos que hacer? ¿Cuál es la aplicación práctica de lo que Dios nos quiere enseñar?
Este pasaje lo expresa elocuentemente.
Por tanto, empieza diciendo el versículo 12, es decir, como resultado de lo que acabamos de decir en cuanto al ejemplo que nos dejó el Maestro.
...como siempre habéis obedecido… ...mucho más ahora...
El primer llamado es a la obediencia. Claro que es algo que nos tiene que sonar familiar. Hay una insistencia en cuanto a este asunto en la Palabra del Señor. Los que creemos en Jesús le llamamos “Señor”, y hacemos bien.
Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió. Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis. (Jn 13:13–17).
Somos llamados a obedecer a nuestro Señor. ¿Le estás obedeciendo? ¿Qué has hecho hoy (ayer) en obediencia a Él?
No se trata de saber, sino de hacer, consciente y deliberadamente, en obediencia.
...ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor...
Ya que Jesús nos dejó su ejemplo, tenemos que ocuparnos de nuestra salvación con temor y temblor.
El llamado a la obediencia, al servicio, al tener una actitud de humildad, son parte del cuidado de nuestra salvación.
El término “ocupaos” aquí es κατεργάζομαι, que significa “dedicarse con esfuerzo como para obtener algo”.
El autor a los Hebreos lo dijo así:
Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos. Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución, ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? (He 2:1–3).
Nunca, por favor, nunca des por sentada tu salvación. Cuídala, y eso quiere decir: imita a Jesús en su actitud, asume la actitud de obediencia y servicio.
...porque Dios es el que en vosotros pruduce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.
No estás solo en la lucha por vivir en la voluntad de Dios. Dios no te deja abandonado en tu intento por imitar a Jesús, renunciando a comportarte por competencia o soberbia.
Dios te quiere ayudar.
Aférrate a esta Palabra del Señor.
Él está obrando en ti, a tu alrededor y en tu interior.
Él quiere producir los cambios que hacen falta en tu vida, produciendo el deseo de hacer lo bueno y la capacidad para llevar a cabo la obediencia.
Pues Dios trabaja en ustedes y les da el deseo y el poder para que hagan lo que a él le agrada. Nueva Traducción Viviente. (2009). (Flp 2:13).
La Palabra lo dice. Encuentra la capacidad para la obediencia en Jesús, en tu relación con Él, en tu búsqueda de Dios de todo corazón.
Filipenses 2:14–18 RVR60
14 Haced todo sin murmuraciones y contiendas, 15 para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo; 16 asidos de la palabra de vida, para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni en vano he trabajado. 17 Y aunque sea derramado en libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me gozo y regocijo con todos vosotros. 18 Y asimismo gozaos y regocijaos también vosotros conmigo.
Filipenses 2:14–18 NVI
14 Háganlo todo sin quejas ni contiendas, 15 para que sean intachables y puros, hijos de Dios sin culpa en medio de una generación torcida y depravada. En ella ustedes brillan como estrellas en el firmamento, 16 manteniendo en alto la palabra de vida. Así en el día de Cristo me sentiré satisfecho de no haber corrido ni trabajado en vano. 17 Y aunque mi vida fuera derramada sobre el sacrificio y servicio que proceden de su fe, me alegro y comparto con todos ustedes mi alegría. 18 Así también ustedes, alégrense y compartan su alegría conmigo.
Filipenses 2:14–18 NTV
14 Hagan todo sin quejarse y sin discutir, 15 para que nadie pueda criticarlos. Lleven una vida limpia e inocente como corresponde a hijos de Dios y brillen como luces radiantes en un mundo lleno de gente perversa y corrupta. 16 Aférrense a la palabra de vida; entonces, el día que Cristo vuelva, me sentiré orgulloso de no haber corrido la carrera en vano y de que mi trabajo no fue inútil. 17 Sin embargo, me alegraré aun si tengo que perder la vida derramándola como ofrenda líquida a Dios, así como el fiel servicio de ustedes también es una ofrenda a Dios. Y quiero que todos ustedes participen de esta alegría. 18 Claro que sí, deberían alegrarse, y yo me gozaré con ustedes.
Filipenses 2:14–18 NBLA
14 Hagan todas las cosas sin murmuraciones ni discusiones, 15 para que sean irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin tacha en medio de una generación torcida y perversa, en medio de la cual ustedes resplandecen como luminares en el mundo, 16 sosteniendo firmemente la palabra de vida, a fin de que yo tenga motivo para gloriarme en el día de Cristo, ya que no habré corrido en vano ni habré trabajado en vano. 17 Pero aunque yo sea derramado como libación sobre el sacrificio y servicio de su fe, me regocijo y comparto mi gozo con todos ustedes. 18 Y también ustedes, les ruego, regocíjense de la misma manera, y compartan su gozo conmigo.
La Palabra de Dios no es un tratado teórico que habla de cosas invisibles o inalcanzables para nosotros. La Palabra es muy práctica, y se aplica a las situaciones que enfrentamos todos los días.
Considera, por ejemplo, esta enseñanza.
¿Cómo tenemos que comportarnos en nuestra relación unos con otros?
Haced todo sin murmuraciones...
Las murmuraciones son algo bastante “normal” en nuestras vidas. Las murmuraciones se producen cuando hablamos de una persona cuando esta no está presente. Es una referencia a nuestros gruñidos encubiertos cuando hacemos algo que otro nos ordenó o sugirió. ¡Es todo tan diferente cuando puedes hacer algo sin murmurar, sin comentarios encubiertos o malintencionados! ¡Ya no murmures!
Haced todo sin… contiendas...
Una cosa es murmurar, cuando la otra persona ni siquiera se entera de lo que se dice de ella, pero otra muy diferente es ir directamente al enfrentamiento.
Esas son las contiendas.
Dedícate a servir, obedecer, hacer, sin oponerte, sin entrar en discusiones inútiles.
¿Cuál sería el resultado de todo esto?
Que seáis irreprensibles.
La murmuración y las contiendas te pueden hacer digno de reprensión. Evítalas y serás irreprensible.
Que seáis… sencillos.
Es la palabra para referirse a los que no han sido heridos en una batalla, y una forma de referirse a los puros. ¿Puro yo? Sí, en Cristo lo somos. Obedece, sirve, renuncia a la soberbia, y andarás en la pureza que Jesús puso en tu vida.
...hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo;...
Los hijos de Dios son el contraste en medio de un mundo caído y corrupto. No solamente hemos sido llamados a ser diferentes sino que somos los únicos que pueden experimentar y manifestar una diferencia en este mundo dominado por el mal.
Los que creemos en Jesús no somos de este mundo.
¿Se nota la diferencia que produce tu vida y la vida de tu congregación en la comunidad que los rodea?
Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.
Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. (Mt 5:13–16).
No sigamos la tendencia. Marquemos la diferencia. En Cristo, nosotros podemos lo que otros no pueden.
...asidos de la palabra de vida...
Los hijos de Dios se aferran firmemente a la Palabra de Dios. En ella se encuentran las promesas que definen el sentido de sus vidas y su futuro.
Los filipenses, así como nosotros, tenían acceso a la Palabra. Ella es el aliento de Dios para que sepamos como conducirnos, para que conozcamos cuál es nuestro respaldo y para dirigirnos a tomar decisiones sabias a lo largo de la vida.
...para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de uqe no he corrido en vano, ni en vano he trabajado. Y aunque sea derramado en libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me gozo y regocijo con todos vosotros. Y asimismo gozaos y regocijaos también vosotros conmigo.
Pablo no sabía qué iba a suceder con él, y existía la posibilidad de que fuera sentenciado a muerte en poco tiempo. Pero quería asegurarse de que su esfuerzo no había sido en vano.
Si los filipenses abandonaban el buen camino, si se dejaban llevar por egoísmos vanos y contiendas sin sentido, todos habrían perdido. Pero si perseveraban en asumir una actitud de servicio aferrados a la Palabra de verdad, había sobrados motivos para celebrar y hacer fiesta, pasara lo que pasara.
Lo mismo sucede hoy en día. Dios ha invertido la vida de personas en ti. Hay personas a las que Dios ha usado para invertir en tu crecimiento. Sí, Jesús fue entregado por ti. Pero también otras personas han sido invertidas en ti y tu desarrollo espiritual. ¿Vas a dejar que toda esa preciosa inversión de Dios en ti termine en la nada? ¡Que no sea así!
Pablo hablaba así de su muerte. Consideraba que sí aquellos discípulos perseveraban en el Camino de la salvación, todo había valido la pena y su muerte no sería en vano. “¡Alégrense conmigo!” les decía.
Hagamos que valga la pena.
Seamos la diferencia.
Hagamos resplandecer la luz de Jesús en nuestras vidas para la gloria y la alabanza de Dios.