La Justicia de Dios

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Todavia recuerdo las veces que mi papa, me ponía como meta no perder el grado que esta estudiando, para que estuviera satisfecho y contento.
como entenderán no era muy aplicado como algunos de ustedes, asi que la meta erá no perder el año, recuerdo que cada dos meses me lo recordaba con una buena tandada de caricias con el cincho, pues de 12 o 13 materias perdía con regularidad 3 a 5 materias
asi que una de mis preocupaciones de niño era no perder, la verdad nunca he sido muy bueno para el estudio asi que hago lo que puedo.
bueno estando en 5 primaria recuedo que enferme de hepatitis asi que no asisti a clase como 2 meses, me pase acostado todo el tiempo tenia que ir al baño solo una vez al dia, afecto la mayoría de mis actividad cotidianas, y para fin de año deje varias retrancas, y la recomendación del maestro guía fue que repitiera el año escolar y pues perdí el año, recerdo ese dia me vine caminando desde el colegio a mi casa esperando que algo me pasara en ese trayectorio, para no descepcionar a mi papá, tenia una sola meta en mi pequeña vida y no la alcance, ese camino se hizo eterno, llegue a casa pero no queria estar alli me sentía tan mal, no podia justificar la perdida del año con la enfermedad por que en teroria hacia mis tareas en casa.
con que cara le decia a mi papa que le habia fallado, por un momento pense no llegar a casa, y darme por pedido no queria llegar con el.
Todos en un punto de nuestra vida Cristiana nos hemos sentido asi con ciertos pecados en nuestra vida que concientemente sabemos que debemos dejar, pero nuestro necio y terco corazón, volvemos a el talvez no tan recurentemente como antes de venir a Cristo, pero esta allí para hacernos la guerra. Es en este punto donde el enemigo se aprovecha para zusurarrar verguenza y nos señala.
El problema es que lo terminamos creyendo pues nos hemos puesto como meta nunca fallar, colaborar con nuestra salvación, aunque sea en algo, no desepcionar a Dios.
En el siguiente versiculo veremos entenderemos como ese poder y obra en nosotros.
Romanos 1:17 NBLA
17 Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.
La Justificación es la Base de la Glorificación
El evangelio es el poder de Dios para la salvación porque en el la justicia de Dios se revela, o sea, Dios revela la justicia como un regalo gratuito que nosotros necesitamos pero no tenemos.
Ya vimos que ese, es el significado de los versículos 16 y 17: nuestra salvación final (versículo 6) está basada en que Dios nos de la justicia que el mismo demanda de nosotros (versículo 17).
La forma en que Pablo lo expresa en Romanos 8:30 es: “y a los que justificó, a ésos también glorificó”.
Justificación (la justicia de Dios imputada por completo a nosotros) es la base para la glorificación (la justicia de Dios impartida por completo a nosotros).
O para ver el mismo orden de salvación en diferentes términos, vean
Romanos 8:32 NBLA
32 El que no negó ni a Su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también junto con Él todas las cosas?
En otras palabras, los cimientos para toda nuestra esperanza de vida futura, gozo, y salvación se basan en que Dios entregó a su Hijo a la muerte como sustituto por nosotros, a fin de que nuestros pecados pudieran morir con él, y su justicia pudiera ser imputada a nosotros.
Es el mismo patrón de salvación en Romanos 8:30, 32 y Romanos 5:9 y Romanos 1:16–17. Este es el gran tema y la gran estructura de este libro.
Nuestra Esperanza para la Salvación
Todas nuestras esperanzas para la salvación (versículo 16) penden del observar y creer en la revelación de la justicia de Dios como un regalo para nosotros (versículo 17).
El libro de Romanos va a exigir muchas cosas de nosotros como creyentes, pero no vamos a hacer ninguna de esas cosas que demanda este libro para librarnos de la culpa, o para que se nos perdonen nuestros pecados, o para conseguir el regalo de la justicia.
Dios cumplió con todo eso de una vez por todas al hacer que Jesucristo muriese en lugar nuestro; y nos lo dio gratuitamente por medio de la fe desde el mismo momento en que creímos de verdad.
EL Don de la Fe.
¿Nuestra fe es un don de Dios, o no? ¿La fe es algo que Dios nos regala para que seamos salvos, o se trata un producto de nuestros propios corazones?
Esta pregunta es crucial. Si nuestra fe (nuestra confianza en Cristo, quien es el objeto de nuestra fe) no es un don de Dios, sino que es algo que surge de nosotros, podríamos decir que contribuimos algo en nuestra conversión —lo cual nos conduce a estar menos agradecidos de lo que deberíamos estarlo ante Dios.
En su bondad, Dios ha respondido esta interrogante. Tenemos su respuesta en la Palabra de Dios. Por ejemplo,
Efesios 2:8–9 NBLA
8 Porque por gracia ustedes han sido salvados por medio de la fe, y esto no procede de ustedes, sino que es don de Dios; 9 no por obras, para que nadie se gloríe.
Hay quienes dicen que allí Pablo no enseña que la fe es un don de Dios, sino que el hecho de que seamos salvos por fe es un don de Dios.
En otras palabras, es un regalo de Dios que seamos salvos por medio de la fe, pero la fe por medio de la cual recibimos la salvación no es un regalo de Dios.
Dicho de otra forma: “la gracia es la parte de Dios, y la fe es nuestra parte”.
Estoy de acuerdo con el erudito William Hendricksen cuando, al analizar minuciosamente este pasaje, explica que…
“[E]n un contexto donde el apóstol pone tan tremendo énfasis en el hecho que desde el principio hasta el fin el hombre debe su salvación a Dios, y sólo a él, habría sido muy extraño, sin duda alguna, para él decir, ‘Gracia es la parte de Dios, fe, la nuestra’. Aunque tanto la responsabilidad de creer como su actividad son nuestras, puesto que Dios no ha de creer en nuestro lugar, sin embargo, en el contexto presente (vv. 5–10) se esperaría énfasis en el hecho de que la fe, así en su parte inicial como en su continuación, depende enteramente de Dios, y tal es el caso en lo que respecta a toda nuestra salvación”.1)
Creo que el pasaje enseña que aún la fe por la que somos salvos es un regalo de Dios. Esto concuerda con otros textos irrefutables que nos enseñan de manera clara lo mismo.
Filipenses 1:29 NBLA
29 Porque a ustedes se les ha concedido por amor de Cristo, no solo creer en Él, sino también sufrir por Él,
Hechos de los Apóstoles 13:48b NBLA
48 Oyendo esto los gentiles, se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor; y creyeron cuantos estaban ordenados a vida eterna.
Romanos 12:3 NBLA
3 Porque en virtud de la gracia que me ha sido dada, digo a cada uno de ustedes que no piense de sí mismo más de lo que debe pensar, sino que piense con buen juicio, según la medida de fe que Dios ha distribuido a cada uno.
De hecho, no solo la fe es un don de Dios, sino que el arrepentimiento también.
Hechos de los Apóstoles 5:31 NBLA
31 »A Él Dios lo exaltó a Su diestra como Príncipe y Salvador, para dar arrepentimiento a Israel, y perdón de pecados.
Hechos de los Apóstoles 11:18 NBLA
18 Al oír esto se calmaron, y glorificaron a Dios, diciendo: «Así que también a los gentiles ha concedido Dios el arrepentimiento que conduce a la vida».
2 Timoteo 2:24–25 NBLA
24 El siervo del Señor no debe ser rencilloso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido. 25 Debe reprender tiernamente a los que se oponen, por si acaso Dios les da el arrepentimiento que conduce al pleno conocimiento de la verdad,
Es por eso que el apóstol Pablo puede decir cosas como: “Yo planté, Apolos regó, pero Dios ha dado el crecimiento” (1 Cor. 3:6); “Porque ¿quién te distingue? ¿Qué tienes que no recibiste? Y si lo recibiste, ¿por qué te jactas como si no lo hubieras recibido?” (1 Cor. 4:7); y “nadie puede decir: Jesús es el Señor, excepto por el Espíritu Santo” (1 Cor. 12:3b).
Como escribió Pedro:
2 Pedro 1:3 NBLA
3 Pues Su divino poder nos ha concedido todo cuanto concierne a la vida y a la piedad, mediante el verdadero conocimiento de Aquel que nos llamó por Su gloria y excelencia.
Por tanto, podemos decir con seguridad que nuestra fe y arrepentimiento son regalos de Dios que recibimos al ser llamados por Él, mientras al mismo tiempo (y esto suena paradójico) tenemos la responsabilidad de creer y arrepentirnos.
Deja que esta verdad te conduzca a vivir con más humildad y agradecimiento delante de Dios, y que también te anime a predicar con valentía el evangelio, sabiendo que el Señor puede dar fe y arrepentimiento a tus oyentes para que tengan salvación en Cristo. “Porque de Él, por Él y para Él son todas las cosas. A Él sea la gloria para siempre. Amén” (Rom. 11:36).
Es por eso que la justificación es tratada como un evento pasado en nuestras vidas y que es la base y lo que asegura todo lo demás: “habiendo sido ahora justificados por su sangre, seremos salvos de la ira de Dios”. (5:9). La gracia pasada de la justificación asegura la gracia futura de la salvación.
El poder que traerá a los creyentes a esa salvación es la revelación de esa justificación.
Ese es el significado de la conexión entre Romanos 1:16 y 17. Para cumplir todo lo que se demanda de nosotros para entrar al cielo, debemos verlo una y otra vez—la constante revelación en el evangelio de que la justicia de Dios nos es dada gratuitamente por medio de la fe.
Si no nos reconocemos como absueltos, perdonados, y considerados como justos ahora, no seremos capaces de andar el sendero que lleva a la vida.
Ya sea que nos desesperemos y nos volvamos a la mundanería; o que tratemos de ganar nuestro camino hacia el favor de Dios con comportamientos morales y religiosos.
Todo lo que Dios nos exige como creyentes asume que ya estamos justificados, aceptados, perdonados, absueltos, y considerados como justos con su justicia, no con la nuestra. Desde esa segura posición debemos combatir el pecado y la incredulidad. Y el que así pelee—como pecador justificado—vivirá.
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