El Sexto Sello

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El Sexto Sello

Apocalipsis 6:12–17 NTV
12 Mientras yo miraba, el Cordero rompió el sexto sello, y hubo un gran terremoto. El sol se volvió tan oscuro como tela negra, y la luna se volvió tan roja como la sangre. 13 Entonces las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra como los higos verdes que caen de un árbol cuando es sacudido por el fuerte viento. 14 El cielo fue enrollado como un pergamino, y todas las montañas y las islas fueron movidas de su lugar. 15 Entonces todo el mundo —los reyes de la tierra, los gobernantes, los generales, los ricos, los poderosos, todo esclavo y hombre libre— se escondió en las cuevas y entre las rocas de las montañas. 16 Y gritaban a las montañas y a las rocas: «Caigan sobre nosotros y escóndannos del rostro de aquél que se sienta en el trono, y de la ira del Cordero; 17 porque ha llegado el gran día de su ira, ¿y quién podrá sobrevivir?».

Introducción

El 2008 fue un año bien interesante para Johanna y para mí. Llevábamos 5 años de casados. Ya teníamos a Delianys y Jeliann estaba a punto de llegar.
Estábamos a punto de acabar la construcción de la casa de nuestros sueños.
Mi vida profesional iba viento en popa.
Luego de trabajar por un par de años de manera temporera en mi primer trabajo como ingeniero, uno de los contratistas que le daba servicio a la compañía donde yo trabajaba me ofreció un trabajo permanente como vendedor con todos los beneficios. Así que me fui a trabajar con ellos.
Luego de estar 8 meses con ellos, otro contratista que también le daba servicio a la primera compañía en la que yo trabajaba me ofreció trabajo en una mejor posición, como gerente de servicio, con un mejor salario. Y me fui con ellos.
Comencé a trabajar con esta compañía en agosto y me encantaba. Tenía mi company car, computadora, celular, tarjeta corporativa. Todo parecía una gran bendición. Estaba en las papas.
Pero una vez comencé a trabajar y a visitar los clientes me di cuenta que había unos problemitas serios. Proyectos que no se habían completado y que se habían ido en rojo. Equipos que no se habían entregado. Clientes molestos.
Esta compañía tenía un gran problema de liderato y administración.
Yo comencé en agosto y un mes más tarde, en septiembre mi jefe anunció que su jefe venía de la Florida a visitarnos. Pero todos estábamos en tensión. No sabíamos a lo que venía ni lo que iba a pasar.
Ese día todos llegamos tempranito. Yo estaba en mi oficina cuando de pronto llegó el jefe del jefe. Entró por la puerta, no saludó a nadie, se dirigió directamente a la oficina de mi jefe y cerró la puerta.
Estuvieron como dos horas reunidos. Fueron las dos horas más largas de la historia. El silencio era sepulcral en la oficina.
De pronto se abre la puerta, el jefe del jefe sale de la oficina, se dirige a la salida y sin hablar con nadie y se va.
Todos estamos congelados. Unos minutos después sale mi jefe de su oficina, se para frente a mi puerta y me dice, Francisco, ¿me podrás llevar a San Juan, al trabajo de mi esposa?
Y yo, ¿pero qué pasó, Fulano? Me acabo de quedar sin trabajo. Tuve que entregarlo todo, incluyendo el celular y el carro.
Las oficinas estaban ubicadas en Caguas y su esposa trabajaba en San Juan. Así que lo llevé a San Juan. Ese tramo de Caguas a San Juan fue eterno.
La compañía trajo a un gerente temporero y continuamos trabajando.
Pero dos meses después, en noviembre, nos reunieron a todos y nos anunciaron que la compañía matriz había decido cerrar la oficina en PR y que todos perderíamos nuestro empleo, efectivo diciembre 31.
En ese momento el tiempo se detuvo y una película comenzó a correr en mi mente.
Yo acabo de dejar un buen trabajo por este, por una mejor posición y por más dinero. Lo que llevo son cuatro meses de trabajo. No tengo derecho a ninguna compensación. Estamos a punto de terminar la construcción de nuestra casa y estamos pagando el préstamo de construcción. Johanna está a punto de dar a luz. Yo soy el único sustento en casa.
Señor, ¿qué pasó aquí? ¿En dónde fallé? Yo pensé que estaba haciendo tu voluntad. Que me habías abierto una puerta de mayor bendición.
Entonces mi mundo se tambaleó.
Pero inmediatamente comenzamos a ver a Dios sosteniéndonos. El último día de trabajo, me siento con el gerente de Recursos Humanos para firmar los papeles del despido. Y él me dice:
Mira Francisco, tú no tienes derecho a ninguna compensación por el poco tiempo que llevas trabajando. Pero, si firmas este acuerdo, la compañía te va a dar $10K y te van a pagar el plan médico familiar por tres meses. A lo que yo respondí, ¿dónde es que hay que firmar?
Como estaba sin trabajo pues yo mismo, junto a mi querido padre, nos dedicamos a terminar las cosas que le faltaban a la casa y en enero nos mudamos.
Pasó enero, pasó febrero y llegó marzo y aun no había conseguido trabajo. Un día le digo a Johanna, bueno mi amor, lo que nos queda en la cuenta de cheque es para pagar el prestamos de construcción. Así que pagamos el préstamo en fe.
Ese mismo día recibo una llamada. Era un amigo. Me dijo: envíame tu resume. Y yo, ¿para qué Johnny? Y él me dice, no preguntes y envíamelo. Así que se lo envío.
En un par de semanas ya estaba trabajando. Ni un pago se nos atrasó. Aquellos $10K se multiplicaron como los panes y los peces.
El reformador Juan Calvino en una ocasión dijo que los seres humanos somos fábricas de ídolos.
Lo que significa que, debido a nuestra naturaleza pecaminosa, tenemos una tendencia a aferrarnos, a depender, a poner nuestra confianza y a descansar en las cosas de este mundo, que son pasajeras, que son tan vulnerables como somos nosotros. En vez de aferrarnos, de depender, de poner nuestra confianza y descansar en aquel que no es pasajero y que no es vulnerable.
Tendemos a poner nuestra confianza en las cosas creadas en vez de en el Creador.
Pero nosotros, los que hemos decido seguir a Jesús hemos sido llamados por Él a vivir de una manera distinta.
Su Palabra dice que Él, al salvarnos, nos hizo santos. Lo que significa que hemos sido separados del mundo para Él. Vivimos en este mundo pero no somos de este mundo.
Ser santos es vivir de una manera totalmente opuesta a como vive el mundo. Ser santos es distinguirnos de los demás. Especialmente en este asunto de en quién ponemos nuestra confianza.
Mientras la gente de este mundo pone su confianza en las cosas de este mundo, en las cosas creadas, nosotros ponemos nuestra confianza en el Creador, en aquel que permanece para siempre.
Ciertamente esto de ser santos, de poner nuestra confianza en Dios es un proceso y una lucha constante. Mientras aún vivamos en este mundo y sufriremos los efectos de nuestra naturaleza pecaminosa que tiende constantemente a quitar la mirada de Él y a volverla a colocar en las cosas de este mundo. En las cosas que podemos ver.
Pero tenemos la gran bendición que no tiene el mundo y es que hemos recibido el gran regalo, al Espíritu Santo que está en nosotros y con nosotros.
Él es nuestro Ayudador que constantemente nos ayuda a renfocarnos. Él utiliza su Palabra para hacerlo, siempre y cuando procuramos pasar tiempo con ella y también utiliza las experiencias.
En mi caso, el Señor me quitó el trabajo, aquella gran oportunidad, para enseñarme que mi sustento no es mi profesión, que no es mi trabajo, sino Él.
Y fíjese, el trabajo no es una cosa mala. El problema no son las bendiciones que Él nos da. El problema está en aferrarnos a ellas, depender de ellas, descansar en ellas, confiar en ellas.
Esta es la definición de idolatría.
Cuando nos hablan de idolatría rápido pensamos en el AT. En imágenes, figuras talladas, becerros de oro, estatuas, etc. Y pensamos que eso es una cosa del pasado. Sin embargo, cuando definimos un ídolo como algo o alguien, fuera de Dios, en lo que ponemos nuestra confianza y dependencia, entonces podemos hacer una lista interminable: el trabajo, nuestro profesión, la familia, nuestro cónyuge, nuestros hijos, el dinero, las posesiones materiales, las amistades, los ideales políticos, la ciencia, la tecnología, etc. Todas estas cosas que no son intrínsecamente malas. De hecho, son bendiciones de Dios.
Pero también podemos hacer ídolos de cosas malas y pecaminosas. Adicciones, la lujuria
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