Incomparable Dios

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Cuando Jesús aparición en este mundo con su mensaje, y haciendo las obras que hacía, de pronto hubiese pasado sin notarse mucho si hubiese nacido y vivido en medio de otro pueblo que no fuese Israel. Pero entre los israelitas, eso de hacerse igual a la divinidad, era algo inconcebible.

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Iglesia Pentecostal Unida Latinoamericana
Adonay Rojas Ortiz
Pastor
Sunday, June 6, 2021
Incomparable Dios
¿A qué, pues, haréis semejante a Dios o qué imagen le compondréis?…
¿A qué, pues, me haréis semejante o me compararéis? dice el Santo.
(Isaías 40.18 y 25).
Cuando Jesús aparición en este mundo con su mensaje, y haciendo las obras que hacía, de pronto hubiese pasado sin notarse mucho si hubiese nacido y vivido en medio de otro pueblo que no fuese Israel. Pero entre los israelitas, eso de hacerse igual a la divinidad, era algo inconcebible.
Se puede afirmar con certeza que alrededor del río Eufrates comenzó la historia de la humanidad. Quizás por allí estaba el jardín que Dios había plantado en Edén, y del que fueron expulsados los seres humanos una vez que el hombre hubo pecado, no sin antes darles la primera promesa de redención:
Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; esta te herirá en la cabeza, y tú la herirás en el talón. (Génesis 3.15)
Yo quiero hacerles una pregunta inicial:
-¿En cuántos dioses creía Adán?
Con toda seguridad para Adán y los suyos no había más que un Dios, respecto a este tema en ellos no había atisbo de duda. Hay un único Dios, el mismo que los formó del polvo de la tierra, les dio órdenes en el Edén, el mismo que los vistió de pieles y que también los expulsó del jardín por desobedientes, el mismo al que Cain y Abel vinieron a ofrecerle culto.
Ahora, los primeros once capítulos del libro de Génesis nos hablan de un periodo conocido técnicamente como la primigenia, los orígenes de todo. Allí se nos cuenta lo que pasó con Adán y Eva una vez que fueron expulsados del paraíso, y como la gente comienza a multiplicarse y con ellos también comenzó a multiplicarse la maldad:
Vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos de su corazón solo era de continuo el mal. (Génesis 6.5).
En ese contexto histórico primitivo se da el diluvio universal. Dios habla a un hombre que halló gracia a sus ojos, y este hombre le cree a Dios:
Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová. (Génesis 6:8).
Dijo, pues, Dios a Noé: «He decidido el fin de todo ser, porque la tierra está llena de violencia a causa de ellos; y yo los destruiré con la tierra. Hazte un arca de madera de gofer; harás aposentos en el arca y la calafatearás con brea por dentro y por fuera. De esta manera la harás: de trescientos codos será la longitud del arca, de cincuenta codos su anchura y de treinta codos su altura. Una ventana harás al arca, la acabarás a un codo de elevación por la parte de arriba y a su lado pondrás la puerta del arca; y le harás tres pisos. Yo enviaré un diluvio de aguas sobre la tierra, para destruir todo ser en que haya espíritu de vida debajo del cielo; todo lo que hay en la tierra morirá. Pero estableceré mi pacto contigo, y tú entrarás en el arca, con tus hijos, tu mujer y las mujeres de tus hijos. Y de todo lo que vive, de todo ser, dos de cada especie meterás en el arca, para que tengan vida contigo; macho y hembra serán. De las aves según su especie, de las bestias según su especie, de todo reptil de la tierra según su especie, dos de cada especie entrarán contigo, para que tengan vida. Toma contigo de todo alimento que se come y almacénalo, para que te sirva de sustento a ti y a ellos.
Noé lo hizo así; todo lo hizo conforme a lo que Dios había mandado. (Génesis 6:13–22).
Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvaría; y por esa fe condenó al mundo y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe. (Hebreos 11:7).
Después de este episodio histórico, ya no solo una pareja sino cuatro esta vez, reciben la orden, una vez más, de poblar la tierra:
Mas vosotros fructificad y multiplicaos, procread abundantemente en la tierra y multiplicaos en ella. (Génesis 9:7).
Y en el capítulo 10 tenemos lo que algunos han llamado “La tabla de las naciones”, sin embargo en esa lista aún no aparece el nombre del pueblo de Israel, pero sí sobresale un nombre, Nimrod:
Cus también engendró a Nimrod, el cual comenzó a ser poderoso en la tierra. Él fue intrépido cazador enfrentado a yhvh. Por esto se dice: Como Nimrod, intrépido cazador enfrentado a yhvh. El principio de su reino fue Babel… en la llanura de Sinar, de aquella tierra, salió siendo muy fortalecido, y edificó Nínive, Rehoboth-Ir, Cala y Resen, entre Nínive y Cala, la cual es la gran ciudad. (Génesis 10: 8 al 12).
Nimrod significa “nosotros nos rebelaremos”. De tantas cosas que sobre este personaje se han dicho, seguramente usted ha oído la leyenda aquella de que este Nimrod se casó con una tal Semiramis, y fundaron su reino en Babilonia y Asiria. Semiramis enviudó y luego resultó en embarazo, entonces se inventó el cuento aquel que su esposo, por ser divino, al morir se había convertido en el sol (el culto al dios sol es uno de los más antiguos de la humanidad). Así que Nimrod convertido en sol había embarazado con uno de sus rayos de luz, como pasando por un cristal, a Semiramis, y entonces su hijo llamado Tammuz, fue también adorado como un dios hijo, junto con la diosa madre.
Secularmente se dice que hace unos cinco mil años, un rey llamado Gilgamesh gobernó la ciudad mesopotámica de Uruk. Pronto se convirtió en héroe y adquirió la categoría de divino, un dios, y sus gestas lo hicieron protagonista de la primera epopeya de la historia, centrada en su desesperada búsqueda de la inmortalidad. En este texto poético antiguo aparece también, por primera vez, el tema de un diluvio universal. Hay quienes creen que realmente ese personaje mítico llamado Gilgamesh se basó en el personaje real llamado Nimrod en la Biblia.
Flavio Josefo, el historiador judío, escribió ya en épocas neotestametarias: “…Fue Nimrod quien los incitó a tal afrenta y menosprecio hacia Dios. Él era un nieto de Cam, el hijo de Noé, un hombre atrevido y de gran fortaleza de manos. Los persuadió de que no le atribuyeran a Dios, como si fuera por medio de él que habían obtenido felicidad, si no a creer que fue su propio esfuerzo lo que les alcanzó esa felicidad. Fue cambiando gradualmente su gobierno en una tiranía, al no hallar otra manera de apartar la gente del temor de Dios, que induciéndolo a una tonta dependencia de su poder… Ahora la multitud estaba más que lista para seguir la determinación de Nimrod, y a considerar una muestra de cobardía el someterse a Dios; y construyeron una torre, sin reparar en dolor, ni siendo en lo más mínimo negligente con el trabajo: y, a causa de la multitud empleada en ello, creció muy alta, más rápido de lo que ninguno hubiera esperado; pero su anchura era tal, y estaba tan fuertemente construida, que a pesar de su gran altura parecía, a la vista, ser menor de lo que realmente era. Fue construida con ladrillos cocidos, pegados con mezcla hecha con brea, de manera que no permitiera el paso del agua. Cuando Dios vio que actuaron tontamente, Él no quiso destruirlos completamente, puesto que no crecieron más sabios por la destrucción de los pecadores anteriores; pero Él causó un tumulto entre ellos, produciendo en ellos idiomas diversos, y causando con esa multiplicidad de idiomas, el no poderse entender unos con otros. El lugar donde construyeron la torre ahora se llama Babilonia, debido a la confusión de esa lengua, la que entendían fácilmente antes; y para los hebreos por la palabra Babel, confusión…” (Josefo, Antigüedades Judías).
En contraposición a la extensa mitología extrabíblica que sobre Nimrod se ha elaborado, la Biblia calla acerca de Nimrod y se limita a mencionarlo solo en tres ocasiones, todas ellas brindando escasa información sobre él y sus obras. La Biblia no menciona nada sobre la esposa de Nimrod ni se le atribuye ningún hijo. Todo lo que de él se dice fuera de la Biblia son puramente mitos sin fundamento, como todos los demás mitos que se encuentran en diversas culturas, y que son comunes entre sí.
Después de Babel la gente se dispersó, y por donde iban llevaban su historia, y su rebeldía…
Y es en ese contexto histórico del Antiguo Testamento sobresalen cinco grandes imperios, el Egipcio, el Babilonio, el Asirio, el Medopersa, el Griego, y todo ellos politeístas, tienen en su mitología dioses y diosas que tienen relaciones con humanos y siempre con ese cuento de que el poderoso rey es divino, es hijo de los dioses, un diosito, un dios hijo, que por lo tanto es merecedor de veneración y culto.
Para la muestra:
Dioses paganos mencionados en la Biblia
Nombre
Referencia Bíblica
Adramelec
2 R 17.31
Anamelec
2 R 17.31
Artemisa
Véase Diana
Asera (Astarot)
Ex 34.13; Dt 16.21; Jue 2.13; 3.7; 6.25–28
Asima
2 R 17.30
Astarot
Véase Asera
Astarté
Véase Asera
Baal
Nm 22.41; 1 R 18; Jer 19.5
Baal-berit
Jue 8.33; 9.4, 46
Baal-peor
Nm 25; Dt 4.3; 1 Co 10.8
Baal-sefón
Ex 14.2; Nm 33.7
Baal-zebub (Beelzebú)
2 R 1.1–6; Lc 11.18–19
Beelzebú
Véase Baal-zebub
Bel
Is 46.1; Jer 50.2; 51.44
Dagón
Jue 16.23; 1 S 5.1–4; 1 Mac 10.83–84
Diana (Artemisa)
Hch 19.23–41; Ef 2.19–22
Mercurio
Hch 14.11–12
Merodac-baladán
2 R 20.12; 25.27; Is 39.1; Jer 52.31
Milcom
Véase Moloc
Moloc (Milcom)
1 R 11.5; 2 R 23.13; Jer 49.1–3
Nebo
Is 46.1
Nehustán
Nm 21.4–9; 2 R 18.4; 24.8
Nergal
2 R 17.30
Nibhaz
2 R 17.31
Nisroc
2 R 19.37; Is 37.38
Quemos
Nm 21.29; 1 R 11.7; 2 R 23.13; Jer 48.7; 46
Quiún (Renfán)
Jos 24.21; Ez 20.7–18; Am 5.26; Hch 7.43
Renfán
Véase Quiún
Rimón
2 R 5.18
Sucot-benot
2 R 17.30
Tamuz
Jer 9.17–21; 16.4–6; Ez 8.14
Tartac
Reina Valera Revisada (1995). (1998). Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas.
La Biblia, por otro lado, es un libro monoteísta:
Aunque todos los pueblos anden
cada uno en el nombre de su dios,
con todo, nosotros andaremos
en el nombre de Jehová, nuestro Dios,
eternamente y para siempre. (Miqueas 4.5)
«Alegad por vuestra causa», dice Jehová;
«presentad vuestras pruebas», dice el Rey de Jacob.
Que se acerquen y nos anuncien
lo que ha de venir:
que nos digan lo que ha pasado
desde el principio
y pondremos nuestro corazón en ello;
y sepamos también su final.
¡Hacednos entender lo que ha de venir!
Dadnos noticias de lo que ha de ser después,
para que sepamos que vosotros sois dioses.
A lo menos haced algo, sea bueno o malo,
para que tengamos algo que contar
y, al propio tiempo, nos maravillemos.
He aquí que vosotros sois nada,
y vuestras obras, vanidad;
abominación es el que os escoge. (Isaías 41:21–24)
Todos los dioses de los pueblos son ídolos; pero Jehová hizo los cielos. (Salmo 96:5)
Entre el pueblo de Israel no hay tales historias mitológicas de las que están llenas los demás pueblos, Israel es un pueblo bien particular:
»Porque pregunta ahora si en los tiempos pasados que han sido antes de ti, desde el día en que creó Dios al hombre sobre la tierra, si desde un extremo del cielo al otro se ha hecho cosa semejante a esta gran cosa, o se haya oído otra como ella. ¿Ha oído pueblo alguno la voz de Dios hablando de en medio del fuego, como tú la has oído, sin perecer? ¿O ha intentado Dios venir a tomar para sí una nación de en medio de otra nación, con pruebas, con señales, con milagros y con guerra, y mano poderosa y brazo extendido, y hechos aterradores, como todo lo que hizo con vosotros Jehová, vuestro Dios, en Egipto ante tus ojos? A ti te fue mostrado, para que supieras que Jehová es Dios y que no hay otro fuera de él. Desde los cielos te hizo oir su voz para enseñarte, y sobre la tierra te mostró su gran fuego, y has oído sus palabras de en medio del fuego. Por cuanto él amó a tus padres, escogió a su descendencia después de ellos y te sacó de Egipto con su presencia y con su gran poder, para echar de tu presencia naciones grandes y más fuertes que tú, y para introducirte y darte su tierra por heredad, como sucede hoy.
»Aprende pues, hoy, y reflexiona en tu corazón que Jehová es Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra; no hay otro. (Deuteronomio 4:32–39).
Pero no me quiero adelantar tanto, porque lo que pasa es que hasta ahora, hasta el capítulo 11 del libro de Génesis, Israel no existe como tal, a estas alturas apenas estaría en el propósito futuro de Dios, pero es precisamente en ese contexto, y de ese contexto, pagano y politeísta de esta generación rebelde que siguió a Nimrod y que, por lo que pasó en Babel, fueron esparcidos sobre la faz de la tierra, es que Dios llama a un hombre llamado Abraham:
Jehová había dicho a Abram: «Vete de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Haré de ti una nación grande, te bendeciré, engrandeceré tu nombre y serás bendición. Bendeciré a los que te bendigan, y a los que te maldigan maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra». (Génesis 12:1–3).
—No temas, Abram, yo soy tu escudo, y tu recompensa será muy grande. (Génesis 15.1).
Abram creyó a Jehová y le fue contado por justicia. (Génesis 15.6).
—Yo soy el Dios Todopoderoso. Anda delante de mí y sé perfecto. (Génesis 17. 1).
Abraham es considerado el padre de las tres más grandes religiones monoteístas en el mundo.
Pero recuerden que antes del rebelde Nimrod el mundo no tenía duda de la existencia de un único Dios.
Lo que sí es cierto es que con Abraham Dios empieza a moldear un pueblo en medio del cual se manifestaría, y al cual él vendría, porque Dios, el único y verdadero Dios, que a través de todo el Antiguo Testamento se va mostrando, también reitera vez tras vez que vendría a este mundo.
¡Lo que nadie imagino es que viniese convertido en un ser humano!
La gente comenzó a hablar del “día del Señor”, el tiempo cuando el Señor vendría, como algo maravilloso, un tiempo de avivamiento y bendición. Pero a veces Dios les dice:
¿Para qué quieren que llegue el día del Señor? Será un día de tinieblas, y no de luz. (Amós 5:18).
La venida del Señor traería consigo el juicio más severo que jamás alguien se haya imaginado. Un juicio que se extiende más allá de su propio pueblo Israel a todas las naciones, porque Dios es soberano sobre todo:
Un pueblo justo es un gran pueblo, pero el pecado deshonra a las naciones. (Proverbios 14:34).
Y como Dios es soberano no solo en Israel, entonces Él juzgará las naciones.
Así que a través de los principales profetas del Antiguo Testamento Dios promete visitar a los babilonios con juicio, o a las ciudades paganas de Tiro y Sidón con juicio, y a otras ciudades más, con juicio de destrucción.
Claro que también hay en Dios promesas de que vendría con perdón y esperanza para los fieles.
Y en algunos de estos pasajes llamados hoy “mesiánicos” hay como una confusión —obvio que visto desde nuestra perspectiva, la confusión desaparece— pero quienes lo oyeron inicialmente quizás no tenían del todo claro quién sería el que vendría. ¿Será Dios mismo o será un nuevo rey David, o será un nuevo pastor de Israel?
Porque un niño nos ha nacido, ¡un hijo nos ha sido concedido! Sobre Sus hombros llevará el principado, y Su nombre será “Consejero admirable”, “Dios fuerte”, “Padre Eterno” y “Príncipe de paz”. La extensión de Su imperio y la paz en Él no tendrán límite. (Isaías 9:6-7)
En este pasaje bíblico, por ejemplo, comenzamos con el rey prometido, pero luego repentinamente a ese niño que ha nacido lo llama el profeta “Dios Fuerte” y reitera además que es el “Padre Eterno”.
Recuerde que para los judíos a diferencia de los otros pueblos paganos, el rey humano no es divino, una cosa es Dios y otra los seres humanos. Ahora, Dios sí es rey y gobierna, pero los Israelitas tenían bien claro que un gobernante humano no era Dios. Ellos no elevaron a la categoría de divino a ninguno de sus reyes. En eso son diferentes a todos los demás pueblos.
Por eso empecé diciendo que Jesús entre los israelitas, no iría a pasar desapercibido, sobre todo cuando dijo:
Yo y el Padre uno somos.
Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearlo. Jesús les respondió:
—Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis?
Le respondieron los judíos, diciendo:
—Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia, porque tú, siendo hombre, te haces Dios. (Juan 10:30–33).
Pero estaban desenfocados los judíos en su interpretación, porque no era la humanidad asumiendo la divinidad, sino a la inversa, era la divinidad la que estaba asumiendo la condición de la humanidad.
No fue el hombre quien se hizo Dios, sino Dios quien se hizo hombre.
Un teólogo de esos liberales que no cree en la inspiración plenaria y verbal de la Biblia, y que realmente no cree en lo sobrenatural sacó un libro con sus postulados, y lo tituló: “Cómo Jesus de Nazareth se convirtió en Dios.”
Pero de inmediato los teólogos conservadores le replicaron con otro libro en que pusieron las cosas en orden desde el mismo título, lo titularon “Cómo Dios llegó a convertirse en Jesús de Nazareth”.
La pregunta ¿Cómo Jesús de Nazareth llegó a convertirse en Dios? Es engañosa porque ya de inmediato presume que en algún momento Jesús de Nazareth no era Dios, cosa que es totalmente falsa.
Jesús de Nazareth nunca llegó a convertirse en Dios, sencillamente porque Él siempre ha sido, es, y será siendo Dios.
Jesús es el logos de Juan uno, la Palabra de Dios, el Mesías que había sido anunciado a Israel…
En el principio era el Verbo,
el Verbo estaba con Dios
y el Verbo era Dios. (Juan 1:1).
En cambio la pregunta correcta que se debe hacer es ¿Cómo Dios llegó a convertirse en Jesús de Nazareth? Porque está pregunta también da por sentado algo, que en algún momento Dios no era el hombre Jesús de Nazareth, y eso sí es verdad. Dios es eterno, en cambio el Hijo, el ser humano Jesús, quien fue engendrado en el vientre de María, aparece en el tiempo. Dios es Espíritu, en cambio el Hijo tiene carne y sangre, pero fue el mismo y único Dios quien se metió en el tiempo convirtiéndose en ese hombre Jesús de Nazareth, el Hijo de Dios, Dios mismo manifestado en carne, Dios hecho carne, y revelándose al mundo… por amor:
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. (Juan.3.16)
Terminemos por ahora recordando que Jesús demostró de diversas maneras su divinidad, divinidad que no adquirió, no llegó a poseer en cierto momento de su vida, sino que siempre tuvo…
En la anunciación:
Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que nacerá, será llamado Hijo de Dios. (Lucas 1:35 LBLA)
Visita a Elizabeth:
¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí? (Lucas 1:43).
Los ángeles le adoraron:
Y otra vez, cuando introduce al Primogénito en el mundo, dice:
Adórenle todos los ángeles de Dios. (Hebreos 1:6).
Visita del los sabios del oriente:
Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra. (Mateo 2:11).
Sanando enfermedades:
Respondiendo Jesús, les dijo:
—Id, haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados y a los pobres es anunciado el evangelio; y bienaventurado es aquel que no halle tropiezo en mí. (Lucas 7:22–23).
Dando órdenes a la naturaleza:
Él les dijo:
—¿Por qué teméis, hombres de poca fe?
Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar, y sobrevino una gran calma. Los hombres, maravillados, decían:
—¿Qué hombre es este, que aun los vientos y el mar lo obedecen? (Mateo 8:26–27).
Echando fuera demonios:
Todos se asombraron, de tal manera que discutían entre sí, diciendo:
—¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es esta, que con autoridad manda aun a los espíritus impuros, y lo obedecen? (Marcos 1:27).
Resucitando muertos:
Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz:
—¡Lázaro, ven fuera!
Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo:
—Desatadlo y dejadlo ir. (Juan 11:43–44).
Perdonando pecados:
Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico:
—Hijo, tus pecados te son perdonados.
Estaban allí sentados algunos de los escribas, los cuales pensaban para sí: «¿Por qué habla este de ese modo? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?». (Marcos 2:5–7).
Recibiendo adoración:
Respondió él y dijo:
—¿Quién es, Señor, para que crea en él?
Le dijo Jesús:
—Pues lo has visto; el que habla contigo, ese es.
Y él dijo:
—Creo, Señor—y lo adoró. (Juan 9:36–38).
Impartiendo vida eterna:
Uno de los malhechores que estaban colgados lo insultaba diciendo:
—Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros.
Respondiendo el otro, lo reprendió, diciendo:
—¿Ni siquiera estando en la misma condenación temes tú a Dios? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; pero este ningún mal hizo. Y dijo a Jesús:
—Acuérdate de mí cuando vengas en tu Reino.
Entonces Jesús le dijo:
—De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso. (Lucas 23:39–43).
Resucitando de entre los muertos:
que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos. (Romanos 1:4).
Los hechos y las palabras de Jesús, eran los hechos y las palabras de Dios, si esto no fuera así, textos como el evangelio según san Juan serían las más grandes de las blasfemias. Y precisamente el hecho de que Juan y otros de los escritores del Nuevo Testamento identifiquen a Jesús como el único Dios, en igualdad con el Padre Eterno, el mismo Dios del A.T. es lo que más hiere y ofende, al mas alta grado, la sensibilidad monoteísta de musulmanes y de judíos…
Pero qué le vamos a hacer, así es el incomparable Dios de Israel:
Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios y la vida eterna. (1 Juan 5:20).
Continuaremos..
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