Pon a Dios primero

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Dios nos recuerda sus mandamientos, para no olvidarlos.

Notes
Transcript

Idea Central

Dios debe tener el primer lugar en la vida.

Aplicación para la vida

Todo aspecto de la vida siempre tiene algo que ocupa el primer lugar. Esta primacía nunca surgirá de una sugerencia ni dependerá del ánimo o las circunstancias. Hay cosas en la vida que siempre deben ocupar el primer lugar.
Por ejemplo, una madre nunca podrá dejar solo por unos días a su bebé, porque necesite vacaciones. El piloto de un avión nunca se elegirá por un sorteo entre los pasajeros del vuelo. Ambas ideas parecen inaceptables y absurdas, ¿cierto? Todos los aspectos de la vida requieren que siempre haya un orden fundamental inalterable que requiere de nuestra observancia total, porque nuestra vida depende de ese reconocimiento.
En este caso, cuando hablamos de Dios, la sola mención de Su nombre lo ubica en el primer lugar sobre todas las cosas. El Señor soberano, Creador y Salvador no aceptará ser el número dos, el copiloto o el «botón» para apretar en caso de emergencia. Jesucristo nos enseñó que no basta con tener a Dios en nuestra vida, sino que hay que amarlo con toda el alma, la mente y con todas las fuerzas, ocupando así el primer lugar de nuestra vida.

Contexto

El Señor había liberado a Su pueblo de la opresión y del paganismo de la sociedad egipcia. Ahora Israel tenía que aprender a vivir como un pueblo libre que estaba siendo gobernado por Dios. Es por eso que el Señor les entrega en el desierto un código para la vida, los Diez Mandamientos que regirán la relación del pueblo con su Dios y entre ellos mismos. El Salmo 16 se escribe varios cientos de años después de la promulgación de los Diez Mandamientos. David describe en él la confianza que tiene en Dios y cómo, de forma práctica, Él ocupa el primer lugar de su vida.

¿QUÉ DICE LA BIBLIA?

Éxodo 20.1–6 RVR60
Y habló Dios todas estas palabras, diciendo: Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.

MANDATO: NO HAY OTRO DIOS

Los israelitas habían sido liberados y habían visto al Señor obrando de forma milagrosa y poderosa. El Señor tiene un cuidado especial por Su pueblo, se preocupa por sus necesidades, alimentándolo y saciando su sed. Pero el pueblo de Israel todavía tenía un corazón ignorante con respecto al carácter y la soberanía de Su Dios, y tenía un temperamento rebelde y quejumbroso.
El Señor les demandaba que dejaran los caminos paganos de Egipto para que pudieran aprender los caminos de Dios. Él les dijo: «Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra» (Ex. 19:5).
Los Diez Mandamientos son los valores eternos esenciales sobre los cuales el Señor establece una relación con Su pueblo y también entre los miembros entre sí. Los primeros cuatro mandamientos ordenan cómo el pueblo se debe relacionar con Dios y los seis restantes ordenan como los miembros del pueblo de Israel deben relacionarse entre ellos. Estos mandamientos son las estipulaciones por medio de las cuales aquellos que estaban bajo el pacto con Dios debían vivir, sometiéndose con completa lealtad al Dios que los había redimido de la esclavitud para llevarlos a vivir con completa dependencia de Él en una tierra que «fluye leche y miel».
El Señor empieza el Decálogo presentándose a Sí mismo como el Dios soberano y libertador(Ex. 20:1-2).
Nuestro Dios es el Creador del cielo y la tierra y, por lo tanto Señor y dueño de todo cuanto existe (Gén. 1:1). El salmista lo expresa de manera poética, cuando dice: «De Jehová es la tierra y su plenitud; El mundo y los que en él habitan» (Sal. 24:1). Jehová tiene derecho sobre Su pueblo por creación y ahora también por redención (Is. 43:1).
El dominio de Jehová sobre la creación genera el primer mandamiento: «No tendrás dioses ajenos delante de mí» (Ex. 20:3). Él no buscaba demostrar que era el único y verdadero Dios, sino que Israel le debía lealtad absoluta como resultado de lo que Él había hecho por ellos al liberarlos de la esclavitud en Egipto. Dios los distinguió de entre todos los pueblos, al usar Su poder para liberarlos. Ahora les tocaba a ellos dejar en absoluto a todos los dioses e ídolos paganos y no dejar que ninguno se interpusiera en su completa devoción a Jehová, su Señor y Libertador.
La estipulación incluye la prohibición de la elaboración de cualquier figura que busque representar a Dios o un ídolo (Ex. 20:4-5a).
La superstición idolátrica hacía creer a los antiguos que esas representaciones de los dioses impartían cierto poder de preservación o de fructificación al que lo poseía. Por lo tanto, terminaban ocupando el lugar de Dios y se convertía en el centro de su vida. Nuestro Dios es incomparable e inmenso, único e insuperable, nada lo puede reemplazar.

Pregunta 3:

¿Te has sentido protegido por el Señor?
El Señor reclama una devoción y lealtad absolutas en donde el Señor ocupa el primer lugar de nuestra vida (Ex. 20:5b-6). Así como es misericordioso, también nuestro Dios es justo y celoso. Israel no podrá vivir si es que no pone al Señor en el primer lugar que le corresponde.
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