La NECESIDAD de orar

Jesús y la Oración  •  Sermon  •  Submitted
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Todos los creyentes tenemos una gran necesidad de orar. El ejemplo y el consejo del Señor fue claro: "velad y orad para que no entréis en tentación"

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INTRODUCCIÓN

¿Porqué debemos orar?

EL EJEMPLO DEL SEÑOR JESÚS

Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro. Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera. Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo. Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. (, RVR60)
Sin lugar a dudas el cristiano debe imitar al Maestro en todo. En eso consiste la vida cristiana, en andar como el anduvo (). Nuestro Señor y Maestro es el ejemplo al que somos llamados a seguir. Su vida es nuestro modelo. Así que, mirémoslo en el aquel huerto en Getsemaní. En medio de esa dura noche que sería entregado, después de compartir con sus discípulos la última cena, los lleva a aquel lugar para dedicarse a orar (v. 36).
Dejando a 8 de ellos sentados en algún lugar del huerto tomó a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo para ir a un lugar aun más privado. Es allí donde vemos revelado lo que ocurría ya en el corazón de nuestro Señor. Ante la realidad que habría de enfrentarse a la cruz de tormentos, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera. Expresando a sus tres discípulos más cercanos su angustia les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo (v.38). El Señor compartió su tristeza con sus discípulos. Les hizo evidente cuán grande era la aflicción de su corazón, y lo único que les pidió fue permaneciesen despiertos con él en oración.
Jesús estaba grandemente afligido y preocupado. Su alma estaba siendo atormentada al considerar los tormentos que en una hora habría de padecer en la cruenta cruz del calvario. También había compartido su sentir con sus discípulos y amigos (). Sin embargo, no se detuvo allí. Había uno más al que necesitaba llevar sus cargas y dolores. Había uno más al que necesitaba, por el bien de su alma. contar y entregar su dolor. Él necesitaba, en esa noche tormentosa dirigirse al Padre y gozar de Él la bendita comunión.
Cuantas veces, hermanos, cuando pasamos por tristeza y necesidad no corremos a contarlo a nuestro seres queridos y amigos; aun más, pedimos que oren por nuestra necesidad, y, con todo, nosotros mismos no buscamos, por nosotros mismos, el bendito consuelo. Miremos el ejemplo de Jesús, no solo pidió a sus amigos que orasen por Él, sino que “yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando...”.
Oh, que siguiéramos ese ejemplo: que en toda lucha, angustia y necesidad, cada uno de nosotros, de manera personal se apartará de todos para pasar tiempo a solas con el Padre, en oración. Pide a tus hermanos y amigos que oren por ti, pero ora tu también, lleva todo a Dios en oración. Ese es el ejemplo de nuestro Señor Jesús.
No es el propósito de este mensaje explicar los detalles del contenido de la oración del Señor, pero si podemos encontrar en esas palabras ejemplo de como es la oración que agrada al Señor:
Debemos orar con una actitud de humildad y devoción. Jesús, el Señor, no se acercó con irreverencia a la presencia de Dios, sino humillado postrándose sobre su rostro. El no estaba en la sinagoga, ni en el templo. Estaba en la presencia de Dios. El Gestsemaní se convirtió en el palacio de Dios, porque allí Dios derramó su presencia para escuchar a Su Hijo. Por lo cuál, en aquel lugar, el Maestro con toda humildad y devoción postró rostro en tierra. Cada vez que oramos, nos acercamos al Padre, hagámoslo con humildad y devoción
Debemos acercarnos con la confianza de que Dios es nuestro Padre. Jesús inició orando “Padre mío”. Así mismo, enseñando a orar a sus discípulos también les dijo “Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos (). Así como Cristo oró confiando en que Dios era su Padre, así también los discípulos de Jesús debemos orar, pues hemos sido “adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo” ().
Debemos orar con toda sinceridad, presentando delante del Señor nuestra causa. Jesús oró diciendo “si es posible, pase de mí esta copa”. El Señor no trató de impresionar al Padre ocultando su angustia y dolor. Fue sincero en su petición. La copa de la ira de Dios que habría de beber horas mas tarde era la razón de su angustia; como tal la presentó al Señor.
Reina Valera Revisada (1960). (1998). (). Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas.
Reina Valera Revisada (1960). (1998). (). Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas.
Debemos orar con sometimiento, buscando que nuestra voluntad se amolde a la de Dios y no al revés. El Hijo de Dios, la Segunda Persona de la Trinidad, el Verbo Divino, el Alfa y la Omega, el Cordero de Dios no declaró ni decretó; no ató ni desató; no arrebató ni proclamó; solo, humildemente rogo que fuese la voluntad del Padre la que se cumpliese y no la suya.
Así, que nuestra necesidad de orar la encontramos en el ejemplo de Jesús. Si el tuvo que orar siendo perfecto y justo ¿cuánto más nosotros viles y débiles pecadores?
Sin embargo, no es solo el ejemplo de Jesús lo que nos llama a orar sin cesar, también lo es Su consejo.

EL CONSEJO (MANDATO) DE JESÚS

Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.” (, RVR60)
El texto nos enseña que no después de pasar cierto tiempo en oración al Padre, Jesús vuelve a sus discípulos a los que había pedido que permanecieran alertas con él. Cuando vuelve a ellos los encuentra dormidos. La decepción de Jesús se muestra en la primera parte de sus palabras que externa a Pedro recalcando que no pudieron velar con él una hora. Al decir una hora, no necesariamente debemos interpretarlo como que Jesús estuvo orando exactamente 60 minutos. Más bien, la idea que se da en el griego es la de un periodo de tiempo corto y determinado. Es decir, que el descuido de los discípulos a las palabras de Jesús no se debía a que Él se hubiere demorado demasiado orando, sino en la debilidad de ellos.
Es en medio de estas circunstancias que el Señor da instrucción a los discípulos. ¿Qué consejo da el Señor a esos hombres débiles y soñolientos? Velad y orad. Jesús los invita y llama a permanecer firmes y contantes en la oración. Precisamente porque eran débiles, los discípulos necesitaban dedicarse con más tiempo y entrega a la oración.
Hermanos, permítaseme aclarar algo. Cuando el Señor aconseja algo al hombre, su consejo no debe ser recibido como el consejo de los demás hombres. El hombre aconseja como dando una posibilidad (cuando menos) al que requiere de dicho consejo. El hombre no aconseja entendiendo que su consejo debe ser obedecido sin chistar; el consejo del hombre se presenta como una buena sugerencia. NO ASÍ, el consejo del Señor. Cuando el Señor aconseja lo hace en un tenor de orden porque ¿qué otro consejo será más sabio y más digno de ser seguido que el de nuestro Dios? Él no necesita consejo de nadie, más bien es su consejo el que necesita todo hombre. El Salmista dijo “Me has guiado según tu consejo, Y después me recibirás en gloria.” (, RVR60). El hombre necesita el consejo de Dios para saber como vivir en esta vida, y como salir avante ante la muerte.
Así que el consejo de Jesús, de velar y orar, no debe ser tomado solo como una buena sugerencia, sino como un divino mandato que debemos con toda prontitud obedecer.
El mismo Señor Jesús explica a sus adormilados discípulos porque les aconseja y manda permanecer firmes y constantes en la oración: elad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. La necesidad de orar radica en la debilidad de los siervos de Dios.
Jesús nos advirtió que es orando que seremos librados de entrar en la tentación. Es que la oración, como uno de los santos medios de gracia establecidos por Dios, es usada por el Señor para fortalecernos en medio de la tentación y guardarnos de caer en ella. A querido el Señor que orando, seamos fortalecidos en el hombre interior por el Espíritu Santo. Ante nuestro problema de debilidad, el Señor nos ha dado la oración como un medio de gracia para que nos acerquemos a él para ser fortalecidos.
Oh, hermano ¿te sientes débil en tu fe? ¿constantemente te sientes derrotado por el pecado? ¿sientes un profundo cansancio espiritual? ¿está tu alma deprimida y desconsolada que sientes morir? permíteme preguntarte ¿cómo está tu vida de oración? ¿Has apartado tiempo para que, estando a solas con el Señor lleves toda causa a Él? ¿Has estado buscando el consuelo, la paz y la esperanza que necesitas por medio de acercarte a Dios en oración?
El pastor Leonard Ravenhill alguna vez dijo con mucha razón: “Si somos débiles en la oración somos débiles en todo” . Que cruda verdad, hermano. Aquél que no dedica tiempo a la oración, acompañado de la lectura de la palabra del Señor, ¿de donde sacará fuerza si no goza de comunión con el Señor?
El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas.” (, RVR60)
Temible eres, oh Dios, desde tus santuarios; El Dios de Israel, él da fuerza y vigor a su pueblo. Bendito sea Dios.” (, RVR60)
Pero, bendita gracia
Es solamente nuestro Dios el que renueva nuestras fuerzas, el que nos infunde santo vigor. Es solamente Él quien puede fortalecernos y socorrernos en nuestras debilidades, ¿por qué no le buscamos en oración?
Entendamos bien esto, hermanos: no es la oración la que nos da fortaleza y vigor; es nuestro Dios a quien nos acercamos por medio de la oración. De quien buscamos fuerza, ánimo y vigor es de Dios, pero es por medio de la oración que nos acercamos a Él. Cuanto necesitamos orar. Ruego a Dios que él despierte en tu corazón un grande anhelo de orar, no por el hecho en sí mismo de cerrar los ojos y hablar, sino por la realidad de que es por medio de la oración que gozamos de la comunión con nuestro bendito y todopoderoso Padre celestial.
Orad hermanos porque por la oración somos acercados al trono de la gracia.
Mis hermanos, aferraos a esta gran verdad: que Cristo Jesús, nuestro redentor, murió en la cruz para que cada vez que oremos tengamos la seguridad que nos acercamos a Dios y el nos escuchará y nos fortalecerá.
Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.” (, RVR60)
Acerquémonos a Dios en oración, hermanos, porque ya Cristo, por su sacrificio en la cruz nos ha dejado acceso libre al trono de la gracia para alcanzar misericordia y oportuno socorro. Buscad al Padre en oración con la confianza de que el velo que nos separaba de Él ya ha sido cortado cuando Cristo Jesús murió en la cruz. El acceso al trono de Dios nos es permitido, vayamos en oración a Él, que el se compadece de nuestras debilidades.
El Señor Jesús nos ordenó velar y orar porque, aunque somos débiles y caemos fácil en la tentación, por medio de a oración el nos infunde su fortaleza y santo vigor.

CONCLUSIÓN

Así que, hermanos, ¿por qué debemos orar?
Porque es el ejemplo que recibimos del Señor Jesús. Si él, siendo perfecto y justo, tuvo la necesidad de orar, ¿cuánto más nosotros viles y débiles pecadores? Oremos siguiendo el ejemplo de Jesús: con humildad, devoción, confianza, sinceridad y sometimiento.
Porque es el consejo de nuestro Señor Jesús ante nuestra debilidad. Siendo hombres débiles, necesitamos la fortaleza y socorro de nuestro buen Padre celestial y es por medio de la oración que el nos infunde estas gracias. Si somos débiles en la oración seremos débiles en todo.
Teniendo el ejemplo y el consejo del Señor Jesús, recordemos también que es por el que tenemos acceso al trono de la gracia, por lo cual orad sin cesar ().
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