No menosprecies el día de las pequeñeces

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TBB: Marcos 4:30-34
Introducción
1. La parábola que vimos el pasado domingo Jesús compara el reino de Dios con el proceso evolutivo de una semilla.
Nos recuerda que no podemos hacer crecer la semilla; es más, no podemos ni siquiera explicar cómo crece.
La obra de gracia en el corazón de una persona está en las manos de Dios completamente. Dios la inicia, la continua y la completa.
Provocar el proceso sería nuestra responsabilidad al sembrar la semilla, pero sólo Dios la puede fructificar.
2. En esta parábola Jesús enseña otra verdad relacionada también con el reino de Dios.
El dice que aunque al principio pequeño, el reino de Dios crecería en tamaño y en influencia.
3. Jesús comienza haciendo una pregunta retórica v.30.
a) El utiliza el símil de la semilla de mostaza.
b) Al utilizar esta comparación hay dos cuadros que cualquier judío podría reconocer fácilmente.
i. Primero, en Palestina se usaba proverbialmente el grano de mostaza como la cosa más pequeña que se pudiera imaginar.
· Por ejemplo, «una fe como un grano de mostaza» quiere decir «la cantidad más pequeña imaginable de fe.»
· Este grano de mostaza crecía hasta hacerse algo como un árbol. Un viajero en Palestina habla de haber visto una planta de mostaza que, en altura, sobrepasaba a un caballo con su jinete.
· A los pájaros les encantan las semillitas negras del árbol, y era corriente ver una nube de pájaros en una planta de mostaza.
ii. Segundo, en el A T se describe un gran imperio como un árbol, y los países súbditos como las aves que encuentran cobijo a la sombra de sus ramas (Ezequiel 17:22; 31:1; Daniel 4:10, 21).
La figura de un árbol con pájaros en sus ramas representa por tanto un gran reino y las naciones que forman parte de él.
4. Por tanto, la semilla de mostaza en esta parábola nos muestra el progreso del cristianismo en el mundo.
I. Aprendemos, en primer lugar, que al igual que la semilla de mostaza, LA IGLESIA DE CRISTO SERÍA PEQUEÑA Y DÉBIL AL PRINCIPIO.
1. El reino de Dios, la presencia y la manifestación de la obra de Dios a través de Cristo comenzó en aparente debilidad e insignificancia.
a. ¿Cómo vino al mundo el Rey de ese reino?
Como un débil bebé, nacido en un pesebre en Belén, sin riquezas, ejércitos, sirvientes, ni poder; rodeado de animales en un establo.
b. ¿Quiénes eran aquellos a quienes el Rey reunió a su alrededor y a quienes nombró apóstoles?
Eran personas pobres y sin conocimientos: pescadores, publicanos, al parecer la gente más inapropiada para conmover al mundo. (1 Co 1:26-29).
c. ¿Cuál fue el último acto público del Rey de este reino?
Fue crucificado como un malhechor entre dos ladrones, abandonado por casi todos sus discípulos, traicionado por uno de ellos y negado por otro.
d. ¿Cuál fue la doctrina que llevó a los primeros edificadores de la Iglesia del aposento alto en Jerusalén a predicar al mundo entero?
Fue una doctrina que para los judíos era piedra de tropiezo y para los griegos locura. (1Corintios 1.23)
¡Fue una proclamación de que Aquel que era la gran Cabeza de esta nueva religión había sido crucificado y que, sin embargo, ellos ofrecían al mundo vida por medio de su muerte!
e. En todo esto, la mente del hombre no puede percibir sino debilidad y limitaciones.
Verdaderamente el símbolo de la semilla del grano de mostaza se verificó y se cumplió hasta la última letra.
A los ojos del hombre, el comienzo de la Iglesia fue despreciable, insignificante, débil y pequeño, como una “semilla de mostaza”.
2. No te desanimes cuando intentas buscar a Dios y sientes que no avanzas, o que hay tanto por entender que no lo lograrás. A ti sólo te es requerido que creas, que le busques, que insistas aunque lo que entiendes o experimentas es tan solo del tamaño de una semilla de mostaza. ¡No te devuelvas! Así de pequeño también empezó el reino de Dios, ¡y creció!
3. Igualmente, no te desanimes cuando intentas sembrar esta semilla; aunque a primera vista no veas resultados, la parábola anterior nos recuerda que el resultado lo produce Dios, y esta parábola nos enseña que aunque el inicio sea aparentemente insignificante, el reino eventualmente crecerá.
OT: Esto nos lleva al segundo punto:
II. Aprendemos que, como la semilla de mostaza, LA IGLESIA, UNA VEZ PLANTADA, CRECERÍA.
“El grano de mostaza […] después de sembrado, crece, y se hace la mayor de todas las hortalizas”.
1. No se puede escoger una figura más claramente aplicable al crecimiento de la Iglesia de Cristo en el mundo.
2. Comenzó a crecer desde el día de Pentecostés y creció con una rapidez que nada puede producirla, salvo la mano de Dios.
a. Creció fantásticamente cuando 3000 almas se convirtieron de golpe y 5000 más pocos días después.
b. Creció de forma fantástica cuando en Antioquía, en Éfeso, en Filipo, en Corinto y en Roma se formaron congregaciones y el cristianismo se estableció firmemente.
c. Creció, aunque el contexto en el que creció gritaba que sería imposible: nunca olvidemos que la iglesia creció rodeada de imperios: la religión judía, el imperio griego de la filosofía y el imperio romano del politeísmo y el poder.
d. Creció fantásticamente cuando, al fin, la religión despreciada de Cristo se extendió por la mayor parte de Europa, Asia Menor y el norte de África y, a pesar de la feroz persecución y oposición, suplantó la idolatría pagana y se convirtió en el credo profesado por todo el imperio romano, el mismo imperio que procuró exterminarla.
e. Ese crecimiento debió de ser maravilloso a los ojos de muchos. Pero solo era lo que nuestro Señor había anticipado en la parábola que tenemos ante nosotros. El Reino de Dios es “como el grano de mostaza”.
CONCLUSIÓN
1. A la luz de esta parábola aprendamos a no despreciar nunca ningún movimiento ni instrumento en la Iglesia de Cristo porque al principio sea débil y pequeño.
· Recordemos el pesebre de Belén y aprendamos sabiduría. El nombre de Aquel que descansó en él, un bebé indefenso, es ahora conocido en todo el mundo.
· La pequeña semilla que fue plantada el día que Jesús nació se ha convertido en un gran árbol, y nosotros mismos disfrutamos de su sombra.
2. Por tanto, una palabra del evangelio sembrada en un corazón puede ser el comienzo de una iglesia fuerte;
un deseo interno de saber más sobre el evangelio puede ser el comienzo de tu vida eterna;
una semilla de la Palabra plantada puede ser el comienzo de una cosecha de almas salvadas.
3. No menosprecies los comienzos pequeños. El reino de Dios en ti y en el mundo tiene el potencial y la promesa de crecer a pesar de su discreto comienzo.
4. Por muy despreciado que halla sido al principio, y por muy insignificante que parezca a los ojos humanos hoy, el reino sigue hacia adelante “venciendo y para vencer” (Ap 6:1-2; Ap 17:14).
5. Ese reino, al igual que la semilla de mostaza, se establecerá de manera cada vez más extensa y firme. ¡Lo hará porque es el reino de Dios!
6. ¿Qué estás haciendo para extender ese reino en ti y a través de ti?
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