El camino del crecimiento personal

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Las Preguntas

La vida está llena de preguntas y de igual forma el evangelio:
Marcos 8.29 RVR60
Entonces él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy? Respondiendo Pedro, le dijo: Tú eres el Cristo.
Juan 1.38 RVR60
Y volviéndose Jesús, y viendo que le seguían, les dijo: ¿Qué buscáis? Ellos le dijeron: Rabí (que traducido es, Maestro), ¿dónde moras?
Lucas 5.22 RVR60
Jesús entonces, conociendo los pensamientos de ellos, respondiendo les dijo: ¿Qué caviláis en vuestros corazones?
Marcos 4.40 RVR60
Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?
Todas las preguntas de Jesús se dirigen a nuestro corazón. Son preguntas que están dirigidas a lo que está más allá de los intereses inmediatos a los que nos tiene acostumbrado nuestra cultura.
Son preguntas que Jesús hace mirándonos a los ojos, buscando la identidad y al mismo tiempo convocándola.
Esas preguntas de Jesús van dirigidas al corazón y tienen como propósito que nos encontremos con nosotros mismos y con la verdad de su respuesta que nos confronta.
Sin embargo, para encontrar el camino, cualquier camino, debemos crecer como personas, allí en el interior, en las relaciones, en la donación. Nuestro viaje es uno de madurez y crecimiento que se recorre personalmente. NO podremos encontrar a Jesús al margen del encuentro personal.
En toda experiencia de fe hay un proceso que provoca respuestas decisivas. Quien haya sido tocado por Jesús siempre se hará una pregunta: ¿Qué quiere Dios de mí?
Si usted toma la vida en sus manos simplemente se preguntará: ¿Qué quiero yo? En cualquier caso hay que decidir personalmente.
Dios no te pregutará por qué no has sido como Moisés, como Pablo, como Juan, sino ¿por qué no has sido tú? El gran desafío es que seamos nosotros mismos.
Es necesario saber ¿para qué vivimos? ¿A quién pertenecemos?
Es tiempo de transformar tu historia cotidiana en una historia de salvación.
El camino de la fe no se puede asumir sin tu propia historia. Sí, así, con tus límites, con tus posibilidades, con frustraciones y con esperanza que van conformando tu vida.
Muchas dudas, muchos fracasos, muchas frustraciones, muchos problemas, conflictos, nacen de nuestra incertidumbre más radical: del desconocimiento de nosotros mismos.
Es por eso que las preguntas de Jesús nos sitúan frente a nuestra realidad. Son preguntas que tienen una respuesta más allá de lo razonable. Cuestionan la propia seguridad, la coherencia de las opciones, y por lo tanto, la propia vida.
La gran dificultad de este tiempo es que la gente quiere que Dios les toque por fuera, pero realmente Dios toca por dentro.
Asumir el proyecto de ser cristiano/cristiana supone una novedad, cambios de valores, de actitudes y referencias sólo posibles desde rupturas nada fáciles.
Son decisiones que el ser humano tiene que tomar en el corazón y que han de encontrar su correspondencia en la vida cotidiana, en su desenvolvimiento.
Es que es por ese valle que no quieren pasar pero es necesario.

Decimos “mas o menos” cuando la respuesta es bien, pero no tanto.

Bien es una respuesta obligada. Es fácil y descomprometida. En medio de una sociedad que aspira al bienestar como valor absoluto, estar bien es una obligación.
Estamos ante una cultura de estereotipos, hay que estar bien o por lo menos aparentarlo, aunque no sepamos quién habita el corazón. Esta es la tragedia del ser humano económico, temeroso de perder lo que tiene aunque ignora quién y de quién es.
Esta cultura, proyectora de imágenes falsas, crea un ser humano dividido, esquizofrénico, aparentemente feliz e interiormente vacío. Un ser humano que solo sabe consumir, pero que no sabe dar razón de su propia vida.
Génesis 3.9 RVR60
Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú?
Ese dónde estás tú es sinónimo de ¿Quién eres? Es la pregunta al que no sabe a dónde va y necesitada de salvación.
La salvación que Dios te da es que recuperes tu identidad personal, tu dignidad de persona.
El ser humano ha perdido la armonía, lo diáfano, la coherencia. Es un ser con luces y sombras, un ser de servicio, de gratitud, de donación, pero a la vez es agresivo, violento, capaz de odiar, de enfrentar.
Es ahí donde nos damos cuenta que el ser humano es ambiguo, contradictorio.
¿A qué nos lleva Jesús?
A descubrir que estás hecho para el amor. Eres hijo del que se define como amor. Estamos inclinado a amar. Es por ello que ante tanta contrariedad nos damos cuenta que es porque no somos verdaderamente libres.
Es por que no somos dueños de nosotros mismos. Esta pasiones nos esclavizan y nos distorsionan.
Ya está bien de huir. Huir revela que no somos capaces de enfrentar la vida. Cuando huimos pretendemos identificarnos con el disimulo, la mentira, el recurso de la doble vida con su fuerza desintegradora. Ante el temor de la verdad aparentamos lo que no somos, nos convertimos en víctimas de la imagen, del rol, de lo que los demás esperan o quieren de nosotros.
Ahí en esa imagen de apariencia vivimos en el engaño, en la mentira. Por ello surge la huida, la inseguridad, nuestros temores, es decir la miseria que habita en nuestros corazones.
No podemos aislarnos de lo que le plantea Pablo en su Carta a los Romanos porque ve la humanidad sin salida.
Romanos 3.10 RVR60
Como está escrito: No hay justo, ni aun uno;
Romanos
La única salida es Jesús y proclamamos la gran amnistía mediante la fe en él:
Romanos 3.21–24 RVR60
Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas;la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia,por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús,
Dejaremos de huir y de escondernos cuando seamos libres. Si usted sabe que es libre en Cristo podrá vivir buscando esa libertad y afirmando su vida en Cristo.
El ser humano queda libre de pecado
Ese pecado que domina, que esclaviza… Trata Jesús directamente con nuestro pecado, es decir lo que hay dentro de nosotros sin Cristo.
2 Corintios 5.15 RVR60
y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.
Ahora vivimos para Cristo y ya no nos pertenecemos sino que le pertenecemos a Cristo. La muerte de Cristo reclama tu vida, precisamente para que ya no vivas buscando y viviendo para ti sino para Dios.
Es por pura gracia que hoy eres libre y un ser humano con esperanza.
Descubrimos nuestra verdadera identidad conociendo lo que Dios dice de nosotros. Él no miente, su Palabra es verdadera y no cambia. Él nunca nos desvaloriza, y no nos descalifica. para Él no somos “menos”. Nos acepta tal como somos pero no quiere que permanezcamos así, Él quiere sanarnos y edificarnos.