Sermon Tone Analysis

Overall tone of the sermon

This automated analysis scores the text on the likely presence of emotional, language, and social tones. There are no right or wrong scores; this is just an indication of tones readers or listeners may pick up from the text.
A score of 0.5 or higher indicates the tone is likely present.
Emotion Tone
Anger
0.07UNLIKELY
Disgust
0.1UNLIKELY
Fear
0.11UNLIKELY
Joy
0.19UNLIKELY
Sadness
0.11UNLIKELY
Language Tone
Analytical
0UNLIKELY
Confident
0.03UNLIKELY
Tentative
0UNLIKELY
Social Tone
Openness
0.11UNLIKELY
Conscientiousness
0.15UNLIKELY
Extraversion
0.46UNLIKELY
Agreeableness
0.6LIKELY
Emotional Range
0.15UNLIKELY

Tone of specific sentences

Tones
Emotion
Anger
Disgust
Fear
Joy
Sadness
Language
Analytical
Confident
Tentative
Social Tendencies
Openness
Conscientiousness
Extraversion
Agreeableness
Emotional Range
Anger
< .5
.5 - .6
.6 - .7
.7 - .8
.8 - .9
> .9
Celulas en las casas
Isaías 28:23–29: “Escuchen, oigan mi voz; presten atención, oigan mi palabra: cuando un agricultor ara para sembrar, ¿lo hace sin descanso?
¿Se pasa todos los días rompiendo y rastrillando su terreno?
Después de que ha emparejado la superficie, ¿no siembra eneldo y esparce comino?
¿No siembra trigo en hileras, cebada en el lugar debido y centeno en las orillas?
Es Dios quien lo instruye y le enseña cómo hacerlo.
Porque no se trilla el eneldo con rastrillo, ni sobre el comino se pasa una rueda de carreta, sino que el eneldo se golpea con una vara, y el comino con un palo.
El grano se tritura, pero no demasiado, ni tampoco se trilla sin descanso.
Se le pasan las ruedas de la carreta, pero los caballos no lo trituran.
También esto viene del Señor Todopoderoso, admirable por su consejo y magnífico por su sabiduría.”
Cualquier agricultor sabe que no es lo mismo sembrar eneldo que sembrar comino.
También hay una gran diferencia entre la siembra que corresponde al trigo y la que corresponde a la cebada o la avena.
Cada semilla requiere de una preparación específica del terreno y de una siembra singular.
De igual modo, cada especie demanda de un tratamiento propio.
El eneldo no se trilla con trillo o rastrillo, como tampoco se le pasa rueda de carreta al comino.
El eneldo se sacude con un palo, mientras que el comino se sacude con una vara, así como el grano de trigo se trilla con un rastrillo.
Cada acción humana es gobernada por sus propias leyes, cuyo cumplimiento y observación garantizan los mejores resultados.
Por cierto, el agricultor sabio y entendido es aquel que mejor conoce estas leyes y quien más adecuadamente las respeta.
Para ello hace falta de gran sabiduría.
En el reino de Dios se cumple la misma verdad y se sigue el mismo principio: hay ciertas leyes que rigen la acción de la iglesia y de los líderes, en su empeño por cumplir con su misión en el mundo.
Si los líderes y la iglesia, llenos del consejo de Dios y de su sabiduría, acatan las leyes que regulan su labor de pesca de almas, los resultados que obtengan serán sorprendentes.
En este sentido, hay leyes del ministerio cristiano que regulan la visión que el Señor nos da a los líderes para la conducción del rebaño y el logro de los propósitos de Dios a través de su pueblo
Principios o enunciados precisos
Hay ciertos principios o enunciados precisos sobre la relación de los hechos en la esfera del ministerio cristiano, que pueden ser considerados como “leyes del ministerio”.
Estos principios o enunciados son el resultado de la repetida corroboración en la experiencia y práctica ministerial, y generalmente cuentan con la aceptación de los líderes más experimentados en el ministerio.
Una ley o principio del ministerio cristiano es una hipótesis que ha sido a tal punto verificada por la experiencia, que se la considera como probablemente verdadera y efectiva.
Una ley del ministerio de este tipo, se transforma en un enunciado universal y predictivo.
Es universal en el sentido de que se considera que la relación establecida ocurrirá bajo las condiciones especificadas, aunque estas condiciones sean muy limitativas.
Es predictiva porue si se dan las condiciones específicadas, se puede predecir que seguirá la relación y los resultados anticipados.
Cuando el Señor nos llama a bogar mar adentro y a echar nuestras redes para pescar (Lc.
5:4) está enunciando de manera metafórica una de estas leyes del ministerio.
Si vamos a ser efectivos en nuestra responsabilidad como “pescadores de hombres” (Mr. 1:17), será necesario que prestemos atención al principio estratégico que Jesús mismo estableció para ello: llevar la barca “hacia aguas más profundas”, y echar allí las redes para pescar.
Es en las aguas más profundas donde se pueden conseguir mejores resultados y más abundantes.
Pero esta pesca no es ingenua ni cándida.
Por el contrario, esta acción de pesca a la que el Señor nos llama como líderes e iglesias está sujeta a ciertas leyes del ministerio, cuyo conocimiento y aplicación es vital para garantizarnos los mejores resultados en nuestros esfuerzos.
Diez leyes del ministerio
En este sentido, hay diez leyes del ministerio que tienen que ver con la visión que deben tener los líderes cristianos, a fin de conducir a su iglesia en el cumplimiento de la misión.
Una visión claramente definida nos da un sentido de dirección.
Por eso el líder tiene que ser, como ya hemos visto, una persona de visión.
La visión nos ayuda a enfocarnos más específicamente en nuestra misión, y en consecuencia, nos permite ser más efectivos en el cumplimiento de la misma.
Es por esto mismo, que una visión celestial nos ayuda también a seguir adelante hasta alcanzar la meta que nos es propuesta (Fil.
3:12–14).
Dios puede darnos una visión maravillosa, pero es necesario que transformemos la visión en acción.
La mejor manera de hacerlo es teniendo en cuenta estas diez leyes del ministerio, que son parte de la visión de Dios para el ministerio del liderazgo de la iglesia.
Estas leyes surgen de una comprensión misiológica del ministerio a la luz de las Escrituras.
La ley de la visión global y la acción local
El mandato de Jesús a sus primeros seguidores y a su iglesia universal abarca la doble dimensión de lo global y lo local.
En Hechos 1:8, leemos: “Cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén (dimensión local) como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra (dimensión global)”.
Los líderes necesitamos una visión global.
Por tener un carácter apostólico, la visión de la comunidad de fe debe alcanzar hasta “los confines de la tierra.”
Para ser relevantes en el mundo de hoy, nuestra visión debe romper el cautiverio del provincialismo y la limitación de una vista corta.
En un mundo globalizado es necesario que los líderes se muevan en una dimensión global para el cumplimiento de su ministerio.
Esto no sólo tiene que ver con la información de la que el líder se alimenta sino particularmente con la manera en que imagina su ministerio y el alcance del mismo.
El contexto de la visión del liderazgo hoy tiene que trascender a la congregación local para alcanzar al reino de Dios.
Debemos servir pensando en el reino de Dios y sus fines, más que limitarnos a la iglesia local y sus objetivos.
Los líderes necesitamos una acción local.
Mientras nos ocupamos de llegar hasta lo último de la tierra con el evangelio, debemos también hacer efectiva la presencia del reino en el lugar inmediato en el que Dios nos ha colocado.
El camino del testimonio cristiano que llega hasta lo más remoto de la tierra, comienza por el testimonio en nuestra Jerusalén.
La única manera de concretar ambas dimensiones de la misión cristiana es, bien parados y comprometidos en el lugar donde nos ha colocado el Señor, alzar nuestros ojos para ver los campos del mundo que ya están listos para que se recojan los frutos.
Como señaló Jesús: “¡Abran los ojos y miren los campos sembrados!
Ya la cosecha está madura” (Jn.
4:35)
La acción es más importante que las actividades.
El líder debe comprometerse con un programa de acción más que con un programa de actividades.
En términos bíblicos, la acción y la misión cristianas dependen más de lo que somos que de lo que hacemos.
El Señor no nos pide que hagamos esto o aquello, sino que seamos un determinado tipo de personas: santos (1 P. 1:16), pacientes (1 Ts. 5:14b), misericordiosos (Lc.
6:36), perfectos (Mt.
5:48), agradecidos (Col.
3:15b), maduros (1 Cor.
14:20).
Nuestra acción como líderes debe ser la expresión de nuestra fe (Stg.
2:22), “por el poder que obra eficazmente en nosotros” (Ef.
3:20).
La simplificación es más importante que la sofisticación.
Sofisticación no es sinónimo de efectividad, del mismo modo que simplificación no es indicación de fracaso.
Debemos aprender la lección de que con poco se puede lograr mucho.
Con cinco panes y dos peces se puede dar de comer a una multitud, en el poder del Señor.
Los medios por los cuales el líder cumpla sus objetivos serán siempre los más directos, sencillos y efectivos.
¿Para qué gastar energía y recursos en la producción de follaje, cuando lo que el Señor nos pide es que produzcamos fruto?
Recordemos lo que le pasó a la higuera que no produjo el fruto que Jesús esperaba encontrar (Mt.
21:18–22).
La ley de la acción y la simplificación
La amenaza más siniestra contra el desarrollo de un liderazgo efectivo es el activismo.
El activismo tiene que ver con una acción física y observable, que ha perdido todo sentido y objetivo, y se ha transformado en un fin en sí mismo, desvirtuando así su propósito.
En el ministerio esto resulta en una acumulación de actividades que responde a la fantasía e ilusión de que cuanto más actividades haya tanto mejor se alcanzarán los objetivos trazados.
La realidad es que el activismo es el peor enemigo de la acción inteligente y efectiva.
Con lo cual la suma de acción y simplificación parece ser la fórmula más adecuada para el logro de los fines que se buscan.
La acción es más importante que las actividades.
El líder debe comprometerse con un programa de acción más que con un programa de actividades.
En términos bíblicos, la acción y la misión cristianas dependen más de lo que somos que de lo que hacemos.
El Señor no nos pide que hagamos esto o aquello, sino que seamos un determinado tipo de personas: santos (1 P. 1:16), pacientes (1 Ts. 5:14b), misericordiosos (Lc.
6:36), perfectos (Mt.
5:48), agradecidos (Col.
3:15b), maduros (1 Cor.
14:20).
Nuestra acción como líderes debe ser la expresión de nuestra fe (Stg.
2:22), “por el poder que obra eficazmente en nosotros” (Ef.
3:20).
La simplificación es más importante que la sofisticación.
Sofisticación no es sinónimo de efectividad, del mismo modo que simplificación no es indicación de fracaso.
Debemos aprender la lección de que con poco se puede lograr mucho.
Con cinco panes y dos peces se puede dar de comer a una multitud, en el poder del Señor.
Los medios por los cuales el líder cumpla sus objetivos serán siempre los más directos, sencillos y efectivos.
¿Para qué gastar energía y recursos en la producción de follaje, cuando lo que el Señor nos pide es que produzcamos fruto?
Recordemos lo que le pasó a la higuera que no produjo el fruto que Jesús esperaba encontrar (Mt.
21:18–22).
La ley del organismo y la relación orgánica
La mayor parte de las imágenes y metáforas que encontramos en el Nuevo Testamento en relación con la iglesia la describen como un organismo.
< .5
.5 - .6
.6 - .7
.7 - .8
.8 - .9
> .9