PENTATEUCO

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INTRODUCCION AL PENTATEUCO

Antes de iniciar el estudio de los libros individuales del Pentateuco y del texto bíblico, conviene dar una ojeada sobre el Pentateuco en general, puesto que los libros de que se compone tienen entre sí una relación definitiva.

1. Definición de la palabra “Pentateuco”

La palabra Pentateuco viene de dos palabras griegas, pente, cinco, y teujos, libro, y significa cinco libros, referente a los primeros cinco libros de la Biblia. Este nombre es el que se emplea en la Septuaginta, versión griega del AT. El nombre que los judíos aplicaban a estos cinco libros fue torah, voz que significa instrucción, o ley.

Formaban estos cinco libros un conjunto definitivo y aparte del resto de la Biblia, siendo ellos la primera gran división de la Biblia hebrea, como se ha hecho notar ya (Canon del Antiguo Testamento, 1 iii), con una segunda y tercera división que constaba de los Profetas, y los Escritos (o Hagiógrafos), respectivamente.

2. Concepto de un “Hexateuco” de algunos autores

Algunos autores han desarrollado la teoría de un Hexateuco, palabra que significa seis libros, clasificación según la cual se agrega al Pentateuco un sexto libro, el de Josué.

No hay fundamento histórico para tal concepto, ni desde el punto de vista de la paternidad literaria, ni en relación con la costumbre de los judíos, ni en ninguna versión o manuscrito antiguo, aunque en la Versión Etiópica se reconoce un octateuco (ocho libros), desde Génesis a Rut.

Aunque falta base histórica para un Hexateuco, algunos alegan que podría ser ventajoso, desde el punto de vista de la unidad de la historia, agregar el libro de Josué al Pentateuco, V 1, p 134 puesto que aquél completa la historia que se desarrolla en el Pentateuco. Afirman que tiene el libro de Josué las mismas circunstancias históricas, y sigue con la narración de la conquista de la tierra prometida, que se empieza en el Pentateuco y que el libro de Deuteronomio deja sin terminar. En cambio, en el libro de Jueces, dicen que tenemos una situación completamente nueva y distinta. Además, dicen que hay ciertas afinidades literarias entre el Pentateuco y Josué.

A pesar de las razones alegadas, creo que podemos seguir con la clasificación que corrientemente hacemos de estos libros, la de un Pentateuco. El hecho de que en estos primeros cinco libros tenemos los códigos de Israel, les da una unidad y relación entre sí, que no tiene el libro de Josué con ellos.

Desde otro punto de vista, la situación que se afronta en el libro de Josué es enteramente nueva. Para su debida explicación he tenido que emplear unos cuatro capítulos de introducción, los que también preparan al lector para el estudio del libro de los Jueces, de modo que, al llegar al estudio de este último libro, no es necesario hacer más que referencias a la parte introductoria de la época de la conquista. La conexión entre Josué y Jueces, pues, es más estrecha que la conexión entre Josué y Deuteronomio.

Introducción al Pentateuco

Antes de iniciar el estudio de los libros individuales del Pentateuco y del texto bíblico, conviene dar una ojeada sobre el Pentateuco en general, puesto que los libros de que se compone tienen entre sí una relación definitiva.

1. Definición de la palabra “Pentateuco”

La palabra Pentateuco viene de dos palabras griegas, pente, cinco, y teujos, libro, y significa cinco libros, referente a los primeros cinco libros de la Biblia. Este nombre es el que se emplea en la Septuaginta, versión griega del AT. El nombre que los judíos aplicaban a estos cinco libros fue torah, voz que significa instrucción, o ley.
Formaban estos cinco libros un conjunto definitivo y aparte del resto de la Biblia, siendo ellos la primera gran división de la Biblia hebrea, como se ha hecho notar ya (Canon del Antiguo Testamento, 1 iii), con una segunda y tercera división que constaba de los Profetas, y los Escritos (o Hagiógrafos), respectivamente.

2. Concepto de un “Hexateuco” de algunos autores

Algunos autores han desarrollado la teoría de un Hexateuco, palabra que significa seis libros, clasificación según la cual se agrega al Pentateuco un sexto libro, el de Josué.
No hay fundamento histórico para tal concepto, ni desde el punto de vista de la paternidad literaria, ni en relación con la costumbre de los judíos, ni en ninguna versión o manuscrito antiguo, aunque en la Versión Etiópica se reconoce un octateuco (ocho libros), desde Génesis a Rut.
Aunque falta base histórica para un Hexateuco, algunos alegan que podría ser ventajoso, desde el punto de vista de la unidad de la historia, agregar el libro de Josué al Pentateuco, V 1, p 134 puesto que aquél completa la historia que se desarrolla en el Pentateuco. Afirman que tiene el libro de Josué las mismas circunstancias históricas, y sigue con la narración de la conquista de la tierra prometida, que se empieza en el Pentateuco y que el libro de Deuteronomio deja sin terminar. En cambio, en el libro de Jueces, dicen que tenemos una situación completamente nueva y distinta. Además, dicen que hay ciertas afinidades literarias entre el Pentateuco y Josué.
A pesar de las razones alegadas, creo que podemos seguir con la clasificación que corrientemente hacemos de estos libros, la de un Pentateuco. El hecho de que en estos primeros cinco libros tenemos los códigos de Israel, les da una unidad y relación entre sí, que no tiene el libro de Josué con ellos.
Desde otro punto de vista, la situación que se afronta en el libro de Josué es enteramente nueva. Para su debida explicación he tenido que emplear unos cuatro capítulos de introducción, los que también preparan al lector para el estudio del libro de los Jueces, de modo que, al llegar al estudio de este último libro, no es necesario hacer más que referencias a la parte introductoria de la época de la conquista. La conexión entre Josué y Jueces, pues, es más estrecha que la conexión entre Josué y Deuteronomio.

3. Autor

Nos ha de interesar una investigación breve del problema de la paternidad literaria del Pentateuco. Doy a continuación una breve exposición de las opiniones que existen en cuanto al autor del Pentateuco, con unas notas sobre los fenómenos bíblicos, que han dado lugar a estas opiniones.

i. Opiniones en cuanto al autor

La idea más común ha sido que el autor fue Moisés, idea que ha regido en círculos judíos desde la antigüedad, y que ha prevalecido en la teología protestante, evangélica, y católica, durante los siglos. Según esta opinión, Moisés ha de haber sido el autor de todo el Pentateuco, con excepción V 1, p 135 del relato de su muerte (), y algunos otros breves pasajes.
En épocas relativamente recientes, algunos han dudado que Moisés haya tenido algo que ver con la composición del Pentateuco. Han creído que es una obra compuesta por autores que vivieron mucho después de la época de Moisés, que combinaron antiguos documentos y relatos históricos de valor relativo, revisando, compilando, para formar una obra cuya historicidad es dudosa.
El punto de vista de muchos de estos autores ha sido francamente incrédulo, o si no, ellos, como fríos investigadores, se han acercado a los relatos sagrados como a cualquier libro histórico. No han tenido en cuenta los sentimientos religiosos de los creyentes, que podrían ofenderse por un manejo irreverente de la palabra de Dios. No nos ha de sorprender, pues, que el mundo cristiano conservador haya rechazado aun lo verdadero entre los descubrimientos que ellos han hecho referentes a la Biblia, y que sus investigaciones, aun en la parte buena, hayan causado poca impresión en el ambiente evangélico.

ii. Problema del autor en relación con las fuentes literarias

Vamos a notar primero aquella evidencia que más ha interesado a los investigadores modernos, y cuál ha sido su interpretación de ella. El problema que se presenta aquí es la cuestión de la relación de las fuentes literarias con el problema de la paternidad literaria.
La cosa que más ha llamado la atención, y que mayormente ha contribuído a la formación de ciertas teorías modernas, ha sido el uso en el Pentateuco de varias palabras que significan Dios. Entre estas palabras está la voz Elohim, que es la palabra genérica en hebreo que significa dios, o dioses (ya que es plural en forma), y que se traduce Dios en la Versión Reina-Valera, cuando se usa como nombre personal de Dios. Otra forma que se emplea es Yehowah, que en nuestra versión se traduce Jehová. Es el nombre personal de Dios que lo distingue de otros dioses; es el Dios de los hebreos. A veces una combinación de las dos formas se emplea: Yehowah Elohim. También se emplean las formas apocopadas, V 1, p 136 o abreviadas. Una forma apocopada es El, Dios, y se emplea en combinación con otro nombre de Dios (con Elohim, en ; ; y con la adición de Yehowah, en ; ); o con algún atributo de Dios (El Elyón: Dios Altísimo, ; El Schadáy: Dios Omnipotente, ; ; ; etc.), o en los libros poéticos se emplea solo. Otra forma apocopada es Yah que se traduce Jehová en ; ; se traduce más literalmente JAH en muchos pasajes: ; , ; ; ; .
Arguyen algunos eruditos de la época moderna que el uso de estos términos personales de Dios puede servir de guía para distinguir entre los autores de ciertos pasajes, o sea, distinguir y separar las fuentes y los documentos que los compiladores han incluído en su obra completa. Cuando se usa el nombre Yehowah, según esta teoría, el pasaje en que aparece ha sido escrito por cierto autor que tenía preferencia para este término. Cuando se emplea el nombre Elohim, otro autor ha escrito el pasaje. Una combinación de los dos nombres Yehowah Elohim implicaría un tercer autor, etc. Al principio, había una teoría de que dos autores o editores habrían actuado en la composición del Pentateuco, pero ha ido complicándose más y más la teoría con el correr del tiempo.
Las siguientes referencias, con una indicación de los términos empleados, aclararán lo dicho ya:
En , se emplea el nombre Elohim.
En , se emplea el nombre Yehowah Elohim, nombre doble que vuelve a repetirse en el Pentateuco sólo en .
En , se emplean los nombres Yehowah y Elohim indistintamente, lo que implicaría, según la teoría que vamos comentando, una mezcla de dos documentos o fuentes.
En , y 12:1–13:18, se usa el nombre Yehowah.
En , se emplea el nombre El Elyon (Dios Altísimo).
La relativa consecuencia del empleo de estos términos en ciertos trozos, fue lo que primero hizo que muchos eruditos en la materia ideasen y desarrollasen las teorías que vamos V 1, p 137 comentando. Entre éstos, algunos que han tenido una parte importante son: Juan Astruc (m. 1766), J. G. Eichhorn (1752–1827), F. Bleek (1793–1859), H. Hupfield (1796–1866), K. H. Graf (c. 1866), J. Wellhausen (n. 1844), y otros, seguidos por muchos en Europa y América. La teoría que más influencia ha ejercido, recibe su nombre de los dos últimos hombres que se han mencionado: La Hipótesis Graf-Wellhausen. Según los términos de esta teoría se distinguen cuatro documentos primarios:
(1) Un documento “J” (preparado por el jehovista, o sea, el redactor que de preferencia empleaba el término Jehová).
(2) Un documento “E” preparado por el elohista, o sea, el redactor que empleaba el término Elohim, Dios).
(3) Un documento “D” (el código de Deuteronomio).
(4) Un documento “P” (el código sacerdotal, viniendo la inicial “P” del inglés priest, o alemán Priester, sacerdote).
Según la teoría, el documento “J” y el documento “E” habrían sido combinados en un documento “JE” por otro redactor.
Esto representa la teoría en su forma más simple.
Otros autores, que en general han aceptado la hipótesis Graf-Wellhausen, han creído ver aun en los documentos primarios la evidencia de compilación, y han hablado de J1 y J2, y de E1 y E2, etc. Hay mucha diferencia entre ellos en cuanto a los detalles, aunque una concordancia general en cuanto a las divisiones fundamentales que ellos creen separan los documentos originales.
Los estudiantes conservadores han rechazado, o en todo, o en parte, la teoría Graf-Wellhausen. Entre éstos podemos mencionar a J. Orr, M. G. Kyle (ISBE, artículo Pentateuch), J. R. Sampey, B. H. Carroll, J. H. Raven, J. M. Adams, C. T. Francisco, J. W. Watts, y muchos otros.
¿Qué podemos decir en cuanto a la cuestión de fuentes y documentos originales?
En primer lugar, en general podemos reconocer la posibilidad del uso de fuentes escritas y documentos originales, en la escritura de los libros históricos de la Biblia, posibilidad que ha sido reconocida por muchos estudiantes conservadores de la Biblia (como señalaré en párrafos siguientes). La existencia de tales fuentes escritas se ha confirmado V 1, p 138 ya en el capítulo sobre el Canon del Antiguo Testamento, 2 iii, Referencias en el Antiguo Testamento a libros no incluídos. Entre tales fuentes se incluyen libros como el libro de Jaser, mencionado en ; Historia de Natán profeta, en (VM); libro de las crónicas de Salomón, en (VM); etc.
A. R. Miles, escritor conservador, expresa su objeción a la teoría documentaría que acabo de exponer, y se refiere a la posibilidad de fuentes escritas: “Esta conclusión no contradice la posibilidad de que Moisés hubiera empleado documentos antiguos que trataban de hechos anteriores a su tiempo, algunos de los cuales se hallan en el libro del Génesis” (Introducción Popular al estudio de las Sagradas Escrituras, pág. 144).
En relación con la cuestión de fuentes escritas, puede citarse la opinión del conservador B. H. Carroll: “… sin duda hubo multitudes de documentos de distintas clases, acerca de los hechos del Génesis. Sin embargo el Génesis no es un libro hecho de fragmentos artificialmente unidos; es una narración directa y continuada hecha por un solo hombre, y tiene las pruebas más notables de unidad …” (El Libro de Génesis, pág. 52).
Con respecto a fuentes escritas dice J. M. Adams (que antes de su muerte fue profesor de arqueología bíblica en el Seminario Teológico Bautista del Sur): “Puede concederse que todas estas obras (del Pentateuco) han sido sujetas al procedimiento de revisión de editores y escribas por muchos siglos y que, como se ha mostrado en los manuscritos del Nuevo Testamento, han entrado algunas interpolaciones junto con unas pocas lagunas. Pero resta que las narraciones que tenemos delante de nosotros, descansen en último caso, no sobre la tradición oral, sino sobre documentos, los que fueron escritos mucho antes del período de la Monarquía, y que prácticamente eran contemporáneos con los acontecimientos que registran” (Ancient Records and the Bible, pág. 155).
Incluyo ahora una cita del conservador J. Orr: “En general, no se niega que los libros históricos sean compilaciones, en gran parte, de escritos más antiguos, y la Crítica está dentro de sus derechos al procurar distinguirlos si puede. V 1, p 139 Es el hecho de que estos libros envuelven materiales antiguos y auténticos …” (Problem of the Old Testament, pág. 381).
Y es justamente en lo último que ha dicho J. Orr donde estriba el punto fundamental de divergencia entre estudiantes conservadores, y estudiantes liberales, o científicos: la autenticidad de los relatos, cosa que afirma el conservador, y que niega muchas veces el estudiante liberal, o científico.
La reacción más importante que ha venido en contra de las teorías documentarias que acabo de describir, se debe a que han tenido su origen entre los que han dudado de la autenticidad y la historicidad de los relatos.
Se debe notar que, en relación con el Pentateuco, en se menciona una fuente escrita, que sería un ejemplo de otros libros perdidos que el autor del Pentateuco habría tenido a su disposición. Este libro se titula: Libro de las Guerras de Jehová. Creo que se debe admitir, con Orr, Miles, y otros conservadores, que el autor de los libros del Pentateuco podía haber usado tales fuentes escritas, que le habrían sido heredadas del pasado. Entre los trozos que habrían sido derivados de tales documentos originales, podemos mencionar las tablas genealógicas: ; ; la tabla de las naciones: ; los pasajes poéticos: , ; ; etc. Estos pasajes, con otros que hay en el Pentateuco, serían muy antiguos, mucho anteriores a la época de Abraham.
A la vez que se reconoce la posibilidad de tales documentos, se debe notar que la existencia de ellos es hipotética, puesto que no hay referencias históricas a tales documentos. En efecto, hubiera sido perfectamente posible que los antiguos hebreos hubieran conservado oralmente los detalles de las tablas que acabo de mencionar, y los pasajes poéticos que he citado.
De cualquier forma, en algún momento de la historia primitiva, los datos en los trozos genealógicos y poéticos habrían sido transmitidos oralmente. Así que, si el autor bíblico consiguió los datos para su obra oralmente, o si tuvo documentos escritos, de los cuales sacara los informes, la fuente original sería la llamada tradición oral, es decir, la historia de la raza transmitida por palabra oral.
V 1, p 140 De todos modos, el hecho de ser un dato transmitido oralmente, o por escrito, no cambia su historicidad. En cierta manera, hablando desde un punto de vista humano, la existencia de un documento escrito, que haya servido de fuente para un dato bíblico, aumenta la autenticidad de los relatos. A la vez, tengamos en cuenta que, desde el punto de vista divino, los libros bíblicos son inspirados aparte del carácter de sus fuentes originales. Si Dios quiso guiar a los escritores bíblicos para que emplearan materiales que les habían sido transmitidos oralmente, o si los guió para que emplearan documentos escritos, y para que los incorporaran íntegramente en sus relatos, ¿qué podemos decir nosotros? Igualmente son auténticos e inspirados. En vez de torcer la evidencia para apoyar ciertas teorías particulares tocantes a la forma en que los libros bíblicos fueron compuestos, debemos descubrir, si podemos, cómo hizo Dios para que los hicieran.
Así, dentro de los límites de una actitud reverente y de fe, creo que no sería malo investigar las fuentes originales de nuestros libros. En fin, aunque estos datos no serán tan importantes para el alma humana como las lecciones devocionales, todo dato que se relacione con nuestra Biblia ha de ser importante para nosotros y puede contribuir en algo a su valor espiritual. En la breve consideración de esta exposición, dedicada a los principiantes en los estudios bíblicos, no es posible, ni conveniente, que hagamos un estudio de las fuentes de los libros del Antiguo Testamento, un estudio muy teórico e intrincado.

iii. Pasajes especiales que se relacionan con la paternidad literaria del Pentateuco

Examinaremos ahora ciertos pasajes del Pentateuco que se relacionan con la paternidad literaria.
a. Relato de la muerte y sepultura de Moisés ().
El relato de la muerte y sepultura de Moisés es un pasaje del Pentateuco que ha sido reconocido casi universalmente como perteneciente a otra mano que no es la del gran legislador.
V 1, p 141 Así opina el escritor conservador J. H. Raven, que sugiere que Josué podría haber sido el autor del relato del cap. 34 de Deuteronomio, y posiblemente de la referencia en , que dice: “Aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra” (Old Testament Introduction, pág. 106).
En sentido parecido se expresa B. H. Carroll con respecto al Pentateuco: “Moisés … escribió estos libros con excepción del último capítulo que fue escrito por el autor del libro intitulado Josué, que fue Josué mismo” (ob. cit., pág. 50).
Así también Miles, otro autor conservador, dice: “… todo esto comprueba que Moisés escribió el Pentateuco, menos el último capítulo del Deuteronomio, que la tradición judaica y el Talmud atribuyen a Josué” (ob. cit., pág. 144).
De la misma forma habla el conservador J. Orr con respecto al Deuteronomio: “No se disputa que, en la forma que lo tenemos, el libro da muestra de redacción editorial. Los discursos han sido unidos con notas introductorias y conectadoras, y la última parte de la obra, con su informe sobre la muerte de Moisés … señala claramente tal redacción” (ob. cit., pág. 251).
Efectivamente los pasajes en y en parecen provenir de la mano de otro escritor que no es Moisés.
b. Pasajes que parece que fueron agregados después de la entrada en Canaán
Hay ciertos pasajes err el Génesis que dan la impresión de que fueron agregados después de que los israelitas ya estaban habitando en la tierra prometida. Sigue una lista de algunos pasajes, ejemplos de muchos otros que se hallan en diversas partes del Pentateuco.
(1) Referencia a Dan. .
En este pasaje tenemos una referencia a la persecución de los cuatro reyes orientales, por Abraham y sus criados, que “siguiólos hasta Dan”. La ciudad de Laís no recibió el nombre de Dan hasta después de que fue conquistada por los danitas (Juec. 18:29). Estas palabras deben haber sido V 1, p 142 agregadas después del incidente mencionado en Jueces, o sea, después del tiempo de Moisés.
(2) Referencia a los reyes de Edom. .
El pasaje en dice: “Y los reyes que reinaron en la tierra de Edom, antes que reinase rey sobre los hijos de Israel, fueron estos”, etc. Estas palabras vienen de una época cuando ya había rey en Israel.
(3) Referencias a los cananeos
En se nos dice: “El Cananeo estaba entonces en la tierra.” Comp. también . Esto indica que cuando estas palabras fueron escritas, el cananeo ya no estaba en la tierra, cosa que no sucedió sino hasta después del tiempo de Moisés.
(4) Expresiones de tiempo
Ciertas expresiones implican una fecha cuando los israelitas ya estaban en su tierra. Tales son las siguientes: Hoy (); hasta este día (): hasta hoy (); etc.
iv. Conclusión del argumento sobre el problema del autor
Llegamos a la conclusión de que Moisés es el autor del Pentateuco, con las pequeñas excepciones mencionadas en los últimos párrafos.
En la composición del Génesis, Moisés tal vez se valió, en parte, de tablillas, traídas posiblemente por Abraham desde Ur de los caldeos. A este respecto dice Adams: “Como ciudadano de Ur, Abraham debe haber conocido la literatura de su época … Con ese material a su disposición, indudablemente consiguió algunas de las tablillas y las trajo consigo en su viaje a Canaán” (ob. cit., pág. 144).
Tal vez Moisés usó relatos dejados por algún otro, o algunos otros, como José, relatos que constituían una herencia literaria del pasado.
V 1, p 143 Quizás usó también datos orales acerca de los orígenes de la raza y de la nación.
Para el resto del Pentateuco, probablemente utilizó sus propios códigos de leyes, y experiencias, así como las tradiciones de su nación.
Después fueron agregados otros pasajes explicativos y aclaratorios, por otros que vinieron después, como el joven ministro Josué, o los profetas, como Samuel, Gad, o Natán, del mismo modo en que Baruc y otros pusieron en orden las profecías de Jeremías (V. ; ).
Las referencias que vienen de la época de los jueces pueden ser de algún hombre como Samuel; las que datan de la época de los reyes pueden haber sido agregadas por alguno como Gad, o Natán, o algún otro profeta de la época.
Aunque no podemos decir definitivamente quiénes fueron estos hombres, sabemos que eran hombres semejantes a los que he mencionado, en su conocimiento de la mente de Dios, en su gran corazón, y en su compenetración en la doctrina revelada de Dios. Eran hombres que Dios eligió para cooperar en la escritura de su Libro. Véase la Introducción al libro de Josué, Autor y fecha, en Libro II, Tomo II.

Introducción al libro de Génesis.

Introduccion Al Libro De Genesis.
Para mí, una de las obras magnas de la literatura es el Génesis. Su significancia trasciende todo arte humano. Su importancia para el estudio de los orígenes de la raza, y de las instituciones de la religión, supera a todo otro libro.
Creo que he leído este libro más a menudo que cualquier otro de la Biblia. En mi niñez, al leerlo, me inspiraba poderosamente con sus palabras y frases tan sencillas y fáciles de comprender, sus lecciones devocionales y prácticas, y sus relatos interesantes y encantadores.
El Génesis es el baluarte del AT. Sin él, resulta no sólo incompleta la Biblia, sino incomprensible. Es como la piedra de ángulo del edificio.
Creo que quien no ama este libro que tiene un impulso tan fuerte hacia la espiritualidad y la religión, no ha de amar el cristianismo. Es un libro cuyo espíritu compenetra el alma del hombre religioso, y la empapa con jugo celeste.
En el Génesis se inician las normas que han de caracterizar a la verdadera religión, como ésta es definida y desarrollada en la Biblia: la de la fe en Dios, la de la religión práctica y no teórica, la de la comunión con Dios como manifestación suprema de la experiencia religiosa.
Además, se hallan en el Génesis otros aspectos de la verdadera religión: la obediencia como prueba de la fe, el sacrificio expiatorio, los principios morales; todo está claramente anunciado. Si agregamos a esto la realidad del pecado, la necesidad del arrepentimiento, las doctrinas de la redención, del castigo, y de la justicia, vemos que tenemos en germen las doctrinas prominentes del NT.
El Génesis no ofrece ninguna apología o defensa para la religión, ni practica la polémica atacando a las demás religiones. No discute la existencia de Dios, ni la asevera siquiera. Todo lo da por sentado, o afirma plácidamente los hechos sin entrar a comprobarlos.
V 1, p 145 No tiene en cuenta las opiniones de los infieles e incrédulos, lo cual presenta un fuerte contraste con las ansiosas maniobras con que nosotros procuramos fortalecer y reforzar nuestras creencias. En esto también se distingue de los escritos de los filósofos griegos, quienes especulan y razonan acerca de los orígenes del universo, así como respecto a su carácter, no llegando a conclusiones firmes, sobre las cuales se puedan apoyar ni dicen tampoco que así indudablemente fue.
Al autor de Génesis no le interesan los principios éticos y morales en lo abstracto. Le interesan las acciones de los hombres, especialmente como éstas son ejemplificadas en las vidas de ellos. Esto es por cuanto escribe una historia: la historia de los principios del mundo, de la creación del hombre, del hermoso huerto donde Dios lo había colocado, de su consecuente pecado y destierro, de los principios de la historia de la humanidad, de las artes, de la dispersión de los pueblos, de la historia del pueblo en cuyo seno habíase de desarrollar el plan redentor del Creador, en relación con la historia de los pueblos circundantes.
El método del autor de Génesis es el del historiador. Se vale de documentos muy antiguos, de tablillas, de las tradiciones orales de su raza. Por las referencias en otros libros del AT a libros perdidos, estamos persuadidos que poseía una literatura considerable, la cual habría estudiado y juzgado de acuerdo con el primitivo criterio de su tiempo, es decir, a la luz del sentido común, y bajo la dirección del Espíritu de Dios.
Puesto que el autor del Génesis vivía en una época cuando los hebreos tenían contacto con la civilización más adelantada y culta de su tiempo, la egipcia, y tenía acceso a abundantes materiales, podemos tener confianza en la fidelidad de sus relatos.
Es un triunfo espiritual, así como una evidencia suprema de percepción espiritual, el que nada de lo grotesco, ni de lo fantástico, ni de lo supersticioso, de las creencias contemporáneas expresadas en las inscripciones asirocaldeas, egipcias, y otras, haya llegado a ser incorporado en nuestro libro. Sobresale en comparación, como la luz se distingue de las tinieblas.
V 1, p 146 Tampoco encontramos en nuestros relatos nada de aquella tendencia, tan pagana en su origen y expresión, para suavizar los relatos de los hechos viles de los hombres, ni para engrandecer las hazañas de sus héroes.
En fin, no hay héroes en el Génesis, en el mismo sentido que los hay en la literatura y en la mitología pagana. Un Hércules, que va de lugar en lugar dando muerte a monstruos, medio hombre y medio dios, sería extraño encontrarlo a través de las páginas del Génesis, cuyos protagonistas son hombres como otros, con defectos morales semejantes a los de otros hombres, que viven vidas normales, sin hacer milagros ni prodigios. Sus vidas se caracterizan por la fe en Dios, y por el reconocimiento de una misión especial en la vida, misión que es mundial en su alcance, espiritual en sus relaciones, y que en sus orígenes fue infundida por Dios.
A pesar de las debilidades de los protagonistas del Génesis, juzgados por el criterio de dos mil años después, o sea, el cristianismo, resaltan ellos en medio del ambiente pagano en que hacen su morada, un ambiente corrompido y perverso e inmoral. Cuando yerran, confiesan su pecado. Así dijo Caín: “Grande es mi iniquidad para ser perdonada” (4:13). Así también Judá, hablando de su pecado con Tamar, dice con respecto a ella: “Más justa es que yo” (38:26).
Ahora vamos a discutir algunas características literarias del Génesis.

1. Nombre

El nombre Génesis, que viene del idioma griego, y que nos ha sido heredado de la versión griega de la Biblia, la Septuaginta, significa principio, nombre muy apropiado para describir el carácter de este libro, que se dedica a describir los principios del universo, de la humanidad, y de la raza escogida.
Los hebreos nombraban los libros del Pentateuco por la primera palabra, o palabras, del libro. Así la primera palabra del Génesis es en hebreo bereschith, que significa en el principio, que bien corresponde al nombre griego Génesis, cosa que no hallamos en todos los libros del Pentateuco.
[1] Gillis, C. (1991). El Antiguo Testamento: Un Comentario Sobre Su Historia y Literatura, Tomos I-V (Vol. 1, pp. 134–143). El Paso, TX: Casa Bautista De Publicaciones.
La palabra Génesis está bien fija en la terminología cristiana, V 1, p 147 y no es probable que sea sustituída por el nombre Bereschith, aunque en nuestras versiones seguimos más bien el canon hebreo y el texto masorético.

2. Autor y fuentes

Este tema ha sido discutido ampliamente en un capítulo anterior, la Introducción al Pentateuco. Puedo hacer un resumen aquí, y agregar algunos detalles que no se han mencionado.
Creo que el origen de algunos de los documentos sobre los cuales se basa el Génesis, se remonta a los tiempos de Abraham y a los precedentes a éste. Fueron conservados durante la época en que el pueblo israelita habitó en Egipto, para ser coleccionados después por Moisés, gran erudito y legislador.
A lo que ya existía, Moisés agregó los relatos y enseñanzas que tenemos en el resto del Pentateuco, así como los códigos legales, morales, y ceremoniales. Estos códigos probablemente ya habían sido conocidos y observados parcialmente por el pueblo israelita, y, en el Sinaí, fueron reforzados y reformados por Moisés bajo la inspiración del Espíritu de Dios. Véase la nota sobre .
Quizás Abraham llevó consigo, cuando salió de Ur de los Caldeos, muchos de los documentos escritos que suponemos que existieron antes de Moisés y que han de haber estado escritos en cilindros y tablillas de barro, al estilo babilónico. Tales tesoros literarios y religiosos han de haber sido legados de generación a generación, desde tiempos remotos, por toda familia culta.
Podemos suponer que otros documentos fueron preparados por José, quien era hombre culto, y cuyo contacto con la cultura egipcia le ha de haber hecho conocer el valor de los registros escritos, despertando en él el interés de poner en orden los anales de su propia familia. Aunque algunos dicen que es probable que él no supiera escribir, tenía acceso a secretarios y amanuenses, y pudo haber hecho que éstos escribieran los datos y las tradiciones de su familia. El sería a quien debemos la abundancia de pormenores acerca de Abraham, Isaac, Jacob y él mismo. Estos documentos V 1, p 148 se han de haber conservado, tal vez, durante los años en que el pueblo permaneció en Egipto, y quizás fueron juntados por Moisés para formar el Pentateuco.
Finalmente, otros detalles y notas editoriales pueden haber sido agregadas después por escribas o copistas, o por compiladores o editores, como algunos de los grandes historiadores o profetas: Josué, Samuel, Gad, Natán, etc. Véase la exposición de este tema en el capítulo sobre la Introducción al Pentateuco, 3 iii b, Pasajes que parece que fueron agregados después de la entrada en Canaán, y 3 iv, Conclusión al argumento sobre el problema del autor.

3. Ocasión y propósito

La ocasión del libro de Génesis fue la necesidad de tener una exposición de los orígenes del mundo, de la raza humana, y de la nación hebrea.
El propósito del autor del libro de Génesis fue el de dar un relato de los orígenes del mundo, de la raza humana, y de la nación hebrea. También quiso exponer el origen de la misión sagrada que distinguía al pueblo hebreo de todo otro pueblo, y que hacía de este pueblo la nación escogida de Dios. El autor expone también la historia del origen de las naciones que en épocas posteriores fueron importantes en relación con la historia del pueblo elegido de Dios.

4. Tema

La frase que mejor caracteriza este libro es: libro de principios, que está de acuerdo con el nombre que se le da en nuestra Biblia. También, si quisiéramos calificar el libro con una frase teológica, podríamos escoger la expresión, principios de la redención.

5. Carácter y estilo

El carácter histórico del relato del Génesis es evidente. El cuidado y esmero con que su autor registra nombres exactos, números, localidad geográfica de los acontecimientos narrados, da testimonio de que es un verdadero historiador. V 1, p 149 Al mismo tiempo, no se descuenta el carácter religioso y espiritual de la obra.
El estilo del libro del Génesis es sencillo, con vocabulario reducido y concreto. Aun en traducción sus modismos característicos se dejan vislumbrar a través del texto español, como, por ejemplo: “bendiciendo te bendeciré, y multiplicando multiplicaré” (22:17), una ilustración del carácter redundante del estilo semítico.

6. Análisis

Sigue un bosquejo general del libro de Génesis, libro que se presta para un análisis sistemático y simétrico. En relación con la exposición de los primeros grandes períodos de Libro I, Período de los Principios, y Período Patriarcal, doy un bosquejo detallado y minucioso del libro de Génesis.
Bosquejo general del libro de Génesis
Periodo De Principios (desde la creación hasta Noé). 1:1–11:32.
La creación. 1:1–2:3.
Relato suplementario de la creación del hombre. 2:4–25.
La tentación y la caída. 3:1–24.
Nacimiento de Caín y Abel, y el primer asesinato.
4:1–15. Los dos linajes. 4:16–26.
La tabla genealógica de Noé. 5:1–32.
El diluvio. 6:1–9:29.
Tabla de las naciones. 10:1–32.
La torre de Babel. 11:1–9.
Genealogía de Abraham. 11:10–32.
Periodo Patriarcal (desde Abraham hasta José). 12:1–50:26.
Vida de Abraham. 12:1–25:11.
Vida de Ismael. 25:12–18.
Vida de Isaac. 25:19–28:9.
Vida de Jacob. 28:10–35:29.
Vida de Esaú. 36:1–43.
Vida de José. 37:1–50:26.

INTRODUCCION AL LIBRO DE EXODO

El libro de Exodo forma una digna continuación del Génesis. Sigue en el estilo inimitable de su escritor, haciendo énfasis en el elemento personal e individual. Así como el primer libro de esta serie ha sido biográfico, y se señalan ciertos individuos para atención especial, también lo es este segundo libro.
Casi puede decirse que el libro de Exodo es la historia de un hombre, del hombre Moisés, que representa el punto céntrico alrededor del cual gira la crisis del plan de la redención. En el corazón de él se verifica el conflicto. El recibe la comunicación de Dios para el pueblo, y sobre él pesa toda la carga de las peregrinaciones. Es él quien recibe el golpe de la crítica del pueblo, pues se halla como mediador entre el pueblo y Dios, e intercede ante Dios a favor de ellos. Así que, ciertamente este libro es la historia de un hombre, un hombre de Dios que, como profeta, legislador, y caudillo, se mueve entre el pueblo de Dios.
Pero, así como un hombre es más grande que una causa, también debe ser la causa más grande que el hombre. Y el libro de Exodo es un eslabón en aquella cadena de libros que juntos dan en forma continuada la historia de aquella causa que Dios desarrollaba: la causa de la redención del hombre.

1. Nombre

El nombre en hebreo del segundo libro de la Torah es: Weeleh Schemoth, lo que significa: Y éstos son los nombres. Son las primeras palabras del libro en el original.
El nombre que adoptaron los traductores griegos, siguiendo la costumbre griega, se relacionaba con el contenido del libro. Ellos adoptaron el título Exodos, que por la Vulgata latina ha pasado al español. Fue una selección feliz, y así se V 1, p 247 conoce este libro universalmente en el día de hoy. No es probable que su nombre se cambie algún día.

2. Autor y fecha

Lo que se ha dicho ya sobre el autor y la fecha del Pentateuco y del Génesis, puede ser repasado por el alumno. En general, los principios que he asentado allí tienen su aplicación aquí. El autor del libro de Exodo es Moisés.

3. Ocasión y propósito

La ocasión del libro de Exodo fue la necesidad de tener un relato de aquel período importantísimo de la historia de Israel: el período de su liberación de la cautividad, y de su éxodo de Egipto.
El propósito del libro de Exodo es señalar cómo llegó la crisis que terminó con la partida de la nación de Israel de Egipto, donde había morado durante 430 años. En armonía con este propósito viene el deseo del autor, de mostrar cómo Dios preparó la vida de su libertador, Moisés, y cómo lo indujo a emprender su tarea de liberación. El autor quiere relatar también la historia de la dádiva de la ley, y la historia de aquello que había de ser el punto céntrico de la religión: el tabernáculo, la manifestación visible de la presencia de Dios, y el sitio donde se le había de ofrecer culto.

4. Carácter y estilo

Las partes del libro de Exodo en que hay narración están escritas en el mismo estilo que el Génesis, y que las narraciones de Números y Deuteronomio. Hay el mismo interés en la providencia de Dios que opera a través de las vidas de los hombres. Es marcada también la atención prestada en este libro, a las vidas de aquéllos por quienes Dios hace su obra, en este caso, Moisés y Aarón.
El entusiasmo y la lealtad del autor del libro de Exodo para todo lo que se relaciona con la nación de Israel es también notable.
Resalta además en el libro de Exodo el fuerte interés de V 1, p 248 su autor en la ley de Dios, y en el medio por el cual había de adorarse Dios: por el instrumento del tabernáculo. En esto su obra muestra afinidad con el Levítico, y con aquellas porciones de Números y Deuteronomio que tratan de las leyes del pueblo.

5. Contenido

Doy aquí, en conexión con la introducción al libro de Exodo, las divisiones principales de su bosquejo. Después, en relación con el bosquejo histórico del Período del éxodo y de las migraciones de los israelitas, presento un análisis minucioso del libro de Exodo.
Bosquejo general del libro de Exodo
Prefacio. 1:1–7.
OPRESION EN EGIPTO. 1:8–12:36.
Persecución de los hebreos. 1:8–22.
Nacimiento y juventud de Moisés. 2:1–25.
Visión de Moisés en la zarza. 3:1–4:17.
Vuelta de Moisés a Egipto. 4:18–26.
Primeros pasos en el programa de liberación. 4:27–7:13.
Las diez plagas. 7:14–12:36.
LIBERACION DE LOS ISRAELITAS. 12:37–18:27.
Salida de Ramesés. 12:37–42.
Instrucciones adicionales sobre la pascua. 12:43–13:16.
El pueblo en marcha. 13:17–22.
Persecución de los egipcios. 14:1–31.
Cánticos de victoria. 15:1–21.
En Mara y Elim. 15:22–27.
El maná. 16:1–36.
Agua de la peña de Horeb. 17:1–7.
Batalla con Amalec. 17:8–16.
Visita y consejos de Jetro. 18:1–27.
LEY DEL PACTO. 19:1–40:38.
La teofanía en Sinaí. 19:1–25.
El decálogo. 20:1–17.
V 1, p 249 Paréntesis: Reacción del pueblo a la voz de Dios. 20:18–21.
El libro de la alianza. 20:22–23:33.
Ratificación del pacto. 24:1–18.
Instrucciones sobre la forma de hacer el tabernáculo. 25:1–31:18.
El becerro de oro. 32:1–35.
Intima comunión de Moisés con Dios. 33:1–23.
Las nuevas tablas de piedra. 34:1–35.
Construcción del tabernáculo. 35:1–40:38.

6. Relación del libro de Exodo con la historia egipcia

Los hebreos estuvieron en Egipto durante un período de 430 años, y podemos fijar las fechas, según la cronología que he adoptado, entre 1876 y 1446 a. de J.C. Jacob entró en Egipto en 1876 a. de J. C., y el éxodo debe haber sucedido en 1446 a. de J.C.
Como ya se ha dicho, fue la presencia de los hicsos en Egipto lo que hizo posible el ascenso de José al poder (V. la nota sobre ), porque eran de la raza semítica. La duración de la dominación de los hicsos en Egipto es desconocida. El historiador egipcio Manetón la fijaba en 500 años. El período de esta dominación debe haberse terminado en 1580 a. de J. C., con la subida de Amosis, al trono egipcio, y la inauguración de la dinastía décimoctava. Comp. Adams, Ancient Records and the Bible, pág. 230.
Con la caída de la dinastía décimoséptima, subieron dinastías fuertemente nacionalistas en sus sentimientos. Esto coincidió con la invasión de hordas berberiscas que procedían del Berber, territorio de Nubia. Esto fue aproximadamente en 1582 a. de J.C. El lema de estos nuevos gobernadores de Egipto fue “Egipto para los egipcios”.
No es extraño pues, que con el cambio de la dinastía, cambiase la actitud del gobierno hacia los israelitas. Mientras que bajo el dominio de los reyes semíticos ellos fueron favorecidos, ahora bajo las dinastías nacionalistas son perseguidos y aborrecidos.
La opinión más antigua en cuanto a la identidad del faraón de la opresión es que fue Ramsés II, llamado por los griegos Sesostris (1300–1234 a. de J.C.), y el faraón del éxodo, V 1, p 250 según esta opinión, sería su hijo, Menefta II (1234–1214). Esta teoría va descartándose, con los nuevos descubrimientos arqueológicos que van haciéndose.
Aunque la teoría Ramsés-Menefta ya no responde a las exigencias de los hechos arqueológicos y bíblicos, ha de reconocerse que hay muchas cosas en los reinados de estos dos hombres que sí concuerdan, cosa que ha traído como resultado la construcción de la hipótesis. Así, Ramsés fue un gran constructor, y en todas partes de Egipto se hallan las ruinas de los edificios que él hizo construir. De acuerdo con esta teoría, las ciudades que los israelitas edificaron en Pitom y Ramesés () fueron hechas para este faraón. Las ruinas de estas ciudades han sido descubiertas en Tell-el-Maskhuta, en 1883, por Edouard Naville. En defensa de esta teoría, se alega que los ladrillos de que están hechas las paredes de estas ciudades son de barro cocido al sol, algunos con paja, otros sin paja (comp. Price, ob. cit., pág. 184 y sig.). Como evidencia adicional en apoyo de esta teoría se señala que, con la muerte de Ramsés II, y la subida de su hijo Menefta II, se verificaron una serie de rebeliones en todo su imperio, lo que (según se alega) hacía más fácil la salida de los israelitas del país.
La opinión más reciente en cuanto a la identidad de los faraones de la opresión y del éxodo, concuerda mejor con la historia y cronología bíblica, y con los datos arqueológicos. Según esta opinión, el faraón de la opresión sería Tutmosis III (1501–1447 a. de J. C.), y el faraón del éxodo sería su hijo Amenhotep II (1447–1420).
Será evidente, por los datos que doy a continuación, que las fechas de los reinados de Tutmosis y de Amenhotep más concuerdan con la cronología de la Biblia, que las de Ramsés y de Menefta. El período de 480 años entre la salida de Egipto y la dedicación del templo de Salomón, mencionado en , no cabría entre el reinado de Menefta (1234–1214 a. de J.C.) y la fecha de la dedicación del templo (966 a. de J.C.). En cambio, el reinado de Amenhotep II (1447–1420) concuerda perfectamente bien, y fijamos la fecha del éxodo en 1446, exactamente 480 años antes de la dedicación del templo en 966 a. de J.C.
Cabe señalar que, tomar a Ramsés y Menefta como los V 1, p 251 faraones de la opresión y del éxodo, respectivamente, equivaldría a rechazar enteramente el dato de sobre un período de 480 años entre el éxodo y la dedicación del templo de Salomón.
Ciertos datos arqueológicos apoyan la opinión de Tutmosis III y Amenhotep II como los faraones de la opresión y del éxodo.
Un dato arqueológico importante que apoya la teoría Tutmosis III—Amenhotep II ha sido el descubrimiento de la Estela de Menefta, por Petrie, en Carnac, en 1896, que tiene una referencia a una invasión de Canaán cuando los israelitas ya estuvieron en la tierra, lo que hace imposible la fijación de la fecha del éxodo durante el reinado de Menefta.
Otro descubrimiento que apoya la teoría Tutmosis III—Amenhotep II ha sido el de las cartas de Tell-el-Amarna, en 1887. Esta serie de unas 400 tablillas de barro cocido corresponde a los años 1412–1362 a. de J.C. Son cartas escritas por los gobernadores de diferentes ciudades de Palestina (región que en aquella época estaba bajo el dominio ele Egipto), enviadas al gobierno superior de Egipto. En estas cartas, los gobernadores egipcios en Palestina solicitan la avuda del faraón en contra de un pueblo guerrero y nómada que invadía al país, los habirus, voz que se asemeja con la palabra bíblica hebreos.
Muchos eruditos creen que hay una verdadera relación entre los habirus de las cartas de Tell-el-Amarna, y los hebreos de la Biblia. En efecto, la situación presentada en estas cartas corresponde con lo que sabemos de los reinados de los faraones egipcios de este período, Amenhotep III (1412–1376) y Amenhotep IV (1376–1362). Era un período de decadencia en el poderío egipcio, lo que facilitaba la conquista y subyugación de Canaán por Josué (1406–1400).
En conclusión, podemos decir, pues, que la evidencia, tanto bíblica como arqueológica, ampliamente nos justifica en proponer, como el faraón de la opresión, a Tutmosis III (1501–1447), y como el faraón del éxodo, a Amenhotep II (1447–1420). La fecha deí éxodo sería 1446 a. de J.C. Para una exposición detallada de estas conclusiones, V. Adams, ob. cit., pág. 203 y sig.

Introduccion al libro de Levitico

El libro de Levítico es para muchos un libro seco, y de ningún interés. Pero no es lo uno ni lo otro. Hay dos elementos de interés que este libro tendrá para quien lo estudie con esmero.
En primer lugar, tiene interés desde el punto de vista de la luz que arroja sobre el NT, especialmente sobre aquel libro sacerdotal, la Epístola a los Hebreos. Si no tuviéramos Levítico, sería imposible comprender esta hermosa epístola.
En segundo lugar, tendrá interés este libro para quien lo estudie por sí mismo, con interés en sus leyes, en sus principios, y en sus ritos. Estos son un reflejo de una etapa en la vida de un gran pueblo, un pueblo bien organizado, cuyas ceremonias intrincadas revelan un espíritu religioso, y un celo y entusiasmo único para el culto de Dios.

1. Nombre

El nombre de Levítico, en hebreo, es Wayicrá, que viene de la primera palabra del libro, en la Biblia hebrea: Y llamó. Nuestro nombre Levítico viene de la Vulgata, que lo tomó de la Septuaginta, Leueitikon, el libro levítico, o de los levitas. Este título bien describe el libro, porque es un manual de la teoría y de la práctica del sacerdocio en el ejercicio de sus funciones, y así ha de tomarse.

2. Autor y composición

Léase la discusión de este tema en la Introducción al Pentateuco, y la Introducción al libro de Génesis.

3. Ocasión y propósito

La ocasión del libro de Levítico fue la necesidad de tener V 1, p 303 en forma escrita, un manual para el uso de los sacerdotes en el desempeño de su función.
El autor escribe con el propósito de llenar esta necesidad. Escribe para describir las distintas clases de sacrificios y el método de hacerlos. Quiere enseñar el modo de consagrar a los sacerdotes. Tiene el propósito también de exponer su concepto de la purificación ceremonial, y el modo de conseguirla. Presenta además un código de leyes relacionadas con la vida del pueblo, para que sean santos delante de Jehová. Este libro está escrito para el uso de los sacerdotes, y no para el pueblo, en que se distingue del Deuteronomio, libro que fue escrito para el pueblo.

4. Valor de Levítico

El libro de Levítico no sirve como libro de lectura devocional. Para eso están los Salmos, los libros proféticos, los evangelios, las epístolas, y los libros históricos. Es un libro de liturgia, y da direcciones sobre la forma en que los sacerdotes habían de cumplir con los requisitos de las ceremonias que la religión del tabernáculo exigía. Su valor práctico como guía de la religión ha pasado con la venida de Jesús, y la destrucción del templo. Pero aun así, tiene un gran valor histórico, como se ha señalado en los primeros párrafos de este capítulo. Es el libro de la Biblia que describe con más detalles la liturgia de los antiguos hebreos, y sirve como base para entender la Epístola a los Hebreos.

5. Carácter y estilo

El carácter del libro de Levítico es definido por su nombre, que lo relaciona con el culto levítico. Tiene pocos relatos: la consagración de Aarón y sus hijos, las primeras ofrendas, la muerte de Nadab y Abiú (10:1, 2), y el castigo de un blasfemador (24:10–23). Por otra parte, el libro contiene la descripción de las ceremonias, y diversas leyes, mayormente de carácter ceremonial.
El libro de Levítico es una continuación de Exodo, y los primeros capítulos siguen naturalmente con el hilo de pensamientos que tenemos en la última parte de Exodo. Luego, V 1, p 304 el libro de Números sigue con lo que tenemos en Levítico.
Se ve que todos estos libros forman un conjunto, y están estrechamente relacionados entre sí. Los elementos ceremoniales y legales de Exodo, Levítico, y Números dan cuenta de un estilo similar. Es un estilo seco, arduo, y detenido, en la parte litúrgica, que nos recuerda más que otra cosa el estilo de Ezequiel. Este profeta, en lo lógico y explícito de sus escritos, muestra haber bebido profundamente en los libros litúrgicos del Pentateuco. V. la Introducción al libro de Deuteronomio, 2, Autor y fecha.

6. Ideas prominentes de Levítico

Varias ideas religiosas sobresalen en este libro. Con respecto a los deberes del hombre, tenemos los conceptos del sacrificio, el sacerdocio, y la pureza. En relación con el carácter de Dios, tenemos su santidad, su carácter único, y su presencia con el hombre.

i. Deberes del hombre

El autor del libro de Levítico expone los siguientes deberes del hombre:
a. El sacrificio
No hemos de exponer aquí el carácter y significado de cada sacrificio, lo que se deja para las notas después (). Lo que proponemos aquí es exponer las ideas básicas de todo sacrificio.
Primero, como elemento básico en la idea de sacrificio es la substitución, en relación con la expiación. El hombre merece la muerte a consecuencia de sus pecados. En su lugar, muere el animal, y esta muerte expía los pecados del hombre. Entendemos que la muerte del animal, bajo el antiguo sistema levítico, es típica de la muerte de Jesús, el gran sacrificio substituidor, que ha hecho la verdadera expiación de los pecados de los hombres.
Segundo, viene la idea de la consagración, como elemento principal en la idea de sacrificio. La víctima ofrecida V 1, p 305 sobre el altar de Dios, es en lugar del sacrificador, que en este acto reconoce que su persona pertenece a Dios. Hay aquí también, pues, un elemento de substitución, así como lo hay en relación con la expiación, notado en el último párrafo. Pero, el acto de ofrecer es más que un mero reconocimiento de que la persona pertenece a Dios; es también una verdadera acción de abnegación, por cuanto el que ofrece se desprende de una porción de sus bienes materiales, los que le han costado energía, tiempo, y sudor, para conseguir. Es, pues, una parte de sí mismo que ofrece a Dios. Hay, en relación con esto, la idea de la mayordomía, en que el sacrificador reconoce que Dios es el autor de todo, y que él debe devolver a El una parte de lo que ha recibido.
En tercer lugar, tenemos en el sacrificio la idea de homenaje, o adoración. El acto de sacrificar equivale a rendir culto a Dios, atribuirle gloria como el Dios de quien dependemos, y a quien debemos el culto y la sumisión.
En cuarto lugar, en el sacrificio vemos el elemento de la comunión, especialmente en aquella parte de él en que el adorador participa en la carne de la víctima, en relación con las comidas sagradas.
En los diversos sacrificios del sistema levítico, se acentúa uno u otro elemento de los cuatro que acabamos de comentar, como se señalará después en las notas sobre Levítico.
b. La pureza
Un segundo deber del hombre que resalta en el libro de Levítico, es el de la pureza.
Entre los pueblos primitivos, se creía que la enfermedad era resultado de la influencia de los espíritus malos. De modo que, el tocar a una persona enferma podía exponer a uno a la influencia de estos demonios. Efectivamente, al tocarla, muchas veces se contraía la misma enfermedad. Por todo esto, para contrarrestar la influencia demoníaca, se recurría a ceremonias mágicas y religiosas de purificación.
En el AT no encontramos ninguna evidencia de tal concepto de influencia demoníaca entre los judíos, y en efecto, no hay ninguna explicación filosófica o teológica del origen o del significado del concepto de la inmundicia. Podemos V 1, p 306 afirmar solamente que las leyes de la purificación tenían un fin bueno y útil, al hacer más higiénica las vidas de los israelitas, para así protegerlos de las enfermedades. En la providencia de Dios, parecen haber tenido este fin salubre.
Además, las leyes ceremoniales que se relacionaban con el concepto de inmundicia, tienen su paralelo en nuestras costumbres modernas higiénicas. En fin, aun cuando no se puede decir que guardemos las reglas de la higiene con razones religiosas, a la vez vemos que la limpieza personal y física no está lejos de la limpieza espiritual. A veces, el descuido en cuanto a una enfermedad contagiosa puede ser criminal. Dios quiere que seamos limpios: espiritual, física, y mentalmente.
Las leyes ceremoniales de la purificación también tenían otra relación simbólica, puesto que la purificación personal entre los israelitas simbolizaba la santidad. Casi siempre la purificación espiritual era acompañada por la purificación ceremonial, o sea, por el lavamiento del cuerpo en agua, etc. Al mismo tiempo, la purificación ceremonial siempre tenía que ser acompañada por la purificación interior del corazón, y era inválida sin ésta.
Nuestra ordenanza del bautismo está basada sobre la costumbre judía del bautismo y de las abluciones, y a la vez sobre este principio que acabamos de comentar, de la purificación interior, ilustrada por una purificación corporal.
c. El sacerdocio
El concepto del sacerdocio tuvo su origen en el concepto de que Dios es transcendente, alejado de la vida del hombre común, e inaccesible. Según este concepto, tenía que haber una clase de personas que, por su conocimiento íntimo de Dios, sabrían tratarlo; por su habilidad en hacer ciertos ritos y ceremonias, podrían hacerlo propicio; por su pureza moral, o ceremonial, podrían acercarse a Dios.
El hombre común, sin tales conocimientos sacerdotales, o habilidad, o carácter moral, tendría que acercarse a Dios por medio de quien los tenía. La idea de la mediación es, pues, fundamental en el concepto primitivo del sacerdocio. El sacerdote del AT era esencialmente un mediador.

ii. Carácter de Dios

El libro de Levítico presenta claramente ciertos atributos de Dios que son fundamentales en la religión israelita.
a. La santidad
Levítico, con su énfasis sobre la purificación, y la expiación del pecado, resalta el carácter de Dios como un Dios santo. Grandes habían de ser los preparativos para entrar a la presencia de Dios, porque Dios es santo. El versículo que resalta esta cualidad de Dios es el 19:2: “Santos seréis, porque santo soy yo, Jehová, vuestro Dios” (comp. el 20:7).
b. El monoteísmo
El libro de Levítico, como todos los libros sagrados de Israel, reconocía un Dios, y ninguno más. Las ofrendas tenían que ser hechas “a Jehová” (1:2). La santidad de Jehová es la que ha de servir de ejemplo (19:2; 20:7). Es Jehová el que comunica su voluntad a los hombres (1:1; 4:1; 5:1; etc.). El culto de Moloc es especialmente condenado (20:1–7).
Son los derechos de Jehová los que han de ser guardados (20:22), y precisamente porque son de El. Es Jehová el que ha de introducir al pueblo en su tierra (20:22), así como es El quien ha de echar a los habitantes de la tierra (20:23).
c. La presencia de Dios con su pueblo
Otra idea característica del libro de Levítico, en relación con el carácter de Dios, es la presencia de Dios con su pueblo. Esta idea se expresa mejor en el simbolismo del tabernáculo, como se ha dicho en relación con el libro de Exodo, porque el tabernáculo representaba la presencia de Dios con el pueblo. Pero se implica también en todo el libro de Levítico, por cuanto esta obra trata del modo correcto de celebrar los ritos del tabernáculo. El primer versículo del libro afirma explícitamente que Jehová llamó a Moisés “desde el tabernáculo del testimonio”, y se sobreentiende que desde entonces venían de este lugar, las comunicaciones divinas V 1, p 308 que aparecen en el libro, lo que representaba la continua presencia de Dios con su pueblo.

7. Bosquejo

En el capítulo que sigue a éste, tenemos un análisis minucioso del libro de Levítico. Aquí doy un bosquejo general, con las divisiones principales de la obra.
Bosquejo general del libro de Levítico
El Codigo De Los Sacrificios. 1:1–7:38.
Prefacio. 1:1, 2.
El holocausto. 1:3–17.
La oblación de presente. 2:1–16.
El sacrificio de paces. 3:1–17.
El sacrificio de pecado. 4:1–5:13.
El sacrificio por culpa (prevaricación, transgresión). 5:14–6:7.
Resumen de los sacrificios ya comentados. 6:8–7:38.
Iniciacion Del Culto. 8:1–10:20.
Introducción: preparación para el culto. 8:1–5.
Purificación y consagración de Aarón y sus hijos. 8:6–36.
Los primeros sacrificios de Aarón. 9:1–24.
El error de Nadab y Abiú. 10:1–7.
Prohibición al sacerdocio: el tomar vino en el desempeño de sus funciones. 10:8–11.
Comida de las cosas santas. 10:12–20.
El Codigo De La Purificacion. 11:1–15:33.
Comida animal limpia e inmunda. 11:1–23.
Inmundicia de personas. 11:24–12:8.
La lepra y su purificación. 13:1–14:57.
Los flujos y su purificación. 15:1–30.
Conclusión de la sección sobre la purificación. 15:31–33.
El Dia De La Expiacion. 16:1–34.
Los ritos que deben observarse. 16:1–28.
Fecha del día de la expiación. 16:29–34.
El Codigo De La Santidad. 17:1–27:33.
Los sacrificios y la comida animal. 17:1–16.
Leyes morales. 18:1–20:27.
V 1, p 309 Reglamento sacerdotal. 21:1–22:33.
Las fiestas. 23:1–44.
Provisión para el tabernáculo. 24:1–9.
Un caso de blasfemia y su castigo. 24:10–23.
Años santos. 25:1–55.
La idolatría: Promesas y amenazas. 26:1–46.
Votos y su redención. 27:1–33.
Conclusion Del Libro De .[1]
[1] Gillis, C. (1991). El Antiguo Testamento: Un Comentario Sobre Su Historia y Literatura, Tomos I-V (Vol. 1, pp. 302–309). El Paso, TX: Casa Bautista De Publicaciones.

Introduccion Al Libro De Numeros

El libro de Números continúa el relato donde Levítico termina. V. ; ; . La acción del libro de Números empieza en Sinaí, y termina en la llanura de Moab; cubre un período de 39 años. Pero la mayor parte de este tiempo es presentada en resumen en el libro, porque la historia de sus acontecimientos no fue importante. Los sucesos importantes se relatan en detalle.
El motivo de la larga demora del pueblo israelita en el desierto, en su camino hacia la tierra prometida fue que la providencia de Dios esperaba hasta que muriese toda aquella generación, que se había mostrado inepta para la conquista de ella.
Al mismo tiempo, sabemos que en la época de Amenhotep II, el faraón del éxodo (1447–1420 a. de J.C.), un monarca fuerte, la dominación sólida de los egipcios en Palestina no hubiera permitido una fácil entrada del pueblo en Palestina. Convenía que los israelitas aguardasen hasta después de la muerte de este faraón, antes de iniciar su entrada en Canaán. Su entrada se verificó en 1407 a. de J.C., unos trece años después de la muerte de Amenhotep II, durante el reinado de Amenhotep III (1412–1376 a. de J. C.). El período de conquista hebrea de Canaán, y la consolidación de sus victorias, correspondía con el reinado de este monarca, y con el de su hijo, Amonhotep IV (1376–1362 a. de J.C.).
En los documentos de Tell-el-Amarna, mencionados en relación con la Introducción al libro de Exodo, 6, Relación del libro de Exodo con la historia egipcia, hallamos memorias de las peticiones inútiles que hicieron los gobernadores egipcios de Canaán, para que el faraón les mandase avuda.
Entre las cartas de Tell-el-Amarna halladas en Palestina, cito una porción de la siguiente, escrita por un tal Ebed-Hepa, de Jerusalén (de quien nada se sabe fuera de sus cartas). Esta carta fue dirigida al rey de Egipto, y trata de las actividades de los habirus (habiri), a quienes muchos eruditos identifican con los hebreos. Sigue la cita: “La tierra del rey ha caído a los habirus … Que el rey atienda a Ebed-Hepa, tu siervo, y envíe soldados mercenarios, para que la tierra del rey quede bajo el dominio vuestro. Si no hay mercenarios, perdida a las habirus es la tierra del rey … ¡Que el rey cuide de su tierra!” (citado de Barton, ob. cit., pág. 445).
Esta cita de una carta de Tell-el-Amarna del siglo XV o XIV a. de J. C. es típica de otras que se hallan en estos documentos, que solicitaban socorro al faraón a favor de sus posesiones en Palestina. Pero parece que ninguno de los dos monarcas de Egipto, ni Amenhotep III, ni Amenhotep IV, hizo caso a estas peticiones.
Amenhotep III había sido un faraón muy enérgico, habiéndose ocupado en un programa de grandes obras públicas. Pero en su vejez, no quiso interesarse en la defensa de Palestina.
Amenhotep IV, hijo de Amenhotep III, dejó la antigua religión del estado, el culto de Amon-Ra, y en su lugar inauguró una nueva religión que se supone monoteísta, siendo llamado él y sus sucesores adoradores del disco. A la vez cambió su capital de Tebas a Tell-el-Amarna. La turbulencia interna que vino como consecuencia de estas reformas hizo que Amenhotep IV no se interesara en las peticiones para ayuda que venían de los gobernadores egipcios de Palestina.
Por todo esto, los invasores hebreos en Canaán llevaban a cabo la conquista y la consolidación de la tierra, sin ser molestados o impedidos por los ejércitos egipcios. En todo esto vemos la mano de la Providencia: los israelitas entraban en Canaán justamente cuando la situación internacional los favorecía. Seguro es que Dios habría tenido en cuenta la situación existente en la política internacional cuando hacía sus planes, y el pueblo entró en Canaán justamente en el momento apropiado.
Durante el período de migraciones, la vida incierta y salvaje del desierto desarrolló en el israelita una personalidad muy distinta de la del hombre esclavo, cobarde, dependiente, que había salido de Egipto cuarenta años antes. El pueblo V 1, p 336 israelita, viviendo en Egipto bajo el amparo de ese gran país, libre del temor de invasión, de hambre, de guerra, avasallado por una mano tiránica, no pudo hacer frente a la perspectiva de la lucha ().
Pero después de cuarenta años en el desierto, cuando una nueva generación se levantó, su personalidad era muy distinta. Estaba acostumbrado a la dureza, a la escasez de comida y de agua. Tenía que afrontar a cada momento el peligro de un ataque de parte de otra tribu de pueblos nómadas, que también dependían de la vida escasa del desierto. No temió la lucha, porque sabía que ésta era la norma de la vida. Esta generación encontró como la cosa más natural del mundo, la obligación de entrar en la tierra de Canaán por medio de la conquista.
Si hemos de comprender el cambio que se verificó en el pueblo israelita, tenemos que buscar en el libro de Números los materiales para nuestro estudio. El período de historia israelita que es abarcado en este libro, aunque abreviado y condensado, presenta en grandes rasgos las condiciones responsables para dicho cambio.

1. Nombre

El nombre del libro de Números, en la Biblia hebrea, es Bemidbar, quinta palabra del 1:1 en el texto masorético, que significa en el desierto. El título en la Septuaginta es Arithmoi, que se traduce Números. Este título viene del hecho de que en el libro se registran dos distintas ocasiones en que se levantó un censo del pueblo. De la Septuaginta pasó el título Arithmoi a la Vulgata: Numeri. De la Vulgata pasó a nuestras Biblias: Números.

2. Autor

Consúltese la exposición de la paternidad literaria del Pentateuco, en la Introducción al Pentateuco, y la exposición de la paternidad literaria del Génesis, en la Introducción al libro de Génesis.

3. Ocasión y propósito

La ocasión del libro de Números se halla en la necesidad de tener un relato de los incidentes que se verificaron en el período entre Sinaí y Moab.
El propósito del libro de Números revela los siguientes motivos:
(1) El autor se propone registrar el hecho de los censos que fueron levantados al principio y al fin del período de migraciones.
(2) El autor quiere dar en términos generales una descripción de los acontecimientos importantes que sucedieron durante este tiempo.
(3) El autor expone las leyes que Moisés promulgó durante el período de migraciones, con la ocasión que dio origen a ellas.
(4) El autor desea relatar brevemente las primeras conquistas que hicieron los israelitas, desde su campamento en las llanuras de Moab.
(5) El autor tiene un fin práctico también, el de mostrar cómo Dios protegió a su pueblo durante los cuarenta años de peregrinaciones en el desierto, y cómo empezó a introducirlos a la tierra de Canaán.

4. Carácter y estilo

El carácter y estilo del libro de Números es más parecido al del libro de Exodo, que a cualquier otro libro del Pentateuco. Hallamos la misma mezcla de materiales legales con narraciones. Los relatos son hermosos en sus lecciones prácticas, así como en las enseñanzas que dan acerca de Dios y su relación con su pueblo.
Los materiales legales participan del estilo de los últimos capítulos de Exodo y del libro de Levítico. Son técnicos en su descripción de las formas de celebrar los ritos de la religión, y tienen muchos detalles minuciosos. Tienen una simetría perfecta que, en el afán del autor para conseguir esta perfección, resulta ardua y cansadora a un lector moderno, pero que habría parecido hermosa a alguien acostumbrado al estilo literario de aquel día. Compárese el estilo de Ezequiel.

5. Valor del libro de Números

El libro de Números es valioso por el lugar imprescindible que tiene en nuestra Biblia.
Primero tiene un valor histórico. Si no tuviéramos este libro, no sabríamos nada de lo que pasó en el período de migraciones. El libro de Levítico termina en Sinaí, y el libro de Deuteronomio comienza en Moab. El libro de Números es necesario para enseñar cómo los israelitas llegaron de uno a otro de estos dos lugares. Si no tuviéramos este libro, muchos pasajes del NT serían incomprensibles. Compárese, por ejemplo, , , y , , con .
Segundo, el libro de Números tiene un valor religioso. Tiene un mensaje fundamental en relación con la naturaleza pecaminosa del hombre, y su deber de propiciar al Dios al cual ha ofendido. Asienta también la unidad de Dios, y su odio hacia las religiones idólatras y paganas. La necesidad de guardarse separados de los pueblos paganos alcanza a las relaciones más íntimas de la vida, como el casamiento.
En relación con el valor religioso del libro de Números, esta obra señala que el propósito de Dios en bendecir a su pueblo, no pudo ser impedido por la voluntad de un hombre, (enseñado en la historia de Balaam). A la vez, el pecado del pueblo de Dios podía retirar la bendición prometida, lo que fue probado en el caso de todos los israelitas que salieron de Egipto, de veinte años y más, que no pudieron entrar en la tierra prometida. La retención de la bendición de Dios prometida, se revela también en la muerte de Aarón y Moisés, que perdieron la bendición a causa de su pecado.
En otros puntos, la enseñanza del libro de Números es paralela a la de Levítico: la significación del sacrificio, la purificación, el sacerdocio; el carácter de Dios como único, santo, y presente con su pueblo. El alumno puede repasar la Introducción al libro de Levítico, para una exposición de estas ideas características.

6. Bosquejo

El siguiente bosquejo del libro de Números presenta las ideas salientes del libro. Además, se hallará después un bosquejo minucioso de este libro, en relación con el bosquejo histórico general que sigue la obra entera.
Bosquejo general del libro de Números
Preparativos Para La Partida De Sinai. 1:1–10:10.
Censo de las tribus. 1:1–4:49.
Leyes diversas. 5:1–6:27.
La ofrenda de los príncipes de Israel. 7:1–89.
El candelero de oro. 8:1–4.
Los levitas. 8:5–26.
Observación de la pascua en Sinaí. 9:1–14.
La nube luminosa sobre el tabernáculo. 9:15–23.
Las dos trompetas de plata. 10:1–10.
Viajes Entre Sinai Y Moab. 10:11–21:35.
Partida de Sinaí. 10:11–36.
Murmuración del pueblo. 11:1–35.
Murmuración de María y Aarón contra Moisés. 12:1–15.
Viaje de reconocimiento de los doce espías. 13:1–14:45.
Leyes diversas. 15:1–41.
Controversia acerca de la autoridad civil y religiosa. 16:1–17:13.
Reglamento adicional sobre el santuario. 18:1–19:22.
Ultimo viaje desde Cades a Moab. 20:1–21:35.
Conquista De La Region Al Este Del Jordan. 22:1–36:13.
Prefacio. 22:1.
Balac y Balaam. 22:2–24:25.
Idolatría con los paganos. 25:1–18.
El segundo censo. 26:1–65.
Leyes de las herencias: Herencia de las hijas. 27:1–11.
Nombramiento del sucesor de Moisés. 27:12–23.
Ofrendas para el pueblo en las fiestas. 28:1–29:39.
La ley de los votos. 30:1–17.
Victoria sobre los madianitas. 31:1–54.
Establecimiento de las tribus al este del Jordán. 32:1–42.
Resumen de los viajes de los israelitas desde Egipto a Moab. 33:1–56.
Límites de la tierra de Canaán. 34:1–29.
Ciudades reservadas. 35:1–34.
Regla adicional sobre la herencia de las mujeres. 36:1–12.
Conclusion Del Libro De .[1]

Introduccion Al Libro De Deuteronomio

El libro de Deuteronomio es una obra noble y sublime, un libro favorito de los escritores del NT, que lo citan muchas veces. Jesús mismo, en su contienda con el diablo, escogió de este libro los tres textos que citó en aquella memorable ocasión. Es un libro que fue escrito para el pueblo, aplicando a su vida en la tierra de Palestina muchos de los principios de la ley.
El deseo ardiente del autor del libro de Deuteronomio era que el pueblo israelita viviera permanentemente en la tierra prometida, una vez que estuviera allí. Con palabras vehementes, declaró cuáles serían las recompensas de una vida recta, en términos de las bendiciones que se originarían en la tierra, a la vez que presentó cuáles serían los castigos de la infidelidad, nuevamente en términos de su relación con la tierra.
Con ojo profético, el autor del Deuteronomio reconoció que el pueblo había de pecar, y pecar gravemente, y que había de ser echado de su tierra. Pero previó que nuevamente había de ser restaurado a su tierra, recibiendo así la bendición de un Dios misericordioso.
Estudiemos este gran libro con el propósito de compenetrarnos en los pensamientos de un alma grande, un alma que quiere poner la ley de Dios al alcance del hombre común.

1. Nombre

El libro de Deuteronomio se titula en hebreo Eleh Hadevarim, que significa éstas son las palabras, frase que empieza el libro. Los judíos también lo llamaban Mischneh Hatorah, copia de la ley, frase tomada de , y traducida en la Septuaginta to deuteronomion touto, esta segunda ley. De ahí viene el título del libro en la Septuaginta, Deuteronomion, V 1, p 379 segunda ley. Este título fue adoptado en la Vulgata, de la cual nosotros tenemos el título español Deuteronomia.

2. Autor y fecha

La cuestión de la paternidad literaria de los libros del Pentateuco ha sido discutida ampliamente ya en la Introducción al Pentateuco, 3, Autor, que el alumno puede ver en relación con el problema de la paternidad literaria del libro de . también la Introducción al libro de Génesis, 2, Autor y fuentes.
Podemos notar aquí el pasaje en 31:9, 24–27. El v. 9 dice: “Y escribió Moisés esta ley, y dióla a los sacerdotes …” Lo que Moisés escribió aquí sería el libro de Deuteronomio (comp. Jamieson), a excepción de algunos breves relatos históricos y notas agregadas por Josué, o algún otro.
La opinión contraria a la que acabo de presentar en el último párrafo es la siguiente: Porciones del libro de Deuteronomio fueron halladas en el templo por Helcías, en el año 621 a. de J. C. Este libro fue presentado a Josías el rey, haciendo suscitar la reforma que ocurrió en el año 18 de su reinado. Estas porciones fueron amplificadas durante los dos siglos siguientes, para formar el libro completo de Deuteronomio, alrededor del año 400 a. de J. C. Comp. Pfeiffer, ob. cit., pág. 181 y sig.
Pero parece que lo que halló Helcías fue un libro completo. También es evidente que fue un libro muy antiguo. Posiblemente fue conocido y usado en épocas anteriores, para ser luego olvidado en el período de decadencia religiosa que intervino. V. .
Creo que es mejor la opinión de que la mayor parte del libro de Deuteronomio salió de la mano de Moisés, con hechos agregados por Josué, y otros hombres piadosos, profetas de Dios. V. la Introducción al Pentateuco, y la Introducción al libro de Génesis.
Así como el libro de Levítico es parecido al estilo de Ezequiel, Deuteronomio lo es al estilo de Jeremías. Debemos reconocer que Jeremías y Ezequiel habían bebido profundamente en estos libros, y que sus profecías fueron influídas por el Pentateuco. Sería natural que Jeremías, viviendo en aquella época en que las profecías de Deuteronomio se cumplían, cuando la infidelidad del pueblo hacía que Dios los echara de su tierra, se expresara en términos que recordasen el libro de Deuteronomio.
En el caso de Ezequiel, el gran interés del profeta en aquello que para él sobresalía sobre todas las cosas (o sea, la restauración del pueblo a su tierra y el restablecimiento del templo con su culto), habría hecho que él leyera con esmero el libro de Levítico, y las porciones de Exodo y de Números que tratan del tabernáculo y sus servicios.
Todo autor bíblico edifica sobre lo que ya hay, y escribe en la atmósfera de los libros que le han antecedido. La influencia que trazamos entre los libros de Levítico y Ezequiel, y los libros de Deuteronomio y Jeremías, no es más que aquello.
Por una parte, Levítico es un libro litúrgico, sin nada de profecía, mientras que la Profecía de Ezequiel es la obra de un verdadero profeta. Levítico se interesa en la liturgia por ella misma, mientras que Ezequiel se interesa en su gran tema del restablecimiento del pueblo en su tierra y la inauguración del culto en el templo, siendo subordinado a esto todo elemento litúrgico.
Por otra parte, no hay evidencia de que se siguieran nunca las indicaciones de Ezequiel en cuanto al culto, que evidentemente eran consideradas, desde el principio, como ideales y figurados. En cambio, la liturgia de Levítico, aunque destinada para el tabernáculo, fue empleada durante largas épocas en el templo, con pequeñas modificaciones que las condiciones cambiadas hicieron necesarias.

3. Ocasión y propósito

i. Ocasión

¿Cuál fue la ocasión del gran discurso que hallamos en el libro de Deuteronomio?
El pueblo estaba en vísperas de grandes batallas. Durante los meses que habían de transcurrir, tendría que hacer frente a terribles enemigos y pasar por grandes pruebas. V 1, p 381 Pero esta generación había sido criada en el desierto, y no había visto los prodigios que Dios había hecho en Egipto. Fue preciso, pues, que el gran caudillo Moisés, que había visto todo esto, y que había conducido al pueblo fuera de Egipto, repitiera en oídos de esta nueva generación, la historia de aquellos prodigios. Bien les hacía falta oír estas cosas, a fin de prepararlos para las duras campañas que les quedaban por delante.
En cierto sentido, el libro de Deuteronomio puede llamarse el sermón fúnebre de Moisés, por cuanto en pocos días él había de morir. Predicó, pues, su propio sermón fúnebre. Puede llamarse también una apología, o defensa propia, en que expone, en su relación correcta, todas sus acciones y las acciones del pueblo.
Además, esperaba al pueblo israelita una nueva vida en su propia tierra. La ley que habían recibido anteriormente, la habían observado en su vida nómada. Era preciso que esta ley fuese aplicada a su nueva vida estacionaria en el país en el cual entraban, y esta aplicación de la ley a la vida en la tierra prometida se hace en el libro de Deuteronomio.

ii. Propósito

El autor del libro de Deuteronomio escribió con los siguientes propósitos:
a. Preparar al pueblo pscológicamente para el conflicto, relacionando su éxito pasado con el poder y la presencia de Dios, e implicando que su éxito futuro había de ser de la misma fuente.
b. Hacer una apología por su propia actividad entre el pueblo.
c. Aplicar la ley de Dios a la nueva vida del pueblo en su tierra.
d. Sacar de la esfera técnica, estrecha, y sacerdotal, las leyes y preceptos de Dios, y ponerlos en su lugar en el corazón y la vida del pueblo.

4. Carácter y estilo

Lo que nos impresiona en el libro de Deuteronomio, es la V 1, p 382 abundancia de material exhortatorio. En efecto, el estilo es el de un sermón o discurso, y no el de un tratado técnico de leyes. Por esto, el libro es mucho más fácil de leer que Levítico, o que los trozos forenses y ceremoniales de Exodo y Números.
Aunque el libro se titula Deuteronomio, segunda ley, no es exactamente una repetición de lo que se halla en otros libros del Pentateuco. Más bien se han elegido las partes más esenciales e importantes de la ley del pacto, y se las ha aplicado, con muchas exhortaciones, a la vida del pueblo en su nueva tierra. El libro puede llamarse un comentario sobre la ley.
El libro de Deuteronomio es popular en carácter. Levítico fue escrito para los sacerdotes, y lo mismo puede decirse de muchas partes forenses de los libros de Exodo y Números, pero no así con Deuteronomio. Es para el pueblo, y a cada momento el autor exhorta al pueblo a que sean fieles a Dios.
Una idea que resalta en el libro de Deuteronomio, y que contribuye a su carácter, es la de la tierra, la tierra de promisión, en la cual se introducía el pueblo. La posibilidad de entrar en la tierra dependía de su obediencia a Dios. Su derecho para continuar en esta tierra dependería de su obediencia. De la tierra vendrían su prosperidad y su bendición. Para recibir esto, tendrían que obedecer.

5. Tema

El tema del libro de Deuteronomio es la bendición de la obediencia, y la palabra clave es obediencia. En todo el libro sobresale el deseo ferviente del escritor de que el pueblo, una vez que se hubiera establecido en la tierra a la cual Jehová lo introducía, debía obedecer a Dios. Tal obediencia le traería abundantes bendiciones, y prosperidad en todo sentido.

6. Bosquejo

Si examinamos detenidamente el libro de Deuteronomio, veremos que no es un discurso, sino tres, que corresponden a las tres grandes divisiones del bosquejo que sigue. Después V 1, p 383 se dará otro bosquejo minucioso de Deuteronomio, en conexión con el bosquejo histórico de la Parte III, Período del Exodo y de las migraciones.
Bosquejo general del libro de Deuteronomio
Introduccion. 1:1–5.
Repaso De La Historia De Las Migraciones. 1:6–4:43.
En Sinaí. 1:6–18.
Primera tentativa de ocupar la tierra. 1:19–46.
Relaciones de Israel con los pueblos paganos. 2:1–37.
Primeras actividades de Israel en Palestina. 3:1–29.
[1] Gillis, C. (1991). El Antiguo Testamento: Un Comentario Sobre Su Historia y Literatura, Tomos I-V (Vol. 1, pp. 334–339). El Paso, TX: Casa Bautista De Publicaciones.
Conclusión a la primera exhortación: la fidelidad. 4:1–43.
La Ley Y Su Exposición. 4:44–26:19.
Introducción. 4:44–49.
Los diez mandamientos y su exposición. 5:1–11:32.
Recapitulación de la dádiva de la ley. 5:1–33.
La ley y el pueblo. 6:1–25.
La ley y la tierra de promisión. 7:1–26.
Motivos para la obediencia. 8:1–20.
Las rebeliones del pueblo. 9:1–10:11.
Resultado del pecado y de la obediencia. 10:12–11:32.
Código de estatutos relacionados con la vida del pueblo. 12:1–26:19.
Leyes tocantes a la pureza y al culto. 12:1–16:17.
Centralización del culto en un lugar. 12:1–28.
La tentación a la idolatría: sus fuentes y su castigo. 12:29–13:18.
Separación de Israel. 14:1–21.
El diezmo. 14:22–29.
El año sabático. 15:1–18.
Dedicación del primogénito. 15:19–23.
Las fiestas. 16:1–17.
Leyes de justicia y de humanidad. 16:18–26:19.
Orden en el gobierno. 16:18–17:20.
La ofrenda para sacerdotes y levitas. 18:1–8.
Reglamento para los profetas. 18:9–22.
Las ciudades de refugio. 19:1–13.
Relaciones con el vecino. 19:14–21.
V 1, p 384 Leyes de la guerra. 20:1–20.
Reglas varias. 21:1–22:30.
Reglas sociales diversas. 23:1–25:16.
Exterminio de los amalecitas. 25:17–19.
Ofrendas y diezmos. 26:1–15.
Conclusión. 26:16–19.
Renovacion Del Pacto. 27:1–30:20.
Preparativos para la ceremonia. 27:1–26.
Bendiciones y maldiciones. 28:1–68.
El pacto en Moab. 29:1–30:14.
Conclusión. 30:15–20.
Fin De La Vida De Moises. 31:1–34:12.
Ultimo discurso de Moisés al pueblo. 31:1–29.
Cántico de Moisés. 31:30–32:45.
Exhortación al pueblo. 32:46, 47.
Advertencia por Jehová a Moisés sobre su muerte. 32:48–52.
Bendición de Israel por Moisés. 33:1–29.
Muerte de Moisés. 34:1–12.[1]
[1] Gillis, C. (1991). El Antiguo Testamento: Un Comentario Sobre Su Historia y Literatura, Tomos I-V (Vol. 1, pp. 378–384). El Paso, TX: Casa Bautista De Publicaciones.

Bibliografía

Gillis, C. (1991). El Antiguo Testamento: Un Comentario Sobre Su Historia y Literatura, Tomos I-V (Vol. 1). El Paso, TX: Casa Bautista De Publicaciones.
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