La Praxis de la Fe

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Praxis de la fe

santiago 1.19
Santiago 1.19–27 LBLA
19 Esto sabéis, mis amados hermanos. Pero que cada uno sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para la ira; 20 pues la ira del hombre no obra la justicia de Dios. 21 Por lo cual, desechando toda inmundicia y todo resto de malicia, recibid con humildad la palabra implantada, que es poderosa para salvar vuestras almas. 22 Sed hacedores de la palabra y no solamente oidores que se engañan a sí mismos. 23 Porque si alguno es oidor de la palabra, y no hacedor, es semejante a un hombre que mira su rostro natural en un espejo; 24 pues después de mirarse a sí mismo e irse, inmediatamente se olvida de qué clase de persona es. 25 Pero el que mira atentamente a la ley perfecta, la ley de la libertad, y permanece en ella, no habiéndose vuelto un oidor olvidadizo sino un hacedor eficaz, éste será bienaventurado en lo que hace. 26 Si alguno se cree religioso, pero no refrena su lengua, sino que engaña a su propio corazón, la religión del tal es vana. 27 La religión pura y sin mácula delante de nuestro Dios y Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y guardarse sin mancha del mundo.
La practica de fe, como practicamos a diario a fe,
Santiago 1.23–24 LBLA
23 Porque si alguno es oidor de la palabra, y no hacedor, es semejante a un hombre que mira su rostro natural en un espejo; 24 pues después de mirarse a sí mismo e irse, inmediatamente se olvida de qué clase de persona es.
Un ejemplo notable. Una fotografía, especialmente aquella que nos capta tal como somos, vale mil palabras.
Diariamente nos vemos reflejados en el espejo: antes de salir de casa por la mañana, durante el transcurso del día y varias veces por la noche.
Los espejos son parte de nuestra vida. Pero los repetidos regresos al espejo establecen el punto de que nuestras memorias son como zarandas.
Santiago utiliza la ilustración del espejo. De hecho, su ilustración se acerca a la forma parabólica de hablar que Jesús utilizaba durante su ministerio terrenal
Los espejos del primer siglo no estaban hechos de vidrio sino de un metal que era pulido regularmente. Estos espejos descansaban horizontalmente sobre mesas, de modo que la persona que quisiese mirar su reflejo en los mismos tenía que inclinarse y mirar hacia abajo. Al hacerlo no veía más que un pobre reflejo de sí mismo.
Los espejos del primer siglo no estaban hechos de vidrio sino de un metal que era pulido regularmente. Estos espejos descansaban horizontalmente sobre mesas, de modo que la persona que quisiese mirar su reflejo en los mismos tenía que inclinarse y mirar hacia abajo. Al hacerlo no veía más que un pobre reflejo de sí mismo (; ; ; ; ).
Aquí está el punto de comparación. La persona que se mira en el espejo para ver su propia imágen y rápidamente se la olvida es como la persona que escucha la proclamación de la Palabra de Dios pero no responde a la misma.
Ve su reflejo en el espejo, rápidamente ajusta su apariencia exterior, y se marcha.
El oye la predicación del evangelio, hace algunos ajustes menores y prosigue su camino.
Pero el evangelio no alcanza a penetrar en su corazón y no llega a cambiar la disposición interna de este hombre.
El espejo es un objeto utilizado para alterar la apariencia externa de la persona; la Palabra, sin embargo, confronta al hombre internamente y exige una respuesta.
¿Por qué se olvida la persona de su apariencia tan pronto como se aleja del espejo? Tal cosa parece increíble, pero sin embargo es cierta.
Mucha gente oye una predicación cierto domingo, y una semana más tarde no puede recordar ni una palabra de dicho mensaje.
La persona que se limita a oír la Palabra se aleja y no responde a sus demandas.
25. Pero el hombre que mira atentamente a la ley perfecta que da libertad, y sigue haciendolo sin olvidar lo que ha oído, sino que la cumple—éste será bendecido en lo que hace.
Santiago 1.25 LBLA
25 Pero el que mira atentamente a la ley perfecta, la ley de la libertad, y permanece en ella, no habiéndose vuelto un oidor olvidadizo sino un hacedor eficaz, éste será bienaventurado en lo que hace.

Una pronta respuesta.

Nótese el contraste.
La Biblia es el espejo más honesto que podemos utilizar. Podemos ver lo que somos con absoluta precisión. Lo crucial es lo que hacemos con esa información.
Lo que uno ve en el espejo debe llevarnos a hacer algo. En unos casos será eliminar un sucio del rostro, en otro peinarse, y aun en otros el afeitarse. No es de sabios mirarse al espejo para no hacer nada. Así ve Santiago al que se expone a la Palabra y no hace nada al respecto. La Biblia fue escrita para que hagamos algo con lo que leemos en ella.
Observa que el contraste no es entre uno que se mira en un espejo y otro que no, sino entre dos que se miran, uno que hace algo al respecto y otro que no hace nada.
Sin embargo, la diferencia está en que al estudiar la ley perfecta de Dios ella no se aparta de dicha ley como lo hace la persona que echa solamente una rápida mirada al espejo.
Aquella continúa mirando atentamente la Palabra. Medita sobre ella y obedientemente la pone en práctica.
Santiago recurre al uso de un sinónimo para la Palabra de Dios. La llama “la ley perfecta” y hace que el lector se acuerde del contenido del . Allí David canta:
Salmo 19.7–11 LBLA
7 La ley del Señor es perfecta, que restaura el alma; el testimonio del Señor es seguro, que hace sabio al sencillo. 8 Los preceptos del Señor son rectos, que alegran el corazón; el mandamiento del Señor es puro, que alumbra los ojos. 9 El temor del Señor es limpio, que permanece para siempre; los juicios del Señor son verdaderos, todos ellos justos; 10 deseables más que el oro; sí, más que mucho oro fino, más dulces que la miel y que el destilar del panal. 11 Además, tu siervo es amonestado por ellos; en guardarlos hay gran recompensa.
El adjetivo descriptivo perfecto tiene un significado absoluto, no relativo. Por ejemplo, cuando Jesús dice:
La ley del Señor es perfecta,
La ley del Señor es perfecta,
revive el alma.
Los estatutos del Señor son confiables,
hacen sabio al simple …
Por ellos es advertido tu siervo;
en guardarlos hay gran recompensa, [vv. 7, 11]
El adjetivo descriptivo perfecto tiene un significado absoluto, no relativo. Por ejemplo, cuando Jesús dice:
Mateo 5.48 LBLA
48 Por tanto, sed vosotros perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto.
), el usa primeramente el adjetivo de un modo relativo (para el hombre) y luego de un modo absoluto (para el Padre celestial).
el usa primeramente el adjetivo de un modo relativo (para el hombre) y luego de un modo absoluto (para el Padre celestial).
Las leyes promulgadas y oficializadas por el hombre son temporarias y están condicionadas por la cultura, el lenguaje y la ubicación. En contraste con esto, la ley de Dios es permanente e inmutable. Es aplicable a todos en todo tiempo y en toda situación. Es perfecta.
¿Por qué es perfecta la ley?
Porque la ley perfecta de Dios da libertad y sólo ella hace que el hombre pueda ser realmente libre.
Es decir, la ley de Dios por medio de Jesucristo libera al hombre de la esclavitud del pecado y del egoísmo. Jesús dice:
Juan 8.36 LBLA
36 Así que, si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres.
; consúltese también , ; ). Dentro de los límites de la ley de Dios el hombre es libre, porque allí vive en el ambiente que Dios le ha designado. Cuando cruza esa frontera, se transforma en un esclavo del pecado. Mientras guarde la ley, es libre.
Romanos 8.2 LBLA
2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús te ha libertado de la ley del pecado y de la muerte.
, ; ). Dentro de los límites de la ley de Dios el hombre es libre, porque allí vive en el ambiente que Dios le ha designado. Cuando cruza esa frontera, se transforma en un esclavo del pecado. Mientras guarde la ley, es libre.
Romanos 8.15 LBLA
15 Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud para volver otra vez al temor, sino que habéis recibido un espíritu de adopción como hijos, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!
romanos 8. 15; ). Dentro de los límites de la ley de Dios el hombre es libre, porque allí vive en el ambiente que Dios le ha designado. Cuando cruza esa frontera, se transforma en un esclavo del pecado. Mientras guarde la ley, es libre.
Gálatas 5.13 LBLA
13 Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; sólo que no uséis la libertad como pretexto para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros.
). Dentro de los límites de la ley de Dios el hombre es libre, porque allí vive en el ambiente que Dios le ha designado. Cuando cruza esa frontera, se transforma en un esclavo del pecado. Mientras guarde la ley, es libre.
Dentro de los límites de la ley de Dios el hombre es libre, porque allí vive en el ambiente que Dios le ha designado. Cuando cruza esa frontera, se transforma en un esclavo del pecado. Mientras guarde la ley, es libre.

Engañándose a si mismo

Comentario al Nuevo Testamento: Santiago y 1-3 Juan 2. Escuchando obedientemente (1:22–25)

b. Un ejemplo notable. Una fotografía, especialmente aquella que nos capta tal como somos, vale mil palabras. Diariamente nos vemos reflejados en el espejo: antes de salir de casa por la mañana, durante el transcurso del día y varias veces por la noche. Los espejos son parte de nuestra vida. Pero los repetidos regresos al espejo establecen el punto de que nuestras memorias son como zarandas.

Santiago utiliza la ilustración del espejo. De hecho, su ilustración se acerca a la forma parabólica de hablar que Jesús utilizaba durante su ministerio terrenal (compárese con Mt. 7:26). Los espejos del primer siglo no estaban hechos de vidrio sino de un metal que era pulido regularmente. Estos espejos descansaban horizontalmente sobre mesas, de modo que la persona que quisiese mirar su reflejo en los mismos tenía que inclinarse y mirar hacia abajo. Al hacerlo no veía más que un pobre reflejo de sí mismo (Job. 37:18; 1 Co. 13:12; 2 Co. 3:18; Sab. 7:26; Eclo. 12:11).

Aquí está el punto de comparación. La persona que se mira en el espejo para ver su propia imágen y rápidamente se la olvida es como la persona que escucha la proclamación de la Palabra de Dios pero no responde a la misma. Ve su reflejo en el espejo, rápidamente ajusta su apariencia exterior, y se marcha. El oye la predicación del evangelio, hace algunos ajustes menores y prosigue su camino. Pero el evangelio no alcanza a penetrar en su corazón y no llega a cambiar la disposición interna de este hombre. El espejo es un objeto utilizado para alterar la apariencia externa de la persona; la Palabra, sin embargo, confronta al hombre internamente y exige una respuesta.

¿Por qué se olvida la persona de su apariencia tan pronto como se aleja del espejo? Tal cosa parece increíble, pero sin embargo es cierta. Mucha gente oye una predicación cierto domingo, y una semana más tarde no puede recordar ni una palabra de dicho mensaje. La persona que se limita a oír la Palabra se aleja y no responde a sus demandas.

25. Pero el hombre que mira atentamente a la ley perfecta que da libertad, y sigue haciendolo sin olvidar lo que ha oído, sino que la cumple—éste será bendecido en lo que hace.

c. Una pronta respuesta. Nótese el contraste. La persona cuyos oídos y corazón están abiertos a lo que Dios tiene que decir literalmente se inclina para mirar la ley de Dios, del mismo modo en que lo hace cuando se contempla en el espejo que está colocado horizontalmente sobre la mesa. Sin embargo, la diferencia está en que al estudiar la ley perfecta de Dios ella no se aparta de dicha ley como lo hace la persona que echa solamente una rápida mirada al espejo. Aquella continúa mirando atentamente la Palabra. Medita sobre ella y obedientemente la pone en práctica.

Santiago recurre al uso de un sinónimo para la Palabra de Dios. La llama “la ley perfecta” y hace que el lector se acuerde del contenido del Salmo 19. Allí David canta:

La ley del Señor es perfecta,

revive el alma.

Los estatutos del Señor son confiables,

hacen sabio al simple …

Por ellos es advertido tu siervo;

en guardarlos hay gran recompensa, [vv. 7, 11]

El adjetivo descriptivo perfecto tiene un significado absoluto, no relativo. Por ejemplo, cuando Jesús dice: “Sed por lo tanto perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt. 5:48), el usa primeramente el adjetivo de un modo relativo (para el hombre) y luego de un modo absoluto (para el Padre celestial).

Las leyes promulgadas y oficializadas por el hombre son temporarias y están condicionadas por la cultura, el lenguaje y la ubicación. En contraste con esto, la ley de Dios es permanente e inmutable. Es aplicable a todos en todo tiempo y en toda situación. Es perfecta.

¿Por qué es perfecta la ley? Porque la ley perfecta de Dios da libertad y sólo ella hace que el hombre pueda ser realmente libre. Es decir, la ley de Dios por medio de Jesucristo libera al hombre de la esclavitud del pecado y del egoísmo. Jesús dice: “Y si el hijo os hiciese libres, seréis verdaderamente libres” (Jn. 8:36; consúltese también Ro. 8:2, 15; Gá. 5:13). Dentro de los límites de la ley de Dios el hombre es libre, porque allí vive en el ambiente que Dios le ha designado. Cuando cruza esa frontera, se transforma en un esclavo del pecado. Mientras guarde la ley, es libre.

Y finalmente, el hombre que sigue mirando fijamente la ley perfecta y la guarda, será bendecido. ¿Por qué es ese hombre feliz? Sabe que “los preceptos del Señor son rectos, y dan gozo al corazón”, y que además “los mandamientos del Señor son radiantes, y dan luz a los ojos” (Sal. 19:8; compárese con Sal. 119:1–3). El encuentra gozo en su quehacer, gozo en su familia y gozo en su Señor Sabe que Dios lo bendice en todo lo que hace (Jn. 13:17)

Sermones de Spurgeon—Volumen 3 No. 1467B: Dos Clases de Oidores“Engañándoos a vosotros mismos,” dice Santiago. ¿En qué se engañaban a sí mismos? Pues bien, ellos pensaban que por ser oidores eran considerablemente mejores; que eso es algo que ha de ser encomiado mucho y que seguramente recibirá una bendición. No habrían sido felices si no hubiesen oído la palabra el domingo, y miran con disgusto a sus vecinos que no respetan el día de guardar. Ellos mismos son gente muy superior porque asisten regularmente a la iglesia
Sermones de Spurgeon—Volumen 3 No. 1467B: Dos Clases de Oidoressi bien no creen que ir a un lugar de adoración los salvará, eso tranquiliza su conciencia y se sienten más a gusto.
Sermones de Spurgeon—Volumen 3 No. 1467B: Dos Clases de OidoresOIDORES BIENAVENTURADOS, aquellos que obtienen la bendición. ¿Quiénes son? Están descritos en el versículo veinticinco, “Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.” Noten que este oidor que es bienaventurado es, antes que nada, un oyente atento, ávido y humilde.
El problema es que Dios no reconoce a meros “asistentes”, a oyentes y espectadores pasivos de su palabra.
Entre más una persona escucha la su verdad, mas es responsable de creerla y obedecerla, al menos que haya obediencia de su parte entre más oiga la palabra mayor será su juicio.
Las personas se limitan a pensar que son cristianas simplemente por el hecho de hacer ciertas cosas y asistir a la iglesia, escuchar sermones grabados, participar en la célula, o academia, escuchar música cristiana, no hacen más que engañarse a sí mismo
En otras palabras la persona que cuenta con tener un conocimiento superficial de la palabra de Dios está viviendo en una ilusión espiritual, creyendo que es salva cuando en realidad no lo es.
Al mirarse en un espejo, se juzga a si mismo por su propio criterio y no conforme a la palabra de Dios de la que conoce muchas cosas pero que no ha apropiado en su corazón, ni aplicado en su vida.
El hecho que no obedezca lo que escucha demuestra que no lo cree ni lo acepta porque su desobediencia prueba que no confía en el Dios cuya palabra tanto escucha.
Mateo 7.24–27 LBLA
24 Por tanto, cualquiera que oye estas palabras mías y las pone en práctica, será semejante a un hombre sabio que edificó su casa sobre la roca; 25 y cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y azotaron aquella casa; pero no se cayó, porque había sido fundada sobre la roca. 26 Y todo el que oye estas palabras mías y no las pone en práctica, será semejante a un hombre insensato que edificó su casa sobre la arena; 27 y cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y azotaron aquella casa; y cayó, y grande fue su destrucción.
Santiago 4.17 LBLA
17 A aquel, pues, que sabe hacer lo bueno y no lo hace, le es pecado.
santia
RVR6024 Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. 25 Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. 26 Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; 27 y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina.
RVR6017 y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.
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