¡Sé hombre!

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A challenge to become a real man.

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¿Cómo te sentirías si alguien te dice “Sé hombre”? Insultado, ofendido, humillado, avergonzado?
¿Cuando es usada esa expresión? Cuando un hombre se queja como un niño; cuando no quiere admitir su error; y cuando un hombre no quiere enfrentar hacerse responsable de sus hechos o palabras.
Cuando era un niño y mi padre salía de viaje, él siempre me decía “Voy a estar fuera tantos días, usted se queda como el hombre de la casa”.
Afortunadamente, nunca me dijo, “¡Sea hombre!; ni ha sido necesario que nadie me lo diga.
Pero en la Biblia encontramos un caso en el que un padre, antes de morir, le dice al hijo “sea hombre”.
Leer 1 Rey 2:1-12

Sé hombre para obedecer a Dios.

“Sé, pues, fuerte y sé hombre. Guarda los mandatos del Señor.” v. 2-3
El primer y más importante consejo que un padre le puede dar a un hijo es “obedece a Dios y anda en Sus caminos”.
En ninguno de los consejos de David a su hijo le dice “asegúrate de enamorar a muchas”.

Tener muchas mujeres no nos hace hombres.

Nuestros padres nos hicieron un gran daño espiritual y sicológico cuando llegamos a la adolescencia y nos llevaron donde “las muchachas” para que, según ellos, “nos hicieramos hombres”.
Obviamente tenían la idea equivocada de ser hombre. Pensaban que acostarse con una mujer era ser hombre.
Y muchos siguen teniéndola: Ejem. Cuando un varón le es infiel a sus esposa con alguna que se le ofreció, la excusa común es “pues es que uno es hombre”. Según él fue hombre para cometer la infidelidad, pero no para decir “No” a la tentación.

Obedecer a Dios requiere hombría.

Cuando tienes el valor de obedecer a Dios en medio de esta sociedad perdida, vas a ser objeto de burlas, críticas, y rechazo. Requiere ser hombre para enfrentarse al mundo y de todo lo que harán en contra tuya.
Es más hombre el que, aunque lo tilden de marica, expresa su fidelidad para con Dios y su esposa.
Es más hombre aquel que, aunque le llamen mandilón, está dispuesto a servir y ayudar a su esposa con algunos quehaceres del hogar.....
Es más hombre el que trata con ternura y respeto a su mujer y a sus hijos que el macho que la maltrata y la trata como basura. El que la trata con caballerosidad más que aquel que usa palabras ásperas e hirientes.
1 Peter 3:7 LBLA
Y vosotros, maridos, igualmente, convivid de manera comprensiva con vuestras mujeres, como con un vaso más frágil, puesto que es mujer, dándole honor como a coheredera de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no sean estorbadas.
1 Pe 3:7

Sé hombre para ser agradecido.

“Mas muestra bondad a los hijos de Barzilai galaadita… porque ellos me ayudaron cuando huía de tu hermano Absalón.” v. 7

Sin olvidar los favores recibidos.

David jamás olvidó lo bueno que había sido Barzilai con él y con sus hombres cuando estaba en necesidad, cuando su vida estaba en peligro:
2 Samuel 17:27–29 LBLA
Cuando David llegó a Mahanaim, Sobi, hijo de Nahas de Rabá, de los hijos de Amnón, Maquir, hijo de Amiel de Lodebar, y Barzilai galaadita de Rogelim, trajeron camas, copas, vasijas de barro, trigo, cebada, harina, grano tostado, habas, lentejas, semillas tostadas, miel, cuajada, ovejas, y queso de vaca, para que comieran David y el pueblo que estaba con él, pues decían: El pueblo está hambriento, cansado y sediento en el desierto.
2 Sam 17:27-29
“¡Me debes una!”, dicen erróneamente algunos.
Pero, aunque los favores no se cobran, el verdadero hombre nunca debería olvidarlos y ser agradecido.

Sin olvidar al que te ha enseñado.

Si no fuera porque alguien nos enseñó, no seríamos lo que somos. ¿Te acuerdas quién te enseñó a leer? Yo jamás voy a olvidar a la Srta Elba, porque si no me hubiera enseñado a leer, nunca hubiera alcanzado mis triunfos académicos.
Cuanto más agradecidos debemos ser con los que nos enseñan la Palabra de Dios; como bien nos lo dice Pablo por medio de su carta a los Gálatas:
Galatians 6:6 LBLA
Y al que se le enseña la palabra, que comparta toda cosa buena con el que le enseña.
Gal 6:
Sé agradecido con el que te compartió el evangelio, con tu maestros de Escuela Dominical, y sé agradecido con tu pastor, quien cada semana trata de darte el mejor alimento posible.

Sé hombre para ser justo.

“está contigo Simei… le juré por el Señor, diciendo: “No te mataré a espada. Pero ahora, no lo dejes sin castigo...” v. 8-9

Dando oportunidad al ofensor.

El castigo que Salomón puso sobre Simei fue que viviera en Jerusalén, pero que no saliera de allí. Con eso no solo le daba la oportunidad de vivir sino que también ponía el destino de Simei en las manos de Simei.
Todos necesitamos una oportunidad cuando hemos fallado y si Dios nos la da, ¿Por qué no se la damos a otros?
Dar esa oportunidad no te hace menos hombre; al contrario, te hace más hombre.

Siendo hombre de palabra.

Simei respondió a Salomón diciendo: “La palabra es buena; como ha dicho el rey mi señor, así lo hará tu siervo.” v. 38
Pero Simei no era hombre de palabra. Al cabo de tres años, se le escaparon dos de sus siervos. Para Simei fue más importante capturarlos que cumplir su palabra. No creo que se haya olvidado de su promesa y de la advertencia del rey. Quizás pensó, “el rey no se dará cuenta”.
Salomón lo supo (“se lo contó un pajarito”) y él si era hombre de palabra. Lo llamó, le recordó las promesas, los males que había hecho a David y la misericordia que ambos, David y Salomón habían tenido con él, y ahora habría de morir.

Sé hombre para reconocer tu necesidad de Dios.

“¡Eso de la iglesia y Dios es para las mujeres!”, dicen algunos que se creen muy hombres. Y aunque no lo dicen con palabras, con sus hechos dicen, “¡Yo no necesito de Dios!”
Aunque rey y con todo el poder y riqueza que había recibido, Salomón sabía que él solo no podía: Necesitaba de Dios.
A la primera oportunidad que Dios le da, Salomón le expresa su necesidad:
1 Kin 3
1 Kings 3:7–9 LBLA
Y ahora, Señor Dios mío, has hecho a tu siervo rey en lugar de mi padre David, aunque soy un muchacho y no sé cómo salir ni entrar. Tu siervo está en medio de tu pueblo al cual escogiste, un pueblo inmenso que no se puede numerar ni contar por su multitud. Da, pues, a tu siervo un corazón con entendimiento para juzgar a tu pueblo y para discernir entre el bien y el mal. Pues ¿quién será capaz de juzgar a este pueblo tuyo tan grande?
2 Kin 3:7-9
2 Kings 3:7–9 LBLA
Entonces fue y envió palabra a Josafat, rey de Judá, diciendo: El rey de Moab se ha rebelado contra mí. ¿Irás conmigo a pelear contra Moab? Y él respondió: Subiré; yo soy como tú, mi pueblo como tu pueblo, mis caballos como tus caballos. Y dijo: ¿Por qué camino subiremos? Y él respondió: Por el camino del desierto de Edom. Fue el rey de Israel con el rey de Judá y el rey de Edom; y dando un rodeo anduvieron siete días de camino; y no había agua para el ejército ni para los animales que los seguían.
He visto a muchos decir de palabra o de hecho: “No necesito de Dios”.....
Pero cuando están perdiendo a su esposa o familia, cuando les pega una enfermedad incurable, cuando están en una cárcel u hospital, o cuando han perdido lo que creían más valioso que Dios, allí sí se acuerdan de El y le claman que les dé otra oportunidad.
Aún con todos sus fracasos, podemos decir que Salomón cumplió con el desafío que su padre le dio: “Sé, pues, fuerte y sé hombre.”
Como varones de esta iglesia, el desafío también es presentado a nosotros. ¿Estás dispuesto a tomarlo?
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