¿Qué pide un hijo? Parte 1

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Jesús dijo a sus discípulos que debían orar no como los gentiles, sino como hijos amados que buscan la gloria de Dios, su reino y su voluntad. En base a estas tres prioridades, Jesús continúa y enseña que Dios también se preocupa por la provisión, el perdón y la protección de sus hijos.

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Mateo 6:11-13
¿Qué pide un hijo? Parte 1
El padre de mi suegro fue pastor durante toda su vida en una iglesia en el Salvador.
Él se llamaba Efraín, y su esposa Otilia. Juntos tuvieron siete hijos.
Si hay algo que caracterizó la vida de este hombre fue su incondicional amor por la iglesia de Cristo, y absoluta dependencia de Su Padre celestial.
Debido a la situación económica de su país y la dureza del ministerio vivió en la absoluta pobreza.
Una de esas semanas que ni tenían para comer, su mujer, Otilia, con siete hijos hambrientos, le recriminó desesperada a su marido:
“¿Qué hacemos? No tenemos nada para dar de comer a los niños.
La respuesta de Efraín, fue concisa: “sienta a los niños a la mesa
Otilia, volvió a insistir: “Pero ¿qué van a comer nuestros hijos.”
Él, sin dudarlo, volvió a decir: “que se sienten a la mesa.”
Así que su esposa sirvió la mesa, y mandó a los niños que se sentasen para comer.
Cuando estaban todos sentados Efraín alzó su voz y oró a su Padre celestial:
Padre nuestro que estás en los cielos, danos hoy el pan nuestro de cada día. Te doy gracias por los alimentos que vas a proveer.”
Antes de que terminase de orar, una persona llamó a la puerta.
Gerson, mi suegro, se levantó para ver quién era, y se encontró con una mujer que traía la comida lista y preparada para toda la familia.
Ese día se saciaron y disfrutaron de una rica comida.
Desde luego que la fe de este hombre es digna de imitar.
No sé cuántos de nosotros hubiésemos hecho lo mismo: decirle a nuestra familia, venid a comer, y orar dando gracias a Dios por Su provisión, sabiendo que no hay comida en la nevera.
¿Por qué Efraín oró de esta manera?
Porque dependía de su Padre celestial.
Él sabía que, si Dios cuida de los pajarillos del cielo, y las florecillas del campo, ¿cuánto más de sus hijos?
Así que, con absoluta confianza, sólo tuvo que pedir: danos hoy el pan de cada día.
Pero lo curioso es que la oración de Efraín no es algo exclusivo reservado para unos pocos héroes de la fe.
Jesús nos enseñó que todos debemos orar así, todos debemos confiar y depender de nuestro Padre celestial.
Y es justo lo que vamos a comenzar a estudiar esta noche en Mateo 6:11-13.
En Mateo 6:11-13 veremos como Jesús dice claramente que un hijo de Dios, debería orar de esta misma manera: mostrando absoluta dependencia de su Padre celestial.
Leamos toda la oración del Padre Nuestro, :
9 Vosotros, pues, orad de esta manera:
“Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre.
10 “Venga tu reino.
Hágase tu voluntad,
así en la tierra como en el cielo.
11 “Danos hoy el pan nuestro de cada día.
12 “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores.
13 “Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el reino y el poder y la gloria para siempre jamás. Amén.”
14 Porque si perdonáis a los hombres sus transgresiones, también vuestro Padre celestial os perdonará a vosotros.
15 Pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras transgresiones.
En Mateo 6:11-13 observaremos tres peticiones que demuestran que dependemos de nuestro Padre celestial:
1. Dependemos de nuestro Padre celestial si oramos por Su provisión –
2. Dependemos de nuestro Padre celestial si oramos por su perdón –
3. Dependemos de nuestro Padre celestial si oramos por su protección –
O sea, como hijos del Dios de los cielos acudimos a Él para nuestra provisión, nuestro perdón, y nuestra protección.
Esta noche veremos la primera petición, y la semana que viene el resto.
Y como acabo de mencionar, la primera petición es que:
1. Dependemos de nuestro Padre celestial si oramos por Su provisión –
Jesús dice en Mateo 6:11: “Danos hoy el pan nuestro de cada día.”
La verdad que no sé vosotros, pero yo me alegro tremendamente de que Cristo nos haya enseñado a orar así.
En el pasado hemos visto que, si no queremos ser unos fariseos, viviendo para los demás y no para Dios…
Ni tampoco queremos ser como los gentiles quienes oran para manipular a Dios, entonces debemos orar de esta manera.
¿Y cómo?
Recordad, nosotros, Sus hijos, oramos:
Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo.”
Nuestro Padre está sobre los cielos de los cielos, suyo es el universo, el domina y controla cada evento de esta creación conforme a sus designios…
Por lo tanto, la prioridad en nuestra vida de oración es Su gloria, Su dominio y Su voluntad.
Antes de orar, antes de abrir mi boca y dirigirme al Rey de Reyes y Señor de Señores, debo preguntarme si la motivación de mi petición es la gloria de Dios…
Si mi deseo al orar es que todos sean testigos de Su glorioso reino…
Si mi meta es que tanto yo como el resto de los discípulos de Cristo obedezcamos Su voluntad, a la primera, completamente y con gozo.
El problema es que cuando escuchamos lo que Jesús pide de nuestras oraciones, lo más lógico sería pensar: “nunca debería pedir que provea para lo que necesito e incluso deseo.”
“Sin duda que tengo un Padre en los cielos… pero Él no está interesado en mis minúsculas e insignificantes necesidades…”
“Él es Dios, celoso de Su nombre y Su gloria, pedirle que me de hoy de comer no tiene sentido. No es algo majestuoso.”
Pero Jesús afirma que la realidad es bien diferente.
Sí que es glorioso que vayamos a nuestro Padre celestial a pedirle nuestro pan diario.
¿Por qué digo esto?
Porque el mismo Jesús que dijo cuándo ores busca Su gloria, también dijo, una oración que glorifica a Dios, depende de Él para las necesidades básicas de la vida.
¿No es increíble? Que yo pueda orar por lo que necesite, y que mi petición traiga gloria a Dios.
No sólo eso, esta petición, “danos hoy el pan nuestro de cada día,” confirma que nuestro Padre celestial se preocupa por nosotros.
No acudimos a un dios caprichoso y tirano como los dioses romanos.
A un dios que necesitamos convencer para que nos escuche.
Y luego cuando por fin tenemos su atención, de alguna manera, hay que sobornarle con el fin de que nos dé aquello que buscamos.
Dios no es así. Él es un Dios de amor, de compasión, riqueza y generosidad infinita.
A nuestro Padre que está en los cielos le complace y le agrada darnos el pan de cada día.
Si nosotros siendo malos sabemos dar cosas buenas a nuestros hijos, ¿cuánto más nuestro Padre celestial quien es plena, completa y perfectamente bueno no sabrá darnos cosas buenas a nosotros?
Así que cuando acudimos a Él aun para la provisión más básica estamos buscando Su gloria, Su dominio y Su voluntad.
¿Quieres orar para la gloria de Dios? Pues entonces depende de Él en oración para que provea hoy el pan de cada día.
Ahora bien, cuando hablamos de necesidades, ¿a qué nos referimos?
Fijaos que Jesús no dice, danos hoy lo que necesitemos de aquí a dos años, o lo necesario para vivir cómodamente.
En la providencia de Dios, nos encontramos en el momento de mayor riqueza de toda la historia de occidente.
La famosa clase media se ha extendido por toda Europa y el continente norteamericano.
La mayoría de nosotros si hubiésemos nacido en el primer siglo habríamos sido esclavos o jornaleros.
Pero hoy tenemos posesiones impensables para un creyente de la iglesia primitiva, lo que no es pecado en sí.
Pero la abundancia conlleva un peligro, y es confundir lujos con necesidades inmediatas. De modo que equivocadamente pedimos que Dios provea algo que no necesitamos.
A este peligro hay que añadirle la influencia de nuestra cultura.
Somos bombardeados continuamente por la deificación de lo insatisfacción.
Desde pequeñitos se nos inculca que tenemos el derecho a vivir satisfechos.
Así que es mi derecho buscar y alcanzar todo aquello que yo crea que necesito para mi satisfacción personal.
Por lo tanto, haz lo que sea, con tal de vivir satisfecho. El fin justifica los medios.
Eso no es otra cosa que vivir bajo la tiranía del dios de la insatisfacción.
Un dios que nunca llena, nunca satisface, nunca da descanso ni alivio. En todo momento, quiere más y más y más.
Un dios que nos priva de disfrutar lo que ya tenemos, y causa que nos agobiemos por lo que aún no hemos logrado tener.
Este falso dios hace que nos preocupemos tanto por el futuro que no disfrutamos el presente.
Y este falso concepto de necesidad es el engranaje que mueve la industria moderna del consumismo…
Creando falsas necesidades, falsas expectativas, y falsas respuestas para satisfacer al hombre…
Otorgándole a lo material la capacidad de satisfacción genuina. Algo que sólo Dios puede hacer.
Esta es la sociedad en la que vivimos.
Por eso, esta oración, “Padre nuestro que está en los cielos danos hoy el pan nuestro de cada día…” es tan importante.
Porque es el antídoto contra la insatisfacción.
Porque, primeramente, nos enseña que no todo a lo que llamamos necesidad es necesidad.
Y segundo, no es nuestra responsabilidad agobiarnos por el futuro.
Nuestro Padre celestial se encarga del mañana.
Esto no significa que uno no pueda planear y prepararse sabiamente para el futuro con los recursos que Dios le ha dado en el presente.
Pero, lo que sí significa, es que no estamos ansiosos por el porvenir, porque confiamos en nuestro Padre que está en los cielos.
Él sí conoce las necesidades reales que tendremos mañana, necesidades que no podemos anticipar por mucho que lo hayamos intentado.
Y Él sí que está preparado para proveer para esas necesidades.
De tal modo que venimos ante Él con las necesidades para hoy.
Cuando Jesús dice: danos hoy el pan de cada día, está enseñándonos a orar por lo básico para este día.
En el contexto que vivimos esto nos puede sonar a chino. Ya que la mayoría de nosotros recibimos un sueldo mensual.
Eso significa que, por norma general, todos deberíamos tener como mínimo lo necesario para cada día durante un mes.
Pero en el tiempo de Jesús era diferente. La mayoría de los trabajadores eran jornaleros.
Los jornaleros iban temprano a la plaza del pueblo, y esperaban a ser contratados para trabajar ese día en los campos.
Al terminar el día, el señor pagaba al jornalero lo que habían acordado.
Luego el jornalero iba a su casa, y su familia usaba ese dinero para las necesidades del día siguiente, y así sucesivamente.
Por lo que, si un jornalero no era contratado para trabajar ese día, no tendría dinero para proveer para el día siguiente.
No sólo eso, no había seguridad social, ni seguros privados, paro, bajas, pagas extraordinarias, pagas por paternidad o maternidad, ninguno de los beneficios sociales que disfrutamos en nuestro país.
Si un jornalero se ponía gravemente enfermo, hasta el punto que no podía trabajar, no ganaría para el pan del día siguiente.
Una situación desesperante.
Los jornaleros vivían el día a día. Ansiosos por el futuro…
¿Y si mañana no puedo ganar dinero? ¿y si me pongo enfermo? ¿y si tengo un accidente y me quedo paralítico?
Curiosamente, aunque nosotros ganamos el dinero cada mes en vez de cada día, también tenemos los mismos miedos. Y luchamos con la misma ansiedad.
Jesús responde a estos temores diciendo, simplemente pídele a tu Padre celestial lo que necesites para cada día.
No te preocupes por el futuro, o por tu vida, qué comerás, o que beberás, ni por tu cuerpo, qué vestirás…
¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que la ropa?
26 Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros de mucho más valor que ellas?
27 ¿Y quién de vosotros, por ansioso que esté, puede añadir una hora al curso de su vida?
28 Y por la ropa, ¿por qué os preocupáis? Observad cómo crecen los lirios del campo; no trabajan, ni hilan;
29 pero os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de éstos.
30 Y si Dios viste así la hierba del campo, que hoy es y mañana es echada al horno, ¿no hará mucho más por vosotros, hombres de poca fe?
31 Por tanto, no os preocupéis, diciendo: “¿Qué comeremos?” o “¿qué beberemos?” o “¿con qué nos vestiremos?”
32 Porque los gentiles buscan ansiosamente todas estas cosas; que vuestro Padre celestial sabe que necesitáis todas estas cosas.
33 Pero buscad primero su reino y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
34 Por tanto, no os preocupéis por el día de mañana; porque el día de mañana se cuidará de sí mismo. Bástele a cada día sus propios problemas. ().
Jesucristo promete que nuestro Padre celestial proveerá todas estas cosas. Es decir, la comida y el abrigo, lo básico para sobrevivir hoy.
No tienes dinero para comer, pídele a Dios. No tienes dinero para vestirte, pídele a Dios. No tienes donde dormir, pídele a Dios.
Tu Padre celestial promete darte estas cosas.
Dios provee por medio del trabajo. Es una bendición, no una maldición.
Y si en Su gracia tú hoy recibes un sueldo mensual, es parte de Su provisión para cada día.
Hoy has podido ir a trabajar donde te pagan cada mes lo suficiente para treinta días, porque hoy Dios ha provisto comida para sostenerte, ropa para vestirte, y fuerzas para trabajar.
Y si Dios ha hecho lo mismo una y otra vez cada día desde que hemos sido salvados, podemos estar seguros de que continuará haciéndolo en el futuro.
Estamos convencidos de (que) Dios proveerá estas cosas, porque así lo promete en Su Palabra.
Pero también porque así lo ha hecho todos estos días, todas estas semanas, todos estos meses y años.
Nunca nos ha fallado, ni nunca nos fallará.
Por eso acudimos a Él y oramos: “Padre nuestro que estás en los cielos, danos hoy el pan de cada día, danos hoy lo necesario para vivir, y el resto lo encomendamos en tus manos.”
Cuando estudiaba en Carolina del Sur antes de ir a los Ángeles, me lesioné jugando al futbol.
Uno de los contrarios me hizo una entrada un poco salvaje y caí sobre el hombro dislocándome la clavícula.
Tuve que ir al hospital varias veces. Entre otras pruebas, tuvieron que hacerme una resonancia magnética.
Sólo la resonancia valió más de 2000 €.
El problema es que no tenía seguro médico, ni trabajo, ni apoyo, ni ninguna otra manera de conseguir dinero.
A lo largo de los meses Dios proveyó de maneras increíbles para pagar los gastos que supuso esa lesión.
Una de esas veces me había llegado una factura del hospital de sólo $300.
No era mucho dinero, pero ya había pagado muchísimo dinero por todas estas pruebas.
Y cuando pensé que ya no tenía que pagar más las facturas seguían llegando como si fuesen publicidad.
Pero, además, ya no tenía ni para un peine, con lo que $300 cuando no tienes ni $5, es una fortuna.
No tenía otra alternativa que acudir desesperadamente a Dios y pedirle que proveyese para esta necesidad.
Recuerdo que, en mi oración, hasta le dije, que si quería podía poner los $300 en un sobre en mi buzón.
La verdad que no sé por qué oré así. Pero ¿sabéis que sucedió? Sin decírselo a nadie, el mismo día, alguien puso un sobre anónimo en mi buzón con $300 dentro.
Tenía que pagar esa deuda. En las circunstancias que estaba no tenía forma de conseguir dinero, ni de haberlo ahorrado.
Era una necesidad legítima, e inmediata, y mi única salida fue ir a mi Padre celestial y orar “dame hoy el pan de cada día.”
Dios respondió generosamente. El Dios de los cielos puso de manera providencial ese dinero en mi buzón como se lo había pedido.
Para mí fue claro, este sobre no es fruto de la casualidad, está aquí de esta manera, porque es la provisión de Dios.
No sé cuáles son tus necesidades legítimas e inmediatas, pero sí sé que, si eres un hijo de Dios, tu Padre celestial promete darnos todas estas cosas.
Así que no nos angustiemos por el mañana, y acudamos a Dios en oración para el pan de hoy.
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