Sermon Tone Analysis

Overall tone of the sermon

This automated analysis scores the text on the likely presence of emotional, language, and social tones. There are no right or wrong scores; this is just an indication of tones readers or listeners may pick up from the text.
A score of 0.5 or higher indicates the tone is likely present.
Emotion Tone
Anger
0.16UNLIKELY
Disgust
0.11UNLIKELY
Fear
0.17UNLIKELY
Joy
0.26UNLIKELY
Sadness
0.22UNLIKELY
Language Tone
Analytical
0UNLIKELY
Confident
0.01UNLIKELY
Tentative
0UNLIKELY
Social Tone
Openness
0.12UNLIKELY
Conscientiousness
0.15UNLIKELY
Extraversion
0.48UNLIKELY
Agreeableness
0.6LIKELY
Emotional Range
0.17UNLIKELY

Tone of specific sentences

Tones
Emotion
Anger
Disgust
Fear
Joy
Sadness
Language
Analytical
Confident
Tentative
Social Tendencies
Openness
Conscientiousness
Extraversion
Agreeableness
Emotional Range
Anger
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160.
UNA DECISIÓN ACERTADA
(Lucas 15:11–32)
INTRODUCCIÓN: todos conocemos la historia del hijo pródigo, la cual es una de las mejores ilustraciones con que Jesús muestra el secreto de la salvación por medio del arrepentimiento y la fe.
Fijémonos en esta decisión y hagámonos tres preguntas acerca de la misma.
1. ¿Qué la provocó?
«Vino una grande hambre en aquella provincia».
Todos los hombres tenemos hambre de vida y de felicidad, desde el mismo momento en que existimos.
Hay quienes son lo que llamamos afortunados en sus negocios y amontonan capitales que les permiten hacer algo semejante al hijo pródigo.
Pero este mal gasto no hace sino empobrecerles más.
Queman su salud y se encuentran después en la posición en que se encontró el pródigo:
a) «Perezco de hambre».
Se apoderó del desgraciado el temor de la muerte.
¿No es esta la situación de millares de pecadores al acentuarse los signos de la vejez?
b) La esperanza de una reconciliación con su padre.
Hay muchos que difieren esta decisión hasta que no pueden valerse de sí mismos y llaman al Viático, pensando en poner a su favor la intercesión de la Iglesia.
Pero notemos que el hijo pródigo no buscó un compañero que abogase por él ante su padre; se decidió y emprendió el camino solo.
2. ¿Cuál fue la naturaleza de su resolución?
a) Levantarse, no quedarse tan solo a meditar sobre su situación.
b) Ir a su padre, aun cuando fuera largo y penoso.
Afortunadamente no es éste el caso con los pecadores (Sal.
145:18).
Jesús confirma esta experiencia del salmista en Mt. 6:6.
En cualquier lugar podemos encontrar a Dios, pero a veces cuesta un largo camino el llegar a la resolución definitiva y moverse al arrepentimiento.
c) «A mi padre».
Al ofendido … Posiblemente, se había visto chasqueado acudiendo a otros.
d) «Confesar su pecado».
Nótese que en su confesión se reconoce culpable contra Dios y contra los hombres.
Con esto Jesús da a entender que todo pecado que remuerda nuestras conciencias, aun cuando sea contra algún prójimo, es en primer término un pecado contra Dios.
3. ¿Cuál fue el resultado de su resolución?
a) Recibió el perdón.
Nótese que el padre le besó antes de haber oído su confesión.
Su actitud de volver era suficiente evidencia de lo que había en su corazón.
b) Recibió las credenciales de la categoría primitiva que le habría correspondido por ley natural.
Los que arrepentidos acuden a Dios, invocando los méritos de Jesucristo, reciben las arras del Espíritu Santo (Ef.
1:13, 14; Ro. 8:16).
El Camino Hacia la Reconciliación: La Historia del Hijo Pródigo
En la conocida parábola del hijo pródigo, sabemos que el padre perdonó antes de que el hijo se arrepintiera y volviera a casa.
Al hacerlo, se libró a sí mismo de vivir la tormenta de la constante amargura.
Él estaba libre para continuar con su vida.
Pero ahí no es donde termina la historia.
El anhelo más profundo de este padre, era que su hijo volviera.
Él miraba y esperaba que se diera esta posibilidad, y cuando llegó, la aprovechó.
Dios siempre quiere paz con nosotros y entre nosotros.
Él pagó un alto precio para reconciliarse con el mundo, y después nos pasó ese ministerio a nosotros.
La Biblia dice que Dios:
Por medio de Cristo nos reconcilió consigo mismo y nos dio el ministerio de la reconciliación: esto es, que en Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo consigo mismo, no tomándole en cuenta sus pecados y encargándonos a nosotros el mensaje de la reconciliación.
Así que somos embajadores de Cristo, como si Dios los exhortara a ustedes por medio de nosotros: “En nombre de Cristo, les rogamos que se reconcilien con Dios.”
¿Esto significa que hemos fallado si nuestro perdón no siempre lleva a la reconciliación?
Ya que tenemos que perdonar sin importar lo que sea, ¿debemos también reconciliarnos sin importar lo que sea?
La respuesta es ¡No!
Al regresar a casa, el pródigo arrepentido dijo: “Papá, he pecado contra el cielo y contra ti.
Ya no merezco que se me llame tu hijo”.
El padre inmediatamente restauró a su hijo en su posición anterior en la familia, e hizo una fiesta para celebrar su regreso.
Supón que el hijo hubiera dicho: “Oye, viejo, ya se me acabó el dinero.
Dame más y me iré de aquí antes de que me lo pidas, “vino, mujeres y canciones” ”.
En este caso, la historia hubiera terminado sin reconciliación.
El perdón extendido por el padre y su deseo de recuperar la unidad, no hubieran sido suficientes para que hubiera una reconciliación.
pródigo, -ga adj./n.
m. y f. 1 [persona] Que despilfarra o gasta sin cuidado sus bienes: la parábola del hijo pródigo.
2 adj.
[persona] Que da con generosidad lo que tiene o lo pone al servicio de los demás: fue pródigo en explicaciones; un padre pródigo con sus hijos.
3 [cosa] Que produce en abundancia lo que se expresa: la pródiga naturaleza; un año pródigo en noticias; las décadas de 1960 y 1970 fueron pródigas en movimientos de reivindicación social en América Latina.
Llamamos a esta historia “la parábola del hijo pródigo” (la palabra “pródigo” quiere decir desperdiciador), pero también se la podría llamar “La parábola del padre amante”, porque hace énfasis en la bondad del padre más que en el pecado del hijo.
A diferencia del pastor y la mujer en las parábolas previas, el padre no salió a buscar al hijo, sino que fue el recuerdo de la benignidad del padre lo que llevó al muchacho al arrepentimiento y al perdón (ve Romanos 2:4).
En esta historia fíjate en las tres experiencias del joven.
Rebelión: Se fue a un país lejano (15:11–16).
Según la ley judía el hijo mayor recibía el doble de lo que recibían los demás hijos (Deuteronomio 21:17), y el padre podía repartir su riqueza en vida si lo quería.
Era perfectamente legal que el hijo menor le pidiera su parte de las propiedades e incluso que la vendiera, pero seguramente no fue algo amable de su parte.
Era como si le estuviera diciendo a su padre: “¡Quisiera que estuvieras muerto!”
Tomás Huxley dijo: “Las peores dificultades de un hombre empiezan cuando puede hacer lo que se le antoja”.
¡Cuán cierto!
Siempre habrá problemas cuando valoramos las cosas más que las personas, el placer más que el deber, y las escenas distantes más que las bendiciones que tenemos en casa.
Jesús una vez les advirtió a dos hermanos que discutían: “Mirad, y guardaos de toda avaricia” (Lucas 12:15).
¿Por qué?
Porque la persona avarienta jamás se satisface por mucho que adquiera, y un corazón insatisfecho conduce a una vida de desilusión.
El pródigo aprendió por medio de experiencias amargas que no se puede disfrutar de las cosas que el dinero puede comprar si se hace caso omiso de las cosas que el dinero no puede comprar.
El país lejano no es necesariamente un lugar distante adonde tenemos que viajar, porque el país lejano existe primero que nada en nuestro corazón.
El hijo menor soñaba con disfrutar de la libertad lejos de casa y lejos de su padre y de su hermano mayor.
Si la oveja se perdió debido a su insensatez y la moneda debido al descuido, el hijo se perdió por voluntad propia.
Quería salirse con la suya así que se rebeló contra su propio padre y le destrozó el corazón.
Pero la vida en el país lejano no fue lo que esperaba.
Se le acabaron sus recursos, sus amigos lo abandonaron, surgió una hambruna, y el joven se vio obligado a hacer para un extraño lo que no quiso hacer para su propio padre: ¡trabajar!
Esta escena en el drama es la manera en que nuestro Señor recalca lo que el pecado en realidad hace en las vidas de los que rechazan la voluntad del Padre.
El pecado promete libertad, pero sólo trae esclavitud (Juan 8:34); promete éxito, pero produce fracaso; promete vida, pero “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23).
El joven pensó que “se hallaría a sí mismo” pero todo lo que consiguió fue perderse.
Cuando se deja a Dios fuera de nuestra vida, la diversión se convierte en esclavitud.
Arrepentimiento: Volvió en sí (15:17–19).
Arrepentirse quiere decir cambiar de parecer, y eso es exactamente lo que hizo el joven mientras cuidaba los cerdos.
(¡Qué trabajo para un joven judío!) La frase “volviendo en sí”, sugiere que hasta ese punto en realidad estaba fuera de sí.
Hay en el pecado una locura que parece paralizar la imagen de Dios que hay adentro de nosotros y liberar al animal que llevamos dentro.
A los que estudian las obras de Shakespeare les gusta contrastar dos citas para describir esta contradicción en la naturaleza del hombre:
¡Qué obra es un hombre!
¡Qué noble en razón!
¡Qué infinito en facultad!
en forma, en movimiento, ¡qué exacto y admirable!
¡en acción como un ángel!
¡En comprensión como un dios!
(Hamlet, II, ii)
Cuando es lo mejor, es poco peor que un hombre; y cuando es lo peor, es poco mejor que una bestia.
(El Mercader de Venecia, I, ii)
El joven cambió de parecer en cuanto a sí mismo y su situación, y reconoció que era un pecador.
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