La bendición de Jacob

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El llamado de Dios a Jacob no tiene que ver con su justicia sino con la soberanía de Dios.

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La bendición de Jacob

Génesis 28:10–15
10Salió, pues, Jacob de Beerseba, y fue a Harán. 11Y llegó a un cierto lugar, y durmió allí, porque ya el sol se había puesto; y tomó de las piedras de aquel paraje y puso a su cabecera, y se acostó en aquel lugar. 12Y soñó: y he aquí una escalera que estaba apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el cielo; y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella. 13Y he aquí, Jehová estaba en lo alto de ella, el cual dijo: Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia. 14Será tu descendencia como el polvo de la tierra, y te extenderás al occidente, al oriente, al norte y al sur; y todas las familias de la tierra serán benditas en ti y en tu simiente. 15He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho.

Introducción

Jacob es un personaje lleno de contradicciones, por un lado es “suplantador” desde su nacimiento, pero por otro lado ama y anhela fervientemente la promesa del pacto de Dios con Abraham.
Esaú y Jacob eran gemelos mellizos (dicigóticos), Esaú nació primero pero Jacob nació seguido agarrado del calcañar de su hermano.
Esaú por ser el primogénito merecía por derecho la bendición del pacto de Abraham.
Rebeca sufrió mucho en su embarazo, a tal punto que deseaba morir, al consultar a Dios dijo:
Génesis 25:23–24y le respondió Jehová: Dos naciones hay en tu seno, Y dos pueblos serán divididos desde tus entrañas; El un pueblo será más fuerte que el otro pueblo, Y el mayor servirá al menor. Cuando se cumplieron sus días para dar a luz, he aquí había gemelos en su vientre.
Rebeca abrazó esta profecía, pero Isaac no.

Jacob se encuentra con Dios.

Jacob había comprado la primogenitura de Esaú (Génesis 25:27-34), por tanto, cuando llega el tiempo en que Isaac decide bendecir a Esaú, Jacob en complicidad con su madre usurpa el lugar de Esaú para recibir la bendición (Génesis 27).
Jacob debe huir porque su hermano promete matarlo al morir su padre.
Uso como pretexto ir a buscar esposa a Harán, la tierra de su abuelo Abraham.
Jacob emprende el viaje de 600 kilómetros a pie, solo y sin dinero, triste, con temor y dudas.
Jacob nunca había tenido un encuentro con Dios, hasta la primer noche de su viaje.
Jacobo tiene una visión nocturna en la que habían una escalera del cielo a la tierra, ángeles que subían y bajaban y El Señor sentado en lo alto.
Dios le hace estas promesas:
Génesis 28:15He aquí, yo estoy contigo…” A pesar de ser un pecador, Dios promete estar con Él.
Dios promete estar contigo siempre. Mateo 28:20enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.
Génesis 28:15…y te guardaré por dondequiera que fueres…
Dios garantiza que Jacob tendrá un viaje seguro, esta promesa calma sus dudas y temores. El cuidado amoroso de Dios es una fuente de seguridad.
Esta promesa se extiende a nosotros, su omnipresencia le permite estar con todos sus hijos a la vez. 2 Tesalonicenses 3:3Pero fiel es el Señor, que os afirmará y guardará del mal.
Génesis 28:15…y volveré a traerte a esta tierra…
Los pecados de Jacob lo estaban alejando de la bendición prometida a sus antepasados, Labán su tío y suegro se convertiría en su verdugo, quien le haría pagar sus faltas. Dios no lo libró de este castigo.
Pero Dios lo hará volver a la tierra que prometió a sus padres y que sería para él y su descendencia.
Esta es restauración, el pecado nos quitó las bendiciones espirituales,
Es necesario transitar esta vida sufriendo en la carne las consecuencias del pecado, y al final, la muerte en la carne.
Pero hay una promesa gloriosa para los que rindieron su corazón a Cristo. 1 Corintios 15:53–55Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?
Volveremos a tomar la posición de gloria, santidad e imagen de Dios que habíamos perdido por el pecado, donde la muerte ya no tiene ningún poder.
Esta es la promesa de Dios.

La presencia de Dios

Las promesas de Dios traerían paz, esperanza y fortaleza a Jacob, sin embargo, experimentó que la presencia de Dios es terrible para los seres humanos pecadores.
Génesis 28:17Y tuvo miedo, y dijo: ¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo.
La verdadera presencia de Dios trae consuelo pero también nos confronta con nuestra condición de pecado. Nos hace sentir sucios e indignos de estar en su presencia.
Israel lo experimentó en el desierto: Éxodo 20:18–19Todo el pueblo observaba el estruendo y los relámpagos, y el sonido de la bocina, y el monte que humeaba; y viéndolo el pueblo, temblaron, y se pusieron de lejos. Y dijeron a Moisés: Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero no hable Dios con nosotros, para que no muramos.
Isaías en su llamado: Isaías 6:5Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos.
Cuando entramos a presencia de Dios, no podemos dejar de sentirnos sucios e indignos ante tanta pureza y santidad.
El apóstol Juan quedó como muerto ante la manifestación del Señor: Apocalipsis 1:17Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último;
Algunos presuntuosamente dicen que Dios se les manifestó y les habló, pero sus vidas siguen siendo las mismas, cuando tenemos un encuentro con Dios, no volvemos a ser los mismos. Mateo 7:16Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?

Conclusión

Esta experiencia cambió la vida de Jacob, ahora podía seguir viajando con seguridad, sin dudas ni temores.
Nuestro transitar en la vida está asegurada cuando confiamos y nos apropiamos de las promesas de Dios.
Tan seguro y confiado estaba Jacob que hizo promesa voluntaria a Dios:
Génesis 28:20–22E hizo Jacob voto, diciendo: Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, y si volviere en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios. Y esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios; y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti.
En base a lo que Dios prometió él se compromete a rendir culto a nadie más que El Dios de sus padres.
En ese momento Jacob era pobre, y lo sería por un buen tiempo, a tal grado que debe pagar la dote de sus esposas con trabajo.
Sin embargo, creyó a Dios y le promete voluntariamente entregar la décima parte de sus ganancias a Dios.
Con esto Jacob estaba declarando que no dependía de las riquezas, y que no serían un obstáculo para rendir culto a Dios.
Dios amó a Jacob aun cuando no lo merecía: Romanos 9:9–16Porque la palabra de la promesa es esta: Por este tiempo vendré, y Sara tendrá un hijo. Y no sólo esto, sino también cuando Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro padre (pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama), se le dijo: El mayor servirá al menor. Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí. ¿Qué, pues, diremos? ¿Que hay injusticia en Dios? En ninguna manera. Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca. Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia.
De la misma manera, nosotros fuimos alcanzados sin que lo mereciéramos… no podemos sino agradecerle a Dios por tanta misericordia, rendirnos, adorarle y servirle voluntariamente, teniendo la confianza que Dios cumplirá sus promesas en nosotros.
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