Día 3 - MI OBJETIVO DE VIDA: ¿Qué quiero? (III)

Cambios profundos  •  Sermon  •  Submitted   •  Presented
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Lucas 14:25–33 (RVR60)
Grandes multitudes iban con él; y volviéndose, les dijo:Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él,diciendo: Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar. ¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil?Y si no puede, cuando el otro está todavía lejos, le envía una embajada y le pide condiciones de paz.Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.
No, la vida cristiana, la verdadera vida cristiana no es para todos; la verdadera vida cristiana es para aquellos que verdaderamente quieren vivirla.
¿Quién no puede ser su discípulo? Tres veces Jesús repite la misma frase (versos 26, 27 y 33). ¿Qué piensas? ¿Cuál es la respuesta a esta pregunta? ¿Quién no puede ser un discípulo de Jesús? Respuesta: Alguien que no ha evaluado lo que quiere. Una persona que dice que quiere, que piensa que quiere o que siente que quiere, pero que, después de un tiempo, se da cuenta que tiene que elegir entre Jesús y sus ídolos. Ahí es cuando queda en evidencia que no había valorado bien aquello que más quería.
Hagámosle algunas preguntas al texto. ¿Por qué Lucas se detiene a informarnos quiénes acompañan a Jesús? ¿Por qué escribe que le acompañaban “grandes multitudes”? ¿No alcanzaba con decir “multitudes”? Para Lucas, no. Para Mateo, tampoco: “Muchos me dirán en aquel día: «Señor, Señor...» Y entonces les declararé: Jamás os conocí…” (Mateo 7:22,23). ¿Muchos? Sí. Muchos. ¿Habrá sido un desliz de Jesús? Pareciera que no: “Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y amplia es la senda que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella. Porque estrecha es la puerta y angosta la senda que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mateo 7:13,14). ¿A quiénes se refiere, Jesús? ¿Quiénes son los “muchos” en este contexto? ¿Ateos? No. ¿Seguidores de otras religiones? Tampoco. Pero entonces ¿quiénes? Mateo 5:1 nos da la respuesta, las “multitudes” que estaban escuchándolo enseñar. ¡Fans! ¡Seguidores! ¡Personas a las que les gustaba escuchar sus sermones! Captas la enseñanza, ¿verdad? ¡Cristianos! Muchos que dicen ser cristianos, que piensan ser cristianos o que sienten ser cristianos ¡pero que no lo son!
Intenta imaginarte cómo se vería la escena de Lucas 14 si sucediera hoy. ¿Qué pensarías de un hombre que afirma semejantes cosas? ¿Qué sentirías? ¿Cómo reaccionarían las autoridades del gobierno? Si realmente entiendes lo que Cristo está diciendo, entonces sabes que él sería encerrado en una cárcel o aislado en un siquiátrico. Las palabras de Jesús son las palabras de un líder de una secta. Odia a tus padres; aborrece a tu familia; renuncia a todo; entrégame tu dinero, tus posesiones, ¡tu vida misma! Sígueme…
No. Ninguno de nosotros se sentiría conmovido; todos estaríamos descolocados, sorprendidos y escandalizados. Incluso pensaríamos: “¿Quién te crees que eres para exigir semejantes cosas?”. Y justamente ahí está el problema; en no poder ver quién es él. “Entonces la mujer samaritana le dijo: ¿Cómo [¿Cómo? ¡¿Cómo?!] es que tú, siendo judío, me pides […] a mí […]? Respondió Jesús y le dijo: Si tú conocieras […] quién es el que te dice: «Dame de beber», tú le habrías pedido a Él, y Él te hubiera dado agua viva”. ¿Dónde está el problema? En no tener ojos. En no poder ver el valor de Jesús.
Sí; si un mero hombre te exigiera lo que Jesús exige deberías rechazarlo, huir de él y denunciarlo. Pero si el Dios del universo se detiene; se da media vuelta; te mira a los ojos y te dice: “¿Quieres seguirme?”. Entonces deberías decir con Pablo: “Yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor, por quien lo he perdido todo, y lo considero como basura a fin de ganar a Cristo” (Filipenses 3:8). La pregunta es ¿veo? ¿Siento que todo es basura cuando lo comparo con Jesús?
Para orar y meditar a lo largo del día:
La vida cristiana, la verdadera vida cristiana, no es escuchar sermones; es un cambio de mis afectos; de aquello que quiero, de aquello que me atrae y me causa placer.