Capítulo 8 De todo un poco

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Cuatro mil personas comieron (Marcos 8:1-10)

Una vez más, Jesús es rodeado por otra gran multitud deseosa de estar con él, pero esta congregación permaneció con él por tres días, y ya se habían quedado sin comida. Jesús no quiere que la gente se vayan a sus hogares sin antes comer, pero no hay comida suficiente para la muchedumbre. Los discípulos mencionan que no hay comida en el desierto.
Al confirmar el inventario del grupo, encontraron siete panes, así que tampoco ellos tenían suficiente comida para ellos mismos, a menos que los racionaran sin intentar de llenarse. Jesús ordena al pueblo a que se reclinen donde estén, toma esta comida, la bendice, y la reparte. Fue tan grande el milagro que terminan sobrando siete canastas para Jesús y sus estudiantes. Luego de alimentarlos, despidió la conglomeración, y cruzó el Mar de Galilea.

Falsa santidad (Marcos 8:11-13)

Los líderes religiosos una vez más debatieron con Jesús, pero esta vez demandaban por una señal o evidencia divina. Claramente estaban creando conflictos con Jesús. No tenían sentido de curiosidad ni estaban dispuestos a cambiar de opinión sobre él. Es por eso que Marcos añade el detalle que el propósito de los fariseos era de tentarlo, de la misma manera que Satanás tentó a Jesús en el desierto. Los fariseos pensaban que Dios tenía que obedecer sus exigencias para validar el ministerio de Jesús.
Jesús suspiró con frustración. ¿Cuántos milagros ha hecho hasta ahora? ¿Ninguno ha sido suficiente para ellos? Si no han creído después de tantos ejemplos hasta ahora, los fariseos no cambiarán de opinión con otro intento. Es aquí que Jesús decidió ir al otro lado de las aguas para alejarse de sus detractores.

La fuente de nuestra comida (Marcos 8:14–21)

Jesús se quedó molesto contra los fariseos que le habían hecho la demanda de alguna divina celestial para aprobar su ministerio en el pasaje anterior. Casualmente, los discípulos habían confirmado su inventario una vez más y notaron que se les había olvidado conseguir pan. Jesús escuchó la conversación y les advirtió que sobre todas las cosas, que evitaran comer hasta de lo que les ofrezcan los fariseos. Los estudiantes de Jesús pensaban que se refería a la carencia de pan. Jesús se molestó levemente con ellos, recordándoles que él les había proveído pan a miles en dos ocasiones, y que hasta había sobrado para ellos.
A veces nos imaginamos a Jesús como una persona ajena a lo que ocurría alrededor, ciego a lo que otros decían de él y simplemente enseñaba y hacía milagros. Sin embargo, esta historia revela que Jesús sí se preocupa por lo que pasa alrededor de nosotros, y que él esta en control de nuestras preocupaciones.

Personalmente sanado (Marcos 8:22-26)

Jesús regresó a Betsaida, una ciudad geopolíticamente gentil o pagana. Jesús fue quizás como un segundo intento de proclamar la llegada del reino de Dios luego del rechazo de la primera visita (Marcos 6:45). Este regreso también fue poco exitosa pues solamente Marcos nos menciona un solo milagro de sanidad.
En este caso, le traen a Jesús un ciego, probablemente alguien que nació vidente. Considerando la recepción que ha tenido en el pueblo, Jesús se lo lleva fuera de la aldea para obrar en el enfermo. Primeramente Jesús le escupe en los ojos (un método de sanidad para los griegos de la época), y hace que vea los que están alrededor de él como sombras. Este resultado no es suficiente para Jesús pues quiere sanarlo completamente. Al repetir la obra, el enfermo queda totalmente sano.
Este es el único evento donde la sanidad de parte de Jesús no es instantánea. Aunque el evento dura poco tiempo, se nota que hay etapas o procesos para la sanidad. Nótese también que el concepto de tener visión pero no ver sigue siendo un pie forzado a través del capítulo.

La declaración (Marcos 8:27-30)

Jesús continuó viajando en terrenos gentiles, esta vez en Cesarea de Filipo. Es aquí donde Jesús decide aclarar su identidad. Comienza preguntando cuál es la opinión de la gente sobre quién es él. Los discípulos respondieron que la gente lo comparan con profetas antiguos como Elías; y recientes como Juan el Bautista. Claramente Jesús ha hecho una gran reputación. A pesar de esto, Jesús pregunta a sus discípulos, los que siempre están con él quién es él. Pedro contestó con que Jesús es el Cristo, que quiere decir el Ungido, la persona selecta por Dios para restaurar la humanidad y gobernar el mundo. Hasta ahora, solo Dios y los demonios han llamado a Jesús de tal manera. Jesús no regaña ni corrige a Pedro, pero sí reconoce que esta respuesta es una controversial.

Voy a morir (Marcos 8:31–38)

Ahora Jesús a cambiado el mensaje que siempre ha dado. Ya no son historias ni grandes verdades. Jesús comienza a profetizar sobre su pronta muerte. Será necesario que él sea rechazado por los líderes de Israel, especialmente los religiosos y los eruditos, y ser condenado a morir. Aunque esta sería el final de su vida, promete que volvería a la vida tres días después.
Pedro pensaba que hablaba de esta forma por la ansiedad, y trató de calmar a Jesús. Sin embargo, Jesús vio más allá de lo que Pedro hacía. Podía ver a Satanás detrás de las intenciones de Pedro. Satanás había intentado tentar a Jesús infructuosamente, y estaba utilizando a Pedro para desviar a Jesús de su propósito.
Luego de salir de esta tentación repentina, Jesús cambia su audiencia por la multitud y enseña la manera preventiva de cómo no caer en esta tentación. El que quiera seguir a Jesús, debe estar dispuesto a rechazar todo, incluso a sí mismo si es necesario, y soportar la pérdida que esto significa. Esta vida terrenal terminará aquí, pero todo aquel que la entregue para seguir a Jesús hasta el final, conseguirá la vida eterna.
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