Capítulo 4: Semillas en la tormenta

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Las semillas (Marcos 4:1-9)

Finalmente podemos escuchar a Jesús enseñando a las multitudes, de nuevo en la bahía del lago de Galilea. Ahora estamos en el salón de Jesús. Jesús cuenta una parábola, o una historia que revela una enseñanza. Jesús sabía que una de las mejores formas para enseñar muchas cosas a la vez era por medio de historias.
Recuerda que Jesús en este momento le está enseñando a gente que ya cree en su mensaje. Jesús no está haciendo la invitación para atraer nuevos seguidores.
El sembrador reparte semillas mientras camina por el campo.
Algunas se convierten en la comida de las aves.
Otras semillas caen en tierra no preparada para la siembra, y murieron por las cosas cotidianas de la siembra.
Otro grupo murió por ser ahogada entre otras plantas.
Pero no todo fue un fracaso, pues otras semillas cayeron en tierra fértil, crecieron y produjeron aun más semillas.
La parábola terminó con una advertencia: “El que tenga oídos para oír, que escuche y entienda” (NTV).

“Me explico.” (Marcos 4:10-20)

Las clases de Jesús eran simbólicas. No todas las enseñanzas de Jesús eran de forma clara y literal. A veces había que pasar tiempo con Jesús para entender sus lecciones. Los que pasan tiempo con Jesús pueden comprender sus palabras, y mientras más pases tiempo con él, entenderás más y más.
Hasta sus discípulos que pasaban todos los días con él se confundieron con esta parábola. Jesús advirtió que esta es la parábola que abre el camino para entender todas las demás. Explicó que las semillas son la palabra de Dios. La palabra de Dios, la Buena Noticia, es para todos. Sin embargo, la gente puede tener diferentes reacciones.
Algunas personas pueden recibir la Palabra de Dios, pero el que gobierna este mundo puede tentar o atacarnos con otro pensamiento y distraernos antes de que el Evangelio haga efecto, como los pájaros comiendo las semillas.
Algunas personas reciben La buena Noticia con agrado, pero la presión de los problemas que enfrentan hacen que no duren mucho, como el terreno rocoso que no permite que crezcan las raíces.
Otras personas reciben el Evangelio, pero no le dan la importancia suficiente. Reciben la Palabra de Dios, pero las preocupaciones cotidianas son tristemente las prioridades de sus vidas, en vez de Jesús.
Finalmente, otras personas reciben el evangelio, y lo adoran. Aman tanto el evangelio que desean compartirlo con otros. Algunas personas son más propensas a compartir que otras, pero el resultado final es el mismo: La Palabra de Dios quiere compartirse.

La semilla se esparce (Marcos 4:21-29)

Jesús abunda más sobre el último tipo de semilla, y la compara con una lámpara. Su luz escondida es inútil. Todo el que cree este mensaje debe compartirlo. El que más medita en el Evangelio, recibirá más bendición con el pasar del tiempo. La luz no le teme a las tinieblas, sino que brilla aún más en medio de ella.

Simple pero abundante (Marcos 4:30-34)

Jesús continúa enseñándoles a sus más cercanos, pero esta vez comienza a buscar alguna similitud al reino de Dios. Después de todo, este es el tema principal del Evangelio según Marcos. La comparación que decide utilizar aquí es la semilla de mostaza. El mismo Jesús admite que esta es de las semillas más pequeñas y sencillas que la gente conoce, pero dentro de ella hay un vasto mundo de conocimiento dentro de ella. El mensaje de Jesús sigue siendo simple, “el reino de Dios está cerca” (Marcos 1:15), pero ahora su significado se revela con mayor potencia y profundidad.

Jesús y la naturaleza (Marcos 4:35-41)

Luego de esta charla, Jesús optó por cruzar el lago con sus discípulos. Durante el viaje, se desató una tormenta tan potente que hasta los más experimentados en la navegación marítima en la embarcación temían por sus vidas. Sin embargo, Jesús dormía plácidamente. Sus discípulos lo despertaron para que ayudara salvar el barco, pues temían morir en las aguas.
Jesús despertó y con dos palabras, “Silencio! ¡Cálmense!” (NTV), calmó la tempestad. La naturaleza obedeció a Jesús. Jesús fijó su mirada en los discípulos y los regañó, cuestionando su falta de fe. Sus discípulos quedaron asombrados. Hasta ahora habían visto las sanidades de y sus enseñanzas, pero sólo lo veían como un maestro único. Ahora notaron su autoridad como Hijo de Dios, aunque todavía no podían descifrarlo.
Los discípulos habían recibido la noticia del Evangelio, hasta vivían con aquel que lo proclamaba, pero todavía vivían como aquel terreno rocoso, donde se les hacía difícil crecer las raíces dentro de ellos.
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