Un llamado a la humildad (2)

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Dios nos llama a que seamos humildes ante Él

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¿A ti te gusta tener problemas? ¡Seguro que no! Si pudiéramos, todos viviríamos vidas calmadas, prósperas y llenas de momentos disfrutables. Sin embargo, enfrentamos dificultades.
Hay muchas personas que empiezan su búsqueda espiritual allí: cuando se dan cuenta de que están en problemas, al mismo tiempo reciben esa iluminación, esa revelación que los conduce a entender que necesitan “algo más”, algo más poderoso que ellos mismos que les apoye, que los dirija, que llene el vacío y los conduzca a la superación de las dificultades. En ese sentido podríamos agradecer que tenemos que agradecer a Dios por nuestras luchas, porque en muchas ocasiones son las que nos han traído a Jesús.
Pero, ¿de dónde vienen nuestras dificultades?
Por ejemplo, todos hemos enfrentado en ocasiones problemas de relación, conflictos personales en el trato con otros. ¿Qué pasó? ¿Qué fue lo que se interpuso entre tú y aquella persona con la que antes tenían una buena relación?
Santiago 4:1–3 RVR60
1 ¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? 2 Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. 3 Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.
Santiago 4:1–3 NVI
1 ¿De dónde surgen las guerras y los conflictos entre ustedes? ¿No es precisamente de las pasiones que luchan dentro de ustedes mismos? 2 Desean algo y no lo consiguen. Matan y sienten envidia, y no pueden obtener lo que quieren. Riñen y se hacen la guerra. No tienen, porque no piden. 3 Y cuando piden, no reciben porque piden con malas intenciones, para satisfacer sus propias pasiones.
Santiago 4:1–3 NTV
1 ¿Qué es lo que causa las disputas y las peleas entre ustedes? ¿Acaso no surgen de los malos deseos que combaten en su interior? 2 Desean lo que no tienen, entonces traman y hasta matan para conseguirlo. Envidian lo que otros tienen, pero no pueden obtenerlo, por eso luchan y les hacen la guerra para quitárselo. Sin embargo, no tienen lo que desean porque no se lo piden a Dios. 3 Aun cuando se lo piden, tampoco lo reciben porque lo piden con malas intenciones: desean solamente lo que les dará placer.
Santiago 4:1–3 NBLA
1 ¿De dónde vienen las guerras y los conflictos entre ustedes? ¿No vienen de las pasiones que combaten en sus miembros? 2 Ustedes codician y no tienen, por eso cometen homicidio. Son envidiosos y no pueden obtener, por eso combaten y hacen guerra. No tienen, porque no piden. 3 Piden y no reciben, porque piden con malos propósitos, para gastarlo en sus placeres.
Consideremos lo que Santiago tiene para decirnos al respecto.
¿Cómo se responde a esta pregunta?
¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros?
Pues, para empezar, la culpa siempre la tuvo el otro. Él o ella empezó. Se extralimitó. Actuó con egoísmo. No fue justo. Me mintió… etc.
Pero Santiago ya tiene la respuesta:
¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?
Observemos de qué manera la Palabra nos enfrenta a reconocer al enemigo interior, no al externo.
Son muchas las ocasiones en las que algo sucede y de inmediato miramos alrededor preguntando “¿Quién fue?”. La Palabra nos confronta con la realidad de que nuestro verdadero problema, por lo general, lo llevamos en nuestro interior, y aquí es definido como vuestras pasiones.
¿Entiendes que tus ganas de tener algo, de alcanzar cierta posición, de ser reconocido, de disfrutar ciertos placeres, de ser tratado de cierta manera, es muchas veces el origen de tus frustraciones?
Consideremos esta lista:
Codiciáis, y no tenéis;… Suena bastante feo: ¿codiciamos? Sí, codiciamos. Quiere decir “desear con intensidad, anhelar”. ¿No es feo anhelar lo que uno no tiene y no poder conseguirlo? ¿Qué es lo que quieres conseguir en tu vida?
...matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar;… Puedes decirle al autor de la carta que es un tanto exagerado. Se llama “hipérbole”, y es cuando se exagera una descripción para que se entienda bien. Seguramente no, no has matado a alguien, pero sí que has ardido de envidia. La “envidia” es aquello que se produce cuando uno desea lo que otros tienen. Podríamos decir que no está mal querer tener lo que otros, pero eso puede llegar a extremos en los que nos enojamos, nos entristecemos o amargamos porque otros tienen y nosotros no. Especialmente cuando no podéis alcanzar. Es frustrante. ¿Te sucede algo de esto?
...combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. ¿Por qué cosas se podría decir que luchas en esta vida? Pues, luchamos para estar bien, para que nosotros y los nuestros, nuestra familia y allegados tengan todo lo necesario. Pero a veces, a pesar de nuestro esfuerzo, a pesar de nuestra lucha, no llegamos a tener lo que deseamos. Es interesante que Santiago aquí nos llama la atención al hecho de que muchas veces no tenemos porque no hemos pedido. Nosotros somos discípulos de Aquel que aseguró que todo el que pide, recibe (Mateo 7:7-8). ¿Qué pasó? ¿No hemos querido incluir a Dios en la ecuación? ¿Hemos pensado que tenemos que lograrlo por nuestra propia cuenta y esfuerzo y que “no necesitamos de Dios”?
Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. Hay ocasiones en que sí hemos pedido. Le hemos entregado a Dios nuestros anhelos. Pero a veces el problema, justamente está en el pedido, en lo que lo motiva, en las razones y la actitud para cuando pedimos. Podemos llegar a pedir mal, para gastar en nuestros deleites. Es decir, Dios quiere que aprendamos a vivir sirviendo, y nosotros podemos querer permanecer concentrados en nosotros mismos, “lo mismo que todos los demás”.
Dios nos quiere enseñar a tener un corazón como el suyo, y por eso es que nos llamó a ser santos como Él es santo. La verdadera satisfacción en la vida no proviene del tener mucho, sino de vivir conforme a la voluntad de Dios.
Así como el agua es el ambiente natural para la supervivencia de un pez, la voluntad de Dios es el ambiente natural para que nosotros vivamos y prosperemos en todos los sentidos.
Santiago 4:4–5 RVR60
4 ¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. 5 ¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente?
Santiago 4:4–5 NVI
4 ¡Oh gente adúltera! ¿No saben que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Si alguien quiere ser amigo del mundo se vuelve enemigo de Dios. 5 ¿O creen que la Escritura dice en vano que Dios ama celosamente al espíritu que hizo morar en nosotros?
Santiago 4:4–5 NTV
4 ¡Adúlteros! ¿No se dan cuenta de que la amistad con el mundo los convierte en enemigos de Dios? Lo repito: si alguien quiere ser amigo del mundo, se hace enemigo de Dios. 5 ¿Qué creen ustedes que quieren decir las Escrituras cuando afirman que el espíritu que Dios ha puesto dentro de nosotros está lleno de envidia?
Santiago 4:4–5 NBLA
4 ¡Oh almas adúlteras! ¿No saben ustedes que la amistad del mundo es enemistad hacia Dios? Por tanto, el que quiere ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. 5 ¿O piensan que la Escritura dice en vano: «Dios celosamente anhela el Espíritu que ha hecho morar en nosotros?».
¡Dios nos ayude a entender esta Palabra que nos quiere dar! Aquí está la clave para superar toda nuestra insatisfacción.
Muchas personas, todos los días, enfrentan, por diversas razones, la insatisfacción en sus vidas. Han llegado a creer que si tuvieran “aquello”, si alcanzaran “aquella posición”, si disfrutaran “aquel placer” entonces serían felices y todo estaría bien. Dios quiere que lleguemos a entender que la verdadera paz, la prosperidad profunda y la seguridad que nuestra alma necesita se encuentran en Él, y nada más que en Él.
Dios nos va a invitar, una y otra vez a acercarnos a Él, a cultivar nuestra relación con Él, a colocarlo en el primer lugar, por encima de todo lo demás en nuestra vida, porque sabe que así nos sentiremos seguros, completos y en paz.
Las palabras de Santiago nos pueden sonar bien fuertes, cuando nos llama almas adúlteras. Al creer en Jesús hemos hecho un compromiso con Dios al entrar en una relación de pacto con Él. Si luego de eso nos comprometemos con algo más, o permitimos que algo ocupe el lugar que solamente le corresponde a Él, hemos roto el pacto y buscado la satisfacción y la paz en alguna otra parte, tal vez siguiendo los principios y valores de otros a nuestro alrededor.
Observa la definición muy clara de nuestro problema:
...la amistad del mundo es enemistad contra Dios
Dicho de otra manera: no se puede ser amigo del mundo y de Dios al mismo tiempo.
¿Qué es esto de ser amigo del mundo? Este es un llamado a tener mucho cuidado con nuestros valores, con lo que consideramos realmente importante, con lo que anhelamos.
¿Qué tiene de malo querer lo que todos los demás tienen? ¿No nos convierte eso en personas normales? Sí, normales conforme a los estándares del mundo. Pero los hijos de Dios hemos sido llamados a vivir a otro nivel. No puedes dedicar tu vida a la prosecusión de metas humanas y mundanas y al mismo tiempo amar a Dios por sobre todas las cosas. Entrarás en un compromiso de intereses que puede terminar destruyéndote y llevándote a la ruina.
Mira cómo lo decía Juan:
1 Juan 2:15–17 RVR60
15 No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. 16 Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. 17 Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.
Observa la definición de “mundo” en este pasaje: los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida. Todas esas cosas son pasajeras, y cuando se terminen o pasen, ¿con qué te quedarás?
Estás siendo llamado a escoger. ¿Con qué te quedas? ¿Vas a elegir ser amigo de Dios o del mundo? ¿Vas a buscar los aplausos de quienes te rodean o agradar a Dios? ¿Vas a conformarte con tener lo que otros tienen o vas a preferir los valores de Dios para tu vida?
Presta atención a esto: Dios te anhela celosamente, quiere que seas suyo, que cultives una relación verdadera, profunda e intensa con Él, que le conozcas y te sepas conocido por Él. No cambies ese privilegio por nada de esta vida. Nada vale tanto.
Fue lo que sucedió en el Edén, cuando la serpiente convenció a Eva de que había algo muy valioso y admirable en ignorar el mandamiento de Dios. No caigamos en el mismo error.
Déjate alcanzar por el Espíritu que Él ha hecho morar en nosotros, que nos anhela celosamente. Lo puedes sentir ahora mismo, llamándote, buscándote, tocando las fibras más íntimas de tu persona. Responde consagrándote y comprometiéndote a vivir con Él y para Él.
Santiago 4:6–10 RVR60
6 Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. 7 Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. 8 Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones. 9 Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. 10 Humillaos delante del Señor, y él os exaltará.
Santiago 4:6–10 NVI
6 Pero él nos da mayor ayuda con su gracia. Por eso dice la Escritura: «Dios se opone a los orgullosos, pero da gracia a los humildes.» 7 Así que sométanse a Dios. Resistan al diablo, y él huirá de ustedes. 8 Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes. ¡Pecadores, límpiense las manos! ¡Ustedes los inconstantes, purifiquen su corazón! 9 Reconozcan sus miserias, lloren y laméntense. Que su risa se convierta en llanto, y su alegría en tristeza. 10 Humíllense delante del Señor, y él los exaltará.
Santiago 4:6–10 NTV
6 Sin embargo, él nos da aún más gracia, para que hagamos frente a esos malos deseos. Como dicen las Escrituras: «Dios se opone a los orgullosos pero muestra su favor a los humildes». 7 Así que humíllense delante de Dios. Resistan al diablo, y él huirá de ustedes. 8 Acérquense a Dios, y Dios se acercará a ustedes. Lávense las manos, pecadores; purifiquen su corazón, porque su lealtad está dividida entre Dios y el mundo. 9 Derramen lágrimas por lo que han hecho. Que haya lamento y profundo dolor. Que haya llanto en lugar de risa y tristeza en lugar de alegría. 10 Humíllense delante del Señor, y él los levantará con honor.
Santiago 4:6–10 NBLA
6 Pero Él da mayor gracia. Por eso dice: «Dios resiste a los soberbios pero da gracia a los humildes». 7 Por tanto, sométanse a Dios. Resistan, pues, al diablo y huirá de ustedes. 8 Acérquense a Dios, y Él se acercará a ustedes. Limpien sus manos, pecadores; y ustedes de doble ánimo, purifiquen sus corazones. 9 Aflíjanse, laméntense y lloren. Que su risa se convierta en lamento y su gozo en tristeza. 10 Humíllense en la presencia del Señor y Él los exaltará.
¿Cómo podemos hacer para salir victoriosos en nuestra lucha contra las tentaciones en esta vida y la seducción del mundo que nos rodea?
Hay una clave muy, pero muy importante: es la HUMILDAD.
Nos gusta escuchar que hemos sido llamados a grandes cosas. De hecho sí lo fuimos, pero tenenos que entender que esto sucede a la manera de Dios, no a la manera del mundo ni a la nuestra. Queremos ser conquistadores, vencedores, exitosos, queremos andar pisoteando enemigos a diestra y siniestra. Pero, ¿cómo?
Escucha en estos versículos el llamado a la HUMILDAD.
El Hijo de Dios nos ha sido presentado como ejemplo de HUMILDAD.
Filipenses 2:1–11 RVR60
1 Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, 2 completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. 3 Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; 4 no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. 5 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, 6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; 8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. 9 Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, 10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; 11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
¿Puedes recordar a Jesús cuando Pilatos le decía que tenía el poder para enviarlo a la muerte o dejarlo ir? Jesús no se levantó airado, menospreciando sus afanes de grandeza, anunciándole que Él tenía una autoridad muy por encima de todo lo que Pilatos se imaginaba -- aunque podría haberlo hecho, con toda autoridad y sin mentir. Jesús se sujetó a la voluntad de aquel mortal.
El Maestro se mostró humilde y sencillo, y es nuestro modelo.
Santiago nos presenta nuestro apego a su ejemplo como una muestra de mayor gracia de parte de Dios, algo que recibimos de Él.
¿Cuál es el principio?
Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.
¿Qué prefieres? ¿Ser resistido por Dios o recibir de su gracia? Es la decisión entre ser soberbio o humilde. ¿Entiendes la posición que nos conviene delante de Dios?
Escucha el llamado de Dios a renunciar a toda nuestra soberbia.
“Dios mío, aquí quiero renunciar a toda pretensión a hacer las cosas a mi manera. Renuncio a mi intención de levantarme para que mis pensamientos, mis planes y mis sueños sean los que prevalezcan. Vengo a ponerme a tus pies para poder vivir conforme a tu voluntad, renunciando a mi propia vida para vivir cada día conforme a tu voluntad, por la eternindad”.
Santiago nos presenta de una manera muy directa -- en forma de mandamiento -- la solución que necesitamos
Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. La clave está en someternos a Dios (“Señor, quiero vivir para ti y hacer las cosas a tu manera”). Es en este versículo, también, donde se anuncia la intervención de nuestro enemigo espiritual , el diablo, en esta lucha. Sí, así como le sucedió a Eva y Adán, Satanás interviene para tentarnos a apartarnos de la voluntad de Dios y levantarnos en soberbia en su contra. No podemos resistir al diablo si no nos sometemos a Dios. Pero cuando sometidos a Dios resistimos en el combate espiritual, no habrá diablo que no salga huyendo. La clave de nuestra victoria espiritual está en nuestra humildad ante Dios.
Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Dios quiere que te acerques a Él. El llamado viene siendo escuchado a lo largo de la historia.
Isaías 55:6–7 RVR60
6 Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. 7 Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar.
Dios nos sigue llamando a buscarle, a volvernos a Él, y vivir en reconciliación y relación con Él. No es un juego ni una fábula. Es algo real y poderoso.
Pecadores, limpiad las manos;… ¿Qué es lo que te está diciendo el Espíritu Santo en este momento? ¿Te está llamando a reconocer tu condición de pecador? ¡Ven a Jesús! No hay otro poder ni recurso que su sangre para limpiarnos de todo pecado (1 Juan 1:9). Corre a la cruz y encuentra el perdón y la reconciliación con Dios.
...vosotros los de doble ánimo (nos ha estado hablando de esto desde Santiago 1:6-7) purificad vuestros corazones. ¿Te está convenciendo el Espíritu de tu inconstancia espiritual? Dios te llama a buscar su pureza, que solamente puede ser encontrada en Jesús.
Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. Parece todo lo contrario de lo que querríamos experimentar. Pero es que solamente a través de las lágrimas del arrepentimiento y el verdadero pesar por habernos alejado de Dios es que podemos llegar a experimentar su plenitud. Pablo hablaba de una tristeza según Dios (2 Corintios 7:10). No está mal ponernos tristes si eso nos va a conducir por el buen camino. Abandona ya la soberbia, la actitud de superioridad y cae rendido ante Dios.
El resumen, una vez más, es este:
Humillaos delante del Señor, y Él os exaltará.
Escucha este llamado de Dios y responde. No sigas adelante con una actitud de altivez cuando Dios te está llamando a humillarte delante de Él. Compremétete, aquí y ahora, a dejar tus caminos y tu inclinación al mundo, y sométete a Dios, bajo el señorío de Jesucristo, para vivir conforme a su voluntad, dirigido por su Espíritu Santo y tomando decisiones que le agraden. Este es el momento de decisión.
Santiago nos presenta dos ejemplos de como se puede manifestar la soberbia en nuestras vidas:
Santiago 4:11–12 RVR60
11 Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez.12 Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro?
Santiago 4:11–12 NVI
11 Hermanos, no hablen mal unos de otros. Si alguien habla mal de su hermano, o lo juzga, habla mal de la ley y la juzga. Y si juzgas la ley, ya no eres cumplidor de la ley, sino su juez. 12 No hay más que un solo legislador y juez, aquel que puede salvar y destruir. Tú, en cambio, ¿quién eres para juzgar a tu prójimo?
Santiago 4:11–12 NTV
11 Amados hermanos, no hablen mal los unos de los otros. Si se critican y se juzgan entre ustedes, entonces critican y juzgan la ley de Dios. Les corresponde, en cambio, obedecer la ley, no hacer la función de jueces. 12 Sólo Dios, quien ha dado la ley, es el Juez. Solamente él tiene el poder para salvar o destruir. Entonces, ¿qué derecho tienes tú para juzgar a tu prójimo?
Santiago 4:11–12 NBLA
11 Hermanos, no hablen mal los unos de los otros. El que habla mal de un hermano o juzga a su hermano, habla mal de la ley y juzga a la ley. Pero si tú juzgas a la ley, no eres cumplidor de la ley, sino juez de ella. 12 Solo hay un Legislador y Juez, que es poderoso para salvar y para destruir. Pero tú, ¿quién eres que juzgas a tu prójimo?
Todos tenemos opiniones, y a veces no dudamos en expresarlas. A veces nos parece bien o mal lo que el otro hace o dice, y lo expresamos. ¿Está bien?
Los cristianos hemos sido llamados a vivir en comunidad. ¿Somos todos iguales? No. ¿Tenemos todos las mismas opiniones? No. ¿Tenemos todos la misma formación, la misma cultura, las mismas costumbres? No. Por eso mismo, es posible que en algunas ocasiones lo que hace uno u otro nos pueda parecer mal o equivocado.
¿A qué se referiría esta enseñanza? Es una exhortación a evitar caer en el juicio de los demás. Necesitamos aprender a ocupar nuestro lugar como iguales, a ser positivos en cuanto a lo que aportamos a la vida de los otros.
¿Qué quiere decir No murmuréis? Quiere decir que no tienes que hablar mal del otro. Tienes que evitar caer en el chisme. No permitas que la vida de tu hermano o hermana, su proceder o cualquier aspecto de su vida, se conviertan en el contenido de conversación con otros, a menos que sea para edificación, porque estás compartiendo lo bueno y para bien.
Aprendamos a discernir las buenas conversaciones de las malas.
Lo que Santiago nos está diciendo aquí es que no somos mejores que los otros. Tenemos un Juez eterno, quien es nuestro Señor y Rey, y ante Él debemos todos inclinarnos. Pero entre nosotros no hay jueces.
La Palabra nos enseña que en la iglesia sí tenemos muchas veces que tomar determinaciones en cuanto a nuestra convivencia y procurar ayudarnos unos a otros a ser mejores. Pero eso implica que hablemos frente a frente, muchas veces en conversaciones personales y discretas, abriendo nuestros corazones y corrigiéndonos unos a otros para bien.
Seamos cuidadosos, y recordemos la enseñanza de nuestro Maestro y Señor:
Mateo 7:1–5 RVR60
1 No juzguéis, para que no seáis juzgados. 2 Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. 3 ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? 4 ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? 5 ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.
En esto también se tiene que manifestar el llamado de Dios para que seamos humildes. Evitemos toda soberbia, cuidándonos a nosotros mismos y a quienes nos rodean, y eso incluye, por supuesto, nuestros hermanos en la fe. Cuidemos a los otros, en lugar de juzgarlos o condenarlos. Aprendamos a percibir la diferencia.
Santiago 4:13–17 RVR60
13 ¡Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos;14 cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece.15 En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello.16 Pero ahora os jactáis en vuestras soberbias. Toda jactancia semejante es mala;17 y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.
Santiago 4:13–17 NVI
13 Ahora escuchen esto, ustedes que dicen: «Hoy o mañana iremos a tal o cual ciudad, pasaremos allí un año, haremos negocios y ganaremos dinero.» 14 ¡Y eso que ni siquiera saben qué sucederá mañana! ¿Qué es su vida? Ustedes son como la niebla, que aparece por un momento y luego se desvanece. 15 Más bien, debieran decir: «Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello.» 16 Pero ahora se jactan en sus fanfarronerías. Toda esta jactancia es mala. 17 Así que comete pecado todo el que sabe hacer el bien y no lo hace.
Santiago 4:13–17 NTV
13 Presten atención, ustedes que dicen: «Hoy o mañana iremos a tal o cual ciudad y nos quedaremos un año. Haremos negocios allí y ganaremos dinero». 14 ¿Cómo saben qué será de su vida el día de mañana? La vida de ustedes es como la neblina del amanecer: aparece un rato y luego se esfuma. 15 Lo que deberían decir es: «Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello». 16 De lo contrario, están haciendo alarde de sus propios planes, y semejante jactancia es maligna. 17 Recuerden que es pecado saber lo que se debe hacer y luego no hacerlo.
Santiago 4:13–17 NBLA
13 Oigan ahora, ustedes que dicen: «Hoy o mañana iremos a tal o cual ciudad y pasaremos allá un año, haremos negocio y tendremos ganancia». 14 Sin embargo, ustedes no saben cómo será su vida mañana. Solo son un vapor que aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece. 15 Más bien, debieran decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello. 16 Pero ahora se jactan en su arrogancia. Toda jactancia semejante es mala. 17 A aquel, pues, que sabe hacer lo bueno y no lo hace, le es pecado.
Ya has escuchado la enseñanza que nos indica que Dios quiere que nos conservemos humildes. Somos llamados a humillarnos delante de Dios, y eso también implica que no nos enaltezcamos unos por sobre otros.
Pero, ¡de cuántas maneras podríamos caer en la tentación de ser soberbios y atribuirnos grandezas! Observa esta enseñanza al respecto.
A veces le podríamos llamar “planificación”. No está mal hacer planes. No es una equivocación proponerse hacer cosas buenas.
Entonces, ¿qué es lo que se está enseñando aquí?
Se nos enseña que debemos conducirnos por la vida siendo conscientes de nuestra fragilidad. Somos pequeños y frágiles. Nuestra vida es como neblina.
Santiago pone como ejemplo a personas que anuncian a otros todo lo que harán y lograrán en el término del siguiente año. ¿Saben lo que realmente sucederá? No. Lo cierto es que no conocen ni siquiera lo que sucederá al día siguiente.
Dios quiere que conozcamos de qué manera tan sutil y sencilla podríamos caer en el engaño de la soberbia.
Es por eso que los hijos de Dios aprendemos a someternos a Dios a cada paso, un día a la vez, buscando la voluntad de Dios y proponiéndonos hacer cosas con Él y para Él, pero siempre sometiéndonos a su voluntad: Si el Señor quiere.
Evita la soberbia.
No caigas bajo la sensación de que puedes hacer todo lo que se te antoja simplemente porque puedes visualizarlo o planificarlo. Sujeta tu vida a la voluntad de Dios, humíllate delante de Él.
Dios es quien sabe lo que nos toca vivir, y nuestra mejor opción, siempre, es someternos a su autoridad y dejar que Él determine lo que vamos a vivir.
Honra a Dios, con tus palabras, con la manera en que administras tu vida, con tus decisiones. Que sea lo que Dios quiere.