Salón de belleza para los labios

Santiago  •  Sermon  •  Submitted
0 ratings
· 9 views

Honremos a Dios con nuestras palabras

Notes
Transcript

Dice la psicóloga Pilar Sordo que las mujeres hablan unas 27,000 palabras por día, mientras que los hombres 10,000. ¿Cuántas habla usted? ¿Te habías puesto a pensar en lo mucho que hablamos, lo mucho que nos comunicamos?
Santiago 3:1–5 RVR60
1 Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación. 2 Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo. 3 He aquí nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, y dirigimos así todo su cuerpo. 4 Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere. 5 Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!
Santiago 3:1–5 NVI
1 Hermanos míos, no pretendan muchos de ustedes ser maestros, pues, como saben, seremos juzgados con más severidad. 2 Todos fallamos mucho. Si alguien nunca falla en lo que dice, es una persona perfecta, capaz también de controlar todo su cuerpo. 3 Cuando ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, podemos controlar todo el animal. 4 Fíjense también en los barcos. A pesar de ser tan grandes y de ser impulsados por fuertes vientos, se gobiernan por un pequeño timón a voluntad del piloto. 5 Así también la lengua es un miembro muy pequeño del cuerpo, pero hace alarde de grandes hazañas. ¡Imagínense qué gran bosque se incendia con tan pequeña chispa!
Santiago 3:1–5 NTV
1 Amados hermanos, no muchos deberían llegar a ser maestros en la iglesia, porque los que enseñamos seremos juzgados de una manera más estricta. 2 Es cierto que todos cometemos muchos errores. Pues, si pudiéramos dominar la lengua, seríamos perfectos, capaces de controlarnos en todo sentido. 3 Podemos hacer que un caballo vaya adonde queramos si le ponemos un pequeño freno en la boca. 4 También un pequeño timón hace que un enorme barco gire adonde desee el capitán, por fuertes que sean los vientos. 5 De la misma manera, la lengua es algo pequeño que pronuncia grandes discursos. Así también una sola chispa, puede incendiar todo un bosque.
Santiago 3:1–5 NBLA
1 Hermanos míos, que no se hagan maestros muchos de ustedes, sabiendo que recibiremos un juicio más severo. 2 Porque todos fallamos de muchas maneras. Si alguien no falla en lo que dice, es un hombre perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo. 3 Ahora bien, si ponemos el freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, dirigimos también todo su cuerpo. 4 Miren también las naves; aunque son tan grandes e impulsadas por fuertes vientos, son, sin embargo, dirigidas mediante un timón muy pequeño por donde la voluntad del piloto quiere. 5 Así también la lengua es un miembro pequeño, y sin embargo, se jacta de grandes cosas. ¡Pues qué gran bosque se incendia con tan pequeño fuego!
Los seres humanos consideramos que nuestra capacidad de comunicarnos con eficacia es lo que nos distingue de las bestias (aunque los animales sí se comunican; pregúntenle a mi perro).
Hay personas que admiran a quienes le dirigen la palabra a los demás, como los maestros, los conferencistas, los predicadores y demás. Y quisieran ser como ellos, pensando algo así como: “¡Ay, qué lindo si yo pudiera comunicarme así, y ser escuchado por muchas personas!”. ¡Cuidado! Estos versículos nos presentan una palabra de advertencia en cuanto a esto.
En primer lugar, presta atención al título de la enseñanza, conforme a lo que presenta Santiago:
1Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación.11 Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998), Stg 3:1.
La capacidad de comunicar un mensaje con eficacia puede ser una capacidad admirada, algo lindo, pero también conlleva mucha responsabilidad. Y si nos ponemos a pensar, notaremos que todos nosotros nos comunicamos, y bastante.
En la Biblia hay exhortaciones bastante serias en cuanto a nuestra comunicación con nuestros semejantes.
7 No seas sabio en tu propia opinión;
Teme a Jehová, y apártate del mal;
8 Porque será medicina a tu cuerpo,
Y refrigerio para tus huesos. 1
1 Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998), Pr 3:7–8.
La primera exhortación que encontramos en este pasaje de Santiago consiste en evitar competir por ser maestros. No te esfuerces por ser una persona con la responsabilidad de hablarle a los demás, a no ser que sea evidente que Dios te capacita y te dirige a hacerlo. ¿Por qué? Si somos muchos maestros, recibiremos mayor condenación. No se trata de tener miuchos maestros, ni que todos lo seamos, sino de que cada uno ocupe su lugar, cumpla con su función y edifique a los demás conforme a los dones que Dios le ha dado.
Entonces Santiago desarrolla su tema en cuanto al uso de las palabras.
Empieza haciendo una declaración bastante fuerte:
...todos ofendemos muchas veces.
Sí, generalizó. Sí, dijo que todos lo hacemos. Sí, eso te incluye.
Tú has ofendido a otros, así como has sido ofendido. Y los que más hablamos corremos más riesgo de ofender todavía.
Observa el contraste que ofrece Santiago:
Si alguno no ofende en palabra, este es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo.
Santiago presenta el sano control de lo que decimos como el ideal del dominio propio. La Palabra nos enseña que el dominio propio (la templanza) es parte del fruto del Espíritu, una de las manifestaciones de la intervención del Espíritu Santo en nuestras vidas. Santiago nos lo presenta como de especial valor en lo que se refiere al uso de nuestras palabras.
Si encuentras una palabra de la que podrías decir que “nunca ofende de palabra”, esa sería una persona de respeto. Si tiene ese dominio propio para no ofender con sus palabras, seguro que también puede ejercer ese dominio propio en otras áreas de su vida.
Los biólogos dicen que el centro nervioso que controla el habla, es también el que controla el funcionamiento de todo el cuerpo. Esto confirmaría lo que se nos enseña aquí.
Santiago nos presenta dos ilustraciones para lo que está a punto de decir:
Los caballos. Son animales imponentes, fuertes, llenos de energía. ¿Cómo los controlamos? Poniendo un freno en su boca. Creo que los humanos necesitamos uno.
Los barcos (las naves). Pueden ser grandes, de hecho inmensos. Sin embargo, son controlados por un timón que no suele ser demasiado grande, y determina hacia dónde van.
¿Qué quiere decir Santiago?
Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego! (Tercera ilustración)
Nuestros brazos, nuestras piernas, nuestra cabeza, son más grandes que nuestra lengua. Sin embargo muchas veces, parece que lo que hablamos puede más.
Santiago ya nos había exhortado a que seamos lentos para hablar y enojarnos. Aquí vuelve a la carga para animarnos a que seamos extremadamente cuidadosos con nuestras palabras.
Santiago 3:6–8 RVR60
6 Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno. 7 Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana; 8 pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal.
Santiago 3:6–8 NVI
6 También la lengua es un fuego, un mundo de maldad. Siendo uno de nuestros órganos, contamina todo el cuerpo y, encendida por el infierno, prende a su vez fuego a todo el curso de la vida. 7 El ser humano sabe domar y, en efecto, ha domado toda clase de fieras, de aves, de reptiles y de bestias marinas; 8 pero nadie puede domar la lengua. Es un mal irrefrenable, lleno de veneno mortal.
Santiago 3:6–8 NTV
6 Y la lengua es una llama de fuego. Es un mundo entero de maldad que corrompe todo el cuerpo. Puede incendiar toda la vida, porque el infierno mismo la enciende. 7 El ser humano puede domar toda clase de animales, aves, reptiles y peces, 8 pero nadie puede domar la lengua. Es maligna e incansable, llena de veneno mortal.
Santiago 3:6–8 NBLA
6 También la lengua es un fuego, un mundo de iniquidad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, la cual contamina todo el cuerpo, es encendida por el infierno e inflama el curso de nuestra vida. 7 Porque toda clase de fieras y de aves, de reptiles y de animales marinos, se puede domar y ha sido domado por el ser humano, 8 pero ningún hombre puede domar la lengua. Es un mal turbulento y lleno de veneno mortal.
¿Cuáles, entre nuestros miembros, les pueden causar más daño a los demás? Sí, podemos golpear con nuestras manos o patear con nuestros pies. Pero la Palabra nos exhorta aquí en cuanto al daño que podemos hacer con nuestras palabras. Es como un arma invisible pero poderosa.
16 El necio al punto da a conocer su ira;
Mas el que no hace caso de la injuria es prudente.
17 El que habla verdad declara justicia;
Mas el testigo mentiroso, engaño.
18 Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada;
Mas la lengua de los sabios es medicina.
19 El labio veraz permanecerá para siempre;
Mas la lengua mentirosa sólo por un momento.
20 Engaño hay en el corazón de los que piensan el mal;
Pero alegría en el de los que piensan el bien. 1
1 Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998), Pr 12:16–20.
¿Qué cosas malas podemos hacer con nuestras palabras?
Mentir
Ser groseros
Agredir (insultar)
Expresar soberbia
Despreciars
Manipular
Tal vez podríamos añadir más errores a esta lista, pero definitivamente, es algo a lo que tenemos que prestarle mucha atención. La Palabra de Dios tiene muchas enseñanzas en cuanto al mal y el buen uso de nuestras palabras, y haríamos bien si investigamos a este respecto.
Santiago dice algunas cosas fuertes en cuanto a nuestra lengua:
Es mala
Contamina
Enciende (da inicio a un incendio)
Es indomable (o muy difícil de controlar)
Envenena
Mata
¿Será esto sufuciente como para que prestemos atención a lo que decimos?
Es como si se nos estuviera animando a reconocer que contamos con una herramienta muy poderosa que podemos utilizar para mal, y tenemos que prestar mucha atención para no hacerlo.
Los hombres no podemos refrenar la lengua. Definitivamente, necesitamos de la ayuda de Dios para hacerlo.
Santiago 3:9–12 RVR60
9 Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. 10 De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. 11 ¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga? 12 Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce.
Santiago 3:9–12 NVI
9 Con la lengua bendecimos a nuestro Señor y Padre, y con ella maldecimos a las personas, creadas a imagen de Dios. 10 De una misma boca salen bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. 11 ¿Puede acaso brotar de una misma fuente agua dulce y agua salada? 12 Hermanos míos, ¿acaso puede dar aceitunas una higuera o higos una vid? Pues tampoco una fuente de agua salada puede dar agua dulce.
Santiago 3:9–12 NTV
9 A veces alaba a nuestro Señor y Padre, y otras veces maldice a quienes Dios creó a su propia imagen. 10 Y así, la bendición y la maldición salen de la misma boca. Sin duda, hermanos míos, ¡eso no está bien! 11 ¿Acaso puede brotar de un mismo manantial agua dulce y agua amarga? 12 ¿Acaso una higuera puede dar aceitunas o una vid, higos? No, como tampoco puede uno sacar agua dulce de un manantial salado.
Santiago 3:9–12 NBLA
9 Con ella bendecimos a nuestro Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que han sido hechos a la imagen de Dios. 10 De la misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. 11 ¿Acaso una fuente echa agua dulce y amarga por la misma abertura? 12 ¿Acaso, hermanos míos, puede una higuera producir aceitunas, o una vid higos? Tampoco la fuente de agua salada puede producir agua dulce.
Cualquiera de nosotros puede llegar a ser contradictorio. ¿Entiendes lo que eso quiere decir? Podríamos expresar que queremos algo pero luego contradecirnos con nuestras palabras o acciones.
Sabemos cuáles “tienen que ser” nuestros valores, pero a veces no es lo que practicamos. De manera que lo que hacemos contradice lo que sabemos o decimos.
¿Qué contradicciones pueden existir con nuestra capacidad de hablar?
Cantamos hermosas canciones en la iglesia, adoramos a Dios, le exaltamos. Hacemos bien, porque sabemos que Dios merece nuestra adoración, y que toda la honra tiene que ser para Él. Pero, ¿luego maldecimos a las personas?
Nuestras palabras pueden ser medicina o veneno, dependiendo del contenido. Otra vez: 18 Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada; Mas la lengua de los sabios es medicina. 11 Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998), Pr 12:18. ¿Lastimamos o sanamos?
Con las palabras bendecimos o maldecimos. ¿Cuál de las dos se aplican a nuestras palabras? ¿Tal vez las dos?
Hermanos míos, esto no debe ser así.
No, definitivamente, aquí hay un patrón de conducta que debemos evitar.
Una vez más, Santiago ofrece dos ilustraciones de lo que dice:
Una fuente. Si tus palabras son una fuente, si tu boca es una fuente, elige no permitir que eche por la misma abertura agua dulce y amarga.
Una planta. Tus palabras expresarán “la planta que eres”, la persona que eres en realidad, aunque sepas que deberías (y debes) ser diferente.
¿Queremos escucharlo de la boca del propio Jesús?
34¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. 35El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas. 36Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. 37Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado11 Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998), Mt 12:34–37.
Creo que esto es algo que al Señor le enoja. Y ninguno de nosotros quiere ser el objeto de su ira.
Tenemos que cuidar lo que decimos, y cómo lo decimos.
Santiago 3:13–18 RVR60
13 ¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre.14 Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad;15 porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica.16 Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa.17 Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía.18 Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz.
Santiago 3:13–18 NVI
13 ¿Quién es sabio y entendido entre ustedes? Que lo demuestre con su buena conducta, mediante obras hechas con la humildad que le da su sabiduría. 14 Pero si ustedes tienen envidias amargas y rivalidades en el corazón, dejen de presumir y de faltar a la verdad. 15 Ésa no es la sabiduría que desciende del cielo, sino que es terrenal, puramente humana y diabólica. 16 Porque donde hay envidias y rivalidades, también hay confusión y toda clase de acciones malvadas. 17 En cambio, la sabiduría que desciende del cielo es ante todo pura, y además pacífica, bondadosa, dócil, llena de compasión y de buenos frutos, imparcial y sincera. 18 En fin, el fruto de la justicia se siembra en paz para los que hacen la paz.
Santiago 3:13–18 NTV
13 Si ustedes son sabios y entienden los caminos de Dios, demuéstrenlo viviendo una vida honesta y haciendo buenas acciones con la humildad que proviene de la sabiduría; 14 pero si tienen envidias amargas y ambiciones egoístas en el corazón, no encubran la verdad con jactancias y mentiras. 15 Pues la envidia y el egoísmo no forman parte de la sabiduría que proviene de Dios. Dichas cosas son terrenales, puramente humanas y demoníacas. 16 Pues, donde hay envidias y ambiciones egoístas, también habrá desorden y toda clase de maldad. 17 Sin embargo, la sabiduría que proviene del cielo es, ante todo, pura y también ama la paz; siempre es amable y dispuesta a ceder ante los demás. Está llena de compasión y de buenas acciones. No muestra favoritismo y siempre es sincera. 18 Y los que procuran la paz sembrarán semillas de paz y recogerán una cosecha de justicia.
Santiago 3:13–18 NBLA
13 ¿Quién es sabio y entendido entre ustedes? Que muestre por su buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. 14 Pero si tienen celos amargos y ambición personal en su corazón, no sean arrogantes y mientan así contra la verdad. 15 Esta sabiduría no es la que viene de lo alto, sino que es terrenal, natural, diabólica. 16 Porque donde hay celos y ambición personal, allí hay confusión y toda cosa mala. 17 Pero la sabiduría de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, condescendiente, llena de misericordia y de buenos frutos, sin vacilación, sin hipocresía. 18 Y la semilla cuyo fruto es la justicia se siembra en paz por aquellos que hacen la paz.
Necesitamos convertirnos en sembradores de paz (pacificadores). Los hijos de Dios somos buscadores de sabiduría, la sabiduría de Dios, y procuramos aplicarla.
El vercdadero sabio no se percibe por sus palabras, por su discurso, sino como dice aquí, se muestra sabio por medio de su conducta.
¿Qué es lo que debemos evitar? ¿De qué nos tenemos que cuidar? Es interesante que aquí la Palabra no nos está animando a cuidarnos de “enemigos de fuera”, agresores externos, sino a lo que puede brotar de nuestro propio corazón.
De lo que Santiago está hablando aquí es de lo que Pablo llama “las obras de la carne”.
Celos
Contención (competencia)
Soberbia (jactancia)
Mentira
¿De dónde viene todo esto? Podríamos decir con Pablo que sí, proviene de nuestra carne, pero aquí nos recuerda que todo esto conduce a “obra perversa”, inspirada por el maligno.
Apliquemos la sabiduría de Dios.
El contenido de los versículos 17 y 18 habla de aquello a lo que Pablo llama “el fruto del Espíritu”, la obra que el Espíritu Santo desarrolla y manifesta en las vidas de los que caminan con Jesús.
Pureza
Paz
Amabilidad
Benignidad
Misericordia
Buenos frutos
Fe
Integridad
Aplica a tu vida la sabiduría de Dios, esta que Dios te está enseñando en su Palabra y que todos vemos en la vida de Jesús.
Siembra fruto de justicia, y recibirás de las mejores cosechas.
¡Dios nos llene de su sabiduría!