Serie: Respira - #3 Vivir en un mundo herido

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→ Vamos directo a la Biblia - Lucas 8:40-56
→ En Lucas 8 encontramos a dos personas en situaciones desesperadas.
La mujer ha estado enferma por 12 años. La niña acaba de morir. Se siente bastante extremo, ¿verdad?
Jesús se dirige a otro lugar. La multitud quiere llegar a donde va. Pero Jesús “se detiene en su camino” tanto para la mujer, como para la niña.
Las necesidades humanas no discriminan la edad. Ataca a todas las generaciones.
Donde quiera que Jesús iba, no era tan importante como las personas que estaban frente a Él. No está demasiado ocupado para detenerse y observar a la mujer para la que nadie más parecía tener tiempo.
Ni siquiera pasa por alto a la chica que todos los demás habían dado por muerta. De las muchas cosas que podemos observar en este pasaje de la Escritura, aquí hay una importante para reconocer:
Jesús se detiene en su camino. No importa la edad que tenga una persona, no importa cuán desesperanzadas parezcan las cosas, no importa lo que todos piensen, cuando estamos lastimados, somos la máxima prioridad de Jesús.
→ Cuando estamos heridos, somos la máxima prioridad de Jesús.
Tal vez su condición de sangrado hizo que la sociedad judía la evitara debido a las reglas de pureza sobre no tocar a las personas que estaban sangrando. Al sangrar, no podía procrear, lo que le complicaba el panorama.
De cualquier manera, la mujer tuvo que tomar la difícil decisión de salir de su lucha silenciosa.
No importa cuán desesperada se sintiera, buscó ayuda. La ansiedad en ocasiones nos lleva a callar y a luchar en soledad.
Ella se curó físicamente en el instante en que toca la túnica de Jesús. Pero Jesús, claramente no está contento con que la mujer siga su camino sola.
La curación física no va a resolver todos sus problemas; es cuando la mujer se conecta y habla con Jesús que ella experimenta la paz.
Estar curados no es lo mismo que estar sanos.
Lucas 8:47-48 “Cuando la mujer se dio cuenta de que no podía permanecer oculta, comenzó a temblar y cayó de rodillas frente a Jesús. A oídos de toda la multitud, ella le explicó por qué lo había tocado y cómo había sido sanada al instante. «Hija —le dijo Jesús—, tu fe te ha sanado. Ve en paz»”.
• ¿Cuáles son algunas de las razones por las que puedes pensar que la mujer no saltó ni gritó de alegría, como lo hicieron otros cuando Jesús los sanó?
Su dolor era más profundo que su condición física.
¿Cómo hubieras respondido si hubieras sido sanado sin siquiera tener que hablar con Jesús?
Te animo a que hables de esto en tu casa con quienes tienes cerca de ti.
¿Por qué se quedó callada cuando fue sanada?
¿Cómo hubieras respondido?
Verso 45: “¿Quién me tocó?, preguntó Jesús. Todos negaron, y Pedro dijo:—Maestro, la multitud entera se apretuja contra ti”.
Verso 49: “Mientras él todavía hablaba con ella, llegó un mensajero de la casa de Jairo, el líder de la sinagoga, y le dijo: «Tu hija está muerta. Ya no tiene sentido molestar al Maestro»”.
→ ¿Cómo reaccionaron las personas ante la mujer enferma y el padre de la niña?
A menudo, el mundo que nos rodea, e incluso nuestra familia y amigos, pueden perder su enfoque para detenerse y prestarnos atención a nosotros.
Todos podemos distraernos por nuestra propia actividad, o por lo que el mundo o nuestra cultura dice que es importante, y no ver cómo se siente alguien cercano a nosotros.
Tanto en cuanto a la mujer de la historia, como en cuanto a la niña, Jesús tiene que recordarle, incluso a sus seguidores más cercanos, que las personas son la prioridad más importante.
Tanto la mujer enferma como el padre de la niña muerta necesitaban salir de sus casas y buscar ayuda.
Lo mismo es cierto para nosotros: a veces tenemos que detenernos en nuestro propio camino y buscar ayuda.
Pero piénsalo:
¿Qué pasaría si, en lugar de guardarnos las cosas en esos momentos en que nos sentimos desesperados, nos acercamos y buscamos ayuda?
→ Detente en tu camino. → Busca ayuda. → Respira.
A veces, ajustar nuestro cuerpo y nuestra mente es realmente difícil, especialmente cuando tenemos mucho que hacer.
Una técnica es enfocarnos en nuestra respiración.
Cuando respiramos lenta y profundamente, dejamos que nuestros cuerpos y nuestras mentes sepan que está bien relajarse y descansar en la presencia de Dios.
Pero ¿alguna vez has notado que cuando tienes un fuerte sentimiento de ansiedad tu corazón comienza a latir más rápido?
Tu corazón solo está tratando de hacer su trabajo. Bueno, cuando comienzas a respirar más profundamente, el corazón recibe más oxígeno y no tiene que trabajar tanto. Entonces esta cosa asombrosa sucede: tu corazón se va tranquilizando y le hace saber a tu cerebro que ya no estás en peligro.
Además, ayuda meditar y pensar en aquello que te da paz.
No tienes que manejar los sentimientos de ansiedad, tristeza o depresión por tu cuenta.
MIRA hacia arriba. MIRA hacia adentro. MIRA alrededor.
Mirar hacia arriba - Hacemos una pausa en medio de nuestros pensamientos de ansiedad para mirar hacia arriba y buscar en Dios dirección a través de la Biblia y hablar con otros que están caminando en fe. (Por eso los grupos pequeños son muy buenos).
Mirar hacia adentro - Reflexionamos sobre la manera en que Dios está trabajando dentro de nosotros.
Mirar alrededor - Echamos un buen vistazo a nuestro mundo de ansiedad para determinar cuándo y cómo buscar ayuda y hacer cambios positivos.
→ ¿Quién está en tu círculo?
Necesitamos sentirnos cómodos hablando con nuestras familias sobre cómo nos sentimos.
Conversen quién debe estar en su círculo para que no tengan que enfrentar sus luchas internas solos. Y lo más importante, hablen acerca de cómo trabajarán juntos si alguna vez sienten que están lidiando con más de lo que pueden manejar o soportar.