Consejo de Dios para los que escuchan la Palabra

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Escuchemos la Palabra de Dios, y luego obedezcamos.

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Dios tiene consejo para cada uno de nosotros. ¿Dispuestos a recibirlo? “¡Sí!”, decimos todos. Pero no alcanza con que lo escuches. Tiene que producir resultados en nuestras vidas.
Escucha atentamente el consejo de Dios, y produce fruto obedeciendo, dejando que te transforme.

I. La fragilidad de las riquezas (1:9-11)

Santiago 1:9–11 RVR60
9 El hermano que es de humilde condición, gloríese en su exaltación; 10 pero el que es rico, en su humillación; porque él pasará como la flor de la hierba. 11 Porque cuando sale el sol con calor abrasador, la hierba se seca, su flor se cae, y perece su hermosa apariencia; así también se marchitará el rico en todas sus empresas.
Santiago 1:9–11 NVI
9 El hermano de condición humilde debe sentirse orgulloso de su alta dignidad, 10 y el rico, de su humilde condición. El rico pasará como la flor del campo. 11 El sol, cuando sale, seca la planta con su calor abrasador. A ésta se le cae la flor y pierde su belleza. Así se marchitará también el rico en todas sus empresas.
Santiago 1:9–11 NTV
9 Los creyentes que son pobres pueden estar orgullosos, porque Dios los ha honrado; 10 y los que son ricos deberían estar orgullosos de que Dios los ha humillado. Se marchitarán como una pequeña flor de campo. 11 Cuando el sol calienta mucho y se seca el pasto, la flor pierde su fuerza, cae y desaparece su belleza. De la misma manera, se marchitarán los ricos junto con todos sus logros.
Santiago 1:9–11 NBLA
9 Pero que el hermano de condición humilde se gloríe en su alta posición, 10 y el rico en su humillación, pues él pasará como la flor de la hierba. 11 Porque el sol sale con calor abrasador y seca la hierba, y su flor se cae y la hermosura de su apariencia perece. Así también se marchitará el rico en medio de sus empresas.
En la vida pueden haber momentos de tener y otros de no tener.
El que no tiene nada, puede llegar a ser prosperado por Dios, y tener más. El que tiene mucho podría llegar a perder lo que tiene, y no tener nada.
Santiago no está haciendo una campaña publicitaria o reaccionista en contra de los ricos. Lo que está enfatizando es que los bienes, los recursos materiales, no son un punto de apoyo confiable.
Sin embargo, es así como el mundo nos lo presenta. ¿Por qué se llenan las fronteras de los Estados Unidos de personas queriendo inmigrar? Muchos de ellos vienen huyendo de la pobreza, queriendo dejarla atrás, con las esperanza de superar los malos momentos que les ha provocado. Pero todos tenemos que recordar que no debemos confiar en las riquezas como punto de apoyo. Somos como hierba que se seca. Las riquezas no lo pueden comprar todo, y no tienen que ser la fuente de nuestra seguridad.

II. La invitación a mantenernos firmes contra la tentación (1:12-15)

Santiago 1:12–15 RVR60
12 Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman.13 Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie;14 sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.15 Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.
Santiago 1:12–15 NVI
12 Dichoso el que resiste la tentación porque, al salir aprobado, recibirá la corona de la vida que Dios ha prometido a quienes lo aman. 13 Que nadie, al ser tentado, diga: «Es Dios quien me tienta.» Porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni tampoco tienta él a nadie. 14 Todo lo contrario, cada uno es tentado cuando sus propios malos deseos lo arrastran y seducen. 15 Luego, cuando el deseo ha concebido, engendra el pecado; y el pecado, una vez que ha sido consumado, da a luz la muerte.
Santiago 1:12–15 NTV
12 Dios bendice a los que soportan con paciencia las pruebas y las tentaciones, porque después de superarlas, recibirán la corona de vida que Dios ha prometido a quienes lo aman. 13 Cuando sean tentados, acuérdense de no decir: «Dios me está tentando». Dios nunca es tentado a hacer el mal y jamás tienta a nadie. 14 La tentación viene de nuestros propios deseos, los cuales nos seducen y nos arrastran. 15 De esos deseos nacen los actos pecaminosos, y el pecado, cuando se deja crecer, da a luz la muerte.
Santiago 1:12–15 NBLA
12 Bienaventurado el hombre que persevera bajo la prueba, porque una vez que ha sido aprobado, recibirá la corona de la vida que el Señor ha prometido a los que lo aman. 13 Que nadie diga cuando es tentado: «Soy tentado por Dios». Porque Dios no puede ser tentado por el mal y Él mismo no tienta a nadie. 14 Sino que cada uno es tentado cuando es llevado y seducido por su propia pasión. 15 Después, cuando la pasión ha concebido, da a luz el pecado; y cuando el pecado es consumado, engendra la muerte.
Estas son las mismas palabras con las que comienza Salmos 1. Jesús también utilizó la palabra “bienaventurados” en sus enseñanzas, en particular en el sermón del monte (Mateo 5:1-12).
Es que en la vida, todos queremos ser bienaventurados. Queremos ser felices, alegrarnos, disfrutar. Es bien interesante notar que lo que la Palabra de Dios nos enseña en cuanto a quienes son las personas felices, es bien diferente de lo que la gente piensa en general, de lo que el mundo nos enseña.
En este caso, Dios nos invita a reflexionar en que la persona que no se deja llevar por la tentación es bienaventurada, feliz.
Según Wikipedia, la tentación es el deseo de realizar ujna acción inmediatamente agradable pero probablemente dañina a largo plazo, por multitud de razones: legal, social, psicológica (incluyéndose la culpa), etc. También designa al acto de coaccionar o inducir a una persona la realización de un acto, por manipulación o por influencia de curiosidad, deseo o miedo de pérdida. En el ámbito de las religiones se refiere a la inclinación al pecado.
Aquí debemos aclarar que Santiago está hablando de las pruebas. Las dificultades que enfrentamos ponen a prueba nuestra fe, porque podríamos llegar a dudar de las promesas de Dios y su Palabra. Lo mismo sucede con todo tipo de tentaciones: si le damos rienda a nuestras pasiones y seguimos la intensidad de un sentimiento o una inclinación por encima de los valores, la revelación o la dirección de Dios, nos estaríamos alejando de Él.
Esto es lo que nos advierte este pasaje. Al decirnos que quien resiste la tentación es bienaventurado, nos está invitando a hacerlo, a resistir. Y eso acarrea una recompensa de parte de Dios. Quien resiste a la tentación no pierde, sino por el contrario, gana. Hay una preciosa corona de vida que espera a los que están dispuestos a no dejarse llevar por las ofertas de este mundo. Es más, los que resisten la tentación y eligen hacer la voluntad de Dios son los que le aman.
¿Amas a Dios? Vas a querer agradarle, vas a escoger vivir conforme a su dirección, sus valores, sus mandamientos para tu vida.
Al mismo tiempo, tenemos que reconocer que la tentación no proviene de Dios. Dios no nos instiga a hacer lo malo ni nos empuja para que nos alejemos de Él. Todos llevamos tensiones, pasiones, deseos por dentro, que combaten contra lo que Dios quiere para nosotros. Es la consecuencia de la caída y el alejamiento de Dios.
Pero la tentación en sí misma no es pecado. La tentación es la semilla que puede concebir el pecado. Aún cuando somos tentados, podemos resistir, podemos evitar, podemos decidir no hacer aquello que quisiéramos, que tenemos ganas de hacer pero sabemos que no debemos, si es que queremos honrar a Dios con nuestras vidas.
La tentación, cuando se concreta en pecado, conduce a la muerte. Esto es así de serio, de verdad.
Aquí hay un llamado a tomar en serio nuestro compromiso con Dios.

III. La procedencia de todo lo bueno (1:16-18)

Santiago 1:16–18 RVR60
16 Amados hermanos míos, no erréis. 17 Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación. 18 El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.
Santiago 1:16–18 NVI
16 Mis queridos hermanos, no se engañen. 17 Toda buena dádiva y todo don perfecto descienden de lo alto, donde está el Padre que creó las lumbreras celestes, y que no cambia como los astros ni se mueve como las sombras. 18 Por su propia voluntad nos hizo nacer mediante la palabra de verdad, para que fuéramos como los primeros y mejores frutos de su creación.
Santiago 1:16–18 NTV
16 Así que no se dejen engañar, mis amados hermanos. 17 Todo lo que es bueno y perfecto desciende a nosotros de parte de Dios nuestro Padre, quien creó todas las luces de los cielos. Él nunca cambia ni varía como una sombra en movimiento. 18 Él, por su propia voluntad, nos hizo nacer de nuevo por medio de la palabra de verdad que nos dio y, de toda la creación, nosotros llegamos a ser su valiosa posesión.
Santiago 1:16–18 NBLA
16 Amados hermanos míos, no se engañen. 17 Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, con el cual no hay cambio ni sombra de variación. 18 En el ejercicio de Su voluntad, Él nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que fuéramos las primicias de sus criaturas.
Dios quiere que reconozcamos nuestras raíces, las razones mismas por las que nos creó.
Podemos mirar a nuesto alrededor y considerar el mundo en que vivimos tal como está. Todo esto, la mentira, la violencia, la continua manipulación, el desprecio, el egoísmo… ¡Dios no nos creó para esto! Dios siempre ha tenido otros planes.
Es por eso que nos aclara que lo que viene de Él siempre es bueno. Es más, de Él viene todo lo bueno.
¿Has recibido algo bueno en tu vida últimamente? ¿El gesto, las palabras, el abrazo de alguien te ha hecho bien? ¿Has recibido una provisión inesperada? ¿Algo que ha sucedido ha puesto una sonrisa en tu rostro aun en medio de las dificultades de la vida?
No mires hacia otra parte. Todo eso vino de Dios.
Sí, Dios ha utilizado y utiliza personas y circunstancias para hacernos llegar, pero la fuente permanente y segura de todo lo bueno que nos alcanza siempre es Él.
Además, recuerda: Dios no cambia ni va a cambiar. Dios no cambia de opinión ni vuelve atrás de sus promesas. Siempre ha querido que seamos la corona de su creación, y en Cristo Jesús procura cumplir con ese objetivo.

IV. Hagamos la justicia de Dios, no la nuestra

Santiago 1:19–21 RVR60
Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse;porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.
Santiago 1:19–21 NVI
19 Mis queridos hermanos, tengan presente esto: Todos deben estar listos para escuchar, y ser lentos para hablar y para enojarse; 20 pues la ira humana no produce la vida justa que Dios quiere. 21 Por esto, despójense de toda inmundicia y de la maldad que tanto abunda, para que puedan recibir con humildad la palabra sembrada en ustedes, la cual tiene poder para salvarles la vida.
Santiago 1:19–21 NTV
19 Mis amados hermanos, quiero que entiendan lo siguiente: todos ustedes deben ser rápidos para escuchar, lentos para hablar y lentos para enojarse. 20 El enojo humano no produce la rectitud que Dios desea. 21 Así que quiten de su vida todo lo malo y lo sucio, y acepten con humildad la palabra que Dios les ha sembrado en el corazón, porque tiene el poder para salvar su alma.
Santiago 1:19–21 NBLA
19Esto lo saben, mis amados hermanos. Pero que cada uno sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para la ira; 20pues la ira del hombre no obra la justicia de Dios. 21Por lo cual, desechando toda inmundicia y todo resto de malicia, reciban ustedes con humildad la palabra implantada, que es poderosa para salvar sus almas.
Prioridades. Todos elegimos nuestras prioridades y la respetamos.
¿Saben cuáles son tus prioridades? ¿Eres consciente de por qué las has escogido?
¿Qué son las prioridades? Son aquellas cosas (o personas) que son más importantes para ti.
¿Qiué es lo más importante para ti?
Los cristianos, por lo general, respondemos que Dios es nuestra máxima prioridad, lo más importante en nuestra vida. Sabemos que “tendría” que ser así, porque conocemos el mandamiento más importante.
Mateo 22:35–38 RVR60
35 Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo: 36 Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? 37 Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. 38 Este es el primero y grande mandamiento.
Sí, debemos amar a Dios con todo nuestro ser, y ponerlo por encima de todo.
A veces asumimos que conocer el mandamiento y defenderlo como doctrina alcanza. Pero la realidad es que lo que revela verdaderamente cuáles son nuestras prioridades, lo que es importante o no en nuestra vida, es la manera en que administramos -. bienes, recursos, tiempo, todo en la vida.
Así que, ¿cómo estás administrando tu vida? ¿En qué gastas más y primero? ¿En qué inviertes tu tiempo? Esas son tus prioridades.
Santiago había estado hablando de lo que Dios ha hecho en nosotros al creer en Jesús: nos hizo renacer, para que viviéramos vidas diferentes, dedicadas a Él, conforme a sus valores y principios.
¿Cuáles tienen que ser los resultados de esa obra de Dios en nuestras vidas?
...todo hombre sea pronto para oir, tardo para hablar, tardo para airarse.
Este es un llamado a hacer una pausa. Antes de hacer nada, antes de hablar apresuradamente, escucha y considera. Presta atención y no seas impulsivo.
Hay algo en lo que tienes que ser rápido: debes estar siempre listo para escuchar. Debes aprender a escuchar a Dios, por supuesto, pero también debes estar preparado para escuchar a tus semejantes. No te dejes llevar nada más que por tus propios razonamientos, sin prestar atención o escuchar a los otros.
Muchas veces bromeamos con respecto a este mandamiento recordando que Dios nos dió dos orejas y una sola boca, así que nuestra propia naturaleza nos tendría que enseñar que debemos estar más listos para escuhar que para hablar.
Pero ten en cuenta que debes enlentecer tu enojo. No permitas que tu furor se dispare rápido y automáticamente. Sé lento para enojarte.
¿Por qué? ...porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. Los impulsos humanos, en especial el enojo, no hacen la voluntad de Dios. El enojo está en la lista de las obras de la carne. ¿Es eso lo que quieres que te controle? Nuestra prioridad debe ser agradarle a Dios, vivir conforme a su voluntad, honrarle con nuestras acciones.
¿Estás obrando conforme a la justicia de Dios? Te sorprendería reconocer que la justicia de Dios y la tuya pueden ser diferentes.
Así que aquí tienes un llamado a escoger entre la inmundicia y la malicia, y la palabra implantada.
Elige: ¿vas a dejarte llevar por la inmundicia y la malicia o por la Palabra de Dios? Esta última tiene el poder para salvarte el alma. Al elegir bien, estarás estableciendo las mejores prioridades para tu vida.

V. No alcanza con escuchar y saber

Santiago 1:22–25 RVR60
Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.
Santiago 1:22–25 NVI
22 No se contenten sólo con escuchar la palabra, pues así se engañan ustedes mismos. Llévenla a la práctica. 23 El que escucha la palabra pero no la pone en práctica es como el que se mira el rostro en un espejo 24 y, después de mirarse, se va y se olvida en seguida de cómo es. 25 Pero quien se fija atentamente en la ley perfecta que da libertad, y persevera en ella, no olvidando lo que ha oído sino haciéndolo, recibirá bendición al practicarla.
Santiago 1:22–25 NTV
22 No sólo escuchen la palabra de Dios, tienen que ponerla en práctica. De lo contrario, solamente se engañan a sí mismos. 23 Pues, si escuchas la palabra pero no la obedeces, sería como ver tu cara en un espejo; 24 te ves a ti mismo, luego te alejas y te olvidas cómo eres. 25 Pero si miras atentamente en la ley perfecta que te hace libre y la pones en práctica y no olvidas lo que escuchaste, entonces Dios te bendecirá por tu obediencia.
Santiago 1:22–25 NBLA
22Sean hacedores de la palabra y no solamente oidores que se engañan a sí mismos. 23Porque si alguien es oidor de la palabra, y no hacedor, es semejante a un hombre que mira su rostro natural en un espejo; 24pues después de mirarse a sí mismo e irse, inmediatamente se olvida de qué clase de persona es. 25 Pero el que mira atentamente a la ley perfecta, la ley de la libertad, y permanece en ella, no habiéndose vuelto un oidor olvidadizo sino un hacedor eficaz, este será bienaventurado en lo que hace.
Creo que todos los que nos asomamos a la maravilla de la Palabra de Dios lo hacemos tomando conciencia de lo importante y poderosa que es. Es la incontenible Palabra con la que fue creado el universo a partir de la nada, y sabemos que tiene el mismo poder para obrar poderosamente en nosotros.
Pero de todas maneras, a veces fallamos.
¿Qué sucede en el proceso? ¿Qué falló? Muchas veces falla nuestra conexión entre la Palabra y nuestra vida, en la práctica.
¿Recuerdas lo que sucedió en el Edén? ¿Cuál fue el problema de Eva al enfrentar la tentación del enemigo? ¿Se trató de que desconociera la Palabra? No, no la desconocía, y la citó perfectamente. Se trató de que aceptó que se la pusiera en duda, y finamente no la aplicó, no la puso en práctica.
Aquí se nos da un consejo en cuanto a eso, en ese mismo sentido, para que no caigamos en el error.
De acuerdo a lo que nos dice Santiago, inspirado por el Espíritu Santo, no tenemos que limitarnos a conocer la Palabra, sino que tenemos que aplicarla. Y agrega que la persona que solamente la escucha, que la conoce pero no la aplica, se engaña a sí misma. Y seguramente tú no quieres ser engañado, ni siquiera por ti mismo.
Muchas veces caemos en la sensación de que nuestra vida espiritual está en su lugar, que estamos progresando, o que estamos siendo “bien alimentados” (y tal vez sea así) cuando escuchamos la Palabra. Pero Santiago nos recuerda que no alcanza con eso.
La persona que escucha la Palabra y la conoce, pero no la hace, es como el que se mira al espejo y luego se aleja y se le olvida como era.
¿Recuerdas aquella parábola?
Mateo 21:28–32 RVR60
28 Pero ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña.29 Respondiendo él, dijo: No quiero; pero después, arrepentido, fue.30 Y acercándose al otro, le dijo de la misma manera; y respondiendo él, dijo: Sí, señor, voy. Y no fue.31 ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Dijeron ellos: El primero. Jesús les dijo: De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios.32 Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las rameras le creyeron; y vosotros, viendo esto, no os arrepentisteis después para creerle.
Los dos hijos escucharon la misma indicación. Los fariseos eran como el hijo desobediente, que había escuchado el llamado del padre y le había dicho que sí, pero no lo había obedecido. Sin embargo, había personas que habían tenido vidas muy alejadas de los valores de Dios que cuando escucharon el mandamiento, aunque no habían vivido dignas del Padre, ahora sí le estaban obedeciendo.
¿De cuáles eres tú?
El mandato en este pasaje es bien claro, así como la promesa que lo acompaña:
...el que mira atentamente en la perfeta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.
1) Mira atentamente. No tomes la Palabra de Dios descuidadamente, sin prestar mucha atención a lo que Dios te dice.
2) Persevera. No dejes que la Palabra que está siendo sembrada en tu corazón sea nada más que un pensamiento pasajero, algo que escuchas y olvidas. Detente. Medita. Considera. Analiza. Dedícale a la Palabra de Dios más tiempo y dedicación que a las demás cosas.
3) No te olvides. ¿Alguna vez saliste de tu casa para ir al supermercado porque te faltaba algo, y al llegar habías olvidado para qué ibas? ¡A veces hacemos así con la Palabra de Dios! Al terminar el servicio nos distraemos saludando a los hermanos, nos hacemos bromas, luego nos concentramos en lo que vamos a comer y lo que vamos a hacer el resto del día. ¿Qué predicó el pastor? ¿De qué te habló Dios? ¡No seas un oidor olvidadizo de la Palabra!
4) Pon la Palabra en práctica. Cuando Dios habla a tu corazón, hay algo que tienes que hacer. Tiene que haber una respuesta práctica a lo que Dios te dice. Algo tiene que cambiar. Tienen que haber acciones que manifiesten tu fidelidad a lo que Dios te dice.
5) Dios te bendecirá. Serás bienaventurado. Te irá bien. Dios te dirigirá conforme a sus propósitos y verás su presencia y su obra en tu vida.
Entonces, vé y hazlo.

VI. Evidencias de haber escuchado bien

Santiago 1:26–27 RVR60
Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana. La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo.
Santiago 1:26–27 NVI
26 Si alguien se cree religioso pero no le pone freno a su lengua, se engaña a sí mismo, y su religión no sirve para nada. 27 La religión pura y sin mancha delante de Dios nuestro Padre es ésta: atender a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y conservarse limpio de la corrupción del mundo.
Santiago 1:26–27 NTV
26 Si afirmas ser religioso pero no controlas tu lengua, te engañas a ti mismo y tu religión no vale nada. 27 La religión pura y verdadera a los ojos de Dios Padre consiste en ocuparse de los huérfanos y de las viudas en sus aflicciones, y no dejar que el mundo te corrompa.
Santiago 1:26–27 NBLA
26Si alguien se cree religioso, pero no refrena su lengua, sino que engaña a su propio corazón, la religión del tal es vana. 27La religión pura y sin mancha delante de nuestro Dios y Padre es esta: visitar a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y guardarse sin mancha del mundo.
Puede haber una clara diferencia entre lo que uno se cree, entre como uno se evalúa a sí mismo y la realidad.
¿Cómo te consideras?
Santiago es bien directo en lo que nos dice. Le caían bien gordos los religiosos, los que hablaban de lo que creían pero se estaban engañando a sí mismos.
¿Observas lo que dice aquí?
Ten cuidado. Uno puede creer que “todo está bien” en su vida espiritual, y convertirse en un hablador vacío.
No te engañes a ti mismo.
Santiago señala dos resultados tangibles de la obra del Espíritu de Dios cuando una persona recibe la Palabra y esta hace su obra profunda en su vida:
1) Cuida de los demás. Si Dios está obrando en ti, verás un resultado en cuanto a tu trato con los otros y sus necesidades. Los que aplican la Palabra de Dios llegan a ser personas generosas, y no pueden pasar ante la necesidad de otro sin atenderla. ¿Eres sensible a las necesidades de quienes te rodean?
2) Su comportamiento es diferente al de otros. El mundo tiene la tendencia a mancharnos, a ensuciarnos con su tendencia al egoísmo, con sus malas costumbres y su énfasis en la carne y sus obras. El que aplica la Palabra estará dispuesto a ser diferente. Sus palabras, su comportamiento, su trato con los demás, su manera de administrarse en todo sentido, marcarán una clara diferencia.
Recibe la Palabra, deja que profundice en tu vida, y sé diferente por amor a Jesús.
Conclusión:
Caminemos con Dios, apoyando nuestra fe en su sabiduría y sus promesas.