LAS EVIDENCIAS DE QUE SE POSEE LA VIDA ETERNA Y LA ORACIÓN QUE DIOS CONTESTA

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1 Juan 5:13-17

13 Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna. 14 Y esta es la confianza que tenemos delante de Él, que si pedimos cualquier cosa conforme a su voluntad, Él nos oye.15 Y si sabemos que Él nos oye en cualquier cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hemos hecho.16 Si alguno ve a su hermano cometiendo un pecado que no lleva a la muerte, pedirá, y por él Dios dará vida a los que cometen pecado que no lleva a la muerte. Hay un pecado que lleva a la muerteb; yo no digo que deba pedir por ese. 17 Toda injusticia es pecado, y hay pecado que no lleva a la muerte.1
13 Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna.
Aquí hallamos el propósito de toda la carta de Juan, que sus destinatarios sepan que tienen vida eterna. Estos no son otros que los creyentes a los que Juan a lo largo de la carta ha llamando “Hijitos” y “amados”. Vale destacar que Juan ha dejado en claro que, creer no es una mero ejercicio de la mente, es decir, no es una aceptación intelectual de las verdades del evangelio, sino que implica siempre confiar en quien se pone esa fe.
Además, como es de esperarse, Juan ha dejado en claro que el objeto de la fe debe ser el adecuado, es decir, que el sujeto sobre el cual se pondrá aquella confianza viva debe ser Jesucristo, el Mesías anunciado, el Hijo de Dios que ha venido en carne y no solo en carne sino en carne y sangre. Lo que significa que el Hijo de Dios se encarnó para (1) identificarse con el pecado y (2) con la culpa de su pueblo. Lo primero se hace evidente a través de Su bautismo y lo segundo por Su muerte expiatoria en la cruz. Esta carta es para ellos que han creido en ese bendito y glorioso nombre para que sepan que tienen vida eterna.
Igualmente, Juan ha sido insistente al indicar que esta fe también es objetiva y externa en cuanto se puede evidenciar en la vida diaria de la persona que la poseen, y esas evidencias son a las se refiere cuando dice: “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna. ” Pero ¿Cuáles son esas cosas que Juan ha escrito que pueden llevar a estos creyentes a saber que tienen la vida eterna? Veamos:
(1) Tienen comunión con Dios (andar en luz) y tienen comunión con otros creyentes (1 Jn. 1:6).
(2) Es sensible al pecado en su vida y diligente en confesarlo (1 Jn. 1:9; 2:1).
(3) Su vida está regulada por la ley moral de Dios (1 Jn. 2:3-4; 3:24); y lo hace con alegría (5:3).
(4) Es un imitador de Cristo. Es decir, desea andar como el anduvo (1 Jn. 2:6).
(5) Ama a su hermano (1 Jn. 2:11, 3:14, 4:7-8; 4:20-21).
(6) No ama al mundo porque todo lo que hay en el mundo, la pasión de la carne, la pasión de los ojos y la arrogancia de la vida no proviene del Padre… (1 Jn. 2:16). Por el contrario, vence al mundo con la fe (1 Jn. 5:4).
(7) Tiene la unción del santo y conoce la verdad (1 Jn. 2:20-21,27).
(8) Ha recibido al Espiritu Santo (1 Jn. 3:24; 4:13).
(9) Hace justicia. Es decir, su vida se carateriza por practicar la justicia así como Él (Jesús) es justo. (1 Jn. 3:7).
(10) Se purifica a símismo o lo que es lo mismo participa activamente cooperando con el Espíritu Santo en la santificación de su vida (1 Jn. 2:29, 3:3).
(11) No practica el pecado (1 Jn. 3:9).
(12) Ora eficazmente (1 Jn. 3:22).
(13) Confiesa a Jesucristo como venido en carne (1 Jn. 4:2) que es el Hijo de Dios (4:15) y el Cristo.
Estas marcas dan la evidencia de que una persona posee verdaderamente la vida eterna. Notese el tiempo verbal que Juan usa aquí, él dice que ha escrito estas cosas para que sepan “que teneís vida eterna”, la vida eterna no es una promesa futura, sino una realidad presente. Para Juan el creyente goza de la vida eterna desde el mismo instante que es salvó. La vida eterna para Juan no significa simplemente en donde pasará el creyente la eternidad sino que implica la participación de la vida de Dios (zoe aionios) al creyente. Dios le da un nuevo principio de Vida, la Suya. El Espíritu Santo lo habita y lo hace en ese mismo instante un nuevo hombre, un ser celestial. el cual se íra perfeccionando en el tiempo y llegará a su plenitud en la resurrección final.
II. EL INQUEBRANTABLE ANIMO PARA ORAR
 Y esta es la confianza que tenemos delante de Él, que si pedimos cualquier cosa conforme a su voluntad, Él nos oye.
Lo primero que vemos en este texto, es que el creyente tiene confianza delante de Dios. En el NT Hay dos términos que se traducen como confianza, el primero es peizō, (Con su derivado pepoizēsis) que significa “depender de”, o “poner la confianza en” (p. ej. 2 Co. 1:15; 2:3; 8:22:, 10:2; Gá. 5:10; Ef. 3:12; Fil. 1:25; 3:3, 4; 2 Ts. 3:4; Flm. 21) con frecuencia el uso se refiere a la confianza que se pone hacia los demás hombres. Sin embargo, en una ocasión Pablo la usó para referirse al libre “acceso a Dios con confianza...” que el creyente tiene por medio de la fe en “Cristo Jesús nuestro Señor” (Ef. 3:12).
El segundo término es parrhēsia, que segun el diccionario de Teología significa: ánimo, energía, estímulo, audacia, fuerza (p. ej. Hch. 28:31; Heb. 3:6; 10:35; 1 Jn. 2:28; 3:21; 5:14). Esta ultima es el término que Juan usa aquí. El creyente puede tener ánimo para su oraciones, una fuerte energía para prevalecer y un estímulo inagotable en el siguiente hecho: “...que si pedimos cualquier cosa conforme a su voluntad, Él nos oye.”
Juan es tan amplio y la vez tan preciso como puede serlo. Él mismo se ánima a decir, con todo lo amplio que el lenguaje le permite ser, que el creyente puede pedir virtualmente “…cualquier cosa”, pero precisa su expresión al poner la voluntad divina como la norma sobre la cual debe conformarse toda petición. Para Juan la vida de oración se vitaliza (energiza) con la siguiente verdad: que si pedimos cualquier cosa que este conformada o que sea según la voluntad de Dios, Él nos oye. Si nuestra oración está basada en alguna de sus promesas entonces, podemos estar felizmente confiado de que Él nos escuchará, puesto que, estamos ejercitando la fe en el sentido más amplio: Le estamos diciendo que confiamos en Su caracter y que tenemos en alta estima Su Palabra.
Bien comenta Mattew Henry: “El asunto de nuestra oración debe estar de acuerdo con la voluntad declarada de Dios. No conviene que pidamos lo que es contrario a su majestad y gloria, o a nuestro propio bien, que somos suyos y dependemos de él. Y entonces podremos tener la confianza de que la oración de fe será escuchada en el cielo.”
Note que Juan al incluirse en el término “pedimos” establece esta norma tanto para las oraciones apostólicas como la de los creyentes en general, no hay distinción, esta es la norma para todo mortal que quiere ser oido por Dios, las oraciones deben estar subordinadas a la voluntad de Dios.
Ahora bien, el término “oye” (gr. ἀκούω) significa escuchar con atención e interesarse. Dios escucha atenta e interesadamente aquellas oraciones que se conforman con su voluntad. Esta voluntad no es la voluntad oculta que solo Él conoce, sino las que se conforman a la voluntad revelada en su Palabra (sus preceptos). Además, tanto el verbo “pedimos” (la accion nuestra) como “oye” (la acción de Él) están en presente, lo que nos da la idea de que la oración que se conforma a la voluntad prescrita por Dios es una comunicación directa (en vivo, por así decirlo) con Dios. Mientras el creyente está pidiendo Dios está oyendo atenta e interesadamente. Que el Señor se interese por las peticiones de nosotros es una regalo inmerecido.
Cabe mencionar que aparte de nuestro Señor Jesucristo no necesitamos ningún intermediario para que nuestras oraciones sean escuchadas. Esto lo digo acentuadamente porque dentro de algunos círculos del cristianismo existe la falsa enseñanza de que hay ciertos “hombres de Dios especiales" o “generales de Dios” que sí saben orar. Al parecer a ellos Dios les escucha de una “manera muy especial” y por lo tanto, los creyente acuden a ellos parar que oren por milagros, peticiones especiales o intevenciones divinas repentinas. En realidad todo esto es una vieja herejía católica romana disfrazada de evangélica.
Un conferencia episcopal italiana que se llevó acabo hace algunos años reveló unos datos interesantes sobre los personajes a los cuales los católicos italianos le ofrecen sus oraciones. Estos católicos no le ofrecen su oraciones en primer lugar a Dios Padre, ni al Hijo, ni al Espíritu Santo, ni si quiera a María ni tampoco a José (quien goza de la fama de hacer aparecer los objetos perdidos) sino a un santo nacional llamado el Padre Pio quien ostenta el primer lugar con un ventajoso 69% de todas las oraciones de los italianos católicos. Después de este padre el 35% de los oraciones que hacen los italianos son ofrecidas a San Antonio de Padua; con un 19% el tercer lugar es ocupado por San Francisco de Asís. Entre las mujeres “santas”, por supuesto, está Santa Rita con un respetable 8%, y le sigue la Madre Teresa con un 2.4%. Parece sorprendente que esta “beata lista” no cuente con el nombre de ningún personaje bíblico, pero la sorprensa disminuye cuando vemos que solo el 2% de estos católicos tienen una Biblia en su casa y un porcentaje bastante menor es el que la lee. Por cierto, esto llama profundamente la atención al considerar que el lugar donde senda blasfema ocurre es nada más y nada menos en el mismisimo territorio del estado Vaticano. [1]
[1] Cesar Vidal. El legado de la Reforma.
III. LA ORACIÓN ESCUCHADA Y CONTESTADA
Si el hecho de que el Señor escuche nuestras oraciones ya es un acto de gracia, que el Señor se digne a contestarlas debe considerarse una doble gracia. Y eso es lo que Juan dice aquí: Y si sabemos que Él nos oye en cualquier cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hemos hecho. Dicho de otra manera: Y si sabemos que Dios nos escucha cualquier cosa que le pidamos con una fe viva y basandonos en su voluntad revelada, también sabemos que tenemos las peticiones que le hemos hecho. Es decir, podemos estar seguro que nuestras oraciones serán respondidas.
El verbo tenemos que Juan usa aquí está en tiempo presente, el creyente que ora en fe y basado en la voluntad divina tiene como una posesión presente la respuesta de la oración, lo que pida de Dios ya le pertenece en Cristo. Aunque Dios la responderá a su debido tiempo, él ya puede estar seguro de que la respuesta es suya, su voluntad está alienada con la del Padre. El Padre nuestro (nuestro modelo de oración) es un ej. oportuno: “el pan nuestro de cada día danoslo hoy”. El creyente pide el sutento diario de pan “…de cada día danoslo hoy”, pero lo hace con fe de que ya es suyo: “el pan nuestro...” Como dice Simon Kistermarker “No le pedimo pan sino nuestro pan. Y le pedimos a Dios que nos lo dé hoy. En definitiva Tenemos lo que hemos pedido” [2]
[2]Simon Kistermarker. Comentario de 1 de Juan (p.302).
IV. UN EJEMPLO DE ORACIÓN MUY ELEVADO
Si alguno ve a su hermano cometiendo un pecado que no lleva a la muerte, pedirá, y por él Dios dará vida a los que cometen pecado que no lleva a la muerte. Aquí Juan pone un ejemplo practico de oración. Lo primero que nos enseña es que cuando un hermano comete pecado deberíamos ser prontos para orar por él, esa es la voluntad de Dios. Por lo general nos impresionamos por el pecado del hermano, podemos incluso murmurar al respecto, pero el deber cristiano es pedir a Dios por ese hermano para que Dios le conceda perdón, imparta vida en él. Con este ejemplo Juan muestra lo que la oración alineada a la volutad de Dios puede causar.
Lo segundo que Juan nos enseña es que hay un pecado que lleva a la muerte y otros que no. Juan no se está refiriendo a que existe dos naturalezas del pecado, como si dijera hay pecados mortales y pecados veniales. Más bien está apuntado hacia las consecuencias del pecado. Hay pecados que no llevan a la muerte y hay un pecado que conlleva a la muerte. Pero la pregunta aquí es ¿Puede un hermano cometer un pecado que lleva a la muerte?
Él dice que Si alguno ve a su hermano cometiendo un pecado que no lleva a la muerte, pedirá, y por él… y tambien ...Hay un pecado que lleva a la muerte; yo no digo que deba pedir por ese. Algunos piensan que un cristiano no puede cometer tal pecado, para ellos Juan está usando el término hermano de manera general, refiriendose así no al hermano creyente sino al projimo. En tal caso, el pecado que lleva a la muerte es el de la impenitencia o blasfemia contra el Espíritu Santo y cuando un hombre (hermano) comete este pecado Juan dice que no debe pedirse por el tal. Pero que Juan haya usado el término hermano en esta direccón parece poco probable cuando a lo largo de la carta lo ha usado para referirse a los hermanos cristianos.
Así que lo que nos queda es enfrentarnos con la idea de que un hermano cristiano sí puede cometer el pecado que lleva a la muerte. Pero, debemos decir, que esto es muy diferente a la herajía católica del pecado mortal que mata la gracia en el creyente y que lo hace dependiente de una segunda tabla de justificación. Al parecer lo que Juan está diciendo es que hay un pecado que llevan a la muerte, pero nada en el contexto indica que está muerte es aplicada en un sentido condenatorio, pero si puede ser correctivo, tampoco una muerte espiritual pero sí física. Un ej. de esto lo tenemos en 1 Cor. 11 cuando Pablo exhorta a los hermanos a tener un conducta correcta durante la Cena del Señor:
Por tanto, examínese cada uno a sí mismo, y entonces coma del pan y beba de la copa. Porque el que come y bebe sin discernir correctamente el cuerpo del Señor, come y bebe juicio para sí. Por esta razón hay muchos débiles y enfermos entre vosotros, y muchos duermen. 1 Cor. 11:28.
Lo que parece Juan indicarnos que hay un pecado que puede requerir una corrección severa de parte de Dios que implique llevarse el creyente con Él. Cuando este es el caso Juan dice que dejemos este asunto en la soberana voluntad de Dios y no pidamos por ese.
Sin embargo, no debemos pensar que hay acciones contrarias a la ley de Dios que son mas o menos pecaminosas, porque el apóstol añade: “Toda injusticia es pecado, y hay pecado que no lleva a la muerte.”
V. APLICACIONES
(1) DIos quiere que le pedimos.
(2) Dios quiere que le pidamos en cualquier circuntancia. No solo en momentos de necesidad, sino también en momento de abundancia. No solo en los días de batalla también en los de paz. Las demandas de la vida cristiana es tal, que exigen que el creyente diariamente pida. Dios se complace en eso.
(3) ¿Por qué pedir algo que Dios hará de todos modos? Porque Él lo ha ordenado. La oración es una gracia que el creyente inmerecidamente ha recibido pero tambien es una ordenanza. La Biblia nos manda en reiteradas ocasiones a orar. Por otra aprte, el Señor a constituido algunas cosas para que ocurran con la participación del creyente y eso requiere de su oración. El creyente acude a la Palabra comprende la voluntad de Dios y comienza a orar con un deseo sincero de que esa voluntad se lleva a cabo en su vida. Por la obra del Espiritu Santo, un creciente anhelo y compromiso hacia la voluntad de Dios irá surgiendo, entoces, el creyente cada vez más pedirá por la voluntad de Dios y cada vez más verá la contestanción a sus peticiones.
(4) Antes de presentar cada día, semana tras semana, mes tras mes y año tras año la misma petición a Dios debería preguntarse: ¿De que manera veo expresada la voluntad de Dios en esta petición? ¿Es mi deseo consitente con la palabra de Dios y lo que ha prometido? sino puede responder a estas preguntas, abandone el intento.
(5) Debemos orar por los pecados de los hermanos.
(6) Quienes no tienen las marcas o evidencias que Juan ha descrito a lo largo de su carta y aún así se hace llamar cristiano es un mentiroso, debe arrepentirse y poner su confianza en Cristo Jesús, y Examinar continuamente si su vida muestra tales evidencias.
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