El sentido divino para cada relación

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Aprendamos a relacionarnos como Dios quiere que lo hagamos

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Los seres humanos somos seres sociables. Vivimos en comunidades. Establecemos familias. Nos conectamos y funcionamos en equipo. Nos asociamos para la realización de nuestros proyectos.
Eso habla de tí, directamente. Por favor, piensa en todas esas personas con las que te relacionas habitualmente, y con los que también te relacionas aunque el contacto no sea tan frecuente.
Todos los días hablas con personas, te acercas, haces preguntas, ayudas, acompañas. Una vez más, la Palabra de Dios habla de ti. Dispón tu corazón, entonces, a escuchar lo que Dios tiene para decir acerca de ti, de tus relaciones, de como interactúas con quienes te rodean.
Pablo había estado enseñándole a los cristianos en la ciudad de Colosas acerca de la vida en Cristo. Definitivamente la vida de un hijo de Dios por la fe en Jesucristo es muy diferente a la de una persona que no tiene a Cristo. La diferencia es como del día a la noche. Sí, parece que “todo es igual”. Todos hablamos, nos conectamos, trabajamos, dormimos y nos despertamos, corremos y descansamos, pero hay diferencias que vienen de lo profundo y de la intervención del Espíritu Santo en la vida del hijo de Dios. El Señor nos exhorta en cuanto a lo que dejar atrás y lo que hacer ahora. Todo esto es muy práctico, y se tiene que manifestar en todo eso que consideramos normal en cada uno de nuestros días.

I. Familia

Colosenses 3:18–21 RVR60
18 Casadas, estad sujetas a vuestros maridos, como conviene en el Señor.19 Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas.20 Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque esto agrada al Señor.21 Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten.
Colosenses 3:18–21 NVI
18 Esposas, sométanse a sus esposos, como conviene en el Señor. 19 Esposos, amen a sus esposas y no sean duros con ellas. 20 Hijos, obedezcan a sus padres en todo, porque esto agrada al Señor. 21 Padres, no exasperen a sus hijos, no sea que se desanimen.
Colosenses 3:18–21 NTV
18 Esposas, sujétese cada una a su esposo como corresponde a quienes pertenecen al Señor. 19 Maridos, ame cada uno a su esposa y nunca la trate con aspereza. 20 Hijos, obedezcan siempre a sus padres, porque eso agrada al Señor. 21 Padres, no exasperen a sus hijos, para que no se desanimen.
Colosenses 3:18–21 NBLA
18 Mujeres, estén sujetas a sus maridos, como conviene en el Señor. 19 Maridos, amen a sus mujeres y no sean ásperos con ellas. 20 Hijos, sean obedientes a sus padres en todo, porque esto es agradable al Señor. 21 Padres, no exasperen a sus hijos, para que no se desalienten.
Ahora, Pablo quiere mostrar como la nueva vida, la vida espiritual que experimentamos en Jesús se manifiesta en nuestras relaciones. Y empieza por nuestras familias, por nuestros hogares.
En estos versículos hay palabras dirigidas a las esposas, los maridos, los hijos y los padres. Todos nosotros ocupamos estas posiciones y cumplimos con estas funciones en la vieda.
Casadas. ¿Qué le enseña Dios a las esposas? ...estad sujetas a vuestros maridos, como conviene en el Señor. Mucho se ha hablado de esta exhortación bíblica en cuanto a la sujeción de las esposas a sus maridos, y al mismo tiempo este es uno de los conceptos más malinterpretados de la Biblia. ¿Qué quiere decir que la esposa tiene que estar sujeta a su marido? Esta es una enseñanza que se reitera en otras partes del Nuevo Testamento (Efesios 5:22; 1 Pedro 3:1). Pero vayamos más lejos. Esta enseñanza es un eco de la creación. Recordemos como Dios planteó la formación del equipo familiar desde el comienzo de la creación: Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne. (Génesis 2:24). Este plan de Dios de que el hombre y la mujer formaran una nueva unidad fue pronunciado antes de la caída. No es consecuencia del pecado sino el plan original de Dios para nuestras vidas. Este versículo es mencionado en cuatro ocasiones en el Nuevo Testamento, dos en las enseñanzas del propio Jesús. Necesitamos digerir esto, para aplicar las enseñanzas para el esposo y la esposa: Dios nos creó con el propósito de que formemos una nueva unidad. Ahjora, también tenemos que considerar el relato de la creación de la mujer y lo que Dios dice al respecto. Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él. (Génesis 2:18). Que quede en nuestro corazón esa definición de la posición de la mujer en la pareja. No se trata de que sea inferior ni menos capacitada. No se trata de que tenga que soportar en silencio una dictadura familiar. Se trata de que se amolde a su posición como parte del equipo, que no haga lo suyo, por su cuenta, sino que permanezca junto a aquel de quién es la ayuda idónea. Los varones necesitamos esa ayuda, ese apoyo, ese acompañamiento. No hay nada ni nadie que pueda substituir a la esposa en su labor de apoyar al hombre. La sujeción de la esposa al esposo tiene que ver con su sujeción al propio Señor (Efesios 5:22).
Maridos. Varias cosas me llaman la atención de estas enseñanzas del Nuevo Testamento para las familias. Es interesante que en cada ocasión (aquí, en Efesios y en 1 Pedro) la Palabra se dirige primero a las señoras. Pero la enseñanza de Pablo a los esposos se repite, aquí y en Efesios. ¿Qué tienen que hacer los maridos? Amarlas. Maridos, amad a vuestras mujeres Cuando estudiamos la Biblia nos acostumbramos a que hay diferentes términos originales para referirse al amor. En este caso (y en Efesios) el término usado es ἀγαπάω. Es una indicación de que los maridos tienen que amar sacrificialmente a sus esposas. Esposo, Dios te ha tenido que decir que ames a tu esposa. ¿Te das cuenta de que a ella no se lo tuvo que decir? Dios quiere que los maridos tengamos presente nuestro amor por nuestras esposas, que nos fueron dadas por el Todopoderoso. Pero hay más para los hombres: ...no seáis ásperos con ellas. Los hombres (Dios nos pone en evidencia) podemos ser hirientes en nuestro trato con nuestras esposas. ¡Dios nos conoce! Tenemos que ser cuidadosos con nuestras palabras, nuestras actitudes, nuestro trato. Pedro en su carta nos hace un llamado a la ternura, a la consideración, a la protección y el cuidado de las hermosas compañeras que Dios ha puesto en nuestras vidas. ¿Lo quieres más claro? Dios está tocando nuestras conversaciones, nuestra reacción frente a los diferentes momentos en que nos relacionamos. Pedro agrega una advertencia interesante en su comentario (1 Pedro 3:7): ¿Cómo puedes orar tranquilo y recibir respuestas si estás maltratando a tu esposa? No esperes que eso suceda. La inmensa mayoría de nuestras heridas emocionales ocurren en el hogar. No son los desconocidos, ni el gobierno quienes nos hieren profundamente, sino aquellos que están cerca de nuestro corazón. Prestemos atención para detectar las maneras (no siempre físicas; pueden ser verbales, emocionales, o como resultado de nuestro comportamiento) en las que estamos lastimando a nuestros seres queridos, y dispongámonos a cambiar.
Hijos. Hoy en día hay ciertos conceptos que han llegado a ser muy mal entendidos, e incluso rechazados. Luego de tanto énfasis en la libertad (que muchas veces ha conducido al libertinaje) parece como si el término “obediencia” fuera una mala palabra. La gente no quiere obedecer. Cada uno quiere hacer lo suyo, lo que se le ocurre, y en muchas ocasiones eso se ha transferido al trato con los hijos, nuestros seres humanos en vías de desarrollo. No está mal que los niños obedezcan. Es más, está escrito en la Palabra de Dios que así lo tienen que hacer: Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque esto agrada al Señor. Todos somos hijos, pero estas palabras se dirigen a los menores, a los que, como hemos mencionado, están en su etapa de desarrollo y crecimiento. No solo se crece físicamente, sino que cada persona atraviesa un proceso de desarrollo que le prepara para la vida adulta. Y la obediencia es parte de ese proceso. ¿Por qué? Simplemente porque los adultos saben más, tienen la experiencia. Por eso a los hijos se les indica que obedezcan, que escuchen las indicaciones, que respeten la enseñanza de sus mayores. A diferencia de lo que a veces se piensa, a los niños no se les traumatiza al esperar que obedezcan. Al contrario, se colabora con su desarrollo para que estén listos para las exigencias de la vida. Se les llama para que obedezcan en todo a sus padres. Pero el detalle que aquí parece particularmente importante es que este tipo de comportamiento, el de los hijos obedientes y sujetos a sus padres, abrada al Señor. En Efesios 6:1, los hijos son llamados a obedecer en el Señor a sus padres, y se les aclara que esto es justo.
Padres. En esta vida tienen que haber equilibrios. Cualquier extremo puede llegar a ser peligroso. Esto se aplica de una manera muy particular a nuestras relaciones. No caigamos en los excesos. No abusemos de nuestra posición, sea cual sea. Necesitamos buscar el equilibro en el Señor y aprender de Él. Sí, la Palabra del Señor tiene algo que decirle a los hijos (y más de un padre o madre miraría seriamente a sus hijos mientras se les lee este pasaje), pero también Dios tiene palabras de enseñanza para los padres. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten. Resulta interesante que varias traducciones de la Biblia utilizan el mismo verbo, “exasperar”, en esta prohibición. Sabes lo que es “exasperar”, ¿verdad? No provoques la desesperación de tus hijos. La traducción literal nos exhorta a no irritarlos. ¿Sabías que los padres podrían llegar a exasperar a sus hijos? Conforme a lo que acabamos de leer, debemos esperar que los hijos se sujeten en obediencia, pero debemos ser cuidadosos, no exagerar en nuestro trato con ellos, para criarlos con sabiduría de Dios. Este llamado al equilibrio es algo que tendría que aplicarse a todas nuestras relaciones. Cuando estés en una posición de liderazgo, de enseñanza, de persona mayor frente a otro, no abuses de eso. Sé considerado. Busca maneras sabias para enseñar, compartir. Utiliza sabiamente la sabiduría que te otorga la experiencia y edifica, sé de bendición, construye lo mejor en la vida de los demás. Como lo dice este pasaje, los hijos podrían desalentarse, desanimarse, como resultado de la mala manera en que son enseñados o exhortados. Los buenos maestros animan y alientan, no lo contrario.

II. Trabajo

A lo largo de nuestras vidas somos llamados a ocupar diferentes funciones, de acuerdo a nuestras situaciones y capacidades. ¿Cómo actuamos en nuestras funciones en el mundo?
Colosenses 3:22 RVR60
22 Siervos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios.
Colosenses 3:22 NVI
22 Esclavos, obedezcan en todo a sus amos terrenales, no sólo cuando ellos los estén mirando, como si ustedes quisieran ganarse el favor humano, sino con integridad de corazón y por respeto al Señor.
Colosenses 3:22 NTV
22 Esclavos, obedezcan en todo a sus amos terrenales. Traten de agradarlos todo el tiempo, no sólo cuando ellos los observan. Sírvanlos con sinceridad debido al temor reverente que ustedes tienen al Señor.
Colosenses 3:22 NBLA
22 Siervos, obedezcan en todo a sus amos en la tierra, no para ser vistos, como los que quieren agradar a los hombres, sino con sinceridad de corazón, temiendo al Señor.
Algo que nos tiene que quedar claro a esta altura es el hecho de que nuestra relación va mucho más allá del contexto de las cuatro paredes del templo. Llevamos nuestra relación con Dios adónde vamos, haciendo lo que hacemos.
Dios conoce lo que haces, sabe a qué te dedicas, es consciente de tu manera de administrar tu tiempo. Como lo decía David en el Salmo 139, Dios conoce perfectamente todo lo que hacemos, y necesitamos reconocerlo en lo que hacemos.
¿Era la esclavitud algo justo? No, la esclavitud nunca fue algo justo. El dominio unilateral de parte de ciertos seres humanos sobre otros, llegando a considerarlos como si fueran objetos, nunca será justo. ¿Justifica la Biblia la esclavitud? De ninguna manera. Solamente la asume. No niega que ocurrió, así como hasta el día de hoy suceden injusticias bajo el sol. Esas injusticias no son el plan de Dios, y Dios quiere instruir a sus hijos para que le sirvan de la mejor manera posible en medio de sus circunstancias.
¿Te tocó ser esclavo? ¿Naciste en esas circunstancias? ¿Te viste envuelto en situaciones (resultado de tus propias decisiones o no) que te llevaron a esa situación? Aún en medio de esas circunstancias Dios quiere obrar en ti, quiere dirigirte hacia lo mejor. ¿Qué tiene Dios para decirle a los siervos? Siervos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios. Una vez más, ese verbo difícil, “obedecer”. Hoy en día todos reclamamos derechos y rechazamos el trato injusto. Nos consideramos libres aunque nos obliguemos a pagos elevados por unos cuantos años con tal de sostener un estilo de vida que se compare con el de otros. ¿Cómo tenemos que actuar en medio de todo eso?
Seamos obedientes, pero no lo hagamos como otras personas que se concentran en aparentar. No seamos “aparentemente obedientes”. Somos llamados a servir a alguien que está muy por encima de nuestros jefes.
Eres llamado a realizar tu trabajo en paz. Esa paz, en muchas ocasiones, depende de que lo hagas con corazón sincero. Importa, y mucho, la actitud interna con la que hagas lo que haces. Las siguientes palabras tienen mucho que decir al respecto.
Colosenses 3:23–25 RVR60
23 Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres;24 sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís.25 Mas el que hace injusticia, recibirá la injusticia que hiciere, porque no hay acepción de personas.
Colosenses 3:23–25 NVI
23 Hagan lo que hagan, trabajen de buena gana, como para el Señor y no como para nadie en este mundo, 24 conscientes de que el Señor los recompensará con la herencia. Ustedes sirven a Cristo el Señor. 25 El que hace el mal pagará por su propia maldad, y en esto no hay favoritismos.
Colosenses 3:23–25 NTV
23 Trabajen de buena gana en todo lo que hagan, como si fuera para el Señor y no para la gente. 24 Recuerden que el Señor los recompensará con una herencia y que el Amo a quien sirven es Cristo; 25 pero si hacen lo que está mal, recibirán el pago por el mal que hayan hecho, porque Dios no tiene favoritos.
Colosenses 3:23–25 NBLA
23 Todo lo que hagan, háganlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres, 24 sabiendo que del Señor recibirán la recompensa de la herencia. Es a Cristo el Señor a quien sirven. 25 Porque el que procede con injusticia sufrirá las consecuencias del mal que ha cometido, y eso, sin acepción de personas.
¿Qué es lo que motiva lo que haces? ¿Qué es lo que llena tu corazón cuando haces lo que haces? ¿Qué es lo que buscas lograr, alcanzar u obtener cuando haces aquello a lo que te dedicas?
Necesitamos purificar nuestras motivaciones.
Dios, en su Palabra, nos quiere motivar a encontrar la mejor manera de transitar por este valle que nos lleva de regreso a casa, en su presencia.
Presta mucha atención a estas palabras, originalmente dirigidas a personas en una posición de esclavitud pero que se aplican a todos. Esto se refiere a todo lo que haces.
¿Qué haces? Hagas lo que hagas, sea lo que sea a lo que dedicas tu esfuerzo, tu tiempo, tu energía, tus capacidades, estas palabras se aplican.
Hazlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres. No te limites a hacer las cosas superficial y descuidadamente. Involucra tu corazón en lo que haces. Haz las cosas bien. Que tu meta no sea impresionar a las personas, ya sean los jefes, los compañeros u otros.
El Padre quiere que tomes conciencia de quién es la persona a la que realmente sirves. No, no sirves a tus jefes, aunque al parecer son ellos los que determinan tu salario. No, tú que creíste en Jesús ahora le sirves a Él. El verdadero salario, la verdadera recompensa, proviene de Él. En algún momento del día (o en varios momentos) tienes que dirigir al Señor tus pensamientos y palabras para decirle: “Estoy haciendo esto para ti”. Te aseguro que eso hace toda la diferencia. Para tu Salvador vas a querer producir excelencia, lo mejor de lo mejor.
Pero, cuidado, si caes en imitar a otros y te dedicas a aparentar, si actúas con injusticia, debes saber que hay consecuencias. Sí, eres hijo de Dios por haber creído en Jesús, pero aun así, la injusticia acarrea consecuencias.
Colosenses 4:1 RVR60
1 Amos, haced lo que es justo y recto con vuestros siervos, sabiendo que también vosotros tenéis un Amo en los cielos.
Colosenses 4:1 NVI
1 Amos, proporcionen a sus esclavos lo que es justo y equitativo, conscientes de que ustedes también tienen un Amo en el cielo.
Colosenses 4:1 NTV
1 Amos, sean justos e imparciales con sus esclavos. Recuerden que ustedes también tienen un Amo en el cielo.
Colosenses 4:1 NBLA
1 Amos, traten con justicia y equidad a sus siervos, sabiendo que ustedes también tienen un Señor en el cielo.
La Palabra del Señor nos alcanza a todos, sin importar cuál sea la posición que ocupemos. Ante la voz de Dios todos somos iguales, y el Señor nos exhorta a todos.
Estas palabras son dirigidas a los amos. Ellos también están bajo la atenta mirada de Dios.
Los siervos son exhortados por Dios y dirigidos a servirle a Él.
A los amos se les recuerda lo más importante. No están por encima de todo.
Dios es el Dueño de todo, el Creador, la máxima autoridad por sobre todo lo que existe. Él es el Amo en los cielos. Efesios 6:9 complementa esta enseñanza llamando a quienes tienen la responsabilidad de dirigir a otros a hacerlo con humildad, sabiendo que hay Uno que debe ser obedecido por todos, sin excepciones.

III. Todas nuestras relaciones

Colosenses 4:2–4 RVR60
2 Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias; 3 orando también al mismo tiempo por nosotros, para que el Señor nos abra puerta para la palabra, a fin de dar a conocer el misterio de Cristo, por el cual también estoy preso, 4 para que lo manifieste como debo hablar.
Colosenses 4:2–4 NVI
2 Dedíquense a la oración: perseveren en ella con agradecimiento 3 y, al mismo tiempo, intercedan por nosotros a fin de que Dios nos abra las puertas para proclamar la palabra, el misterio de Cristo por el cual estoy preso. 4 Oren para que yo lo anuncie con claridad, como debo hacerlo.
Colosenses 4:2–4 NTV
2 Dedíquense a la oración con una mente alerta y un corazón agradecido. 3 Oren también por nosotros, para que Dios nos dé muchas oportunidades para hablar de su misterioso plan acerca de Cristo. Por eso estoy aquí en cadenas. 4 Oren para que pueda proclamar ese mensaje con la claridad que debo hacerlo.
Colosenses 4:2–4 NBLA
2 Perseveren en la oración, velando en ella con acción de gracias. 3 Oren al mismo tiempo también por nosotros, para que Dios nos abra una puerta para la palabra, a fin de dar a conocer el misterio de Cristo, por el cual también he sido encarcelado, 4 para manifestarlo como debo hacerlo.
En esta vida es bastante fácil rendirse. Uno puede caer fácilmente en la negligencia, el desánimo, el descuido. ¡Ten cuidado con eso!
Algo que vamos a encontrar una y otra vez en la Palabra de Dios es un permanente llamado a la perseverancia. Recuerda que el propio Jesús anunció que el que persevere hasta el fin será salvo (Mateo 24:13).
Dios te está llamando a perseverar, a seguir adelante, a no desanimarte ni bajar los brazos. En este caso en particular, Dios quiere animarte a que no dejes de orar. Recupera tu disciplina espiritual, acércate personal e íntimamente ante el trono de Dios y búscale en oración. Habla con el Padre, profundiza con Él, entrégale tu corazón, tus cargas, tus necesidades, tus luchas, tu vida y las de todos los que te importan.
Vuelve a orar.
Y reconoce que no todo es malo. No te concentres solamente en los problemas o las dificultades. Hay mucho por lo que tienes que dar gracias. Agradécele a Dios en oración. Dile que reconoces su bondad y su gracia en cada aspecto de tu vida.
Ora, y agradece.
Pablo pide oración también. ¿Pide la libertad de sus cadenas? ¿Pide un mejor pasar económico? ¿PIde la solución de sus problemas? No. Pide más oportunidades para servir a Dios, más puertas abiertas para compartir a Jesús con otros. Eso se llama concentración en la tarea y la misión que el Señor nos ha encomendado. Concéntrate tú también, porque Dios te quiere usar, así como lo usó a él hasta el fin.
Colosenses 4:5–6 RVR60
5 Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo. 6 Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno.
Colosenses 4:5–6 NVI
5 Compórtense sabiamente con los que no creen en Cristo, aprovechando al máximo cada momento oportuno. 6 Que su conversación sea siempre amena y de buen gusto. Así sabrán cómo responder a cada uno.
Colosenses 4:5–6 NTV
5 Vivan sabiamente entre los que no creen en Cristo y aprovechen al máximo cada oportunidad. 6 Que sus conversaciones sean cordiales y agradables, a fin de que ustedes tengan la respuesta adecuada para cada persona.
Colosenses 4:5–6 NBLA
5 Anden sabiamente para con los de afuera, aprovechando bien el tiempo. 6 Que su conversación sea siempre con gracia, sazonada como con sal, para que sepan cómo deben responder a cada persona.
Los cristianos, como todos los demás, somos personas sociables. Y no somos llamado a limitar nuestras relaciones a las personas de la iglesia. Al contrario. Si nos relacionáramos solamente entre nosotros, se terminaría nuestra misión, y andaríamos por esta vida sin un propósito de parte de Dios.
Te tienes que relacionar con los no creyentes, con los que no tienen a Cristo Jesús en sus vidas. Pero, ¡cuidado! Tienes que relacionarte sabiamente con los demás. No te descuides. No dejes de estar alerta en tus relaciones. Sé sabio en tu manera de relacionarte con las personas que no tienen la relación que tú tienes con Dios.
Eso implica algo importante: redime el tiempo. No malgastes el tiempo. El tiempo es un bien preciado, que tiene que ser bien administrado, así como todo lo que recibimos en esta vida. Cada día, cada hora, cada minuto es valioso. Administra tu tiempo de manera que puedas servir a Dios con lo que haces, dondequiera que estés, haciendo lo que haces.
Además de conservar tu mirada puesta en el reloj, sabiendo lo que haces, presta mucha atención a lo que dices. Las palabras son instrumentos de bendición o maldición, dependiendo de su contenido, y la actitud con la que sean pronunciadas.
Tenemos que elegir deliberadamente nuestras palabras, procurando que honren a Dios y sirvan a sus propósitos. No se trata de que pases todo el día repitiendo versículos o mencionando a Jesús, sino que hables con sabiduría de Dios, sirviéndole también con lo que dices.
Cada persona con la que tratas es valiosa. Debes saber cómo debes responder a cada uno. No elijas un mismo discurso para todos, no les sueltes el mismo versículo a todas las personas. Déjate influenciar y dirigir por Dios para que sus propósitos se cumplan al relacionarte con cada persona que se cruza en tu camino.
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