La Grandeza de Dios y la Gloria del Hombre

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La Grandeza de Dios
(Salmo 8)
Quiero pedirles por favor que abran sus Biblias en el salmo 8.
Algunas versiones de la Biblia tienen como título de este salmo: la gloria de Dios y la honra del hombre. Voy a leerlo en la RV60.
1¡Oh Jehová, Señor nuestro, Cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra! Has puesto tu gloria sobre los cielos;
2 De la boca de los niños y de los que maman, fundaste la fortaleza, A causa de tus enemigos, Para hacer callar al enemigo y al vengativo.
3 Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, La luna y las estrellas que tú formaste,
4 Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, Y el hijo del hombre, para que lo visites?
5 Le has hecho poco menor que los ángeles, Y lo coronaste de gloria y de honra.
6 Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; Todo lo pusiste debajo de sus pies:
7 Ovejas y bueyes, todo ello, Y asimismo las bestias del campo,
8 Las aves de los cielos y los peces del mar; Todo cuanto pasa por los senderos del mar.
9 ¡Oh Jehová, Señor nuestro, Cuán grande es tu nombre en toda la tierra!
Hoy vamos a estudiar tres puntos importantes de este salmo.
Primero, quiero comenzar comentando que este salmo es un himno o cántico de alabanza a Dios quien lo reconoce como creador, y que además ha delegado a los seres humanos la responsabilidad de cuidar lo creado.
Este salmo contrasta la capacidad creadora de Dios y la dignidad y honra de la humanidad. E incluye una afirmación teológica extraordinaria: El Dios que tiene el poder de crear el mundo y cuya gloria sobrepasa los límites del conocimiento humano le brinda a los seres humanos la mayordomía de la creación, el cuida y la administración de lo que Dios creó.
De esta manera, el Señor Creador del universo dignifica al ser humano, al encomendarle tan grande responsabilidad ecológica y personal.
Ahora, si hojeamos los salmos, veremos que este salmo es el primer himno de alabanza en el Salterio y se encuentra después de seis salmos que hablan de liberación y ayuda en medio de las crisis, para hacer una afirmación firme y contundente en torno al Dios que se dirigen las oraciones: El Dios de los Salmos es alguien extraordinario cuyo poder, autoridad y dominio sobrepasan los límites conocidos e imaginables para la humanidad.
Pero además, este salmo pone claramente de manifiesto que los seres humanos no son algo producto de la casualidad, no son un apéndice sin importancia y superficial en el cosmos, sino que son agentes divinos destinados para mantener el equilibrio ecológico.
Otro dato interesante es el único salmo que se dirige en su totalidad a Dios.
Si ustedes ven el salmo, su estructura incluye una doble alabanza al nombre y la grandeza de Dios (vv. 1a, 9), la afirmación de la gloria divina, la majestad y el poder de Dios (vv. 1b–2), la descripción de la fragilidad humana y la bondad divina (vv. 3–8) y cierra como comenzó, con alabanzas al nombre divino (v. 9).
En resumen, este salmo reconoce la grandeza de Dios y afirma la dignidad de la humanidad. Comienza y termina con la misma afirmación: Señor y Dios nuestro, ¡cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra!
vv. 1a, 9:
Quiero que veamos los versículos 1 y 9.
El salmo comienza y termina con la misma doble afirmación de la gloria de Dios.
En primer lugar se incluye el nombre personal de Dios—en hebreo, Yahvé, que se ha traducido en las versiones de Reina-Valera como Jehová—, al cual se añade el título honorífico de Señor, que en hebreo transmite las ideas de reconocimiento, de autoridad y poder.
La idea del salmista es enfatizar el poder divino sobre toda la tierra y el cosmos.
La teología que presupone el salmo, y particularmente este versículo, reconoce la grandeza divina, que se relaciona con el nombre de Dios. Y esa majestad divina sobrepasa la belleza y lo imponente de la creación, y las palabras humanas no pueden contener ni expresar adecuadamente la extensión de sus virtudes.
Otro aspecto importante que debemos tener en cuenta es que en la teología bíblica el nombre es mucho más que el distintivo que puede llamar o designar a alguna persona. ¿A que me refiero con esto? Mi hijo se llama Héctor, porque yo me llamo Héctor y yo me llamo Héctor porque mi papá se llamaba Héctor. Mi papá se llamaba Héctor porque mi abuelita leyó una novela cristiana llamada El Atleta de Filipos en la que el héroe era un personaje llamado Héctor. Aunque en nuestra personalidad, mi papá, mi hijo y yo tenemos algunas cosas en común, el nombre de Héctor no define nuestra personalidad.
Por ejemplo, mi papá era ingeniero, yo soy ingeniero y mi hijo está estudiando ingeniería, sin embargo, mi hijo es por mucho, mucho más inteligente que mi papá o yo; mi hijo por su parte es introvertido, tímido, mientras que yo soy sociable, pero mi papá era mucho más sociable que yo. Ahora, mi papá era enojón y peleonero, yo soy menos que él, pero Héctor es mucho más tranquilo que nosotros dos.
En la actualidad nuestro nombre no define nuestra personalidad o naturaleza; sin embargo, en la teología bíblica el nombre es una forma de aludir e identificar a la persona misma, que se hace presente en su nombre y que presenta su naturaleza íntima más profunda al revelarlo.
El nombre propio proporciona su identidad y su esencia básica (Gn 32:29). Con esta importante afirmación teológica el salmo comienza y concluye. Es una manera de enfatizar la teología de la majestad divina en forma de paréntesis literario.
El primer punto que quiero que quiero resaltar es que solo Dios es digno de recibir la honra, la gloria y la alabanza.
Dios es Señor y Soberano, el es el que se le presenta a Moisés en Exódo 3:14b dándole su nombre: “YO SOY EL QUE SOY” que significa “YO SOY el que existe por sí mismo”. Este atributo divino se le conoce como aseidad o autosuficiencia de Dios, y esto es algo que Dios ha declarado ser respecto de sí mismo. De esta manera, como cristianos creemos que Él es la existencia original que es la causa de todo lo creado.
Este Dios, Soberano, Señor, Creador, Santo, Autosuficiente, Todopoderoso es el único digno de recibir nuestra adoración, nuestra honra, nuestra alabanza.
Ahora bien, para el segundo punto, déjenme les platico una historia.
Cuando mis hijos eran pequeños visitamos el Planetario Alfa en Monterrey, que era una especie de museo tecnológico y como su nombre lo indica, era la sede de la asociación astronómica de Monterrey.
En el Planetario había una gran pantalla de esas que son como de 360° y siempre pasaban películas de ciencia y muchas acerca del universo.
Ese día que fuimos era mas o menos 12 de enero, y ustedes saben que el día de Reyes es el 6 de enero. Y al entrar a la sala estaba un joven vestido como el Baldor de álgebra, como rey mago, con túnica, turbante, barba, y un telescopio en la mano.
Y lo primero que pensé fue: que raro porque en Monterrey no celebran el día de Reyes, allá por ejemplo, Santa Claus es el que le lleva a los niños los juguetes en navidad y no los reyes magos como se acostumbre en el centro del país. Desde ahí se me hizo raro.
Segundo, dije, ya era 12 o 13 de enero, ya pasó el día de día de reyes. Y tercero, dije que raro que solo sea un, y no tres, aunque pensé, estos amigos regios son ahorrativos, por no decir codos, pero pensé que interesante que tengan aquí al rey mago.
Todo esto pasa por mi mente mientras estamos formados y estamos avanzando para entrar a la sala, con el rey mago en la puerta. En eso llegamos a donde estaba él, y yo muy decidido le digo a Andy y a Hector que estaban chiquitos: Niños, saluden al rey mago; y de inmediato el tipo me contesta pero enojado: SOY GALILEO GALILEI.
Ya se imaginarán la cara que me hizo Marina, Andrea y Héctor como diciendo que rústico está mi esposo / papá, que vergüenza, que oso. No viene con nosotros.
Y les cuento todo eso porque ese día vimos una película de lo inmenso que es el universo. En esa pantalla de 360° que estas casi acostado. Inclusive, mi suegro que iba con nosotros nos decía que cuando él veía el tamaño del universo le daba miedo por sentirse tan insignificante, y es que precisamente de eso habla la siguiente sección del salmo 8.
En nuestra galaxia hay probablemente más de cien mil millones de estrellas como nuestro sol. Nuestra galaxia es una de las cien mil millones de galaxias. Cuando consideramos la inmensidad del universo, es fácil sentirse pequeño e insignificante.
vv. 3–8:
Como respuesta humana a la revelación de la gloria divina, expresada en los primeros dos versículos, ahora el salmista contempla los cielos, la luna y las estrellas, y afirma el poder creador de Dios. En ese contexto de asombro, reconocimiento y majestad, el salmista reflexiona sobre la naturaleza humana. Ante tal manifestación de esplendor, se sorprende con la iniciativa divina de visitar al ser humano y tomarlo en consideración. Y aunque reconoce que las personas son un poco menor que los ángeles, Dios les ha concedido «gloria y honra», y les ha permitido administrar la creación, que incluye la naturaleza, los animales del campo, las aves y los peces.
Por eso quiero compartir este segundo punto y es que es maravilloso, es que el Dios eterno y creador es también capaz de incorporar al ser humano en el proceso de administración de la naturaleza. La capacidad divina de compartir responsabilidades con el ser humano distingue al Dios bíblico, que hace a las personas partícipes del importante proceso de llevar a efecto una buena mayordomía de lo creado.
El salmista se maravilla del hecho de que los seres humanos son el pináculo de la creación de Dios, una obra maestra, hecha a su imagen. Dios no solo te ama y se preocupa por ti (v.4), sino que te ha concedido privilegios extraordinarios: “Los hiciste un poco inferiores a los seres celestiales y los coronaste de gloria y de honra. Los pusiste por príncipes sobre las obras de tus manos; todo lo pones debajo de sus pies” (vv.5–6).
Hemos sido puestos a cargo de todo lo que Dios ha hecho. Sabiendo esto, los cristianos deben estar al frente de la protección, preservación y cuidado de la asombrosa creación de Dios.
Génesis 1:26 y 27 dice: 26Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. 27Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.[1]
La próxima vez que cuestiones tu valor como persona o que te sientas deprimido, recuerda que Dios te considera de gran valor. Tenemos un gran valor debido a que llevamos el sello del Creador. Debido a que Dios ya ha declarado cuán valiosos somos para Él, podemos librarnos de esos sentimientos de minusvalía.[2]
El hombre no sólo es intrínsecamente distinto al resto de la creación, sino que le fue dada autoridad sobre la tierra y todo lo que hay en ella. El ser humano fue hecho para gobernar (v. 6). Nuestra habilidad para ejercer autoridad sobre la tierra depende de la disposición a someternos, servir y obedecer al Dios viviente, bajo cuya autoridad estamos. Si no nos sometemos a Dios, entonces nuestra habilidad para administrar la creación estará distorsionada por el pecado y seremos pésimos mayordomos de lo creado.
Nuestra autoridad sobre la tierra nos hace responsables de ella. Los recursos minerales, el agua, el aire, y las distintas especies de vida animal, deben ser de interés para todo gobierno y toda persona. ¿Podemos permitir que desaparezcan de la tierra formas de vida que el Creador ha puesto a nuestra disposición y encargado a nuestro cuidado? ¿Nos atreveríamos a contaminar y corromper la creación de Dios? Recordemos lo que dijo Jesús en Luc. 12:48: Porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá.[3]
Dios dio a la humanidad una autoridad tremenda: estar a cargo de toda la tierra. Pero junto con la gran autoridad viene la gran responsabilidad. Ya lo dijo el famoso filósofo Ben Parker, tío de Peter Parker, aka el Hombre Araña; un gran poder conlleva una gran responsabilidad.
¿Cómo tratamos a la creación de Dios? Mi hijo Héctor decidió dejar de comer carne de res y de pollo para no contribuir en el deterioro ambiental, porque si no lo sabías, la producción de carne tiene un elevado costo ambiental porque acelera el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación de un recurso cada vez más escaso: el agua.
Yo admiro su fuerza de voluntad, porque los que me conocen saben que me encanta hacer carnes asadas y compartíamos ese gusto de hacer tomahawks, ribeyes, y ahora el no come absolutamente nada de eso.
Yo te invito a cuidar la creación que Dios nos ha encomendado, a ser diligentes y no malgastar agua, luz (dejar las luces prendidas gasta mucha energía), a reciclar, a cuidar a los animales, etc.
Utilicemos sus recursos con sabiduría ya que daremos cuenta a Dios de su mayordomía.[4]
Por supuesto, todos somos seres humanos caídos y pecadores y el plan original de Dios para nuestro dominio sobre la creación ha sido distorsionado.
Cada vez se habla más sobre la ecología. Hay una preocupación creciente debido a los estragos que la acción del hombre produce en la creación. Sin embargo, la mayor alteración para mal que sufrió el orden creado tuvo lugar al principio, y fue la entrada del pecado. La creación gime por el efecto del pecado. El desastre de la entrada del pecado trajo consecuencias: a) sobre el hombre, que experimentó la muerte, b) sobre Satanás, que recibió el anuncio de su derrota por medio de Cristo (Gn. 3:15); c) sobre la creación, que sufrió la maldición dada por Dios.
Cuando el hombre pecó, la creación completa fue afectada por el pecado.
Pablo le escribe a los Romanos: 19 La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, 20 porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza 21 de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. 22 Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. 23 Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. [5]
Pablo escribe desde una perspectiva cósmica. Los sufrimientos y la gloria de la antigua creación (el orden material) y de la nueva (el pueblo de Dios) están integralmente relacionados entre sí. Actualmente ambas creaciones sufren y gimen; y ambas van a ser libres al mismo tiempo. [6]
Y tercero, con esto cierro.
Dios ha prometido que cuando la redención del hombre se complete en la resurrección (que acá es llamada la redención del cuerpo), el universo entero compartirá la bendición y la gloria de esa victoria de la cruz y de la tumba vacía.
La manifestación de los hijos de Dios a que se hace referencia, es la segunda venida de Cristo. La creación comparte con la iglesia y el Cordero el anhelo de que la venida de Cristo tenga lugar pronto.[7]
El pecado causó la caída de la creación del estado perfecto en que Dios lo creó todo. El mundo está sujeto a frustración y deterioro a fin de que no cumpla con su propósito original. Un día la creación será liberada y transformada. Mientras llega ese día, espera con impaciente expectativa la resurrección de los hijos de Dios.
Tal vez mucho vemos al mundo tal como es: decadente en lo físico e infectado por el pecado en lo espiritual. Sin embargo, los cristianos no debemos ser pesimistas, porque tenemos la esperanza de un futuro glorioso. Miramos hacia los nuevos cielos y tierra que Dios prometió y esperamos el nuevo orden que librará al mundo de pecado, enfermedades y maldad. Mientras tanto, salimos con Cristo al mundo a sanar cuerpos y almas enfermas y luchar contra los efectos malignos del pecado.[8]
Los judíos estaban familiarizados con la promesa que Dios había hecho en cuanto a un mundo redimido, una creación renovada. Isaías predijo en el nombre del Señor: “Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento” (Is. 65:17). Los judíos anticipaban un tiempo glorioso cuando todo el dolor, la opresión, la esclavitud, la ansiedad, la tristeza y la persecución terminarían por completo, y luego el Señor establecería su propio reino perfecto de paz y justicia.[9]
Tenemos esa certeza: Un día la creación será liberada, y la creación que gime llegará a ser una creación gloriosa. El creyente no enfoca su atención en las aflicciones actuales; mira hacia adelante a la gloria del mañana (v. 18; 2 Corintios 4:15–18). El gemido actual de esclavitud será transformado en la gloriosa libertad del mañana.[10]
Cierro como el salmista concluye este salmo 8: Señor, mientras miro la inmensidad, la belleza y el éxito de tu creación, solo puedo alabarte y adorarte: ‘¡Oh Jehová, nuestro Señor, qué glorioso es tu nombre en toda la tierra!’ (Salmo 8: 9).
Samuel Pagán, Commentario De Los Salmos (Miami, FL: Editorial Patmos, 2007), 143–147.
[1] Reina Valera Revisada (1960). 1998. Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas. [2] Biblia del diario vivir. 2000. Electronic ed. Nashville: Editorial Caribe. [3] Biblia plenitud: La Biblia de estudio que le ayudara a comprender a aplicar la Plenitud del Espiritu Santo en su diario vivir. 2000. Electronic ed. Nashville: Editorial Caribe. [4] Biblia del diario vivir. 2000. Electronic ed. Nashville: Editorial Caribe. [5]International Bible Society. 1979. Nueva Versión Internacional. East Brunswick, NJ: Sociedad Bı́blica Internacional. [6]Stott, John. 2007. El mensaje de Romanos. Editado por Adriana Powell. Traducido por David Powell. 1a ed. Barcelona;Buenos Aires;La Paz: Ediciones Certeza Unida. [7]Somoza, Jorge S. 1997. Comentario bı́blico del continente nuevo: Romanos. Miami, FL: Editorial Unilit. [8] Biblia del diario vivir. 2000. Electronic ed. Nashville: Editorial Caribe. [9]MacArthur, John. 2010. Romanos. Traducido por John Alfredo Bernal López. Vol. 1. Comentario MacArthur del Nuevo Testamento. Grand Rapids, MI: Portavoz. [10]Wiersbe, Warren W. 1983. Justos en Cristo: Estudio Expositivo de la Epístola a los Romanos. Sebring, FL: Editorial Bautista Independiente.
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