Sufrimiento

El temor y la fe en Dios te deben haber preparado para todo, ya sea de la pérdida de tus bienes, del hostigamiento cruel y constante de tus miembros por trastornos agonizantes, o el golpe mortal y triste por la pérdida de tu esposa, tus niños, u otros seres queridos. No permitas que estas cosas sean ofensas, ya que son batallas, ni dejes que te debiliten ni quiebren la fe cristiana, ya que te ayudan a mostrar tu fuerza en la lucha, pues todo el daño infligido por los problemas presentes debe ser despreciado por la garantía de las futuras bendiciones. A menos que la batalla ya haya terminado, no puede haber una victoria. Cuando la victoria se hubiere dado en el inicio de la batalla, entonces también la corona sería dada a los vencedores en ese momento. Porque al timonel se lo reconoce en la tempestad, y en la guerra se prueba el soldado. Cuando no hay peligro, se trata de una exhibición sin sentido. La lucha en la adversidad es la prueba de la verdad.

De aquí en adelante no obraré en ningún aspecto por mi propia cuenta. Actuaría por mi cuenta si alguna vez hiciere uso de cualquiera de mis poderes para realizar algo que no fuere la gloria de Dios o no hacer que la glorificación de él fuera mi empresa completa y total. Si murmurare en la más mínima de las aflicciones, si me lamentare de la prosperidad de los demás, si no fuere caritativo en cualquier forma, si estuviere enojado por causa de las ofensas, si me vengare de ellas, si hiciere cualquier cosa simplemente para agradarme a mí mismo o si evitare cualquier cosa por mi propia tranquilidad, si omitiere cualquier cosa porque se requiere autonegación, si confiare sólo en mí mismo, si recibiere cualquier tipo de alabanza por el bien que yo hiciere o que Dios realizare mediante mi persona, o si estuviere de alguna manera engreído.

Aunque hombres buenos y malos sufren por igual, no hay que suponer que no hay diferencia entre ellos porque no hay ninguna diferencia en lo que ambos sufren. También en la semejanza de los sufrimientos sigue habiendo una desemejanza en las víctimas, porque aunque estén expuestas a la misma angustia, la virtud y el vicio no son la misma cosa, así como un mismo fuego produce brillo en el oro y humo en la paja. Bajo el mismo flagelo la paja se empequeñece, mientras que el grano se limpia. Y como las lías no se mezclan con el aceite, igualmente es expulsado de la tina por la misma presión. Por lo que la misma violencia de la aflicción prueba, depura y aclara lo bueno, pero maldice, arruina y extermina a los malvados. Y así es que en la misma aflicción los malvados aborrecen y blasfeman a Dios, mientras que el bueno reza y alaba.